miércoles, 30 de junio de 2021

Quince años del Gasherbrum II. Parte 2 Trekking del Baltoro

 


AQUERAS MONTAÑAS
GASHERBRUM II
Parte 2
Trekking del Baltoro
Del 1 al 8 de julio de 2006

            "Las montañas no son estadios donde satisfacer nuestra ambición deportiva, sino catedrales donde practicar nuestra religión."

Anatoli Bukreev – Alpinista kazajo



S-01.07 (día 8) ASKOLE (3100 m) – Korophon (3150 m) – JULA (3200 m) // 7 horas

Toma de contacto con la montaña

           A primerísima hora, los sobrecogedores cantos islámicos rompen el silencio de una larga noche, que se la ha pasado lloviendo intermitentemente. La col con patata de anoche acelera la salida de la tienda, mucho antes de que Yaffer, a las 6h llame a incorporarnos a este mundo. A las 6:30 desayuno, y a las 7:10, de este primer día de julio, nos ponemos en marcha, dando los primeros pasos de este tan deseado trekking del Baltoro, que lo hacemos con fresco y bajo una fina lluvia. La gran maquinaria de la expedición y acompañamiento, sin más ayuda que la de sus propias piernas, se pone en marcha. Salimos de Askole, y hasta dentro de 13 días no vamos a llegar hasta Hushé, la siguiente aldea, y de ellos, 9 cabalgando por distintos glaciares, sin más compañía que el hielo, las montañas, el cielo, los paisanos y los compañeros… que no es poco… y militares, que por aquí no faltan. 


            La salida la hacemos por donde ayer fuimos a la escuela. Seguimos hacia el este valle arriba, las laderas son impresionantes, al fondo de ellas, el Braldo, con su incesante rugir debido a la cantidad de enormes piedras que lleva en sus tripas y que arrastra a su paso. La lluvia sigue siendo intermitente y débil. A las 8:35 tenemos que sobrepasar un enorme roquedo, que al bajarlo nos cruzamos con unos porteadores con burros. Asistimos a la formación del río Braldo, formado por los ríos Biafo, que viene del glaciar del mismo nombre, también con un trekking como bastante estandarizado. Y el Biaho, que viene del glaciar del Baltoro, y es hasta el que llegaremos dentro de unos días. A las 10:15 llegamos a unas explanadas cercanas al destacamento militar de Korophon (3150 m), donde paramos a comer en un oasis vegetal en medio de un tirano mundo mineral. El mal de tripas se agrava, lo que se traduce en poco comer y mucho agacharse. En distintas fases, pero somos varios los afectados, a los que hay que unirse con la rutina del Sueroral.








            Salimos sobre las 12, con un calor asfixiante, o al menos eso me parece a mí. Tenemos que vadear un pequeño brazo del río y nos incorporamos al camino. Seguimos río arriba hasta que se llega a un valle que vierte al que estamos recorriendo, y que podría tratarse del Dumordo, que viene del glaciar Panmah, al que nos metemos hasta dar con un puente para cruzarlo, habiendo dejado atrás la instalación de un viejo jaulón, precursor del puente, un artefacto al que llaman jola, y debe ser por eso que el lugar a donde vamos a acampar esta noche, se llama Jula, como así figura en el portalón de entrada que veremos, pero en realidad, en toda la literatura consultada, a esto le llaman Dumordo, como el río. El contrapunto a nuestro cansancio lo dan los porteadores, que con el triple de peso que nosotros y con infinitamente peores medios materiales que nosotros, nos adelantan como si tal cosa. Vemos a algunos haciendo su chapati en unas piedras planas. Es evidente, no estamos en nuestro medio.





            Llegamos a Campo Jula sobre las 14:20. El calor sigue siendo insufrible, pero ya tenemos las tiendas montadas y podemos ir acomodándonos y descansar. Estamos en un lugar acondicionado para acampada, con unas terrazas donde se colocan las tiendas, una caseta de obra en la que venden agua mineral y refrescos. Lavabos y cabinas de retretes y duchas, con barreño y jarra, y con el agua a una temperatura que no invita a usarla, pero es la única forma de quitarse el muermo de encima. Sobrevivimos. A las 5h el té. Luego merienda spanish, comenzando a hacerse famoso el “bidón del trekking”. Enseguida empieza a caer la tarde y hay que abrigarse. Antes de cenar, a eso de las 7:30 Jorge y Montse tienen que atender las quemaduras en la mano y brazo de uno de los porteadores. A las 8h a cenar… bueno, la hora de la cena. Y antes de una hora al saco. 





D-02.07 (día 9) JULA (3200 m) – Bardumal (3200 m) – PAYJU (3400 m) // 5h 30’ 

Segunda jornada de marcha

            No se ha pasado mala noche, hasta las 5h, que nos llaman. Salimos a las 6h río abajo hasta volver a dar con el Biaho, para seguir subiéndolo. A las 7:45 pasamos por un destacamento militar, de los que tanto abundan por aquí, con una gran cantidad de bidones de combustible y en la boca de una gran cueva. Sobre las 9h, pasamos por Bardumal. Varios porteadores llevan alguna cabra atada del cuello, que tienen las horas contadas. Es un ritual que se celebra en Payju el día previo a entrar en el Baltoro, que se lo toman de descanso para entrar con fuerza en el glaciar. Sobre las 10h comienza a dejarse caer alguna gota de lluvia traída por el fuerte viento. Aguantamos un poco, pero finalmente nos vemos obligados a sacar prendas de lluvia y a proteger las mochilas. Seguimos río arriba, a tramos por la misma orilla, incluso pisando arena, y otros remontando alguna pedregosa cuesta que luego, naturalmente, hay que descender. A nuestra izquierda comenzamos a ver ya las afiladas crestas del pico Payju (6610 m).





