Año XIV. Entrega nº 966
“Rodeado de cumbres con gran personalidad, el ibón represado de Ip es un buen ejemplo de contaminación visual en un entorno natural de primera. El futuro comercial que le espera a todo el entorno de Ip entristece a los que aprecian y conocen el lugar”. Javier Cabrero.
Estas palabras de un gran conocedor de nuestros ibones sirven de entradilla para su artículo sobre el ibón de referencia en la publicación que recopilaba el conjunto de ibones del Pirineo aragonés. Este extraordinario circo de Ip, en concreto, alberga un precioso ibón, de los pocos que encontramos en las Sierras Interiores de la comarca de La Jacetania, debido a la formación caliza de sus rocas, y forma parte de una larga lista de esas cubetas que mantienen los vestigios de un pasado glacial.
Ibones como éste, que han permanecido en ese entorno natural hasta que la potente industria hidroeléctrica se fijó en él, al igual que lo hizo en un buen puñado de ellos, afeando el entorno y alejando esa visión romántica que tenemos los viejos amantes de las montañas, por no decir los amantes viejos de las montañas y que, en su vida cotidiana, seguro que son usuarios de los beneficios que reportan esas instalaciones.
En la docena de veces que hemos visitado este lugar, bien como objetivo, bien de paso, no creo recordar haberlo visto con tan poco caudal como hoy. Tremendamente mermados sus 5,3 Hm3 de capacidad, da un aspecto lánguido, muy lejos del vibrante y pletórico que ofrece en otras ocasiones con más acumulación de las aguas que va destilando el circo.
Pero vayamos por partes, y no nos adelantemos a los acontecimientos. Antes de nada, habría que decir que esta ruta ha sido fruto de la improvisación, porque la prevista era la del pico del Águila, Borreguil de la Cuca, y bajada por Tortiellas y Rioseta, pero la raca* que abraza esas montañas nos ha hecho buscar esta alternativa que, sin subir a cumbres, ha resultado ser algo más dura.
El barranco de Ip, cuya cabecera alberga el ibón, es un valle abierto al oeste, colgado sobre el del río Aragón, por haber sufrido éste último mayor erosión desde la retirada de los hielos cuaternarios hace unos 10 000 años. La visita como objetivo al ibón, constituye una clásica circular por el propio barranco, teniendo trazado sendero por ambos lados. El derecho orográfico, es el del Solano, por su orientación, y el izquierdo, el Paco* (del latín opacum: sombreado, oscuro, opaco), más comúnmente llamado de la Besera, por ser el nombre de una partida de monte que cruzamos al paso. Es, como decimos, lo clásico, pero hay más accesos, como podremos comprobar más adelante.
Bien, partimos del puente de Arriba del milenario Canfranc, para vestirnos de contra jacobeos, aunque sólo unas decenas de pasos, ya que enseguida dejamos el sendero que sube a la Estación, a mano izquierda, para seguir por el ancho camino, cruzar el barranco de Ip, que baja seco, y continuar, por él bajo la vía del tren en impenitente subida ya desde el principio.
Campos de la Besera
Otros secos barrancos vamos cruzando, barrancos deseosos de que discurran por ellos las aguas procedentes de la fachada sur del cordal que constituye la Pala de Ip, las Tronqueras y la Moleta, y que nos preguntan que cuándo va a ser ello, sabiendo como saben… que no lo sabemos.
Al cabo de unas dos horas se alcanza un lugar que, desprovisto ya de la masa forestal, ofrece una buena atalaya sobre el valle, y el del Aragón, al que tributa. A medida que nos vamos adentrando por el valle, no se puede evitar una sensación de intimidación por sentirte vigilado por esos gigantes pétreos que constituyen la fachada norte de Collarada, la reina del agreste circo que nos va a acoger en su seno. El corredor de los Militares expande su amplio y vertiginoso cono sobre el barranco.
El refugio forestal, junto a los restos de una antigua cabaña pastoril, da un respiro al caminante. Pero breve, que hay que continuar la marcha. Y lo hacemos hasta la misma presa del embalse, tras haber dejado atrás alguna que otra edificación del complejo hidroeléctrico, y que actualmente sirve de refugio para montañeros que toman el lugar como base para plantearse cosas más serias.
Finalmente, en algo menos de tres horas y media podemos asomarnos a las turquesas aguas del ibón, al propio tiempo que aprovechamos para echar un bocado antes de emprender el regreso. Un regreso que como que se nos queda algo corto el hacerlo por la Besera, la alternativa es hacerlo por la pista, a la que acudimos tras despedirnos de este magnético lugar y admirar las cumbres que componen este recóndito circo.
Al contrario de lo que sería el sendero de bajada por uno u otro lado del barranco, lo que aporta la pista en sus 4 km es una leve subida que te permite seguir disfrutando de excelentes vistas a lo largo de la hora que dura su tránsito.
