AQUERAS MONTAÑAS
GASHERBRUM II
Parte 1
Aproximación a la montaña
Del 24 al 30 de junio de 2006
"La aventura espera a los peregrinos de los grandes paisajes, para la gente que le gustaría ver la Tierra antes y después del hombre. Es para la gente que ama la naturaleza".
Sebastián Álvaro - Aventurero
PRÓLOGO
Parecía tan lejano, parecía que no iba a llegar nunca, parecía que estabas preparando y preparando para no se sabía cuándo, parecía, en definitiva, ciencia ficción, cuando el calendario ya nos está diciendo que no, que todo llega, y que esto también. Esta semana se ha pasado volando, hoy es el D-1. Desde el primer día que empecé a escribir, allá por el D-189, ya han pasado más de seis meses, y nunca jamás había tenido un proyecto de estas dimensiones. Estoy tranquilo, pero a la vez inquieto, por más que visualice lo que me puedo llegar a encontrar creo que no tengo ni idea de si va a ser así o no. Hoy se cierra una etapa y se abre otra. Mañana partimos. Coincide en un año lleno de efemérides: el décimo aniversario de la tragedia vivida en las faldas de esa montaña, el cincuenta aniversario del CP Mayencos, también el de la primera ascensión a este ocho mil, y para postre, y no menos importante para mí, mis también 50 años, celebrados en estas montañas.
Con las tres primeras conmemoraciones presentes nace este periplo, que
se viene madurando ya desde hace un par de años. Cuenta con dos grupos bien
diferenciados, el de expedición, de diez personas de los ámbitos militar y
civil a partes iguales, y el de acompañamiento, de catorce más, del que
formamos parte, y que juntos llegan, llegamos, hasta el Campo Base del Gasherbrum II, donde el primero se queda para
realizar los preparativos de la subida a cumbre, y el segundo toma el camino de
regreso. Destacar que en este segundo grupo también está Carmen y Manuel, viuda e
hijo del Teniente Manuel Álvarez,
fallecido en accidente hacía diez años, y cuyo cuerpo permanece en la montaña.
En cuatro capítulos vamos a rescatar de la memoria esta amalgama de
vivencias que componían una experiencia vital. Los tres primeros serán de la
nuestra propia; y en el cuarto y último trataremos de rendir homenaje al grupo
de expedición que finalmente alcanzaba la cima de la decimotercera cumbre más
alta del planeta, el Gasherbrum II,
de 8035 msnm. Aclarar antes de comenzar que todas las horas están expresadas en
horario local; en Londres es una hora menos que en la España peninsular, y en
Pakistán son tres horas más. Y otro aspecto a destacar es que el texto es un
resumen del diario de campo reflejado en
el libro "Camino al Paraíso".
Es importante poner de relieve que se trata de un trekking de aproximación duro, no tanto
por exigencias técnicas sino por la dureza del propio entorno: durante dos semanas
se pasa por zonas inhóspitas, completamente deshabitadas y desnudas de
cobertura vegetal, lo cual exige tanto una buena condición física como
psicológica. El camino de regreso desde el Campo Base hasta Skardú se hará
superando el collado del Gondogoro-La
(5700 msnm), que permite disfrutar del precioso valle de Hushé. La cordillera
del Karakorum tiene “modestas” dimensiones: solo 500 kilómetros de longitud
frente a los 1500 del vecino Himalaya.
A cambio, contiene la mayor concentración de altas montañas de La Tierra, incluidos cuatro de los
catorce ochomiles. La tercera parte del Karakorum
está cubierta por los glaciares más extensos del planeta fuera de las regiones
polares. El Siachen es el mayor, con
una lengua de 70 kilómetros de longitud, pero es el Baltoro, con sus “solo” 58 kilómetros el más impresionante. Más que
al volumen helado debe su fama a su fantástico paisaje. En sus flancos se
levantan las montañas más bellas entre las bellas, a juicio de muchos curtidos
alpinistas. Una vez que se ha visto no se puede olvidar el grupo de Las Catedrales de la Tierra, o la
majestuosidad aislada de los Masherbrum,
o los trillizos Broad Peak,
superando la línea mítica de los ocho mil metros y, sobre todo, las “Montañas de la luz”, los Gasherbrum, y el K2, la segunda montaña más alta de La Tierra y, sin duda la más
grande entre las grandes y la más bella entre las bellas.