           Finalmente, son las 11:20, cuando oculto tras una colina aparece a nuestra vista el Campo Payju, que en baltí significa “sal”, una zona de acampada similar a la de Jula. Es un jardín inexplicable formado por sucesivas terrazas arboladas que riega un, eso sí, menos paradisíaco y maloliente arroyo. El río, 200 metros más abajo, ofrece la posibilidad de buenos y gélidos baños. La etapa de hoy ha sido corta, pero algunas unidades se van retrasando, viendo ya el distinto ritmo de unos y otros, que es de esperar no se acreciente. Nos encontramos con la expedición austriaca con la que nos juntamos a punto de embarcar en Londres. Están en su día de descanso, nos llevan un día de adelanto. Hace 15 años hicieron el GII, y ahora vienen jóvenes y viejos a hacerlo de nuevo, son como 18 o 20. No paran de llegar porteadores de los nuestros. Conforme van llegando los que traen las tiendas, las van montando y nos vamos instalando, esta vez para dos noches. 


           
            Estamos muy cerca ya de entrar en el helado Baltoro, que no sin cierta ironía significa “cuerno de la abundancia”. Si se puede hablar de fronteras en esta tierra descarnada, estamos en lo que se podría decir, la muga entre la vida y lo yermo, aunque bien es cierto que todo son distintas manifestaciones de vida, a distinto ritmo, con su distinto latir, pero vida al fin y al cabo. Sobre las 14:30 nos llaman para ir a tomar una sopa y un té. Toda la tarde ya por delante para contemplar tan salvaje belleza. Esto es enormemente bello, grandiosamente bello, alocadamente bello, arrebatadoramente bello, se siente uno verdaderamente privilegiado al estar aquí con semejante patio enfrente, un enorme derroche de grandeza, un excedente de majestuosidad, el verdadero templo. Enfrente, el Masherbrum (7821 m), cuyo nombre deriva de “Mashadar Brum”, “Masha”, reina y “Brum”, montaña. Fue ascendido por vez primera en 1960 por George Bell y Willi Unsoeld. Esta cumbre fue denominada inicialmente K1 por Thomas Montgomerie, Teniente de la British Royal Engineers. Entre el pie de estos macizos y nosotros, el Bihao, que aun recién nacido del mismísimo glaciar del Baltoro, parece como si estuviera en su desembocadura, con su fondo arenoso por el que discurren numerosos brazos, podemos estar hablando de 2 ó 3 km. de anchura, cualquier “pequeña colina” que nos rodea pueden tener los 5 o 6000 metros. Nubes van y vienen dejando nieve en las alturas.


          Los porteadores se instalan más abajo, en un terreno aterrazado, bajo unas grandes lonas. Confieren al ambiente un cierto aire colonial. Entre ellos, sus jefes, cocineros, ayudantes, guías y nosotros, un colectivo que supera las 200 personas, acarreando entre 5 y 6 Tm de peso. Caminando unos cientos de metros hacia arriba se puede apreciar ya la lengua del glaciar del Baltoro, que bien puede tener unos 100 metros de alta, con un hielo sucio, todo cubierto de tierra, de cuyo fondo sale el agua que da vida a este río. Pero lo más interesante es que todo aquí son picos, torres, crestas, como antenas que se dirigen al infinito. Montañas jóvenes, poco castigadas todavía por la erosión eólica, y que están aquí, como recién llegadas implorando algo de las alturas. Un fotógrafo de la expedición austríaca trata de inmortalizar lo inmortalizado. Algún paisano, mirando al sur, que es en la dirección que está La Meca, está haciendo sus rezos. Cada uno a lo suyo. Sobre las 8h se cena, y después, con una luna a medio crecer, paseo acompañado, disfrutando de nuestra pequeñez ante la grandiosidad del entorno y de la bóveda celeste, rasa tras el chaparrazo de agua que ha caído durante la cena. La paz, la serenidad, la pureza que se respiran son algo indescriptibles, es algo mágico.


            De regreso ya a las tiendas, no son ni las 9h cuando oímos un alboroto de cánticos, nos acercamos y es en el edificio de la zona de acampada. Son los porteadores del grupo de los austriacos que están haciendo su fiesta ritual, que con sus cantos y bailes quieren festejar la llegada hasta aquí, quieren pedir la mejor fortuna para las siguientes jornadas por este mundo tan inhóspito de hielo que nos espera. Es una fiesta entre pagana y religiosa, en la que se despiden de los árboles y de la vegetación. Como parte de todo ese ritual, hoy han sacrificado y han dado buena cuenta de las cabras que han traído hasta aquí. Todo es alegría y alborozo, cantan y bailan acompasados por los golpes propinados a unos huecos bidones, que suenan en el ambiente como duros aldabonazos, preludio del duro trabajo que se nos avecina. Son cantos graves, solemnes, sobrecogen el alma en la oscuridad de la noche. Son las 10h cuando nos acostamos con el gozo de que mañana será un día de descanso en este privilegiado lugar.



