Año XIII. Entrega nº 888
“Un día dijo el Ojo:
- Más allá de estos valles, veo una montaña envuelta en azul velo de niebla. ¿No es hermosa?
El Oído oyó esto y, tras escuchar atentamente otro rato, dijo:
- Pero ¿dónde está esa montaña? No la oigo.
Luego, la Mano habló y dijo:
- En vano trato de sentirla o tocarla; no encuentro ninguna montaña.
Y la Nariz dijo:
- No hay ninguna montaña por aquí, no la huelo.
Luego, el Ojo se volvió hacia el otro lado, y los demás sentidos empezaron a murmurar de la extraña alucinación del Ojo. Y decían entre sí: “Algo debe de andar mal en el Ojo”.
Khalil Gibran.
A caballo entre los siglos XIX y XX, Gibran, nació en Bsharreh, situado en la cima de una de las montañas más elevadas del Líbano, este poeta, pintor y escultor, nos dejó infinidad de reflexiones sobre su visión de la vida, entre la que encontramos la entradilla que hemos elegido para dar comienzo a esta entrega de hoy, que hace ese número mágico del triple ocho. Un párrafo que nos habla del resto de sentidos cuya sensibilidad no alcanza para asimilar lo que el ojo ve. Por nuestra parte, vamos a tratar de que el oído escuche, de que la mano palpe, de que el olfato huela, incluso de que el sabor paladee, para que el corazón sienta.
Nos llegamos hasta el aparcamiento de El Vado, donde tomamos el bus que nos acerca a La Besurta, hasta donde se puede llegar caminando por el sendero, pero que hoy preferimos eludir dada la ruta que tenemos por delante. Pronto nos tendrá en su radar, pronto se empleará a fondo con su magnética mirada para seducirnos, por si nos quedaba alguna duda de última hora.
Emprendemos el muy transitado camino hacia el forau d’Aigualluts, a cuyo mirador llegamos en media hora. Nos asomamos para que nos escanee con su negro ojo y continuamos superando el desnivel que la naturaleza usa para dejarnos esa espléndida cascada de las aguas ya hermanadas de los barrancos citados.
Imposible esquivar la mirada, mucho menos la del monarca del reino de los Pirineos, de todos los Pirineos, S.M. el Aneto. El pllan d’Aiguallut es el amplio lecho sobre el que descansaba el glaciar en esta zona, convertido hoy en unas plácidas aguas tuertas, que se mecen por él, al igual que una familia de patos que lo hace sobre esas aguas que no saben lo que les espera.
Sin terminar de transitarlo, nos encontramos con las indicaciones para tomar la decisión de subir por un barranco u otro. La nuestra ya la teníamos tomada, seguimos hacia el coll de Toro por el barranco de l’Escaleta, en el que nos introducimos una vez cruzado por una palanca de madera.
A partir de aquí, el camino ya se empina, encontrando un tramo como bastante trabajado, un tramo calzado aprovechando el propio trazado del terreno. Con el permiso de un buen número de vacas, continuamos hasta el desvío que, sin indicación alguna, tomamos para comenzar el ascenso a esta magnética montaña. Hora y media hasta aquí.
Conforme te vas acercando te va atrapando con su fiera mirada. Los amables tramos herbosos del principio pronto se quedan atrás, dando paso al tirano mundo mineral. Por lo visto, se trata de una montaña poco visitada, ella sabrá por qué. La verdad del caso es que no hay camino definido, teniendo que agudizar la intuición y, con ayuda de algún hito, seguir subiendo por donde pinta menos hostil.
Dos horas y veinte minutos de ascenso para salvar los casi 600 metros de desnivel nos puede dar una idea de la dificultad que ofrece el terreno para avanzar entre canales, grandes bolos graníticos y algún tramo intercalado de pendiente herbosa. La cima tampoco es que sea muy amable, pero habrá que quererla como es. La montaña culmina con más piedras de esas grandes, con las que está constituida, y sobre las que hay que hacer equilibrios para asentarte bien y contemplar el magno escenario que se ofrece.
Al poco de disfrutar de la cima, la compartíamos con una pareja, atrapada también por la atracción de esta montaña y que, tras un rato decidimos compartir también el descenso, para hacerlo juntos, y cuanto más, mejor, por la caída de piedras en los tramos de empinadas laderas. Un descenso que hacemos con sumo cuidado, empleando esos cinco sentidos… o alguno más, porque la intuición juega un papel fundamental, y que nos lleva una hora y tres cuartos, con toda la cuenca de l’Escaleta a nuestros pies.
Liberados de la tensión, retomamos el camino que habíamos dejado abajo, para subir al coll de Toro, que nos da acceso al ibón que toma su nombre, y que desagua a tierras aranesas. Un breve momento, que nos sabe a gloria, tras el que nos ponemos en marcha para dar comienzo al descenso, recorriendo el itinerario de subida, salvo el bucle de la tuca, naturalmente, y que nos lleva a pasar por los mismos preciosos parajes hasta La Besurta, donde tomamos el bus de vuelta a El Vado.
Teníamos más “poyaques” en la recámara para hoy, pero la inesperada dificultad de la tuca nos ha disuadido de ello, terminando esta ruta de 13,2 km, en 8 horas y media, con un desnivel acumulado en torno a los 1015 m D+/- (955 m Wikiloc), habiendo alcanzado la altura máxima de los 2712 msnm de la tuca d’Aiguallut, viendo, escuchando, oliendo, palpando y saboreando estos impresionantes entornos.
Bibliografía:
Obras completas. Tomo I. Khalil Gibran. Ed. Teorema (1982)
Web:
Las fotos, con sus comentarios, y el track
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