domingo, 13 de noviembre de 2022

Pico y sierra de Chía, flanqueando el valle de Benasque

 Año XI. Entrega nº 783.


AQUERAS MONTAÑAS
Pico y sierra de Chía (2511 m)
Lunes 7 de noviembre de 2022

            Santiago Broto Aparicio, en su libro El valle de Benasque (Ed. Everest 1981), describe la sierra de Chía como “… una larga montaña orientada de SE a NO, que separa los macizos de Eriste y Cotiella, y cuya base está cubierta de prados y de bosques. En cambio, la cresta rocosa, que sostiene la cima principal, presenta escasas planicies y grandes tarteras calcáreas recubren sus laderas…”.



            Hace décadas que leíamos estas líneas, tantas como albergaban nuestras ganas de comprobarlo personalmente, y no hay más que tener paciencia y esperar el momento adecuado. Nuestro acompañante de hoy, o dicho de una forma más certera, quien nos ha ayudado a auparnos a esta enorme sierra, quizá silabeando, ya podría haber leído en aquellos años de comienzos de los ochenta, esta frase que traemos hoy, pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que ya había tenido la oportunidad de “leer” visualmente esa montaña, desde la más tierna infancia, a través de los cristales de su casa natal allá en Chía, lo que le sembraría la semilla de su amor por las montañas, llegando a ser vocacional, para dedicarse profesionalmente a ello, compartiendo y difundiendo todas las virtudes del medio natural desde su espacio empresarial de Maspirineo. Hoy, cumpliendo una vieja aspiración, con Chemary, gran conocedor de la montaña, subimos a la sierra de Chía, para recorrerla casi en su totalidad, acompañados por Ixeia, otra amante de las montañas y componente de su equipo.


            Partimos de Chía por el camino de la Fuente, que nos saca a una pista, para tomar seguidamente, a la izquierda, el de los Marros que, de nuevo por la pista vamos tomando altura y perspectiva sobre el valle en esta mañana soleada de otoño. En uno de los recodos, la despistamos para continuar de frente por el cortafuegos de los Pozos, que nos vuelve a sacar a la pista, que nos hace pasar por la cabaña/cabana homónima, con abrevadero cercano. Hora y cuarto hasta aquí, con 480 metros D+/-. Entramos en los cánones de progresión, va bien la cosa. A partir de aquí, ya por sendero, el de la plana/pllana Llanera, hasta entrar en una zona de erizones, que se sacrifican y preparan la tierra para especies superiores, que posteriormente lo hacen desaparecer. Es portentoso. La inescrutable Inteligencia cósmica se ha empleado a fondo en este maravilloso planeta del que solo por el camino de la curiosidad y de la humildad podremos desembarazarnos de esa soberbia que nos hace pensar que lo sabemos todo, que lo controlamos todo, y que estamos por encima de todo. Es el Gran Libro de la Naturaleza Viviente el que se ofrece a los humanos y que, consciente o inconscientemente, en especial los más apegados al terreno, son los que tienen ocasión de leer en él.





            Bueno, seguimos con lo nuestro. Y es que la sierra se nos va viniendo encima, y no solo por eso, el pulso se nos va acelerando. Dejando una enorme hondonada a la izquierda, salimos al tirano mundo mineral para ir aproximándonos a una de las canales del Regal, parando a echar un breve bocado. A continuación, nos vamos a ir dejando engullir por esa canal, a cada paso más cercana, a cada paso más inclinada, a cada paso más inestable ese pavimento pétreo que cómodamente se deja mecer por la ley de la gravedad, y con lo que tenemos que luchar paso a paso, hasta llegar al collado/cabo Regal que, como todos ellos, siempre nos ofrece su recompensa. Tres horas y media hasta aquí, y desde sus 2260 metros de altitud nos abre una espectacular panorámica sobre la vertiente oeste de la sierra, con el barranco de la Cazanía a nuestros pies, bajo en enorme macizo de Cotiella, que altivo nos fija ya en su radar para mantenernos en él durante algunas horas. Horas que dan para mucho.