L-03.07 (día 10) PAYJU (3400 m)

Día de descanso

            Si ayer les tocó el día de descanso a la expedición que nos precede y a todo su séquito de porteadores, hoy nos toca a nosotros. Son las 4:45 cuando comienza un trasiego de ir y venir gente en un aparente caos, pero que indudablemente conlleva una organización sin la que sería imposible una empresa de este tipo. Docenas y docenas de bidones y otros bultos menos homogéneos, se reparten entre los más de cien hombres de todas las edades, mal calzados y vestidos con su indumentaria típica, esos amplios pantalones y su camisola hasta por debajo de las rodillas, y una andrajosa prenda de abrigo encima. Ambientados por la cálida luz de la mañana, es un espectáculo ver desfilar a los porteadores tras haberse asegurado la buena sujeción de la carga en sus rudimentarios bastidores, unos metálicos, otros de madera, que con su aparente fragilidad tienen la robustez suficiente para albergar tan pesadas cargas. Es un festival de contrastes ver salir al mismo tiempo a los occidentales con su buen equipo, sus buenas botas y su buena equipación.







            A las 6:15 el sol lleva ya más de media hora bañando el valle. La mañana está completamente despejada. Se han esfumado esos mágicos juegos de luces y sombras que las caprichosas nubes formaban ayer sobre las Torres del Trango. Hoy es el décimo día de viaje, lejanos quedaron atrás los vuelos a Londres y a Rawalpindi, los días en esa ciudad y en Islamabad, los transportes rodados cada vez más capilares y arriesgados, incluso atrás quedaron también las dos primeras jornadas de marcha, las dos primeras jornadas de aproximación por nuestros propios medios. Hoy es nuestro primer día de descanso, es como un día de reflexión antes de entrar en el gigante, antes de ser engullidos por esta gigantesca lengua de millones de toneladas de hielo y detritos que conforman el Baltoro, antes de entrar en este fabuloso mundo, en el milenario reino pétreo y gélido, en el verdadero y sagrado reino de las montañas. Vamos a formar parte de ese numerosísimo grupo humano (el año pasado más de 25.000 personas) que en un acto mercantilista, y por ende voraz, desacraliza todo lo que encuentra a su paso. Es un sentimiento de falsa conquista que no le hace a uno sentirse del todo a gusto.


            Jornada de descanso activo. Se programa una incursión a la montaña, para alcanzar la cota 4000 y permanecer allí alrededor de una hora, que vendrá bien para la aclimatación. Las afecciones gastrointestinales aconsejan ser menos ambicioso y llegarnos hacia el comienzo del glaciar, por donde iremos mañana. Se anuncia el sacrificio de las cabras, algo que causa expectación, pero que personalmente no nos atrae. Se pasa la mañana y van regresando escalonadamente los de la excursión, al propio tiempo que llega el grupo de los alemanes. Es muy peculiar, porque pretenden batir un record, el de bajar esquiando el GII. En la sobremesa nos introduce Alberto en la jornada de mañana. Nos dice que estos dos últimos días han sido de dos etapas cada uno, pero que mañana serán tres, es decir, del orden de 9 horas. Eso ya son palabras mayores, porque es mayor duración y mayor altitud. Se llegará a Urdukas, otra zona de acampada del MGPO.


        Todo aquí adquiere unas dimensiones espectaculares, los conceptos espacio y tiempo adquieren otra perspectiva muy distinta a la que estamos acostumbrados a manejar. La logística también es muy peculiar. Una vez llegados al Campo Base, los porteadores de la expedición, en torno a 150, se tendrán que volver de vacío, sólo se quedarán los nuestros, unos 30, los equipos y materiales de cocina y comedor se tendrán que dividir para los dos grupos, y en vísperas del regreso de la expedición, en torno al 10 de Agosto, habrá que llamar para pedir una cantidad determinada de porteadores para volver con todo el material de ellos. El resto de la tarde la pasamos dejando transcurrir el tiempo sin otro quehacer que el de contemplar con gran admiración todo lo que nos rodea. Tras la cena y el paseo acudimos a la fiesta de nuestros porteadores, que vista la de ayer, vista la de hoy. Pronto a dormir, que mañana tenemos una nueva etapa de esta apasionante aventura. 



M-04.07 (día 11) PAYJU (3400 m) – Líligo (3700 m) – URDUKAS (4000 m) // 8h. 40’

Entramos en el glaciar

          Amanece la mañana muy nublada, será que son las 4:45 y no se ha despertado aún del todo. Sobre las 5:30 salimos de este extraño, pero agradable lugar. Al cabo de una hora llegamos a la base del glaciar. Hemos de remontar estas docenas de metros para situarnos de lleno en la morrena central, aunque por el lado derecho. Son las 7:30 cuando bordeamos los primeros ibones, y las 8:30 cuando paramos a echar un bocado tras habernos metido ya en la morrena lateral. A las 10:50 llegamos a Líligo, el término de lo que sería la segunda etapa, una explanada inusual por estos pagos, por la que discurre un frío manantial, y como en todos estos lugares, hay un paisano vendiendo refrescos. Tras un breve descanso, continuamos por la morrena lateral completando poco a poco nuestro caminar por un permanente y cansino tobogán, por un continuo sube y baja que endurece la ya cansina marcha. Se atraviesan varios glaciares laterales que rinden al Baltoro.