Día de San Juan, solsticio de verano, con el sol en su máximo esplendor en nuestro hemisferio.
Alea iacta est.
S-24.06 (día 1) ZARAGOZA – MADRID – LONDRES – RAWALPINDI
De tránsito aéreo
Son las 6:50 cuando da comienzo la aventura, saliendo de casa. A partir
de ahora, todo nuevo, todo por vivir. De Jaca
sale una furgoneta con buena parte de los componentes, que me recoge en Zaragoza y nos lleva a la T-4 del aeropuerto de Barajas, donde
nos encontramos con una parte del resto de miembros. El vuelo BA 459 de la British Airways despega a las 14:40,
aterrizando en el aeropuerto londinense de Heathrow
a las 15:45, siendo allí donde completamos el grupo, deambulando hasta las
19:50, que sale el vuelo BA 129 con
destino a Rawalpindi, en Pakistán.
D-25.06 (día 2) ISLAMABAD (500 m)
Toma de contacto
El cambio de día nos pilla en el tránsito aéreo. Son las 6 de la mañana,
tras 7 horas de viaje aterrizamos en Rawalpindi, y al rato nos recoge personal
de North Pakistán, la agencia local
contratada que nos va a atender estos días y los siguientes. Está el encargado,
que nos acompañará los días que estemos por aquí, y Jan Alam, el guía del grupo de trekking y del que ya no nos
despegaremos hasta que volvamos a Islamabad
de nuevo. Calor sofocante y muchas cosas nuevas que ir asimilando camino del hotel Shalimar, a donde llegamos a las 8:50,
y donde nos podemos encomendar ya a la deidad dominante con un ejemplar del Corán que encontramos en la habitación.
El calor y la recomendación de no abrir las ventanas para que no entren los
insectos nos empujan a salir a la calle ya como peatones, hasta que nos recogen
y nos llevan al restaurante Jahangir,
situado en la llamada Blue Área
Islamabad, donde hacemos la primera comida pakistaní, para entrar en contacto
con el “sabroso” mundo de los picantes y del chapati, con esos platos de arroz, guisos de carne, legumbre
estofada, etc. eso sí, nada de vino, tónica esta que nos va a acompañar
mientras estemos en el país islámico.
Tras la comida, un guía especial de la agencia, nos acompaña en una
visita al Museo Arqueológico de Taxila,
que alberga una cantidad inmensa de restos recogidos por diversos yacimientos
de antiguos asentamientos budistas, que era la religión imperante antes de la invasión
musulmana. El precio de la entrada diez veces superior al de los locales. Al
poco de estar dentro del recinto cerrado ya te das cuenta del nivel de
corrupción que tienen los funcionarios, que te advierten de que no puedes hacer
fotos, pero que te llevan a las vitrinas con objetos más significativos para
que los puedas fotografiar, siempre, claro, a cambio de una propina; incluso te
invitan a entrar a dependencias que no están abiertas al público, para que
puedas ver y fotografiar algo insólito. Tras otro viaje urbano, cuya sensación
de locura se acrecienta al circular por la izquierda, llegamos al Yacimiento de Jaulian, con varias
dependencias, en las que se pueden ver vestigios budistas en lo que parece ser
un antiguo monasterio. El crepúsculo vespertino baña a un grupo de chicos que,
abajo en el fondo del valle, están jugando al críquet.
L-26.06 (día 3) ISLAMABAD (500 m)
Compromisos oficiales
Muy calurosa y agobiante esta primera noche, en la que se dejan oír
algunos truenos. Nos levantamos a las 7:45, desayuno y traslado a la zona
financiera para cambiar euros en rupias, que realizamos en el Al-Abid Money Exchange que, como el
resto de establecimientos, está custodiado por guardias uniformados que portan
un arma automática. Del cambio del hotel a 70rp/1€, aquí nos dan 76,05. Sobre
las 11 vamos andando al contiguo edificio
de Correos a corresponder con los patrocinadores. Encontramos en la puerta
una estampa insólita en nuestro mundo, y si lo piensas imprescindible en éste.