Llegados al terminal del carretón, se abre otro “y si…”, y si... en lugar de bajar directos por aquí, lo hacemos por la fuente Elvira, atravesando estos amplios circos como el de Samán, Epifanio, Cargates… Pues bueno, se aprueba la moción, y allá vamos, teniendo que tomar, de momento, la ruta que sube a la Moleta y que, por miedo a no pasarme el desvío, tomo otro sendero a la izquierda, que a lo largo del mismo se ve que no llega a ninguna parte, teniendo que subir a pecho hasta una de las defensas en la confianza de que vaya por ella el camino.
Y, efectivamente, el ver las marcas de PR nos confirma que así ha sido. Para evitar provocar con el track el mismo error, ha sido convenientemente corregido.
Tras recobrar resuello, continuamos por encima de la defensa, que sigue por sendero en busca del refugio de Buena Vista, rodeando el circo que va albergando el barranco del Borreguil. La verdad es que no se le puede atribuir mucho mérito al que bautizó el refugio, conclusión a la que llegamos nada más asomarnos al vacío, donde mil metros más abajo, las mentes pensantes del momento, hace más de un siglo, decidieron convertir la partida de monte “Los Arañones”, en un punto ferroviario de primer orden, ubicando la estación Internacional de Canfranc, para lo cual se tuvo que llevar a cabo un ingente despliegue de ingenio hidrológico-forestal de protección en ambas laderas y de aumento de la superficie de fondo de valle, aprovechando los escombros de la construcción del túnel ferroviario y encauzando el río. Todo así, muy resumido, en cuatro líneas, lo que daría para cuatro libros.
Un refugio que sirvió de alojamiento a las cuadrillas de obreros que faenaron por esta ladera y que, al parecer, el antiguo se llamaba refugio de Pérez, posiblemente por el ingeniero que lo mandara construir. Mientras la mente hace esfuerzos para alcanzar temporalmente ese principio de siglo, imaginando el bullir de trabajos en estas laderas, disfrutamos a vista de pájaro de todo lo que nos ofrece esta atalaya en la loma que separa el circo del Borreguil de Samán, que dejamos, con el más amplio de Epifanio, sin olvidarnos de que tenemos que descender esos mil metros que nos separan del fondo de valle.
Ahora sí, vamos en busca de la ya cercana fuente Elvira, que nos recibe como siempre, con sus mejores y frías aguas, y que está acompañada de un mural explicando parte de su vida. A partir de aquí, ya en franco descenso, son innumerables las zetas que nos esperan. En menos de media hora nos topamos con lo que queda de la caseta del Vasco, utilizada igualmente para albergar a los obreros que construyeron las hercúleas defensas en la ladera. Además de albergue, estaba dotada de economato, cantina, y hasta peluquería, contando, también, con la visita diaria de un mozo de Canfranc que se ocupaba del correo y de los recados que le mandaban.
Nuestro camino nos lleva a cruzarnos con el barranco de Cargates y el de Picaube, éste último por tres veces por lo sinuoso del sendero. Finalmente, se alcanza la pista homónima, por la que continuamos el descenso. Se dejan a uno y otro lado más construcciones, como el refugio de Picaube, los viveros de Cargate y la Casita Blanca, la fuente de la Herradura, muestras de los bunkers de la Línea "P"… hasta llegar en tres cuartos de hora a la entrada de Canfranc Estación, donde tomamos el Camino de Santiago, de la mano de la N-330, que coincide con el GR 11.1, en la extensión efectuada a raíz de su migración a Sendero Turístico de Aragón.
Un tramo, éste de la carretera, que recorremos lo más rápido posible hasta cruzar el túnel y dejarla, para bajar al pie de la presa de Canfranc, que forma parte del complejo hidráulico de Ip, donde encontramos los restos de la torreta de la Espelunca, originaria del siglo XVI, con gemelas en Ansó, Hecho, Biescas y Benasque, mandadas construir por el ingeniero militar Tiburzio Spannocchi (1541-1606). No está emparentada en el tiempo con la vecina Torreta de Fusileros, levantada gracias al proyecto del comandante José San Gil en el siglo XIX como apoyo al fuerte de Coll de Ladrones.
“Sólo”, resta ya recorrer el delicioso paseo que une los dos núcleos de población de este municipio.
GLOSARIO
Raca: Nubes de retención en las laderas norte de las montañas pirenaicas
Paco: Del latín opacum: opaco, umbría.
BIBLIOGRAFÍA
Todos los ibones del Pirineo aragonés. Javier Cabrero. Ed. Pirineo (1999)
RECURSOS DIGITALES
Las fotos, con los comentarios, y el track (corregido a mano el tramo equivocado)
Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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