            Atrás queda el Pico de Payju (6610 m) cuando se va abriendo nuestra vista a la Torre Uli Biaho (6417 m), la Gran Torre del Trango (6286 m), la Torre sin Nombre (6248 m), las Catedrales de la Tierra (5828 m) y las Agujas Lobsang (5707 m). Durante un tramo bastante largo nos cruzamos con una caravana de burros cargados con bidones, y que vienen de alguno de los destacamentos militares que, unidos por un agobiante cable, hay repartidos a lo largo del glaciar. Un poco antes de llegar nos cruzamos con uno de esos desarrapados militares del que hay debajo de nuestro destino. Precisamente es desde donde, llegado a él, hay que partir para subir, que está en unas terrazas colgadas en una inesperada zona herbosa a 4000 metros de altitud. Se llama Urdukas, que en baltí significa “rocas caídas” Los metros finales son de vértigo, casi hay que hacerlos a cuatro patas, es la culminación de esta jornada sin parangón hasta ahora. 





            Son las 14:10 cuando llegamos a este lugar con una ubicación increíble, debajo mismo del Masherbrum (7821 m), es una atalaya impresionante sobre el Baltoro, las Torres del Trango, las Catedrales de la Tierra, la Torre Muztagh, algo lejana de su pico homónimo el Muztagh Ata, que está situado en China, a pocos kilómetros de la frontera con Pakistán y muy cerca de la KKH. De 7546 metros, es el 47 de altura en el mundo, y fue ascendido con éxito por primera vez en 1956 por una expedición chino-soviética. Se suele utilizar como campo de entrenamiento para la ascensión al Everest, y su trazado e innivación permiten descenderlo esquiando. Su nombre significa “Padre de los Hielos”. Esta, la nuestra, ha sido una larga y espectacular etapa que transcurre íntegramente sobre el hielo del glaciar que no vemos casi nunca porque está bajo una gruesa capa de derrubios. Es un largo corredor flanqueado por las montañas más luminosas y esbeltas del planeta. Hemos abordado el glaciar por su derecha, cruzado toda la morrena central y nos hemos encaramado por su izquierda para llegar a este lugar que te deja con la boca abierta del grandioso espectáculo que se domina.




            Este rincón remoto y excesivo repite con cada uno de nosotros el milagro de hacernos sentir el primer humano que lo transita, que aunque todos sabemos que no es así, la pureza con que nos acoge reafirma lo primero. El glaciar del Baltoro es un auténtico caos de hielo y rocas, de emergentes masas de hielo y de detritus que va arrastrando este grandioso y vivo río helado. Es admirable el dominio de la situación que hay que tener para poder dirigir toda esta empresa. La logística adquiere dimensiones extraordinarias. Conforme van llegando, los porteadores instalan las tiendas entre grandes bloques de piedras, entre los que encontramos dos curiosidades. Por un lado, hay una placa con un poema en honor de Hermann Buhl, nacido en Innsbruck en 1924, pionero himalayista que conquistó el Nanga Parbat y el Broad Peak. La otra es una fisura de Vº que escaló Walter Bonatti en 1954 cuando vino por aquí acompañando a una expedición italiana. 


La tarde, como las precedentes, va trayendo nubes que van tiñendo los cielos baltís, cielos del Trango, cielos de Las Catedrales, cielos en definitiva que nos son familiares, pero que no dejan de sorprendernos por su espectacularidad, por sus juegos de luces y sombras que les dan un aspecto irreal y mágico. Son las 7:30 y ya está anocheciendo, hay que abrigarse y bajar a la tienda comedor, que no trae buenos recuerdos debido a la mono dieta de arroz. Empieza ya a quedarse corto el Sueroral, y entra en escena el Fortasec.



X-05.07 (día 12) URDUKAS (4000 m) – Goro I (4150 m) – GORO II (4300) // 5h. 30’

Segunda jornada de glaciar

            A la 1h, y camino de las lejanas letrinas, no puede uno por más que acordarse de esa maldición gitana de … ay payo, siquiá t’entre un dolor de tripas que cuanto más corras más te duela, y si paras revientes… A las 5:15 arriba, y de nuevo… corriendo. A las 6h el mono tema del desayuno. Salimos a las 6:30, no sin antes hacer otra visita, que para eso se vuelve a pasar por la puerta. Por cambiar de registro, en el terreno de lo épico, parafraseando a John Cleare, …se puede decir que más allá de Urdukas el glaciar parece irreal, un sueño de montañas estilizadas de algún arquitecto loco. Una perfecta avenida de unos dos kilómetros de anchura se extiende hacia el horizonte bordeada por filas de picos empinados llenos de hielo; un número incontable de contrafuertes separados por colgantes glaciares afluentes jalonan sin cesar el único e irrepetible Baltoro…