Debido al alto nivel de analfabetismo, se hace necesaria la figura del
escribano, que bajo unos grandes paraguas que les protegen del ardiente sol, lo
que hacen es escribir las cartas que les dictan las gentes que no saben, y
suponemos que harán lo mismo con la lectura. Por haber, hay hasta un elemento
con una máquina de escribir, y lo más sorprendente de todo, otro con una
máquina fotocopiadora en plena calle, y con el enchufe que sale de una ventana
de correos. Entramos en el vetusto edificio y es una sala enorme con viejas mesas
donde unos holgazanes operarios están sellando y repasando documentos entre
grandes libros. Otros, en perpetuo deambular con enormes legajos al hombro.
Nada informatizado salvo un rincón determinado, en el que protegido con unas
mamparas hay dos o tres mesas con pantallas. Parece mentira que las postales
que vamos a echar al buzón vayan a salir de aquí, pero bueno, hay que
intentarlo.
Enseguida ya estamos de nuevo en los microbuses para ir al hotel, a
adecentarnos un poco, porque se ha quedado a la una en la Sede de la Embajada Española. Por el camino nos llama la atención
una Iglesia Evangélica, para la
pequeña minoría de cristianos que hay aquí. Llegamos al llamado Diplomatic Enclave, un lugar
aparentemente inexpugnable donde se encuentran las embajadas. La nuestra,
frente a la del Vaticano. Llama la
atención la gran cantidad de cannabis
que hay por todos los lados, son plantas absolutamente comunes en jardines u
otros sitios más salvajes. Entramos en la embajada, y tras un reconocimiento
por agentes de la Policía Nacional
quedamos a la espera de la recepción por el embajador, a la sazón José María Robles Fraga, sobrino del
archiconocido político, que nos saluda y acompaña en la visita a su residencia que,
rodeada de bellos y amplios jardines, es grande y lujosa, una auténtica burbuja
dentro de otra burbuja como es Islamabad
dentro del gran territorio pakistaní. Salvando las europeas y norteamericana,
esta embajada está considerada como una de las más importantes del mundo.
Carmen, Manuel y algún allegado más son protagonistas de la ofrenda de
una corona de flores a una placa que ex profeso se ha colocado para conmemorar
el décimo aniversario del fallecimiento del Teniente Manuel Álvarez, en el descenso del GI. Esta placa
individual está debajo mismo de una colectiva con los nombres de todos los
españoles caídos en las montañas pakistaníes. Cuando se incorporan al grupo
viene el acto protocolario de las ofrendas que le hacemos. El entonces Comandante Alberto Ayora, hoy
Presidente de la FEDME, a la sazón Jefe de la Expedición, en nombre de la
parte militar le hace entrega de un libro de la EMMOE con las actividades de las últimas décadas de la Escuela, y
luego un piolet, comprado en los Alpes, réplica de aquellos antiguos empleados
por los precursores del alpinismo. Fernando
Val, como Presidente del Club
Pirineísta Mayencos, le ofrece el
libro de los “Tresmiles del Pirineo” y un banderín del club. Tras la comida
ofrecida por el embajador salimos al jardín para inmortalizar la visita, y
seguidamente pasamos todos por donde las placas y la corona.
A las 16 h de nuevo al microbús, que nos lleva a una zona comercial. De
nuevo un choque de colores y olores. A destacar, el episodio protagonizado por
parte de la fuerza femenina del grupo; Carmen, Isabel y Montse se compran un
conjunto de blusón y pantalón de tela fina y muy estampado, y una vez en la
calle, no hacen más que ver cómo se ríen y murmuran los paisanos a su paso, y
el mosqueo es grande hasta que se sabe que son pijamas, así es que el cachondeo
es mayúsculo si piensas en lo tremendamente machista de esta sociedad, y si
piensas en que las poquísimas mujeres que se ven por la calle van súper tapadas
y en que están viendo a tres mujeres occidentales en pijama. Con todo ello, sobre
las 18 h nos paseamos por el parque Daman-e-Koh,
sin dejar de ver curiosas escenas. Desde una de las terrazas se domina Islamabad, destacando la mezquita Shah Faisal, que con su
fantástica arquitectura y sus minaretes de más de 90 metros de altura es la más
grande de Asia. Cena en el restaurante Kabul
a base de pinchos morunos, pero muy morunos. De nuevo a los microbuses, que nos
llevan los huesos hasta el hotel.
