martes, 12 de abril de 2016

San Quílez, en la frontera

IXOS MONS
San Quílez (1.084 m)
Domingo, 10 de abril de 2014



            Al norte de la comarca de La Litera, lindando con La Ribagorza, entre depresiones ocupadas por campos de cereal, olivos y carrascas, se alza la sierra de San Quílez, un lugar privilegiado desde el que se contemplan unas vistas extraordinarias de las montañas y los llanos. Hacia allí hemos encaminado nuestros pasos con el amigo Raúl. Partiendo de la ermita de Santo Toribio de Baélls hemos hecho una circular guapa, guapa, que con alguna sorpresa nos ha llevado a lo alto de San Quílez con su gran ermita, y vuelta por Zurita, en una mañana en la que nos hemos adelantado a las previstas aguas.



Palacio de los Desvalls, marqueses de Alfarrás
            Salimos de Binéfar por la A-140 hasta Tamarite de Litera, desde donde continuamos por la A-1240 hasta topar con la N-230, y por un corto tramo de la HU-V-9221 llegamos a Baélls, parada obligada para contemplar su enorme palacio fortificado del siglo XVI, perteneciente a los Desvalls, marqueses de Alfarrás. Enfrente, la parroquial de La Asunción, barroca, de los siglos XVII y XVIII. Una especie de peirones, que albergan los pasos del Vía Crucis, nos van acompañando hasta la ermita de Santo Toribio, de estilo popular, siglo XVIII, donde dejamos el vehículo para iniciar esta bonita ruta, que lo hacemos por la GR 23, para inmediatamente tomar la PR-L 15, con nuestro objetivo a la vista.

Almendros
            La mañana está de transición, y esperamos que nos deje transicionar con ella antes de que se ponga lluviosa, que es lo que le ha dicho la predicción que tiene que hacer, pero ya sabemos que a veces no hace caso. Este término apenas tiene regadío, de modo que todo cultivo es de monte. Nuestro caminar va jalonado por extensos campos de cereal que lucen su verde fosforito característico. Viejos y retorcidos olivos se alternan con almendros. Pinos, carrascas, aliagas, romeros y tomillos pugnan por ocupar el terreno en un alarde de especies de ambiente mediterráneo.


Comenzando la ferrata
              En menos de una hora se nos echa encima visualmente la primera sorpresa de la jornada. En un terreno de carrascas, y algo alejado de las primeras paredes de la sierra, se alza sin el menor pudor una más que curiosa formación rocosa de conglomerados. Como una verruga sobre el terreno, sus 25 metros de caprichosas formas se alzan sobre nosotros, con un magnetismo que no somos capaces de evitar. Allá que vamos.

           En su cara norte encontramos el arranque de la ferrata. Equipo no llevamos, pero se la ve sencilla, y así venía en las reseñas, de modo que nos disponemos a subirla. La terminación extremadamente rugosa de la roca le confiere multitud de presas en las que asirse, y en aquellos tramos más delicados se dispone de grapas. En todo el recorrido hay una sirga plastificada. Llegando al final hay un par de pasos algo extraplomados, pero que con cuidado se pasan sin mayor problema. Una vez arriba, qué satisfacción, todo el mundo a nuestros pies. Con las mismas, emprendemos el descenso, con más cuidado si cabe.


Horno de cal
            Una vez abajo, nos incorporamos al PR-L 15 y al poco nos encontramos con el segundo hito a destacar, los hornos de cal, también llamados caleras, que hallamos en buenas condiciones, y que nos cuentan los apuros que pasaban para convertir en cal las rocas calizas de los alrededores. Oficios que, como tantos otros, se han quedado en el camino. Otros diez minutos y ya nos acercamos a las paredes, que vemos equipadas para escalada. Las vamos dejando a nuestra izquierda y para ir superándolas, el sendero comienza ya a empinarse. Otra curiosidad, la cueva Palau, abrigo de animales domésticos y silvestres. Cuatro pasos más, pero tiesotes, nos dejan en la pista que enseguida nos lleva a la planicie de este monte, dotado de vértice geodésico, y por supuesto la ermita de San Quílez, con su casa integrada.


           
Ermita de San Quílez
De construcción popular, siglos XVII y XVIII, en un mismo edificio tenemos la iglesia, de una sola planta, y por detrás la casa del ermitaño, convertida hoy en día en refugio, con sus bajeras, que se nos antojan las caballerizas, y en el piso de arriba otras dependencias, con chimenea en una de ellas. Encima, la falsa bajo cubierta. El primer domingo de mayo recibe a los romeros de la redolada.

            El regreso lo hacemos por la PR-HU 113, hasta volver a tomar la PR-L 15, que pasando por la cueva de la Guitarra y la balsa verde, camino jalonado por hermosos ejemplares de carrasca, llegamos hasta la entrada de Zurita, un núcleo que quedó despoblado y que pertenece a Baélls. Un mural nos da cuenta de los pozos de hielo, que según indica pertenecían a los Padres Escolapios de Peralta de la Sal, de los que obtenían sus ingresos con el comercio de la nieve y hielo en los meses más fríos del año.


            Desde aquí ya por pista hasta toparnos de nuevo con el GR 23, tras haber dejado atrás un asombroso ejemplar de encina con nombre propio, Chorchi, y en poco ya llegamos a la ermita de Santo Toribio, punto en el que hemos comenzado esta extraordinaria circular por los campos y montes de La Litera Alta, hasta alcanzar la corona de San Quílez. Una bonita mañana, sin duda, en la que hemos empleado 3h 50’ de tiempo total, del que 3 horas han sido en movimiento, para recorrer 14,8 km, con un desnivel de 560 m D+, en un itinerario lleno de sorpresas.
  



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