            Nada más salir del recinto nos sorprende un pequeño cementerio de porteadores. Nos incorporamos al glaciar. La marcha es muy cansina, especialmente en las cuestas. Esto sigue siendo un rompe piernas. Nuestro deambular sigue sorteando grandes rocas y emergentes moles de hielo vivo y alguna que otra grieta. A pesar de todo, se va notando nuestro progresivo avance, vamos dejando atrás el gran macizo de La Catedral. Esta jornada tiene dos etapas. No son todavía las 12h cuando tras casi cinco y media de marcha, llegamos al final de la jornada de hoy, personalmente un tanto tocado. Estamos en Goro II, y le llaman campamento por ser un lugar donde se acampa, pero realmente es un sitio, como otro cualquiera en medio del glaciar, lleno de zaborros que tienes que ir acomodando con las manos antes que hacerlo con los riñones una vez dentro del saco. Conforme llegamos nos vamos tumbando, con el paraguas para protegernos de las inclemencias del sol abrasador que se está dejando caer por aquí. Como viene siendo ya habitual al término de la marcha, tengo que estar más de una hora para volver a ser persona, es decir, para poderse uno levantar del suelo. No sé si es el cansancio acumulado, o la gastroenteritis, o el no comer, o el calor, o la altitud, o todo ello junto, pero lo cierto es que soy un cuerpo que se arrastra por el glaciar con dos piernas que no sé cómo le sostienen y le llevan. Bien se vale que la cabeza sigue intacta.







            Van llegando los baltís con su pesada carga, entre lo que se encuentra las tiendas, que van montando paulatinamente. Ahora sí que podemos decir que estamos en el corazón del Karakorum, en el corazón del Baltoro, y no se puede celebrar de otro modo más que descansando y recuperando. A eso de las 2 de la tarde nos llaman para que acudamos a la tienda comedor a tomar un té. También hay saqueo al “bidón del trekking”. Sucumbo a la tentación de dos trozos de queso, y a echar a correr por quinta vez hoy, pero volvamos a la majestuosidad del entorno, porque no sin razón le llaman a todo esto “Las Montañas de la Luz”. Es realmente cautivador, mires a donde mires estamos rodeados de verdaderos caos de hielo y rocas en imperceptible pero continuo movimiento. Grandes pináculos de hielo emergen de los detritus y forman caprichosas concavidades erosionadas por el rápido fluir de límpidas corrientes y gélidas aguas. Todo esto tiene un componente mágico, un componente místico. La pureza se respira, se ve, se palpa, es un auténtico paraíso, inhóspito, poco amigable al ser humano, pero paraíso al fin y al cabo.





            Antes de cenar asistimos a un episodio de los que sería mejor no empañar ningún escrito. Aparecen por el recinto tres o cuatro porteadores, uno de ellos llorando a lágrima viva, trayendo a cuestas entre todos a su hermano, que es porteador de altura y una piedra le ha destrozado la pierna en el Campo I del Broad Peak. Estamos hablando de que hace tres días que le ha pasado el accidente, y desde entonces no han hecho otra cosa que bajarlo glaciar abajo. Pertenecían a una expedición polaca, que lo único que han hecho por él ha sido una cura de urgencia a la tibia y peroné que lleva rotos. Jorge y Montse se han tenido que emplear a fondo con él. Le levantan la precaria cura que lleva y con toda la delicadeza del mundo le desinfectan bien la herida abierta y se la vuelven a vendar, usando una esterilla doblada para entablillar la pierna y de ese modo inmovilizarla. Una vez atendida la urgencia, se plantea qué hacer con él. Se hacen varias gestiones, hablando con el Oficial de Enlace, con la respuesta de que utilicen el sistema de evacuación por helicóptero, algo que no han hecho en su expedición porque han preferido reservárselo por si es necesario para algún miembro de la misma. Se hacen intentos vía embajadas, también sin éxito. Nadie quiere resolver la papeleta, lo cierto es que el grupo para los que trabajaba lo han dejado a su suerte, su gobierno se ha abierto, y las autoridades de este su país también. Es en estos momentos cuando te das cuenta lo poco que vale la vida por estos pagos. Finalmente se decide albergarlo esta noche en una de nuestras tiendas de campaña y pagar a los porteadores que lo llevaban para que mañana reinicien la marcha con él hasta Askole. Estamos hablando de otras cuatro jornadas a cuestas, pero al menos ahora está mejor curada e inmovilizada la pierna, y lo llevarán en una improvisada camilla.






Una vez rebajada la tensión del momento, tras la cena, Jorge, en su cuarenta cumpleaños, es obsequiado por el equipo de cocina con la habitual tarta. Antes de estos emotivos momentos, hemos tenido tiempo para disfrutar del último rayo de sol reflejado en la cumbre trapezoidal del GIV. Y pronto al saco, que ya se empieza a notar frío por estas altitudes.



J-06.07 (día 13) GORO II (4300 m) – CONCORDIA (4600 m) // 4 h

Llegada a Concordia

            Movemos a las 6h, aunque algunos ya lo hemos hecho antes. El desayuno a las 6:30, y la partida a las 6:50, pero antes de salir somos testigos de la marcha del porteador asistido ayer, llevado en camilla por sus compañeros. Lejano va quedando ya este último campamento cuando continuamos nuestra andadura por el glaciar, sorteando ingentes masas de hielos y rocas y alguna espeluznante grieta. Ya nos vamos acercando, el corazón se acelera, la emoción aguarda y todo lo va invadiendo, conforme estamos más cerca del destino de hoy más ávido se va haciendo el deseo de llegar. Mucho me han hablado de ese lugar, muchas son las expectativas puestas en él, creo que va a ser uno de los momentos cruciales del trekking.