M-27.06 (día 4) ISLAMABAD (500 m) – CHILAS
(1150 m) // 16 h.
Primera jornada de KKH
Hoy comienza nuestra ruta en rodantes. Tras un madrugón de espanto, 4:15,
con ganas ya de ver montañas, pasan a recogernos tres microbuses, dos para los
veinticuatro integrantes de los dos grupos, más el guía y el shidar, jefe de
porteadores, y el otro para toda la carga que, por cierto, había habido problemas
al desaduanarla porque habían localizado el vino que se traía, y al estar
prohibido por estos lares, se habían tenido que emplear a fondo los de la agencia
para el despacho. Finalmente ponemos rumbo a la Karakorum Highway, la carretera internacional más alta del mundo, una
obra faraónica que con sus más de 1200 km une Islamabad con China por
la antigua Ruta de la Seda. Fue construida por los gobiernos de Pakistán y China, y se completó en 1978, tras veinte años de trabajos. Debido a
la tensión motivada por el conflicto entre India
y Pakistán por la región de Cachemira, la KKH tiene una gran importancia
estratégico-militar.
Son las 7 cuando dejamos el eje
Islamabad-Peshawar para tomar el desvío de la KKH. A las 9 pasamos por Abbottabad (1200 m), gran pueblo con
presencia militar; a las 11 por Khubaib
(1400 m); y a las 12 por Battgram,
zona afectada por el terremoto que el 8 de Octubre del año anterior, con una
fuerza de 7,6 grados de la escala
Richter, tuvo su epicentro en la ciudad de Muzaffarabad. La devastación fue tal que afectó a casi 15.000
pueblos, más de 3 millones de personas se quedaron sin casa donde alojarse;
entre 10 y 15.000 fallecidos en el primer día, y más de 50.000 al cabo de dos
semanas, estimándose definitivamente, en torno a 80.000 los fallecidos, aunque
esta última cifra siempre es difícil de precisar, la mayoría de ellos en la Cachemira pakistaní. El ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas
para los Refugiados) tuvo que emplearse a fondo, 20.000 tiendas familiares,
2.000 cocinas y muy diverso material de sus reservas.
Sobre las 12:45 nuestra mirada se maravilla ante la visión del padre Indo, que va a ser nuestro inseparable
compañero en los próximos días. Aquí se puede decir que comienza lo que podría
ser un viaje inciático hacia las fuentes, es verdaderamente simbólico ponerse a
la orilla de un gran río como este e ir varios días aguas arriba. Enseguida se
llega a Thakot Pont, con indicadores
como que entras en la Provincia Norte,
y que nos sitúa en la orilla derecha del Indo.
Aquí hay uno de los innumerables controles policiales, a los que tendremos que
ir acostumbrándonos. No olvidemos que estamos en zona de alto riesgo bélico, cerca
de Cachemira, de India y de China. Aquí comienza verdaderamente la KKH. Llevamos más de 7 horas para recorrer 180 km, y nos quedan 225
km todavía. A partir de aquí, y siempre valle arriba, la ruta está llena de
obstáculos. Cada curva, cada paso delicado, es un verdadero caos; impera la ley
del claxon, aunque nada parece asustar a los paisanos.
El paisaje fascina por lo salvaje, son grandes
montañas de suaves perfiles, totalmente desérticas, pero que a cada momento te
sorprenden con un gran oasis de vegetación en el que, normalmente hay enclave
humano, aldeas con sus cultivos. Es como si hubiera aguas freáticas a
escasos metros de la superficie que hicieran posible el milagro. Hay
innumerables zonas así, cerca de las cuales siempre hay un puente que salve la
distancia de la anchura del Indo.
Son las 13:30 cuando paramos a comer en un albergue gubernamental del PTDC (Pakistan Tourism Development
Corporation) enfocado al turismo de montaña, este se llama Besham (690 m) y es bastante nuevo, que es sinónimo de curioso, de
limpio. Continuamos nuestro viaje aguas arriba por estrechos pasos y curvas
retorcidas, donde en muy pocos sitios se pueden cruzar dos vehículos, pero no
es óbice para que vayan cundiendo ya, y de qué manera, una enorme cantidad de
camiones barrocos cargados hasta las cachas de grandes, cuadrados y viejos
troncos de madera que van hacia abajo. Pasamos por Dassu (860 m), una gran población en la que conviven elementos tan
dispares como viejos jergones con televisiones y parabólicas. Es un mundo en patética
transición.
