Traemos hoy una cita del escritor
centroeuropeo Franz Kafka, porque
nos viene al pelo, y parece escrita para los que hoy hemos disfrutado de la visita
a una montaña, con unas vistas cuya belleza ya tendríamos que estar
acostumbrados, pero que siempre se superan, y lo de hoy ha sido espectacular. Kafka decía que Quien conserva la facultad de ver la belleza no envejece. Y debe de
ser verdad porque es precisamente esa capacidad de asombrarnos la que nos vincula con la niñez, con todo su componente de avidez para observar, para aprender,
para capturar el momento y su luz, su aire, sus colores… sobre todo sus
colores, porque es lo que más ha destacado hoy. Así es que, sí, nos sentimos
jóvenes.
Seguimos descubriendo extraordinarios
rincones del Parque Natural de losValles Occidentales, ascendiendo a una montaña que, estando en el centro
de muchas otras, está lejos de todo. No es la más alta, pero da nombre a toda
una zona poniendo orden a su alrededor. Hablamos del mundo Secús, y en concreto de la única montaña de la familia que se
la conoce así, tal cual, sin apellidos, Secús,
aunque en algunas publicaciones la vemos como el pico del Rincón de la Roya; y la visitamos partiendo de Guarrinza, subiendo por el extraordinario
paraje de la Agua Tuerta y su
continuidad en el barranco de la Roya (Rueda
en los mapas) para alcanzar la collada d’Acher,
también llamado puerto d’Acher, y desde
allí, ida y vuelta hasta la cumbre, bajando luego por el barranco de lo Barcal.
Por esta zona está el Achar de los Hombres y el Achar de los Machos, pero no
contribuiremos a la confusión que existe sobre su ubicación, porque ni los
mapas, ni los textos, ni aun la chen de
lo lugar se ponen de acuerdo.
Dejamos el vehículo en la
confluencia de
lo Barcal con la
pista de Guarrinza, donde dan paso a
las piernas, para comenzar a caminar por esa pista, contemplando el espléndido
valle, en el que no encontramos apenas ganado, para el que había hace tan solo
unas semanas… seguro que estará esparcido por los montes. Al cabo de media hora
confluye el sendero del
GR 11, que
venía por el otro lado del río hasta que lo cruza recientemente por el
puente de los Chitanos. Nos abrazamos a
él ya por el sendero, que nos sube al
Achar
de Agua Tuerta, desde donde nos desviamos para visitar el dolmen, con unas
vistas sobre el meandro, empañadas por unas nieblas que le llegan del
puerto de Escalé dándole un aspecto muy
especial. Volvemos a incorporarnos a ese
GR
11 para recorrerlo como media hora, hasta meternos ya por el
barranco de la Roya, de donde bajan las
aguas que dan nacimiento a esa
Agua
Tuerta, y en consecuencia, al
Aragón
Subordán.
Aquí cambia radicalmente el
paisaje, pasando de las anchuras y terreno verde, casi llano del valle, al
rojizo de los conglomerados del barranco, que cruzamos enseguida. Las nieblas son
los coletazos de las que están agarradas en la divisoria, que por aquí son muy
claras, y van acompañando nuestros pasos, paseándose con nosotros, como si no
se quisieran perder la fiesta de hoy, creando un ambiente muy especial. Nos
dirigimos a esos grandes paredones del mundo
Secús. Llegamos al final del barranco, al Rincón de la Roya, un gran circo bicolor formado por la sierra y la
Ñetera (Anatera en algunos mapas) y Marcantón,
cuyas cumbres royas destacan sobre las cercanas calizas de la propia sierra. Un
esfuerzo más para alcanzar la collada d’Acher,
a las tres horas del comienzo. Como la llegada a cualquier collado, esta
tampoco defrauda, se abre ante nosotros el mundo
Acher, con su Castillo y otra
gran sierra con enormes paredones en su cara norte, Costatiza. Entre ambos el barranco
del Borreguil d’Acher, que baja hasta Oza.