            Pasadas tres horas de marcha, atravesamos otro de los destacamentos militares, y ya sin parar de cruzar grietas, al cabo de más de cuatro horas, son casi las 11h cuando llegamos a Concordia, cuyo nombre viene de un glaciar de los Alpes, y a su vez de la plaza del mismo nombre en París. Verdaderamente es una concordia, un lugar mágico, una mítica encrucijada en la que confluyen varios de los glaciares más grandes y hermosos del mundo, estamos hablando del Baltoro, del Alto Baltoro, del Godwin Austen, que viene del K2, y del próximo Vigne Alí, que viene del Gondogoro, que tomaremos de regreso. Es, según algún autor, … la plaza más grande del mundo… De proporciones descomunales, es una masa ingente de hielo y rocas, custodiada por las montañas más bellas y salvajes que se han visto jamás, son lo más de lo más de las montañas, nada de los alrededores puede mejorarse. Es naturaleza perfectamente exhibida en todo su esplendor. Nada es comparable, no es definible, ninguna descripción haría justicia, nada puede reflejar tanta magnitud y generosidad que desborda y cautiva.





            Llevamos tres días de glaciar pero ha merecido la pena, si miramos al norte, estamos frente a frente del gran macizo del K2, que con sus 8611 metros es la segunda montaña más alta del planeta, y sin duda la más bella y como celosa de esa belleza, la que más resistencia ofrece para su conquista. Difícilmente se verán nubes por encima de su cima, generalmente están a ocho mil metros, rodeando la base de su cumbre cual bufanda al cuello. Junto a este, en dirección oriente, que a pesar de su vecindad no pierde su personalidad, el Broad Peak, o también llamado K3 o Falchan Kangri (la “cima larga”), de 8047 metros, y el Gasherbrum IV que aunque su nombre no está inscrito en esa noble lista de los míticos ocho miles, con sus 7925 metros y su cima trapezoidal esconde al resto de los Gasherbrum, a cuyo Campo Base tenemos que dirigirnos, pero eso será mañana, Baltoro arriba, a donde dirigimos ahora nuestra mirada para ver el majestuoso Baltoro Kangri (la “cima del Baltoro”), con sus cinco cumbres entre los 7270 y los 7312 m, y el Chogolisa (7665 m), que da vista aquí, pero que su ascensión normal se hace por Vigne Alí. Gasherbrum, que para algunos significa “pared brillante” y para otros “montaña hermosa” es uno de los pocos nombres que ha conseguido permanecer en baltí. El IV es una increíble pared de más de tres mil metros de verticalidad, una de las mayores del mundo. En fin, una auténtica embriaguez de montañas que hace difícil sujetar las lágrimas al llegar aquí. Después, cuando todo esto se vaya difuminando en la memoria del tiempo, si buscamos un elemento, un paisaje o, mejor dicho, el alma de un paisaje capaz de refrescarnos sensaciones perennes, seguro que tiene el nombre de Concordia.


            En uno de los lugares más impresionantes del mundo no podían faltar las fotos. Sobre la 1 de la tarde nos llaman para comer, y se hace lo que se puede. Pulula en el ambiente el trágico desenlace de tres paisanos nuestros que dejaron su vida en el K2. Se trata de los montañeros oscenses Javier Escartín (44 años), Javier Oliván (38 años) y Lorenzo Ortiz (24 años), del Club Peña Guara, de Huesca, cuyos cuerpos fueron sepultados para siempre por un alud, el domingo 13 de agosto de 1995 cuando, una vez conseguida la cima del temido K2, una tormenta helada con vientos de más de 150 km por hora les sorprendió en el descenso por la vertiente SE de esta montaña. En esa expedición, también estaba el malogrado montañero zaragozano Pepe Garcés, que falleció el 13 de octubre de 2001 cuando cayó descendiendo por una placa de hielo a más de 7000 metros una vez hecha la cumbre del Dhaulagiri (8167 m). Sentida jota suena como homenaje. Tras descansar otro poco en la tienda, se impone lavado de ropa y un buen "petroleao" de bajos y alerones en estas gélidas aguas, para quitar el muermo. 



            Son las 6 de la tarde, y aunque hace un sol espléndido, comienza a hacer frío, se notan los en torno a 4600 metros de altitud, en este singular emplazamiento en medio de este gran espectáculo. La cena nos la sirven a las 7:30, y aburrido de siempre lo mismo y apenas mejorar, trato de diversificar un poco la dieta en busca de alejar el pajarón todo lo que pueda, porque sigo yendo arrastras. Pero nos lo tomamos con humildad y buen temple. Todos los días, mientras se cena, los cocineros hierven agua para llenar las cantimploras del día siguiente, algo que aprovecho para apretármela bien en las tripas dentro del saco y retardar todo lo posible el temido retorcijón. Es mi noche en Concordia y hay que superar esto, nada ni nadie me va a impedir disfrutar de la tremenda satisfacción de estar aquí. Todo va a estar invadido por esta noche mágica. Así lo indica el sol, cuyos últimos rayos se resisten para dejar de alumbrar lo más alto de Broad y del GIV


            El silencio, la quietud de la serena noche y los hados son propicios para la reflexión. Han sido tres días montados en diferentes vehículos, pasando por carreteras y caminos en los que teníamos difícil el tragar, porque los teníamos por corbata. Ha sido pasar por la Karakorum Higway. Ha sido la aproximación hasta Askole, los sucesivos días andando, por áridas tierras, a pesar de ir por la orilla del río. En todo momento, el hilo conductor ha sido siempre el mismo, el remontar permanentemente el cauce de un río. Desde Thakot Pont ha sido así. Primero el Indo, luego el Shigar, el Braldo, y el Biaho hasta sus orígenes en la mismísima morrena terminal del Baltoro. Después, tres días más acariciando el glaciar para llegar hasta aquí, y todavía nos queda una jornada de ascensión por el Alto Baltoro para llegar finalmente al de los Abruzzos. Es aquí, en lugares como éste, con la imperceptible presión del hombre, donde pueden ejercer su función los guardianes de los cuatro elementos, donde más se nota su trabajo, hasta el punto de que esto no sería nada sin su presencia. Es pues obligado el hacer una reflexión de todo ello para admirar su labor, agradeciendo todo lo que la mirada alcanza. Hasta ahora, sin duda, uno de los días más duros de mi vida ha parido la noche más memorable de mi vida.



