Año XIV. Entrega nº 969
“En su orilla, solo, sentado en un bloque calizo a modo de mesa, dejo descansar las piernas de un día algo movido. En silencio, inicio un ritual casi mágico y tan antiguo como el hombre mismo, que consiste en estrechar lazos de amistad y admiración con el ibón y el lugar donde me encuentro”. Javier Cabrero (1972- ).
Cuando no se nos ocurre escribir cosas tan bellas, hemos de acudir a quien lo hace. En este caso, a este amante de los Pirineos y, más especialmente, de los ibones, esos restos de la era cuaternaria, en la que los extensos glaciares que cubrían gran parte de los valles, se van convirtiendo hoy en día en pequeños neveros, y estos en ibones. Unas joyas que, junto con el entorno, hemos de admirar y respetar, porque es mucha y muy diversa la vida que albergan.
El escritor y fotógrafo Fernando Biarge, también da su pincelada cuando afirma que “los ibones son algo más que un pintoresco paisaje. Antes que nada, un medio vivo con el que establecer, cuando todavía es tiempo, relaciones de amistad. Comprender para dejar de destruir”. Reflexión ésta que cobra relevancia en estos tiempos de abandono del buen proceder en nuestras relaciones con la montaña y lo que significa para la vida y, en consecuencia, para el ser humano.
El Parque Natural de Posets-Maladeta, fue declarado por el Gobierno de Aragón por ley 3/1994 del 23 de junio. “ una superficie de 33 440 ha, de las que más del 70 % están situadas a más de 1800 metros de altitud, por lo que destacan sus formas de modelado glacial, con morrenas, ibones y fenómenos kársticos”. La mayor parte del territorio es terreno granítico, teniendo en su impermeabilidad la mejor cualidad para que permanezcan esos lagos de montaña, llamados ibones en el Alto Aragón, que cuenta con más de doscientos.
Los límites nororientales del parque también disfrutan de estas maravillas que la naturaleza conserva para nuestro disfrute para que, mediante el respeto y la admiración, podamos establecer verdaderos vínculos con el “yin” (el agua, lo femenino), que siempre se sitúa bajo el “yang” (las montañas, lo masculino), y con éste mismo, como dos fuerzas opuestas, pero complementarias.
Hoy vamos a tener la oportunidad de sentir esas sensaciones, esas vivencias vitales, porque vamos a andar entre unos y otros, como tratando de encontrar ese equilibrio que sólo la feliz unión de los dos elementos puede ofrecer.
Partimos del refugio Cap de Llauset que, desde su puesta en funcionamiento en 2016 y su posterior ampliación en 2018, ha venido a cubrir una importante carencia en un espacio sin acogida en muchas horas a la redonda. Un espacio éste con muchas posibilidades, como por ejemplo la que aprovechamos hoy, que es la de alzarnos al pico de la Solana de Angliós, también llamado Tuca d’Angliós.
Para ello, tomamos el GR 11 en dirección oeste, la que sería la última etapa de la Senda Pirenaica en territorio aragonés. Nos hace coquetear con el ibón de Cap de Llauset, y nos sube al collado de los ibones donde, la plena luz del día ya, nos permite admirar la amplia cuenca de Angliós, con sus abundantes ibones, testigos de ese pasado glacial.
Este punto es el de partida para dejar el GR 11 y subir al pico de la Solana de Llauset, al sur o, en dirección contraria, a nuestro objetivo de hoy, algo que hacemos. El sendero va ganando altura hasta entrar en una pequeña cuenca, donde se suaviza, para continuar subiendo hasta un collado, que nos da vista al ibón Negre, desde donde dejamos las marcas rojiblancas para ir acometiendo la subida final a la Tuca d’Angliós.
Antes de continuar diremos que, a la bajada, nos damos cuenta de que no es necesario llegar al collado, ya que unos metros antes se puede tomar el desvío, justo donde marcamos con hitos. El track está rectificado en consecuencia.
Pero volvamos a la subida, porque nos quedan como 150 metros de desnivel hasta alcanzar la cima, para lo que se va ganando terreno al tentón, buscando la línea de hitos más razonable. Es una cima menor, no obstante, debido a su aislamiento, ofrece unas espectaculares vistas sobre el entorno. El punto más alto es algo incómodo, pues se trata de un bloque que ofrece un canto de difícil estabilidad, pero tiene junto a él otra gran piedra plana, en la que poder posarse, y en la que nos disponemos a contemplar lo que esta montaña contempla.
Russell en ibón de Cap de la Val
El regreso se realiza por el mismo itinerario, con la salvedad comentada, y es que si a la subida hemos llegado hasta el collado donde hemos abandonado el GR, a la bajada hemos visto que la vira que llevábamos nos dejaba cómodamente algo más abajo. Pues poco más, llegar al collado de los Ibones, y de tiro ya hasta el refugio, pasando por las orillas del ibón de Cap de Llauset.
Una jornada que hacemos en dos etapas. La del ascenso a la Tuca d’Angliós, que nos ha llevado 2 horas y tres cuartos, recorriendo 3,8 km, con un desnivel acumulado de 430 m D+/- (Wikiloc: 370 m D+/-), alcanzando los 2813 msnm de la cima, como altura máxima. Y, de vuelta al refugio, el descenso hasta el embalse de Llauset, con 3,2 km, en 1 hora y 10 minutos, con un desnivel acumulado de 100 m D+ / 300 m D- (Wikiloc: 55 m D+ / 265 m D-), con la altitud máxima de los 2425 msnm del refugio.
BIBLIOGRAFÍA
Todos los ibones del Pirineo aragonés. Javier Cabrero. Ed. Pirineo (1999)
RECURSOS DIGITALES
Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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