“Mi sueño es que Susín tenga una restauración auténtica”. Palabras, sin duda, escuchadas en multitud de ocasiones a Angelines Villacampa, gran adalid de Susín, pero que cobran más fuerza, mucha más fuerza, si se considera, como lo es, su última voluntad, y que quizá albergaran sus últimos pensamientos en un día como hoy, 7 de febrero, de hace 9 años, cuando cerró los ojos con la mayor pretensión de que no lo hicieran los de Susín, su pueblo del alma y por el que luchó hasta su último aliento. Palabras grabadas en el epitafio de su tumba al costado de la parroquial de Santa Eulalia, y palabras grabadas, también en el sentir de Óscar, su hijo, quien tomaba el testigo de su madre, que había creado la asociación Mallau, amigos de Susín, que agrupa a unas buenas gentes que se congregan en torno al núcleo rural y sus alrededores para darle el esplendor que nunca tenía que haber perdido. Inmortalizadas están en un material inmortal. Y como dicen ellos: "En Susín no se vive todos los días, pero sí todo el año".
Angelines Villacampa (imagen de Javier Sánchez Heraldo Huesca) |
Interior de casa Mallau Imagen de Óscar Juliá, hijo de Angelines |
Interior de Casa Mallau (imagen de Óscar Juliá, hijo de Angelines) Me permito hablar en primera persona, algo inusual, para decir que conocí a Angelines en el II Encuentro por la Senda Amarilla que, en 2008 organizaba la asociación O Cumo, de Oliván, y que une esta localidad con el despoblado de Ainielle. Coincidió que hicimos un largo tramo juntos y solos, lo que le permitía hacer pedagogía de su pueblo y sus costumbres, algo que iba sembrando en tierra fértil. Me generó entonces las ganas de visitar Susín, y que finalmente hemos conseguido, aunque haya tenido que pasar más de una década. Hoy toca resaltar esta parte de Sobrepuerto que, aunque en la periferia, a él pertenece. Y lo hacemos porque toca recorrer la variante de la etapa de Biescas a Yebra de Basa del Anillo de Sobrepuerto, de reciente cuño y que trata de acentuar los valores medioambientales, paisajísticos, históricos y etnográficos de estas tierras convulsas que lo fueron y que dieron cobijo a una docena de pueblos y pardinas, algunos medievales que, con economía feudal primero y de subsistencia después, albergaron a un millar de personas en sus mejores tiempos. Hoy, convertido en un completo desierto demográfico, la vegetación va fagocitando todo ante la pasiva mirada de las instituciones, y que gracias a que un buen puñado de antiguos moradores y estudiosos nos han ido transmitiendo su sensibilidad y conocimientos, estas tierras pueden estar en las mentes y corazones de más personas. En la imagen aérea, Susín, extraída de Jacetania Express. La etapa de hoy es precisamente desde Susín hasta Yebra de Basa por el puerto de Santa Orosia. Aunque hay pista hasta Susín, su uso está restringido, por lo que hay que plantearla desde Oliván, siendo desde esta última población hasta Susín, unos dos kilómetros y cuarenta minutos, común con el itinerario de Biescas a Yebra de Basa por Lárrede. Partimos, pues desde justo debajo de la parroquial de San Martín de Oliván (siglo XI), localidad que pivota entre el barranco homónimo y valle del Gállego, siendo una de las entradas al Sobrepuerto. Bajamos hasta el barranco para cruzarlo y continuar por la pista como unos veinte minutos hasta que, en una curva cerrada a la izquierda, tomamos el sendero de subida y que va tomando su inclinación. En otros veinte minutos de espeso bosque, pero de buen sendero, se alcanza el de Lárrede a Susín (que es por donde continúa el GR 16), estando muy muy cerca de esta última población, precisamente donde arranca el GR 16.1, al que nos incorporamos y no abandonaremos hasta llegar a Yebra de Basa. Hoy no es día de la quedada que con frecuencia convocan los amigos de Susín, y el pueblo se encuentra callado, sumido en sus cosas. Visitamos primero la borda Guardiona, de casa Mallau, para transitar con