V-07.07 (día 14) CONCORDIA (4600 m) – CB GASHERBRUM (5200 m) // 7 h

Camino del Campo Base de los Gasherbrum

            Son las 5:15 cuando nos levantamos. Sobre las 6 desayunamos, para ponernos en marcha a las 6:40 por el glaciar del Alto Baltoro.  A las 8:50 un sorprendente, enorme y bellísimo lago con sus turquesas aguas, nos da la bienvenida a nuestro paso. Tenemos que bordearlo por la parte alta de una tremenda pared de hielo. Todo lo que tiene de hermoso lo tiene de agónico, su lacónica mirada es una súplica, un indicativo más de que algo no se está haciendo bien, es una paradoja, pero es así, los paisajes más agrestes, los más salvajes, los más rudos, son los más frágiles a la antropización. Seguimos pasando por destacamentos militares, este es el de Chagarín, que en lengua baltí significa “demasiado lejos”… y tanto que sí. La mañana está espléndida, pero a estas alturas ya no hace calor. Seguimos teniendo enfrente al majestuoso Baltoro Kangri, y a su derecha el imponente Chogolisa, al que nos acercaremos en unos días camino del mítico Gondogoro La.


            Se llega hasta la misma base del Baltoro Kangri, y el glaciar hace un brusco giro de 90º hacia nuestra izquierda, para tomar dirección este. Algo antes de este cambio de orientación, sobre mediodía ya aparece ante nosotros el majestuoso GI o Hyden Peak (el “pico escondido”). Echamos el último vistazo al Baltoro ya vencido, con su soberbia Torre Muztagh destacando en horizonte, y entramos ya en el último tramo. Nos metemos de lleno en el glaciar de los Abruzzos, que debe su nombre a Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzzos. De nuevo los enormes desniveles de la morrena hacen que unas veces tengamos que sortearlos, con el consiguiente rodeo, y otras subirlos y bajarlos, con el consiguiente también sobreesfuerzo que ello representa. Pero la emoción se va avivando al ver ya a lo lejos los primeros emplazamientos de campamentos. Estamos llegando, ¡qué emoción!, ¿dónde estaremos nosotros?, como estemos al final… ¡igual nos queda todavía una hora! Esto es enorme, inimaginable. El sentirte aquí, pasando de campamento en campamento, que en cualquier momento te vas a encontrar ya el tuyo, que cada vez estás más cerca, que no cuentas el tiempo por días, ni siquiera por horas, sino ya sólo por minutos, te hace tener un nuevo pálpito que te saca de la monotonía del paso tras paso, del piedra tras piedra, del cuesta tras cuesta. La expectación se acrecienta, han sido muchos días de ascensión, con algo de sufrimiento, también con gozo, muchos días al final de los cuales estamos a punto de alcanzar nuestra meta, es un momento tremendamente emotivo, inenarrable.




            Finalmente llegamos a nuestro emplazamiento para un par de días, pero para un mes en el caso de los aguerridos compañeros de expedición. Descansamos y esperamos a que lleguen los petates y que monten las tiendas en los sitios que hay que acondicionar sobre la marcha, porque estamos sobre la morrena central del glaciar. Aunque en teoría estamos a 5200 metros, según los que ya habían estado por aquí antes parece que ha descendido bastante. Estamos en la confluencia del glaciar de los Abruzzos con el meridional de los Gasherbrum, y esta unión es un verdadero laberinto de hielo fracturado, con una maraña de fisuras y grietas que se entrecruzan peligrosamente, y donde hay el acuerdo tácito de dónde se toma el agua y en dónde se hacen las deposiciones. La tarde se pasa descansando y admirando, no hay retina suficiente para absorber todo esto, es sencilla y llanamente salvajemente bello. Tenemos cerca ya el final del glaciar, que cierra en un circo, hasta donde llega el cable que nos va acompañando desde no sé dónde, es decir, estamos cerca de donde se halla Conway, el último destacamento militar. Al otro lado de estas montañas está China, y muy próxima la Cachemira disputada con la India. Por eso con cierta frecuencia se oyen tiros. 


            Hay verdaderas corrientes de agua, calmadas de noche, pero muy rápidas de día, que van modelando el lecho glaciar por el que discurren, un cauce que no tendrá más de un metro de ancho ni medio de profundo, pero que causa un ligero vértigo ver como sus veloces aguas se estrellan contra los afilados pináculos de hielo. En las paredes cercanas, hay continuos desprendimientos de hielo y nieve que atronan en la serena y fría tardada. Es importante anticiparte abrigándote antes de que el frío se te meta en el cuerpo. Los movimientos que se necesitan hacer para entrar y salir de la tienda y dentro de ella para sacar y meter la ropa del petate, son enormemente costosos. El cansancio y la altitud ponen en valor la ley del mínimo esfuerzo, haciendo penoso hasta el simple gesto de atarte las botas. La instalación de los elementos comunes retrasa la cena, que se sirve a las 9h. Tampoco hay problema, mañana no hay que darse esas madrugadas. Una Selene casi pletórica contempla nuestra retirada a dormir.



