Articalena
Viernes, 31 de octubre de 2014
De nuevo nos echamos al monte
para darle la mano a este otoño que poco lleva entre nosotros, y que nos
tememos que tiene las horas contadas. Cambiamos de valle. Cambiamos de
perspectiva. Hoy nos vamos a la vía ferrata de Articalena para contemplar desde
la altura, la verticalidad del otoño de la Selva de Oza.
Progresando |
Una vez pasado Hecho, nos vamos
metiendo por ese valle que poco a poco se nos va echando encima, y que nos
acompaña hasta bien arriba, pasado ese congosto con nombre diabólico, hasta
llegar a la Selva de Oza, que nos recibe de muda. Una gran revolución desde el
interior está haciendo la delicia de los sentidos. Una gran parte de ese verde
mar de verano que se ondula a merced de los vientos del norte, se torna en
colores decrépitos, marrones, ocres, rojizos, que invitan a la reflexión sobre
las idas y venidas de la vida.
Haciendo la vía |
Nos acercamos a la base de la
ferrata, y hay que torcer mucho el cuello para seguir visualmente grapa a grapa
sus inicios, que son verticales, muy verticales. Del todo. Muy aparentes esas
grapas, que donde fallan es porque hay agarres en la roca. Y cuando fallan ya
del todo toca trepar, ayudados por la relajación de la verticalidad y las oquedades de la roca.
Encontramos unos muelles disipadores en unas tiradas largas de sirga. Con el
material adecuado y empleado convenientemente se va con plena seguridad, no
obstante, si alguien se cree inseguro tiene la oportunidad de no seguir
subiendo gracias a una sirga de evacuación que sale a nuestra derecha.
Presas aparentes |
La erosión de la caliza nos
muestra su debilidad ante el agua y el tiempo. Ambos factores facilitan el
tránsito cálido e íntimo por la roca. Son pasos de IIº+ que como mucho nos
obligan a sentir cómo se estiran nuestras extremidades. Pasos que, una vez bien
asegurados nos permiten deleitarnos con la contemplación a vista de pájaro de
este extraordinario valle. Tras la contemplación, vuelta a la faena. La vía nos
va llevando hacia la cresta este de la peña, encontrando un último paso,
puede que de III, antes de terminar de subirla.
Selva de Oza |
A partir de aquí, continuamos por
sendero de monte no siempre muy definido, pero que no ofrece ningún problema al
haber hitos con frecuencia. Finalmente llegamos a la cumbre de este peñasco, la
Articalena, con sus 1.490 metros de altitud, desde donde se nos ofrecen unas
vistas más ampliadas que las que hemos venido teniendo al subir. Al macizo que
alberga la Peña Forca, que nos ha estado acompañando visualmente todo el
tiempo, se añade un emergente Castillo de Acher, dominando entre otras
vertientes la de Guarrinza al norte, ese valle que se alinea paralelo a la cordillera, y que
alberga un sin número de vestigios megalíticos. De ellos, de su entorno, el
Maestro García Omedes dice: “…hay vida en
el valle… hay muchas preguntas y pocas respuestas… estás condenado a dudar de
todo, pero nunca a que este valle es mágico. Ya lo sabían sus antepasados hace
seis milenios. Durante este tiempo, hemos inventado rituales, dioses y
religiones a nuestra medida. Volver a Guarrinza para pensar sobre todo ello, es
tan inquietante como bello”.
El regreso lo hacemos por su
vertiente norte, pasando por encima de un búnker y saliendo ya del bosque, por
un sendero que nos lleva a media ladera prácticamente hasta la caseta de
Sabucar, algo que se nos antoja largo, muy largo, optando por ir recortando
monte abajo, procurando no entrar en el bosque para no perder perspectiva. Un
barranco nos ayuda en la faena. Poco más de una hora sin dejar de tomar perspectiva vertical sobre un otoño que se nos va, y algo más de media para volver al fondo del valle.
Vaya día bonito que tuvisteis!! Con esa Naturaleza tan acogedora...
ResponderEliminarSí, Isidro, aprovechamos el día antes de que entraran las borrascas. Gracias por el comentario.
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