domingo, 13 de junio de 2021

La Mina - Lizara, por el GR 11

 


AQUERAS MONTAÑAS
La Mina - Lizara
Sábado, 4 de julio de 2021


            La pasión es la que mueve el mundo. Hacer las cosas con pasión, rodearte de gente apasionada, ver las cosas con ojos apasionados, a nuestro juicio es el mejor combustible para que prenda lo más valioso que tenemos, que es la vida. Y hay, sí, hay gente muy apasionada por ahí. Tomemos el caso de Jimmy Chin, aventurero, fotógrafo, cineasta, practicante de deportes de montaña… pero sobre todo, apasionado, al que se le atribuye la frase de Si algo te hace feliz, aumenta la dosis. Por lo que a uno respecta, no se encuentra camino de dejar de aumentar esa dosis.


            Y es esa sobredosis la que nos lleva a ir a sitios guapos. Preciosos valles, encajados en salvajes montañas, regados por vivos arroyos que nacen del deshielo o de la generosidad de los ibones, bajo unos cielos algodonosos. Unos escenarios, en definitiva, que mueven todos los resortes del alma, que vibran al unísono, como un diapasón, y que son surcados por caminos de ida y vuelta. Unos parajes recorridos en varias ocasiones, de un lado y de otro, pero nunca unidos como lo hace la etapa 10 del GR 11 en su nuevo trazado a su paso por La Jacetania, que se diseñó íntegramente por territorio aragonés al migrar a Sendero Turístico de Aragón. Esta etapa, que parte en La Mina, cabecera de la Selva de Oza, discurre por parajes de extrema belleza, como son Guarrinza, Agua Tuerta, el ibón de Estanés, el valle de los Sarrios, puerto de Bernera y la Plana Mistresa, para descansar en el refugio de Lizara. Todo un mundo de sensaciones.





            Pero como no hay rosa sin espinas, también esto tiene su inconveniente, y es que al no ser una ruta de ida y vuelta ni circular, te obliga a mover vehículos, ya que parte de un punto y llega a otro. Pero como quien algo quiere algo le cuesta, pues ahí vamos. Salimos de La Mina para iniciar el largo recorrido por Guarrinza, ese valle paralelo a la cordillera, que aquí concluye y a cuyo comienzo hay que llegar, no sin antes disfrutar bien de su encanto. Nos llama la atención la cantidad de ganado vacuno ocupando los pastos del valle. Vamos por la margen derecha del río por sendero bien marcado. Enseguida se dejan a la izquierda unas instalaciones militares. Como a mitad de valle, una hora más o menos, hay un cabezo al que llaman Mallo Blanco, que lo dejamos a nuestra derecha, y a cuyos pies encontramos uno de esos numerosos, quizá el que más, rebaño de vacas que, al pasar junto a ellas hay que tratar de no molestar, porque a pesar de ser un animal manso, es extremado el celo que tienen para el cuidado de sus crías. Pero en esta ocasión no es eso lo que nos hace correr, y es que nos persiguen desesperadamente en la creencia de que portamos sal en nuestras mochilas. Solo el cruce de un barranco las hace cejar en su empeño.






            Seguimos ruta por este valle repleto de vestigios megalíticos, algunos reconocibles, otros no tanto si no es de la mano de un guía. Cruzamos el río por el puente los Chitanos, y tras un tramo un poco enfangado se sale ya a la pista, que se cruza dos veces antes de la rampa final para alcanzar el achar de Agua Tuerta, esa puerta de paso a otro de los parajes del recorrido. Dos horas hasta aquí. Está ocupado por un refugio en excelentes condiciones, en el que aprovechamos para echar un bocado, para a continuación salirnos de la ruta y visitar quizá el más emblemático de esos restos funerarios milenarios, el dolmen de Agua Tuerta, de pequeñas dimensiones, abierto al oeste, y situado en un lugar próximo al desagüe que permite enderezarse de forma vertical lo que tan torcido ha estado horizontal.




            Volvemos sobre nuestros pasos, y sin pasar ya por el refugio, continuamos absortos por un marcado sendero ante la tremenda belleza de la sierra de Secús, a la que vamos a ir acompañando hasta el final de Agua Tuerta. Otra hora más hasta el desvío para el Paso de Escalé, que nos llevaría al paraje francés de Espelunguère. Pero nosotros comenzamos la subida a ese puerto, al de Escalé, para asomarnos finalmente a la extraordinaria cuenca de Estanés, habitada por ese ibón al que se puede acceder a través de un sinfín de recorridos. Enseguida dejamos el viejo recorrido del GR 11, que nos bajaría a orillas del ibón, y continuamos camino para enfilar al llamado Huerto de Estanés, un precioso valle que dejamos a la izquierda, para comenzar el ascenso a la entrada de otro de los bellos hitos de nuestro itinerario, el Valle de los Sarrios, de extrema belleza también.






            Se trata de otro de esos valles de corte glaciar, custodiado por salvajes cresteríos a uno y otro lado. El circo que se nos muestra por delante, y hacia el que nos dirigimos, es un verdadero rincón alpino dentro del Parque Natural de los Valles Occidentales. Una pequeña subida y llegamos al puerto de Bernera, que con sus 2115 msnm es nuestra cima de hoy. Muy próximo está el ibón Biello, un pequeño reducto hídrico que nos habla de remotos tiempos glaciares. De nuevo a la ruta para enfilar hacia la Plana Mistresa, a la que llegamos contemplando un buen rebaño de sarrios, que no parece mucho importarles nuestra presencia. Seis horas y media hasta aquí. Cruzamos al lado derecho del generoso desagüe y acometemos ya el tramo final, que es el de bajar por el barranco de Ordelca, en cuya cabecera encontramos el refugio de Los Forestales, con aire de estupa budista. No queda ya más que bajar y bajar, terminando de disfrutar de nuestra ruta, hasta alcanzar visualmente los llanos de Lizara, dejando a nuestra derecha el refugio de Ordelca










            La llegada se realiza incorporándonos a una pista, por donde pasa el GR 11.1, que lo acompañamos hasta el mismo refugio, dando así por finalizada esta ruta por escenarios muy variados y de una gran belleza, habiendo invertido 7h 35’ para recorrer 21,4 km, y salvar un desnivel acumulado total de 1020 metros ascendentes y 735 metros descendentes. Un buen descanso en torno a una buena mesa… y a por el coche de La Mina.


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