Año XIII. Entrega nº 893
“Este valle se vierte en el del Ésera por un brusco resalte cubierto de bloques de granito y pinos de aspecto caprichoso y torcido”. Étienne-Gabriel Arbanère (1784-1858).
Así es como describía Vallibierna este poeta e historiador francés, pero, sobre todo, uno de los precursores del pirineísmo, a comienzos del siglo XIX. Es el divulgador Santiago Broto, quien lo recoge en una de sus publicaciones, añadiendo que “es el rincón más hermoso de los Montes Malditos, el valle suave y ameno que hace ascender el camino hasta los pies de los gigantescos picos”.
Pues sí, es a este valle al que nos hemos acercado hoy, para asirnos a uno de sus barrancos, el de Estibafreda y sus royas aguas que surgen de las entrañas de la Sierra Negra, aprisionadas entre la Tuqueta Blanca y la de Arnau, que nos ven pasar entre ellas con la más absoluta indiferencia. Para ello, hemos partido de Puente Coronas, en el final de la pista de Vallibierna, a donde nos ha posicionado el servicio de bus. Una sierra que ya visitamos el año pasado desde Cerler.
Los primeros pasos discurren por el GR 11 dirección este, para tomar al poco tiempo el desvío por un sendero que nos introduce en este extraño mundo de la Sierra Negra. Pronto vamos acompañando al arroyo cuyo lecho está intensamente teñido del color ferruginoso que destilan sus aguas.
Al cabo de una hora se llega a una palanca que cruza el barranco, a sabiendas de que aquí cerraremos la circular. El paisaje lunar nos va engullendo al propio tiempo que vemos las surgencias de las aguas royas, y que el barranco se va quedando seco, haciendo algo más penoso el ascenso por entre estos materiales de los más antiguos y vistosos, como son las pizarras del Silúrico. Entre 423 y 443 millones de años afloran ante nuestra mirada, sin apenas despeinarse.
Otra hora más desde la palanca, para alcanzar Cuello Gordo, un ancho collado que nos permite balancear nuestra mirada hacia la cuenca de Cerler-Benasque, aunque tímidamente, debido a las fumeras de los incendios canadienses. Es algo que nos imposibilita ver con claridad el horizonte, pero que no nos impide seguir nuestra ruta que, a partir de ahora, le damos continuidad a lomos de la sierra. Lo primero es subir al pico d’Estibafreda, al que pronto nos alzamos, con unas vistas sobre la fachada sur de Maladetas-Aneto que quitan el sentido.
Desde aquí, también tenemos a la vista nuestros dos siguiente objetivos, la Tuca de Roques Trencades y el pico de Castanesa, para cuya acometida volvemos a Cuello Gordo para subir a la primera, donde confluimos con el límite municipal entre Benasque y Montanuy, para no dejarlo ya en lo que nos queda de cordal. Seguidamente bajamos al collado de Castanesa, para la subida final al pico homónimo, alcanzando así los 2858 msnm, como el punto más alto de la Sierra Negra.
Para el regreso lo más razonable es volver sobre nuestros pasos, pasando por la Tuca de Roques Trencades, y no así por el pico d'Estibafreda, pero preferimos pasar más tiempo por este inédito paisaje y, una vez de vuelta a la tuca, seguir por el cordal que se nos abre a la derecha, por el mismo límite municipal, hasta que lo abandonamos tirándonos hacia la derecha, sin camino evidente, para converger en la palanca donde hemos abierto la circular.
A partir de aquí, ya sí, ya repetimos itinerario hasta el punto de arranque, siguiendo admirados por la espectacular muestra geológica que el terreno pone a disposición de nuestra mirada. Palanca de la Ribereta y salida al GR 11, para terminar en Puente Coronas.
Una espectacular ruta por unos valles y sierras de aspecto singular, que nos ha llevado 6 horas y 20 minutos, para recorrer 13,7 km, y salvar un desnivel acumulado de en torno a los 1090 m D+/- (1085 m Wikiloc), habiendo alcanzado la altura máxima de los 2858 msnm del pico de Castanesa.
Bibliografía:
El valle de Benasque. Santiago Broto. Editorial Everest (1981)
Web:
* La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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