Año XIII. Entrega nº 889
“Engastado en su redonda cubeta, el ibón de Montidiego aún mantiene el anonimato en un valle cada vez más transitado por los excursionistas. Podemos estar seguros de que nadie, salvo las chovas, sarrios y marmotas nos acompañarán en nuestro viaje hacia un rincón perdido en la Ball d’Estós”. Javier Cabrero.
Pues a este oculto paraje nos hemos ido en esta ocasión, y lo que podemos asegurar es que, contrariamente a lo que nos dice el amigo Cabrero, no hemos visto a ningún excursionista, ni chova, ni sarrio, ni marmota, una vez tomado el camino del barranco del Pino, como se le llama también al de Montidiego. Y no es porque no sea bonito el ibón, ni sus alrededores, que son impresionantes, no. Es por lo que se hace de rogar hasta que llegas a él.
Dejamos el vehículo en el aparcamiento de Estós, y nos abrazamos al GR 11. Vamos dejando atrás los hitos clásicos de la entrada y recorrido del valle, como son el pequeño embalse, la palanca de Aiguacari, que nos facilita el paso al otro lado del río, la cabaña de Santa Ana, el desvío para el camino de La Coma, señalizado como PR-HU 31, la fuente de Coronas, que recoge el agua en una vacía de madera, con el sol y la luna esculpidos en cada extremo; el desvío a Batisielles, el cruce del barranco homónimo por una palanca; hasta que, finalmente, dejamos la pista para seguir acompañando a las marcas rojiblancas por un sendero.
Hora y media hasta aquí, donde el sendero nos va llevando y nos invita a visitar las Gorgas Galantes, tanto la de abajo, como la de arriba, esa solución que ofrece la naturaleza para que el curso del río nos ofrezca esos impresionantes saltos de agua. Lo que tiene el no habernos despegado del GR 11, es que la incorporación a la pista ya es en un punto superior al desvío para nuestro barranco, pero no nos importa, y metidos en harina, seguimos hasta la mítica cabaña del Tormo, a donde llega un ramal del citado PR-HU 31.
Descendemos por la pista como unos 600 metros, para tomar el sendero, sin indicación alguna, que nos mete ya en el bosque por la derecha del arroyo, izquierda de nuestra marcha. A los veinte minutos, una vez ya fuera del bosque, nos cruzamos con el GR 11.2, que dejamos que vaya o venga, como él quiera, desde el ibonet de Batisielles al refugio de Estós.
Si hasta aquí se intuía, más que verse, el sendero, a partir de aquí no mejora, teniendo que tirar de intuición en grandes dosis, y pasando por algún tramo que no quisiéramos encontrarnos a la bajada. En algo más de dos horas llegamos a pasar por encima de una cuenca que, ¡qué ilusos!, nos parecía de lejos que fuera la del ibón, pero no, estábamos en el inicio de un largo y tedioso tramo de canchal, que tratamos de sortear como podemos por empinadas laderas herbosas a la derecha.
Tras ello, el tirano mundo mineral ya no nos da opción, teniendo que cubrir el último tramo por él, hasta las proximidades del ibón, en donde ya hay que ir sorteando enormes bolos graníticos, hasta que… por fin… la vista alcanza la ansiosa lámina de agua como unos metros más abajo, al cabo de cinco horas y media desde el arranque, de las que tres y veinte minutos han sido desde la pista. No recuerdo ningún otro ibón que nos haya costado tanto tiempo y esfuerzo en alcanzar.
Llegamos con el pensamiento en el retorno. Pero ya estamos aquí y vamos a disfrutar plácidamente de la estancia, que lo hacemos a lo largo de cuarenta minutos, en este lugar absolutamente solitario y escondido en uno de los pequeños pliegues laterales del amplio valle de Estós. Pocas palabras saben expresar momentos como estos.
Cuesta, cuesta. Cuesta salir de un sitio tan trabajado, pero hay que emprender el descenso. Son las 14:30 y el ambiente se empieza a poner tormentoso. Por evitar bajar por las empinadas laderas herbosas de la subida, optamos por tirarnos directamente por la infinita glera, por la que vamos encontrando hitos, lo cual, dentro de la incomodidad, nos tranquiliza. Una traza que nos baja hasta el fondo de esa cuenca, que alberga un gran nevero, y que a la subida la hemos sobrepasado por alto.
Siguiendo los hitos, en unos sitios más visibles que en otros, por senderos que el tiempo se va llevando a su antojo, vamos a coincidir con la traza de subida y llegar hasta cruzarnos con el GR 11.2, desde donde ya en poco está el alcanzar la pista, tras seis horas y tres cuartos desde que la dejamos para subir.
Ya relajaditos, sólo resta otra hora y veinte minutos de plácido tránsito por la pista, ya directamente hasta el punto de arranque, habiendo invertido en total 10 horas y cuarto, para recorrer 18 km, y salvar un desnivel acumulado total de en torno a los 1400 m D+/- (1350 m Wikiloc), para una ruta que combina la transitada pista principal del valle, con una incursión por unos lugares que la naturaleza recupera para sí.
Bibliografía:
Todos los ibones del Pirineo aragonés. Javier Cabrero. Ed. Pirineo (1999)
Web:
Las fotos, con sus comentarios, y el track
* La publicación de la ruta, así como del track, constituyen únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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