S-08.07 (día 15) CAMPO BASE GASHERBRUM (5200 m)

Per aspera ad astra. Jornada de descanso

            Hoy vamos a disfrutar de un merecidísimo día de descanso. Se dijo de levantarnos a las 8h y desayunar a las 8:30, pero acostumbrados a los madrugones nadie quiere perderse un minuto de consciencia de este lugar. Esta noche ha estado completamente rasa, solamente la frágil tienda y el saco se han interpuesto entre el firmamento que hacía de gélido techo y el también gélido lecho glaciar. Ha hecho mucho frío, por ello la mañana es espléndida, el tiempo sigue siendo increíblemente estable un día más, y ya son demasiados como para no sorprenderse. El frío todo lo paraliza, hasta las aguas de los trepidantes ríos de vida, que la noche calma el rugir de su trepidante vida.


            Desayunamos y los miembros de la expedición se disponen a vaciar los bidones para reorganizar su carga. Es una actividad sumamente delicada de la que va a depender gran parte del éxito de la ascensión, todo debe estar perfectamente localizado y colocado para poder encontrarlo donde se necesite y cuando se necesite, no puede haber ni un fallo. Les echamos una mano, haciendo lo que nos indican en cada momento. Se aprovecha también para revisar las tiendas ligeras y todo el material a emplear en los campos de altura. A toda esta labor organizativa no son ajenos los responsables de la cocina, que tienen que apañarse, también con todos sus enseres y avituallas. Jorge también está ocupado con su particular material, con esa botica y quirófano de campaña.



            Pero no todo el personal está por aquí, no todos estamos empleados en esta imprescindible tarea, los hay que se han ido a protagonizar uno de los momentos más álgidos, emotivamente hablando, a cumplir con esa misión que les ha traído hasta aquí. Su familia y sus más íntimos amigos son los que le rinden homenaje colocando una placa que conmemora el fatal desenlace de aquel descenso del GI, cuando perdió la vida acompañado de Alfonso Juez hace ahora diez años. Ese per aspera ad astra que figura en la placa colocada por Kiko sin duda hace recordar a Carmen y a su hijo Manuel que llevan todo ese tiempo privados del ser más querido, que dejó su vida haciendo lo que más le apasionaba, esa más que incomprensible atracción que siente el ser humano por las montañas, y que le ha llevado “por la dificultad hacia las estrellas”.




           Sobre la 1 se prepara un aperitivo y, ¡oh, novedad!, con vino. Se propone un brindis, “Por Manuel, que allá donde esté, estará orgulloso del coraje de su familia y de sus amigos al estar por aquí; por el regreso del trekking y por la cima y buen regreso, también, de la expedición”. Tras la degustación gastronómica más familiar, poca gana queda ya para la comida que nos preparan los paisanos, pero hacemos un esfuerzo. Descanso hasta las 4, que se queda para las prácticas de crampones y piolet. Tenemos que cruzar unos cuantos seracs hasta que Javi encuentra un sitio apropiado para montar un tinglado vertical y subir todos con crampones por la cuerda con el “puño jumar”. Al cabo de algo más de una hora, volvemos al campamento porque se había dicho de avanzar un poco glaciar arriba hasta dar vista al GII, originalmente llamado K4. Y eso hacemos. Pasadas las 5 de la tarde, y con las prisas propias de no llegar a tiempo, nos dirigimos todos hasta que las paredes del norte dejan paso a la salida del glaciar de los Gasherbrum, y poco a poco va dejándose ver esta hermosa montaña. Estamos en otro de los momentos cruciales del trekking. Efectivamente, ahí está, con esa altivez característica de una montaña de estas magnitudes, con su cumbre piramidal que escalofría el alma. Aunque no en el más alto, estamos en el punto más lejano del viaje, a partir de aquí ya todo será regreso. Que los elementos nos acompañen. 


            Pronto se va el sol del circo de los Gasherbrum y de donde estamos nosotros, pronto la fría tarde va a envolvernos y es preciso que nos coja lo más cerca posible de las tiendas, la temperatura baja en picado y hay que abrigarse más. Estamos muy cerca de Conway, ese último destacamento militar junto al cual hay un helicóptero derribado. De vuelta a nuestro emplazamiento vemos algún devoto musulmán haciendo sus rezos vespertinos hacia el Chogolisa, hacia La Meca. Hoy termina mi último día completo que cierra los primeros 50 años de vida. Espero recordar todo esto tan íntegro y nítido como sea posible durante los próximos otros 50. El ambiente de la cena fue algo especial, todos sabíamos que no era una cena más, sino que era la última en la que íbamos a estar todos juntos. Han sido muchos días compartiendo caminar y camino, dificultades y bellezas, han sido muchos días compartiendo amistad y valores, han sido muchos días juntos y la separación no va a ser fácil. Aunque se tenía previsto permanecer un día más, el adelanto de la inestabilidad nos empuja a adelantar la marcha.



Las imágenes son una selección de las tomadas por los miembros del grupo de trekking.

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