            Creyéndonos algo por haber llegado hasta aquí, solo con una detenida mirada por todo, y digo todo, nuestro alrededor, es suficiente para darnos cuenta de nuestra insignificancia, y de que la magnitud de lo que nos rodea nos pone en nuestro sitio. Eso sí, nos ha permitido llegar hasta aquí para poder contemplar toda su grandeza y bajarnos del pedestal de pensar que somos los que conquistamos las montañas, porque son ellas las que nos conquistan ya desde detrás del cristal de las ventanas, reales o virtuales, de nuestra casa y, por supuesto, cuando nos permiten alzarnos sobre ellas con el mayor de los respetos y, posteriormente cuando lo recordamos en estas líneas. De modo que son tres, tres los disfrutes que ponen las montañas a nuestra disposición gracias a nuestro paso por ellas. ¡Qué maravilla! Y qué agradecidos estamos por ello.


            La cosa es recorrer toda la sierra hacia el sur, pero antes tenemos que auparnos a su punto más alto, hasta sus 2511 metros, de modo que nos dirigimos hacia el norte, lo sobrepasamos unas decenas de metros hasta llegar al punto de retorno, un lugar próximo a donde estuvimos por el lado contrario, desde el Cabo Pientes, y donde se empieza a complicar el terreno para volver sobre nuestros pasos hasta esa cima para, ahora sí, detenernos y rendir culto unos intensos momentos. Cuatro horas de ascensión para poco más de media de estancia, así de intenso, pero no importa, porque todavía nos queda más de una hora para crestear integrados en esos inmensos espacios a uno y otro lado de la sierra. Sería prolijo enumerar todo lo que se aprecia desde esta inmejorable atalaya, pero cada uno de los 360 grados está ocupado por una montaña que, en general, reconocemos, admiramos y recordamos nuestras andanzas por algunas de ellas. Montañas que, bajo unos cielos limpios y un cálido ambiente otoñal, esperan la llegada del invierno que las suma en el letargo estacional que las hace más bellas si cabe.








            Emprendemos el retorno. La cresta ofrece grandes escarpes al valle de Benasque/Benás y suaves, aunque inclinados, praderíos hacia la Cazanía. En ese tránsito, pasamos por el vértice geodésico que, contrariamente a lo que ocurre generalmente, no está colocado en el punto más alto de la sierra, sino en la Collada, habiendo dejado atrás ese clot homónimo. Vamos ya perdiendo altura poco a poco. Se pasa por entre las pantallas, esos incómodos visualmente artilugios que tanto afean el paisaje, pero que sin ellos no disfrutaríamos de la tecnología que ponen a nuestra disposición. A través de las cometas de las Comas Sordas llegamos hasta el verdadero paraje con ese nombre, con su cabaña y sus vistas hacia el sur, allende el congosto de Ventamillo y donde el valle se abre. Barbaruens, en las faldas de Cotiella, Seira, la nueva y la vieja, el monasterio de San Pedro de Tabernas, son algunos de los emplazamientos que ocupan esos grandes espacios más próximos.











            Nuestros pasos, como si se cansaran de caminar por esta sierra, que no es el caso, se van dirigiendo poco a poco para rodearla y encaminarse hacia el pueblo, aunque quede todavía un buen rato. En principio, y sobre el congosto de Ventamillo, visitamos lo que queda de la ermita de San Marcial/Marsial. Si echamos la vista a nuestra derecha, podremos ver los campos y alguna borda en pie de la zona que llaman los prados de Lascorts. Entrando ya en zona arbolada, nos vamos aproximando a nuestro punto de destino, y eso se nota porque el sendero de Ñara ya se abre camino por entre los campos con ese nombre, y que sale a una pista, ya definitiva, y en la que dejamos a nuestra derecha el desvío que va o viene, según le dé, de El Run, y que visitamos en el circuito de la Puerta al Valle de Benasque. También quedan atrás los restos de la ermita de Santa Ana/Santana, cuyas piedras, las que han resistido en pie y las que no, el paso del tiempo, añoran su mejor época.








            Finalmente entramos por la parte baja del pueblo al cabo de ocho horas de dejarlo, habiendo recorrido 20,4 km y salvado un desnivel acumulado próximo a los 1400 m D+/-, en una jornada inolvidable a lomos de una sierra que, si bien está algo alejada de las grandes montañas de la cordillera y, aun mirándolas de reojo, no les tiene ninguna envidia, compitiendo con ellas en el disfrute total que ofrecen.


 Bibliografía:

El valle de Benasque. Santiago Broto Aparicio. Editorial Everest (1981)

Web:

Maspirineo  

SIPCA 

Villa de Chía  

Hijo de la Tierra 

 




Las fotos y el track








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