En torno a las 18 h nos reincorporamos a la KKH con sus estrechos desfiladeros que esta obra de la ingeniería
castrense pakistaní ha tenido que sortear, junto al Indo que, con sus aguas bravas, y en ocasiones muy bravas, está
siempre acompañándonos y sorprendiéndonos. A 19:30 ya se echa la tarde encima,
y a las 20:45 ya es de noche cerrada. Otro control policial obliga a detener
nuestra cansina marcha. Alguna jota hace sobrellevar la todavía casi una hora
que hace cabecear al chófer. Ganas de llegar. A las 21:45, tras 16 horas, para
recorrer los poco más de 400 km recalamos en Chilas, donde se hace obligada la parada para dormir. Entramos en
el recinto del hotel Shangrila, en
cuya puerta también hay un paisano de seguridad con su pistolón. A cenar y a
dormir, que mañana nos espera otra más corta, pero no menos dura jornada de autobús
por la cada vez más estrecha KKH.
X-28.06 (día 5) CHILAS (1150 m) – SKARDÚ (2200
m) // 11 h.
Segunda jornada de KKH
A las 5:15 amanecemos junto a
ese gran río que vertebra un territorio estéril vestido de una desolación
majestuosa. A las 6:30 de nuevo al trotabús.
Pasado Raiko, a las 8:15, la caravana se detiene en un punto
desde donde se ve el Nanga Parbat, único
ocho mil visible desde una carretera. Su cumbre, de 8126 m de altitud, es la
segunda altura de Pakistán, y novena
del mundo; fue hollada por vez primera por el austriaco Hermann Buhl el 3 de Julio de 1953. A las 8:30 pasamos
por Juglot, una gran aldea en un
fértil oasis. Muy cerca de aquí, al cabo de unos kilómetros, un mojón señala el
llamado junction point, lugar donde se unen
las tres cordilleras más altas del mundo, Himalaya,
Karakorum e Hindu Kush, justo cuando el río
Gilgit rinde sus aguas al Indo. “Hogar
de la Nieve”, “Grava negra” y “El Asesino de los Indúes”, por su significado,
respectivamente. Sobre las 9 h dejamos la KKH
que une este país con el gigante chino a través del Valle del Hunza, una carretera nueva sobre un camino de siglos, la
otrora transitada Ruta de la Seda.
Es casi imposible pasar por aquí y no sentir esa fuerza telúrica que imprime
tan vasto lugar, transitado por tanta gente, de tantas culturas durante tantas
centurias, atravesando estos paisajes vivos con estas montañas sujetas a
imperceptible crecimiento. Cuánta historia acumulada en estos parajes.
Estamos a 110 km de Chilas,
y un cartel nos recuerda que nos faltan 170 a Skardú. A 1300 metros de altitud, un viejo puente colgante nos
permite atravesar el río Gilgit,
para poder seguir continuando nuestro periplo por la margen derecha del Indo, por pista aún más estrecha, si
cabe, y por retorcidos y congostos pasos. A partir de aquí y hasta Skardú, el cauce del Indo divide el Karakorum, margen por la que vamos, y el Himalaya, la otra orilla del río. Desde la capital nos acompaña el LT Commander Muhammad Qadir Shafiq (Navy),
que es el llamado Oficial de Enlace,
en palabras para entendernos, el “ojo de Moscú” que pone el gobierno a las expediciones y que las
acompaña a lo largo de toda su andadura, incluso del Campo Base hacia arriba, si tiene agallas para ello. A las 9:50 pasamos por Hanuchal, otro pueblo oasis; y a las 10 h por Sassi, donde hacemos una parada, y mientras Jorge, el médico de la expedición y Montse, enfermera, se
ocupan de un chico, como de 14 o 15 años, que lleva la cara y un brazo quemados
de aceite hirviendo, ya se van aproximando otras personas, siempre hombres,
claro, con distintos males, desde luego, parecemos una ONG…
Continuamos viaje y vemos que con relativa frecuencia hay como pequeños monumentos a la orilla de la pista, rememorando a los fallecidos en la
construcción de esta peculiar obra. Vemos también que en muchos tramos hay
cuadrillas de paisanos que a pico y pala doblan su espinazo para hacer o cubrir
una zanja que pegada a la ladera, va acompañando a la pista. Un incesante
salpicar de aldeas va humanizando el paisaje Indo arriba, sus casas, sus
gentes, sus cultivos, sus aledaños barrancos que vierten sus turquesas aguas en
las sucias del Indo al que le rinden cuentas. Un Indo que se va abriendo paso
por estas impresionantes gargantas. Turquesas son también, y topacios, y aguamarinas, y todo tipo de piedras
preciosas las que arrancan por aquí de las entrañas de esta estéril tierra a
través de cantidades ingentes de cuevas que van abriendo en las montañas, y a
las que acceden a través de laberínticos caminos.
