viernes, 24 de octubre de 2014

Collarada, la dama de los vientos

AQUERAS MONTAÑAS
La Collarada (2.886 m)
Jueves, 23 de octubre de 2014



El viento es un caballo:
Óyelo cómo corre
Por el mar, por el cielo.
Quiere llevarme, escucha
Cómo recorre el mundo
Para llevarme lejos
Pablo Neruda



Refugio de la Trapa
            Noche cerrada. Las primeras luces del alba tienen reflejo en rojizos cielos de poniente. Cielos rojizos que siempre anuncian aire, pero que hoy han escatimado información. Hoy se han quedado cortos con sus credenciales. Esos cielos que conforme nos movíamos en ese lento pero implacable caminar junto con este globo que es nuestra casa, iban tornándose más y más iluminados, han dado paso a un enorme hipódromo donde caballos desbocados desbocaban, donde caballos furiosos llenaban de furia el espacio, y donde caballos sin control han puesto fuera de control esta noble actividad humana que es la de subir montañas. Pero no le tenemos rencor ni a las montañas ni a sus etéreos habitantes. Como dice Agustín Faus en uno de sus libros, la montaña no es injusta, ¿lo seremos nosotros?

Tramo de cadena
            La Collarada es una de esas montañas que enseguida te atrapan visualmente, y te comprometen a subirla, pero no es de las más agraciadas, ni de las más agradecidas. Cuando mira a poniente no encuentra nada más alto,  y eso le confiere un carácter un tanto orgulloso, soberbio, tosco. Sus desnudas laderas y su falta de agua, limitan bastante la época del año para acometerla. Sólo conocen los rigores del invierno y los del verano. No conocen primavera ni otoño. Pero a pesar de todo ello es nuestra montaña, el techo de nuestros valles, y como a esos parientes incómodos, nos vemos en la obligación de visitarla de vez en cuando.

Laderas herbosas
            Hoy ha sido uno de esos días, y lo hemos hecho dejando el vehículo en el cubilar de la Espata, para subir andando por la pista hasta la Trapa. Queríamos tomarle el pulso por su vía normal. Una mañana serena se iba perfilando desde el horizonte hasta cubrirnos totalmente. Una mañana que nos ha ido acompañando poco a poco. Tres grados en Villanúa. Nueve aquí. Inversión térmica. Ligero viento, y alguna bufarrada de aire caliente nos llega a la cara. Térmicas que aprovechan los buitres para ir subiendo y subiendo. Una familia de ciervos se ve sorprendida con nuestra presencia llegando a la Trapa, donde por detrás del refugio tomamos ya el sendero, que pasa junto a una gran charca que seguro es visitada por la fauna local. Poca agua más en toda la montaña. Terreno kárstico.

Fauces cimeras
            Salvamos un murallón a través de retorcidos pasos y ayudados por una frágil cadena. Mientras nuestros pies disfrutan de momentos de placer por suelo de hierba, nuestra mirada se pone en contacto ya con la gran dama de los vientos, que impone su figura en el horizonte cercano y que se calla lo que nos aguarda. No nos quiere asustar, quiere que la visitemos. Laderas herbosas primero, mixtas después, y rocosas para finalizar esta subida. Conforme vamos tomando altura, conforme vamos tratando ya de tú a los Campanales, feroces rachas de viento van dejando pasar. Ya no hay buitres poblando los cielos. Desde encima de las cadenas, casi dos horas hasta el comienzo de la canal. Una canal que no engaña, una canal que se abre ante nosotros mostrándonos su hostil acogida, una canal que hemos de superar para entrar por la puerta grande de esta gran montaña, que domina los vientos y los soles por fuera, y las tierras y las aguas por dentro.

            
Vista parcial del circo de Ip
            Salimos al sol. Salimos a dar vista ya al mundo Ip y todos sus alrededores, que no son pocos. A pesar de haber dejado ya de ir a cuatro patas, obligado es ir agachados para no enfurecer más a los vientos. Poco tiempo en cumbre, casi ni para hacer fotos con temblorosas manos. Los nítidos horizontes matinales, que nos ofrecían hasta el Moncayo y Urbión, se han tornado huidizos, una cortina de calima los ha ocultado. Breve, brevísimo, repaso a los montes más cercanos, y sin poder echar ni un triste bocado, emprendemos el descenso hacia el collado de Ip, de frente ya a ese gran circo que la Collarada forma con su hermana pequeña la Collaradeta.

La fuerza de los vientos
            Qué ingenuos pensar que al ir bajando se iría amainando el viento. Hasta alcanzar el collado, tres cuartos de hora de auténtica tensión, con rachas fortísimas, que nos obligan a parar y apretarnos a la roca para no ser tirados al suelo. Llegamos al fondo de esa enorme cubeta. Más viento, que se nos pega a la espalda durante todo el descenso. Parada a echar un bocado. Seguimos por cubetas, hasta un palo que hace de referencia para continuar por unas laderas herbosas, largas laderas herbosas, cuarenta minutos de laderas herbosas viendo que los montes cercanos van ganando el lugar que les corresponde, ya no los miramos por encima del hombro.

            Perdemos altura con rapidez a través de una canal de abrasiva caliza, y enseguida al bosque, que amablemente nos acompaña ya hasta la pista, a la altura del cubilar de la Espata, punto de inicio de esta ascensión, que en un día que nos ha tratado como ha podido, hemos hecho 11,8 km en 6h 40’ de tiempo total, con 4h 10’ en movimiento, que haciendo 1.220 metros de desnivel máximo, han salido 1.230 de positivo acumulados y los mismos de descenso, lo que da una idea de que es una subida con muy poco cuartel. Apenas nada.







2 comentarios:

  1. Ni los elementos os detienen. Enhorabuena por haber logrado y ayudado a lograr tan deseado objetivo.

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    1. Bueno, Isidro, son cosas de la montaña... ya sabes. No nos lo puso fácil, pero finalmente consintió. Ya tocaba. Gracias por las felicitaciones y el comentario.

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