martes, 23 de julio de 2024

Agulla de Perramó, en un circo repleto de ibones

 Año XIII. Entrega nº 885


AQUERAS MONTAÑAS
Agulla de Perramó (2554 m)
Miércoles, 17 de julio de 2024

            “Montañas, ¿por qué hay en vosotras tanta belleza?” George Gordon Byron.



            Más conocido como Lord Byron, fue un aristócrata y político decimonónico inglés, coetáneo del movimiento del romanticismo británico, que promovía el escándalo por sus manifestaciones un tanto contrarias al sistema de la época. Pero lo que más nos interesa de él es su faceta de aventurero, contexto en el que nos dejaba esa corta pero intensa frase, que contiene una pregunta, un tanto retórica, y a la que no sabemos si le encontró respuesta. Por nuestra parte, sí la encontramos, pero no nos es fácil de verbalizar.



            Hoy, la belleza la vamos a buscar en una de las rutas en la que seguro la encontramos. Al oeste del valle de Estós, se abre otro valle subsidiario un tanto atípico, ya que su parte alta alberga una gran cresta granítica, las Agullas de Perramó, que lo parte en dos cuencas bien diferenciadas, albergando una gran cantidad de bellísimos ibones. Por una parte, los de Batisielles, y por otra, los de Perramó y Escarpinosa. Tres familias que conviven en perfecta armonía desde hace milenios, cuando los hielos glaciales se retiraron y nos los dejaran de recuerdo.






            Un gran día de montaña, pues, que tenemos por delante, y que da comienzo en el aparcamiento de Estós, de donde arrancamos para ir subiendo por la pista, abrazados al GR 11, con varios hitos que vamos cumpliendo: la presa, palanca de Aiguacari, cabaña de Santa Ana, desvío para el camino de La Coma (PR-HU 31) y fuente de Coronas, un manantial que echa el agua en un tronco hueco con una simbología especial, en el extremo sur está tallada la Luna, y en el norte, el Sol, pudiéndose decir que bebemos el agua fecundada por el elemento masculino y el femenino.




            Seguimos por la pista, y al cabo de algo menos de una hora la dejamos con su GR 11 para tomar el desvío a la izquierda, que nos mete ya en el bosque y, con fuerte subida nos va llevando hasta el Ibonet de Batisielles, habiendo cruzado el barranco de la Aigueta por la palanca de los Carboneros. En menos de otra hora nos presentamos en el primero de esos grandes ojos, aunque éste no lo sea mucho, que lanzan al infinito su intensa mirada.








            Lugar dotado con un pequeño abrigo para caso de necesidad, se entra en el GR 11.2, también llamado Variante de los Tres Refugios, que tomamos en dirección al collado de la Pllana, que da paso al circo de Eriste, aunque no llegaremos, por poco a él. Damos continuidad a la ruta por entre pedreras y senderos, custodiados fundamentalmente por pino negro y rododendros. Al cabo de otra hora alcanzamos la extensa cuenca del hermano mayor de la familia Batisielles, el ibón Gran, y tanto nos deja la boca abierta, que aprovechamos para cerrarla con un bocado dentro. Las tucas d’Ixeia, desde su altivez, son testigos de ello. 







            También lo son, testigos y altivas, esas Agullas de Perramó, que los sucesivos movimientos tectónicos han dejado tan caprichosamente ahí, y que nos disponemos a rodear. Para ello, hemos de seguir subiendo, y saludando al pasar por el ibón de l’Aigueta de Batisielles, otro de la saga. Superamos un pequeño nevero a sus orillas y ascendemos, ya definitivamente, al collado, entre grandes bolos graníticos.







            Unos pasos antes, nos hemos apartado del GR 11.2, que no sabemos si va o viene, pero que lo hace a través del collado de la Pllana, desde refugio de Ángel Orús al de Estós, para subir al nuestro, para el que no encontramos nombre, por lo que lo bautizamos como de Perramó, porque está al pie de la más occidental que, a pesar de las apariencias, es la más alta. Bueno, pues llegados a este lugar, en 4 horas y 40 minutos desde el arranque, ya avistamos la inmensa cuenca por la que tenemos que bajar.




            Nos miramos la subida a la montaña, y recordamos la respuesta de George Mallory, uno de los grandes alpinistas de principio del siglo pasado, cuando le preguntaban que por qué subía montañas… “porque están ahí”, decía. Pues… y ¿por qué no? Sin estar previsto, nos dirigimos hacia la base y nos ponemos a trepar, en la confianza de que no se nos complique el destrepe. Con algún pasito expuesto de IIº nos alzamos a la loma, que recorremos hasta los 2554 msnm del punto más alto, no sólo de esta aguja, sino del conjunto.







            Dominar visualmente las dos cuencas de este precioso valle, más las montañas que lo conforman, es algo que no tiene precio. Nos acordamos de Lord Byron porque, con él, nos preguntamos el porqué de tanta belleza. Esas afiladas líneas que señalan al infinito, esas crestas, las verticales paredes que aportan ingentes cantidades de derrubios graníticos, esos fondos de las cuencas, que albergan los restos milenarios de aquellos glaciares que ocuparon estos valles hace miles de años. Un caos orquestado, en definitiva, que desborda los sentidos.




            El destrepe, con cuidado, y al collado de nuevo para iniciar el descenso, cambiando de familia. Hemos dejado atrás en la subida la de Batisielles, y ahora nos va a acoger en su seno la de Perramó, el Chico, el Grande, el de la Tartera, algo más alejado… últimas lágrimas que aquellos hielos nos han dejado con nostalgia. Abandonamos estas elevadas cuencas para caer en la de Escarpinosa, con sus dos ibones principales, el Verde y el Azul, llamados así por el color de sus aguas, algo realmente impactante.










            En menos de media hora cerramos la circular en el Ibonet, desandando desde él el camino andado hasta el punto de arranque en una hora y veinte minutos más. Cada uno se responderá a la pregunta de qué tienen las montañas para albergar tanta belleza, y es que es algo, como decíamos, difícil de verbalizar, pero que en nuestro interior tenemos bien clara la respuesta.




            Una gran ruta para admirar la belleza de este valle, que acometemos de forma circular, rodeando la tarta, y subiendo a la guinda. Una ruta, a la que le hemos dedicado 8 horas y 40 minutos de nuestras vidas, muy intensamente vividas, recorriendo 17,2 km y salvando un desnivel acumulado de entorno a los 1330 m D+/-, alcanzando los 2554 msnm de la Agulla de Perramó. Una ruta, decimos, más que recomendable.



Web:

Senderos FAM 

Albergues y refugios  

Wikipedia  

Wikiloc   

RAE  

Fundeu 

IGN

Iberpix 

Geamap 

Hijo de la Tierra  




Las fotos, con sus comentarios, y el track


*La publicación de la ruta, así como del track, constituyen únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.

                                                                       


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