el máximo respeto entre esta y casa Ramón y toparnos de frente con la antigua herrería. Un bonito y corto paseo nos lleva hasta la parroquial de Santa Eulalia, de estilo románico del Gállego, como la anterior de Oliván, datada por Fernando Galtier (Universidad de Zaragoza) en los años 60 del año mil, según manifiesta el maestro Omedes. Antonio Ubieto, en su Historia de Aragón, Los pueblos y despoblados III, Anubar ediciones 1984, nos cuenta que la primera mención de Susín de la que se tiene noticia, fue en 1195 como Sosin (Durán, Colección Diplomática de la Catedral de Huesca nº 498). Desde aquí se da vista sobre la ermita de las Virgen de las Eras (siglo XVI), al norte. Volvemos sobre nuestros pasos para retomar el recién comenzado GR 16.1 y subir por sendero, que cruza la pista, y en veinte minutos desde Susín se alcanza Casbas de Jaca, o lo que queda de ella, ya que ni la parroquial de Santiago Apóstol, ni sus 7 casas han resistido el paso del tiempo. Se continúa por la pista, y en una hora nos presentamos en el límite del bosque con el pasto, habiendo combinado el tránsito por pistas y caminos, en los que encontramos más árboles cruzados que los que nos hubiera gustado. La salida al claro se hace de rogar, pero finalmente llega, inundando el ambiente de luz y de alegría, aunque pronto se ve truncada al ver a miembros del colectivo cazadores metiendo intranquilidad en el cuerpo. Desde luego que el monte es de todos y que todos tenemos derecho a él, por unas razones u otras, pero mientras que para unos albergan en la mente y el corazón, para otros lo hacen colgadas al hombro o, lo que es peor, apuntando, que es como los vimos. Conforme los vamos dejando atrás nuestra mirada se expande sobre esa Val Ancha, que la conduce hasta el Campo de Jaca, a los pies de la Peña Oroel. Otra cosa que nos inquieta es ver más cantidad, pero bastante más, de nieve de la que pensábamos. A ver, entre una cosa y otra cómo se va resolviendo el día. Entre gritos de los resacadores, aullidos de los perros y algún que otro tiro, parece que vamos dejando atrás ese ambiente. No así con los corros de nieve que van cruzando el sendero, y que habíamos subestimado, viniendo con un calcero no adecuado para la nieve dura en pendientes con una considerable inclinación, y que vamos sorteando como podemos. Hemos dejado atrás el desvío para ir cresteando camino del Oturia, porque lo que vamos haciendo es faldearlo hasta llegar ya a terreno llano, a ese extenso puerto de Santa Orosia, que tanto añora esos miles de cabezas de ganado. Extenso sí, tanto que nos cuesta una hora atravesarlo, encontrando entre medio el santuario de la santa, lugar mítico y místico de una, también extensa, redolada, aunque más antes que ahora, claro, pero cuya devoción no ha desaparecido, incluso incorporándose más cruces y banderas de pueblos que habían dejado de acudir. Pasado el santuario nos encaminamos hacia la ermita de la Cruz, pero antes, vemos en la mallata de Yebra un buen lugar para echar un bocado, tras de lo cual reemprendemos la marcha, pasando por la mencionada ermita, que nos abre camino para comenzar el tránsito por una espectacular faja entre los conglomerados, que forman oquedades, que fueron aprovechadas para situar distintas ermitas rupestres en ese ánimo furibundo de cristianizar el territorio. Santa Bárbara es la primera, le sigue San Blas, y conforme nos vamos acercando a la comisura del barranco de Santa Orosia nos van llegando los ecos de la caída del agua de la cascada del Chorro, por delante mismo de las otras dos ermitas, la de San Cornelio y la de la Cueva, la última… de momento. |
Bueno, pues aquí nos hallamos, en la capital de Ballibasa, habiendo recorrido 16,9 km, en 6h 25’ (sin nieve una hora menos), con un desnivel acumulado de 915 m D+ / 930 m D-, en una jornada, otra más, bajo los cielos, el sol y con el aire de Sobrepuerto.
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