Rondando las 12:45 llegamos a un lugar llamado Stak Nala (1780 m), situado junto a un más que impetuoso barranco
que rinde aquí mismo sus bravísimas aguas al Indo. Al otro lado de la carretera están terminando otro de esos
albergues gubernamentales del PTDC,
posicionados estratégicamente para el turismo de montaña, y que sería muchísimo
de agradecer que a nuestra vuelta nos pudiera acoger, porque, desde luego, el
adjetivo más bello que se merece este sitio donde estamos es el de siniestro.
No en vano es aquí donde se comenzaban a gestar los males futuros, que nos
acompañarían durante los próximos 8 o 10 días. Finalmente, y a través del puente Baltistán (2150 m), se termina
el congosto pasando al otro lado del río, aproximándonos a la inmensa llanura
que forma el Indo a la altura ya de Skardú.
Son las 15:50 cuando salimos de la garganta. Nuestra vista,
acostumbrada durante dos días a ver pasos congostos de ríos vibrantes y
jubilosos, no da crédito a lo que ve ahora, se trata de un enorme ensanche
natural que acoge las mansas aguas del río, como ajenas a la agitación que les
espera a partir de ahora. Es un lugar natural de una gran belleza y que viene a
apaciguar nuestras almas de tanta vuelta y revuelta, de tanto río encorsetado y
de tanta estéril tierra que lo ve pasar con la altivez de un río que con sus 3200
km de largo ostenta nombres como El Río
León, Lion River, en
tibetano Sengge Chu o El Padre
de los Ríos, The Father of Rivers,
en pastún Abaseen. Estamos ya a
2200 m y paramos a contemplar esta tregua que nos da el río, el singular
espectáculo de este lago de origen glaciar, enorme, precioso, calmo, como la
vibración que transmite.
Al punto de salir de aquí, ya está la gente subiendo a los autobuses, y
me acuerdo del lugar donde hemos comido, porque tengo que echar a correr hasta
detrás de un enorme pedrusco a hacer lo que se hace detrás de un enorme
pedrusco cuando previamente has tenido que echar a correr hacia un enorme
pedrusco. Algo recompuesto ya, nos dirigimos por la gran llanura hacia Skardú,
pasamos por tantas y tantas aldeas donde la gente menuda sale a la carretera a
ofrecer sus mejores manjares, sus albaricoques. Se pasa por Shangrila
Ressort, un lugar de vacaciones para los más privilegiados del país,
por la Cadet College Skardú,
la universidad local, y por los aeropuertos militar y civil de esta la capital
del Baltistán. Tras 270 km y las casi
once horas que nos han costado recorrerlos, llegamos sobre las 17 h al Hotel Concordia a orillas y dominando
todo este tan vasto como sorprendente ensanche del río Indo. La tarde, que se aprovecha para el pesado de los bultos, está preciosa, la cobertura de nubes le da una
luminosidad especial.
J-29.06 (día 6)
SKARDÚ (2200 m)
Descanso merecido
Hoy es día de merecido descanso. Día de paseo local, que se aprovecha
también para pasarnos al nuevo alojamiento, el hotel K2, sobre las
11:30. Es donde queríamos haber ido ayer, pero no estaba disponible. Este hotel
está ambientado en las actividades montañeras que mueven a las gentes a venir
por aquí. En sus habitaciones se respira ese rancio sabor del pasado, no cuesta
mucho imaginar las andanzas por aquí de esos precursores del himalayismo hace
un buen puñado de décadas. El cinturón que las separa de los amplios jardines
sobre la gran anchura del Indo, es
un pasillo acristalado de cuyas paredes cuelgan grandes paneles que albergan
los distintivos que cada una de las expediciones ha ido poniendo en ellos a lo
largo de los años. No podemos reprimir nuestra curiosidad y vamos discreta, pero
directamente, al del año 1996, para
ver lo de aquella expedición de militares
de Jaca, con la colaboración del equipo de Al Filo de lo Imposible. Seguidamente, buscamos el de este año, que
está poco concurrido todavía e insertamos nuestro folleto y nuestra postal con
las firmas de los expedicionarios, debajo mismo de la expedición de los
austriacos con los que nos juntamos en el aeropuerto
de Londres y que, al parecer los llevamos ahora una jornada por delante.
