El escritor y filósofo inglés Aldous Huxley, en una de sus muchas reflexiones, nos dejó la que traemos hoy: “La vida es una marioneta del tiempo en la medida en que cambia a cada instante, cambia el mundo interior y el exterior, de forma que no somos los mismos dos instantes seguidos”, y encontramos verdad en ella porque, aunque sea el mismo lugar, no es el mismo momento, ni para los lugares ni para uno mismo. Con frecuencia nos gusta decir que un río nunca es el mismo, porque lleva distinta agua.
Algo así nos pasó ayer porque, salvo alguna ligera variación, fue la ruta, que hicimos hace seis años para incluirla en el libro 100 cimas, 100 paisajes. Aragón comarca a comarca, de la editorial Prames (2018), acompañado de Antonio Aldaz, de la A.C. Fayanás, de Luesia. Y lo curioso es que, conforme nos íbamos adentrando en ella, íbamos reconociendo los elementos que la componen, hasta llegar a esa conclusión. La reflexión subyacente es que cuando una persona se anota todo, registra todo, escribe todo, el órgano al que le corresponde hacer todo eso, la memoria, pues se mosquea y al no darle faena, poco a poco va dejando de ejercer su función, de modo que cuando quieres echar mano de ella, tienes que oírte algo así como: “¿qué quieres de mí?, si has externalizado el trabajo, lo que me pides búscalo en tus notas o en el disco duro de tu ordenador, aquí no has dejado mucho, y poco encontrarás”. Puede parecer cruel, pero no hay que reprocharle nada, concluyendo que igual no es tanto lo de “como tengo mala memoria lo tengo que anotar todo”, sino “como anoto todo tengo mala memoria”. Es una ley natural, órgano que no se emplea, tiende a atrofiarse.
Pues con estas reflexiones comenzamos la ruta de hoy, señalizada recientemente como PR-Z 117, por una sierra que por decreto 52/2015, de 8 de abril, del Gobierno de Aragón, fue declarada Paisaje Protegido de la Sierra de Santo Domingo, con 13 773 has (incluidas las 4 095 de zona periférica de protección). Al contrario que en aquella otra ocasión, en la que partimos desde Biel, hoy nos acercamos con vehículo hasta el aparcamiento Caseta de Marinero, salvando con rodantes los 2 km de distancia, para salir y acto seguido abrazarnos por la pista al río Arba de Biel, habiéndonos percatado del orache (mal tiempo) que tiene la montaña a la que vamos, pues está cubierta de boira, y no nos augura buenas vistas. Veremos. Dejamos atrás el barranco de Paniagua, por el que volveremos, abriendo aquí la circular. Unos curiosos arnales (viejos abejeros) se quedan también a la izquierda.
Casi media hora de pista y comenzamos a cruzar el río, de forma más cómoda que la vez anterior, ya que han puesto unos pasos para poderlo vadear sin descalzarte. Por encima del primer paso encontramos el refugio de Palero, con una entreplanta para poder pasar la noche. La fuente de Pompillo espera nuevos aportes de agua que la vigoricen. Seguimos por la pista como diez minutos, para abandonarla y meternos ya en el barranco Calistro, que nos sube hasta dar con una pista, no sin antes pasar por la balsa y los huertos de Narciso, empleada para la toma de agua contra incendios, si fuera necesario. Cruzamos la pista y nos metemos de nuevo por el sendero, para subir el barranco de la Hiedra, más roto y empinado que el anterior, hasta que en menos de media hora salimos a un gran descampado, presidido por el refugio de Fardollas, habiendo pisado unas decenas de metros la pista, que al dejarla nos volvemos a meter en sendero para cruzar una pequeña colina rocosa, que nos da paso al campo Fenero, abierto al norte, por lo que nos ofrece un adelanto de las vistas que, si ha despejado arriba, podremos ver.
Alcanzamos el Alto de la Fontaza en menos de una hora, incluidos unos minutos en los que aprovechamos para echar un bocado en previsión de que siga el marrón por arriba. Continuamos por bosque, y a la salida, se nos presenta enfrente ese característico lugar donde está emplazada la ermita de Santo Domingo, en una vaguada entre las dos cimas. Comprobamos que, aunque el viento no rebla, la boina que tenía de boira sí que se ha ido a dar lección a otra parte. Dejamos atrás, a la derecha, el desvío para Longás, y a la izquierda el de Biel, por donde regresaremos tras la visita a nuestro objetivo de hoy, el techo de la zaragozana comarca de las Cinco Villas. Un último esfuerzo para alcanzar este pequeño puerto, en cuyo seno está la ermita, con refugio anexo. Sin tiempo para dejarnos amedrentar por el fuerte viento, subimos a la cima norte (1523 msnm), en lo alto de una rallera (cresta de roca), que ofrece una gran panorámica sobre el piedemonte, las sierras de San Juan de la Peña y Oroel, con los Pirineos occidentales como telón de fondo.
De vuelta al fondo de esa vaguada para llegarnos hasta el vértice, que supera a la anterior en un metro, desde donde la vista se mece perdiéndose en las llanuras de las Cinco Villas. La bajada la realizamos acortando para, sin pasar ya por la ermita, incorporarnos al sendero que hemos traído hasta aquí, hasta tomar el desvío a Biel. Un sendero que nos va metiendo por el bosque de nuevo y que, con fuerte desnivel a tramos, nos da un respiro al salir a la pista, que seguimos, teniendo la ocasión de contemplar el Salto del Royo, considerado como el nacimiento del Arba de Luesia. A los diez minutos de pista, tomamos un desvío que nos mete por un ancho camino, que más bien tiene pinta de tiradera de madera. Collada de Fayanás y corral de Melchor, para seguir bajando y encontrar ya el barranco de Paniagua, que acompañamos durante tres cuartos de hora, entrando en su juego de pasarlo y traspasarlo incontables veces, una de ellas bajo un gran pino cruzado, que no ha resistido las nieves y los vientos, contemplando la belleza de humildes, pero preciosas badinas de turquesas aguas.
Una vez en la pista, de nuevo con el Arba de Biel junto a nosotros, poco ya resta para llegar al punto de partida, habiendo recorrido 18,8 km en 5h 55’, con un desnivel acumulado total de 815 m D+/-, cerrando una jornada de media montaña, que impaciente espera la nueva estación (los narcisos ya tienen prisa), por los solitarios rincones de los pliegues de esta Sierra de Santo Domingo, elevada a la categoría de Espacio Natural Protegido… y por algo será.
Your reflection at the beginning of this posting set a beautiful tone for the photos today. Thanks. And once again, I really do like many of the photos today. I love mountains and rocks!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario...
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