AQUERAS MONTAÑAS
Mesa de los Tres Reyes (2446 m)
Pic de la Table (2421 m)
Paquiza de Linzola Sur (2087 m)
Paquiza de Linzola (2104 m)
Sábado, 12 de junio de 2021
Uno de los males de la humanidad
es el de confundir la necesidad con el deseo. Cuando una persona tiene cubiertas
sus necesidades, que no sus deseos, siente que es feliz. No nos cansamos de
repetirlo, es en la Naturaleza, en el Medio Natural, donde encontramos la
cobertura de gran parte de nuestras necesidades, tanto físicas como psíquicas,
porque allí encontramos la belleza, la armonía, el sosiego, el permanente
descubrimiento de la necesidad de retroalimentar esa misma necesidad, al
mirarla, al admirarla, al reconocer que somos parte de ella. Así lo debió
entender Albert Einstein quien, a
pesar de ser un gran científico, tenía puesta
también su mirada en la fuente ilimitada de vida que es la Naturaleza, y lo
expresaba en frases como: Mira
profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor. Porque
se trata de eso, de mirar para comprender, de comprender para conocer, de conocer para amar.
Lo que nos pasa es que por más
que miremos no comprendemos. No comprendemos por qué están ahí esas montañas
tan bellas, esos picos tan enhiestos, esos abismos tan profundos, pero de lo
que estamos seguros es de que hay una razón, una razón que escapa a nuestra
comprensión. En definitiva, lo que sí vemos es una composición, aparentemente
caótica, pero que seguro obedece, como decimos a algo que, por otra parte, lo
hace salvajemente bello y atractivo, y es esa belleza la que nos atrae una y
otra vez, como en esta ocasión, que nos lleva de nuevo a los Valles Occidentales, en concreto a los
límites de Aragón con Navarra, y con Francia en algún tramo, aunque las montañas no entienden de
fronteras. Hoy recalamos en una de las zonas más alejadas, hoy nos vamos a Linza, en el municipio de Ansó, a darnos una extensa vuelta para visitar la Mesa de los Tres Reyes y el Pic de la Table, aprovechando a la
vuelta para auparnos a la Paquiza de
Linzola y regresar por su larguísima y agradecida loma al refugio.
LA APROXIMACIÓN
Partimos pues, del refugio de Linza en una mañana que no
termina de decidirse en cómo evolucionar, si en continuar con sus mágicos e
intrigantes velos, o si finalmente no se interpondrán entre nuestras miradas y
el magno escenario al que nos dirigimos. Nos parecerá bien lo que haga… ¡qué
remedio! Pues allá vamos, por el más que transitado camino hacia el collado de Linza, al que llegamos en
hora y cuarto. De aquí parte a la derecha el camino para el Petrechema, en otras ocasiones
visitado. Nosotros seguimos de frente, para introducirnos ya en ese mundo herboso
de lomas y vaguadas, que nos dará paso a otro más duro, más agreste, tirano, el
mineral, el del karst, habiendo dejado atrás el desvío del GRT 13, que nos venía acompañando desde el arranque. Mientras que
el sol nos va haciendo unos insuficientes guiños, alguna trepada por la franca
caliza vamos superando, para llegar ya al último de los valles a atravesar, y
acercarnos ya a la roca cimera, que también exige de manos. Finalmente, y tras tres
horas y veinte minutos aparece ante nosotros la silueta del castillo de Javier junto a una figura
de San Francisco Javier, su
principal morador, y fundador, junto con San
Ignacio de Loyola de la Compañía de
Jesús, en el siglo XVI.