La panorámica que se tiene desde esta atalaya es impresionante, las
dilatadas orillas del río dan esta apariencia de estuario un poco antes de que
su bravura sea como una protesta ante la montaña que le estrecha sus márgenes
encorsetándolo en el fondo de ruidosos congostos. Las aguas deben su tono
arcilloso grisáceo al finísimo polvo que resulta de la erosión del glaciar, es
la denominada “harina de roca”, que se va mezclando con todos los sedimentos
que arrastra a su paso. Una enorme montaña negra surge por encima de estos sedimentos
y divide al río en dos, con un fuerte que se funde en el paisaje. Se trata de Karpochu, que recuerda a los bunkers de
nuestro Pirineo. Al contrario que allí, que ya están en desuso, aquí, la
situación geográfica de esta zona, tan próxima a territorio poco amigo
justifica su presencia. Fue construido por Ali
Sher Khan en el siglo XVII.
Tras la comida, visitamos el pequeño museo de forma
piramidal que hay en los jardines. Lo construyeron los italianos para
conmemorar el cincuenta aniversario de la primera ascensión al K2, ya que fueron sus compatriotas Achille
Compagnoni y Lino Lacedelli quienes lo consiguieron
el 31 de julio de 1954. Se trata del segundo ocho mil del mundo, pero sin duda
el más bello y difícil. Tarde de paseo por el pueblo, y a descansar, que mañana
espera otro día duro.
V-30.06 (día 7) SKARDÚ (2200 m) – ASKOLE (3100
m) // 8 h.
Última jornada de tortura rodante
Gran madrugada, 4:50, para salir hora y media más
tarde, que lo hacemos con una caravana de 6 jeeps (5 con nosotros y 1 de
bultos) cuyo colorido contrasta con el austero gris del paisaje. Partimos en
dirección este para salir de Skardú
y tomar la carretera que siguiendo el curso del Indo, de momento, nos lleva por serpenteante camino hasta un
pequeño collado, desde el que se goza de una visión global de todo el estuario,
para descender al valle del Shigar,
con el río del mismo nombre, fruto de la unión del río Basha, que viene del glaciar
Chogo Lungma, y el Braldo, que
viene de los glaciares del Biafo y
Baltoro. Pasamos por varias aldeas, la más importante es Shigar, y la foto más común es la de
los chicos inusualmente pulcros y uniformados que van a las escuelas, también hay
otros menos aseados, que no van a la escuela y que ya empiezan el aprendizaje
del vagabundeo por las calles. Fértiles vegas, árboles cargados de fruta, en
fin, un pequeño paraíso.
El viaje se ve interrumpido por continuos controles
policiales. Hace muy poco que hemos dejado el río Shigar, y ahora es el Braldo,
que significa “dispensador de fertilidad”, el que estamos ascendiendo. A media
mañana llegamos a Dashu (2780 m).
Nos cuenta Alberto, Jefe de
Expedición e integrante de la de hace diez años, que la pista llegaba hasta
aquí, lo que obligaba a realizar una jornada andando hasta Askole. En este lugar y a temprana hora paramos a comer. No es
todavía mediodía cuando retomamos nuestra polvorienta ruta. El terreno por aquí
es extremadamente inestable, y crítico si te cruzas con otro. Son las 13:30
cuando nos enfrentamos a otro de los grandes hitos de la jornada, cruzar el río,
para lo que se nos exige un acto de fe al tener que atravesar un puente para situarnos en
la margen derecha, desde donde debemos ir ganando altura, con otro acto de fe, mayor
que el anterior, para alcanzar el altiplano donde por fin, nuestros huesos
salen de un vehículo para no volver a entrar en él hasta pasados 13 días, en
los que igual lo echamos en falta, pero de momento serán las piernas las que
tomen el protagonismo.
