Ibón de Estanés (1.754 m)
Jueves, 30 de octubre de 2014
Una mañana compartida. Compartida
con dos seres con los que nos hemos vestido de bosque para procurar no
desentonar mucho con el entorno. Compartida, también, con el entorno, al que le
hemos ofrecido nuestros respetos a todos esos otros seres que lo habitan; los
que se ven y los que no. Compartida con el timorato otoño, que ha venido sin
empujar del todo al verano que le precede. Compartida, sin duda, con ese ibón
de Estanés, cubeta de mil miradas, encrucijada de caminos. Caminos ansotanos.
Sí, una mañana compartida.
Aguas del Aspe |
Comenzamos una nueva jornada de
montaña para darle la vuelta a un monte. A un monte bilingüe que hace de muga,
y que algún absurdo reparto y la historia han partido en dos. Pero eso lo saben
los mapas. Él, no. Salimos del parquin de Sansanet entre un auténtico mar de
espumillón de hojarasca tapizando el suelo. El seco suelo, que nos sorprende por
ello. Tras cruzar el puente de ese barranco que arrulla las aguas del Aspe, nos
metemos ya de lleno en ese bosque que aloja a un despistado otoño. A un otoño
que no se atreve a echar al verano que lo ha parido, y que como se descuide se
lo va a comer un precoz invierno.
El bosque encantado |
Las hayas, cada una, cada una de
sus ramas, están de despedida. Despedida de esos hijos que trajeron al mundo
hace unos meses, y que ahora, envejecidos por el tiempo, comienzan un viaje de
reciclaje. Como decía el Sabio, la muerte no es el final del camino. Muchas
caídas, otras cayéndose viajando por esos rayos de sol furtivos, y otras a la
espera de ese cambio de tiempo que con la lluvia y el viento haga posible el
milagro de la transformación. Salimos momentáneamente del bosque, y en el cruce
de la Espelunguera tomamos su camino, pasando por la cabaña d’Escouret. Y de
nuevo al bosque, a ver sus contrastes, a oír su silencio, a sentir.
De puntillas por el templo |
Salimos del bosque, y un sendero
colgado sobre el vacío del valle, muy cerca de las paredes, nos lleva hasta una
corta escalera metálica que supera unos incómodos pasos, y que nos aúpa ya
hasta dar vista a la cuenca de Estanés, donde vive desde hace años, muchos
años, ese ibón glacial, que con una lámina de 29 Ha, presume de dar juego a
muchas voluntades que de los cuatro puntos cardinales vienen a él, o pasan por
él.
Rayos de sol furtivos |
La mañana se va yendo despacio
empujando al sol hacia el sur para facilitar sus reflejos en ese ibón. Él
también quiere acudir a la cita, como los montes cercanos, que se acicalan para
marcar su impronta en las serenas aguas. Son reflexiones que enmarcan unos
momentos que dedicamos a reponer fuerzas, la subida ha sido dura. Paseamos de
la mano de las aguas, por su orilla, por la nuestra, para enfilar ya esa pequeña
y transitada vaguada y llegar al puntal del Tacho, donde dejamos que el GR 11 se
vaya hacia la chorrota del Aspe, y nosotros nos bajamos por bosque vestido de
gala, de nuevo hasta Sansanet.
Una muy bien aprovechada mañana,
en la que le hemos dado la vuelta al monte, haciendo 11,5 km, en 4h 45’ de
tiempo total, de las que 3h en movimiento. De los casi 500 metros de desnivel
máximo, han salido unos 800 de acumulado positivos, y los mismos de descenso.
Disfrutando. Sí.
El track, en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8147004
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