Un increíble mundo bicolor, con un intenso contraste cromático, por un lado las
blancas calizas, y por otro esas margas rojizas, conviviendo en perfecta
armonía.
Al sur se abre un evidente sendero,
que tomamos para comenzar ya la ascensión a nuestra montaña de hoy. A los diez minutos
se cruza un portillo, como dando paso a otro escenario. El sendero que traemos
continúa hacia el sur, para bajar al barranco
de Secús y la zona de Tachera,
pero nosotros nos tenemos que tirar ya hacia la izquierda por el canchal, sin
sendero muy definido, pero con el primer objetivo a la vista, y al que tenemos
que llegar, esas tres cuevas en la roca
de la base de la montaña, que como ojos secos, vacíos, miran sin mirar. Una vez
alcanzadas compartimos ese mirar, que no es otro que al rey del lugar, al Castillo de Acher, ese sinclinal
colgado sobre una base de vistosas rocas de arenisca rojiza. Hay tres cuevas, y
tampoco hemos encontrado información fehaciente sobre su origen y cometido,
bien podrían estar vinculadas a alguna mina, bien a la Línea “P”*, es algo que se va perdiendo en la memoria.
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Imagen de Paco |
De ahí a la cima hay solo unos minutos
de pendiente pedregosa. El punto más alto está en una corta loma que hay que
recorrer en dirección este hasta el final. Llegados a los 2353 msnm. de la
cumbre, y tras casi cuatro horas, incluido el cuarto de hora de las cuevas,
podemos decir que ha merecido la pena el ascenso, porque la perspectiva que nos
ofrece es auténticamente espectacular. Hacia levante las Arrallas, que cerraban el Rincón
de la Roya, unos imponentes paredones que ahora se quedan por debajo; al
sur de ellos, el Puntal de Secús y Bisaurín. Por poniente, otra gran
muralla, la de Costatiza, con los Agüerris al sur y la, también,
impresionante formación del Castillo de
Acher. Y al norte, el cordal rojizo de la Ñatera y Marcantón,
además de todo el camino recorrido hasta aquí, a donde van llegando las
disipadas nieblas jugando con sus vaporosos velos, mostrando y ocultando, como
si fuera excesiva la belleza para verla completa. Igual sí.
La bajada, por el mismo
itinerario, sin entrar ya en las cuevas, hasta ese lecho herboso, paso del
portillo y llegada a la collada de Achar,
desde la que nos dirigimos ya hacia la entrada del barranco de lo Barcal, no sin dejar de asombrarnos de nuevo con la
gran muralla norte de Costatiza y la
fachada este del Castillo de Acher y
sus royas faldas. Las vacas que echábamos en falta en Guarrinza se han ido buscando la vida por estos valles que las
acogen, y que tenemos que ir sorteando para no molestar. Hay que andar muy
atentos, porque hay profusión de senderos, y no siempre el que hay que seguir
está bien definido. Como a hora y media del collado dejamos atrás un refugio
forestal que no tiene muy buena pinta de conservación. Y ya todo es seguir
bajando y bajando hasta llegar al punto de partida, pasando por bosque en los
últimos compases.
Las casi dos horas de bajada por
el barranco se hacen un poco largas, por lo que se coge con gusto la llegada,
que hacemos tras haber recorrido 14,3 km en 6h 45’, con un desnivel acumulado
total en torno a los 1015 m D+/-, habiendo cerrado una extraordinaria circular
por estos montes chesos y ansotanos poco concurridos de los Valles Occidentales.
Mi hijo está alojado en Hecho. Le he pasado unas cuantas de tus excursiones por la zona, por si le ayudara. Preciosos colores, ya lo dices
ResponderEliminarGracias, Caminante.
EliminarEs precioso lo que hemos visto, pero tu crónica no se queda atrás.
ResponderEliminarGracias...
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