Estos 45 últimos minutos, desde el puente, han sido
verdaderamente terroríficos hasta llegar a Askole,
donde el entorno visual ha cambiado completamente dando un respiro, pasando de
los áridos paisajes a estar rodeado de verdes campos de mijo. Bueno, pues de lo
que no se puede dudar es de nuestro temple, puesto a prueba durante tanto
tiempo. Finalmente es agradable ver que llegamos a sitio civilizado (???), aunque
muy remoto, cuya arquitectura sólo depende del terreno. Son casas
rudimentarias, de piedra, adobes y madera, sin cemento ni ladrillos. A la entrada,
unas eras albergan unas tiendas de campaña pequeñas y redondas y otras más
grandes, los dos juegos de cocina y comedor, que de modo itinerante nos van a
acoger durante las próximas jornadas de marcha.
A partir de ahora comienza el trabajo de Wazir Jaffer Shigri, guía de montaña
del Alpine Club, que nos ha
acompañado hasta aquí, y que como sirdar tiene que empezar ya a organizar a los
porteadores, por docenas en los alrededores, y que componen una monótona
sinfonía de tristes semblantes y homogéneas vestimentas, llamada shalwar
kamís, consistente en unos amplios pantalones largos y una camisola de
manga larga que les llega hasta las rodillas, siempre de colores oscuros, bien
en tonos marrones o grises, pero todos con algo en común, la gran cantidad de
mugre que llevan encima. Los porteadores, baltís la mayoría, son de una etnia
que ocupa la cuenca de Skardú
sobreviviendo gracias a una agricultura familiar y que ayudan con este duro
trabajo a engrosar las arcas familiares. Son hombres extraordinariamente
fuertes, capaces de transportar pesadas cargas durante muchas horas a gran
altura, y pagan estos esfuerzos en forma de envejecimiento prematuro. Son
alegres y cordiales. En torno a 180 porteadores, más dos juegos de cocinero con
sus dos ayudantes de cocina, uno para cada grupo, y guía y sus ayudantes.
El momento es importante, porque marca un antes y un
después, marca la frontera entre las ruedas y las piernas, nos indica que esta
noche va a ser la primera de una sucesión de ellas en las que vamos a dormir
bajo unas lonas por techo. A las 16:30 comienza a caer la tarde y los 3100 m de
altitud ya aconsejan abrigarse para acudir a hacer la entrega de las prendas
traídas desde España a tal efecto. Efectivamente, sobre las 17:30 da comienzo la
“Operación Escuela”. Con las enormes cajas a cuestas, como si fuéramos los
Reyes Magos del verano baltí, nos dirigimos por las polvorientas, y ahora
encharcadas afueras del pueblo a la escuela, donde tenemos que interrumpir las
clases para que salgan a la calle los más de 100 críos que hay en ella. Askole es una aldea con unos 600
habitantes, de los que más de 200 son críos, pero sólo algo más de la mitad
está escolarizado, y es en la escuela donde repartimos las más de 200 prendas
que hemos traído, entre jerséis y los anoraks.
Finaliza uno de los días, quizá el que más, de
emociones encontradas, de emociones fuertes, de emociones que se quedan pegadas
en la retina, en las neuronas y en el corazón. Finaliza el día, pasado en un
pueblo de los confines del Karakorum,
quizá el más alejado, quizá el más dejado, quizá uno de tantos como habrá por
estas montañas, pero que ha tenido no sé si la suerte o no de que gracias al
turismo de montaña, han alargado una peligrosa y precaria pista para llegar
hasta él, y poder dar a conocer de este modo la vergonzante miseria humana a la
que se ven sometidas algunas personas. Se acabaron los 7 días volando y rodando,
y la verdad es que tenemos ganas de que comience esto, tenemos ganas de empezar
el trekking, tenemos ganas de
echarnos a andar. A partir de mañana vamos a ser nosotros mismos frente a la
montaña, vamos a ser nosotros mismos quienes tenemos que dar la talla. Ya va
habiendo gente tocada de colitis. A ver cómo amanece mañana.
Las imágenes son una selección de las tomadas por los miembros del grupo de trekking.
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