Pero volvamos a nuestros días,
concretamente a este, y a este momento, para saborear, para disfrutar de él y
de esta estancia, que nos recibe con un tiempo un tanto desapacible, pero con
verdaderos esfuerzos por parte del sol para ofrecernos alguna ventana de
visibilidad, que nos permite lanzar nuestras miradas un poco más allá. Estamos
en la cima de la Mesa de los Tres Reyes,
que con sus 2446 msnm es el punto más alto de Navarra (y de los que crean en el concepto Euskal Herria) Es uno de esos puntos en los que confluyen
administrativamente varios territorios, amparado por la leyenda más extendida de
que en él se podían juntar los reyes de
Aragón, Navarra y Francia, sin salir de sus dominio, pero
hay otras no tan determinantes. De modo que es eso lo que vemos, tierras
navarras, con el Karst de Larra, ese
mundo infinito de lapiaces; tierras aragonesas, con todo lo recorrido hasta
aquí y los fronterizos Mouscaté y Petrechema; y tierras francesas, con el
Anie, Coutendé, Pene Blanque, Billares, sobre el mundo Lhurs, todo ello ocupando el grandioso circo de Lescun.
EL HOMÓNIMO FRANCÉS
Una prolongación de esta montaña
sobre suelo francés, muy característica, y visible desde lugares muy lejanos es
la llamada Tabla, que no es otra
cosa que el Pic de la Table (cabe
recordar que “table” es la traducción en francés de mesa). Tras perder altura
unos metros por donde hemos hecho la subida, nos desviamos hacia él, bajando a
un pequeño collado, para subir a la cima de esta montaña tan ligada a la
anterior. Desde aquí, por proximidad y por gentileza de las nieblas, podemos
disfrutar de mejores vistas sobre los grandes abismos que tenemos bajo los
pies. La roca, a tajo, cae varios cientos de metros, también nuestra mirada,
que se mece hacia el infinito. Volvemos sobre nuestros pasos para continuar ya
por la evidente senda, abriendo una interesante circular, que cerramos tras
cruzar una zona de puro karst, e incorporarnos al más apacible itinerario de
subida al cabo de hora y cuarto desde la Table.
En otro cuarto de hora nos topamos ya con la señalización del GRT 13, y en poco, antes de llegar al collado de Linza, se nos abre una
pequeña vaguada a la derecha, que tomamos para visitar la Paquiza de Linzola.
LA PAQUIZA DE LINZOLA
Al igual que el Pic de la Table, este nuevo monte a
ascender, es totalmente opcional, porque podríamos haber obviado el desvío y
haber continuado por el mismo itinerario hasta el refugio. Pero…, como ocurre
con mucha frecuencia, revivimos la contestación que hace un siglo dio Georges Mallory cuando le preguntaban
que por qué subía montañas, y respondía con aquello de … porque están ahí… Este alpinista británico, junto a su paisano Andrew
Irvine, desaparecieron a más de ocho mil metros en la cara NE del Everest, y
todavía sigue siendo una incógnita si llegaron a coronarlo, lo que habría
ocurrido 29 años antes del oficialmente reconocido efectuado por el neozelandés
Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay, quienes lo ascendieron
el 29 de mayo de 1953, siendo oficialmente, como decimos, los primeros seres
humanos en poner los pies sobre el punto más alto del planeta.
Pero volvamos a nuestro pequeño
planeta. No hay camino muy definido, pero no importa, porque el objetivo está a
la vista. Del barranco salimos a una más amplia explanada, dirigiéndonos hacia
la derecha, para subir a pecho la corta, pero empinada, pendiente que nos sitúa
en los 2087 msnm de la cima sur. Las nieblas se van retirando, lo que confiere
unas impresionantes vistas sobre el entorno, especialmente sobre los extensos
terrenos de pasto en la solana de esta montaña, que caen a Linza. Hay que bajar a un pequeño collado para realizar el ascenso
final a la Paquiza de Linzola y
volver unos pasos para tomar un incipiente sendero a la derecha, entre el
cascajo de la descompuesta roca, que nos lleva a la loma, para cabalgarla hasta
el final, con unas magníficas vistas a dos aguas sobre la aragonesa Linza y la
navarra Belagua.
La loma se termina y continuamos
por sendero entre el pastizal, hasta entrar en el bosque de hayas, por un
marcado camino sin lugar a pierdes. Confluye con el itinerario del Maz (Txamantxoia, por la vertiente norte), y sin más dilación amanecemos
en la trasera del refugio de Linza, tras 8h 15’, habiendo recorrido 18,4 km y
salvado un desnivel acumulado total en torno a los 1575 m D+/-, en una jornada
que, a pesar de todo, ha dejado hacer y con buena compañía.
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