“El cielo es azul, sin una nube. La nieve es tan blanca que me arden los ojos” es uno de los fragmentos de Cometas en el cielo, la opera prima del escritor afgano Khaled Hosseini, novela publicada en 2003, con más de 23 millones de ejemplares vendidos traducidos a más de 50 idiomas; fue llevada al cine con el mismo nombre, por Marc Forster en 2007. Ambientada en el Afganistán previo al desastre hace mención a ese elemento blanco que representa un inconveniente más de sus duras vidas, y que para nosotros entra a formar parte de nuestro mundo lúdico.
Así ha sido en esta salida que hemos hecho un grupo de amigos por el circo d’Anéou. Y la verdad es que teníamos ganas porque, aunque sí habíamos pisado la nieve este invierno al encontrarla de paso, no recuerdo haber programado salida alguna que la tuviera como escenario en la mayor parte de la jornada, como ha sido el caso.
A pocos kilómetros por debajo del puerto del Portalet, en territorio francés, aunque las montañas no entienden de eso, se sitúa un ensanche en la carretera utilizado, normalmente, para hacer la ruta hacia el lago y refugio de Pombie, bajo el Midi d’Ossau, una archiconocida y característica montaña, con un nombre manido, pero que sencillamente hace referencia al sur del valle del que toma el nombre, y que ya hemos visitado en varias ocasiones.
Pero el circo d’Anéou es más que el Midi d’Ossau, mucho más. Es una amplísima extensión de terreno rodeada de montañas que, si bien no destacan por su altitud, merece la pena visitarlas en cualquier época del año, siendo un auténtico paraíso para los amantes del blanco elemento, especialmente para el esquí de montaña, pero también para los que gustan de moverse con raquetas, porque hay muchas y variadas rutas de diversa dificultad. Las hay con poco desnivel, porque así lo permiten las grandes amplitudes, y las hay para realizar ascensiones a cualquiera, o casi, de sus montañas.
Los que realizan el esquí de montaña hay que suponerles que conocen el medio y que saben “leer la montaña” en cuanto a los riesgos que representa la actividad. Es muy curioso observar las trazas que llevan a cabo, en zetas subiendo y en eses bajando.
Para los que prefieran paseos tranquilos con raquetas, aunque el riesgo cero no existe en montaña, prácticamente carece de ellos, y es la gran amplitud la que permite darlos cómodamente. Otro concepto distinto es el que acoge a los más avezados en montaña y que se fijan como objetivo la ascensión a alguna cumbre. Para ello, también se necesita un buen conocimiento de la montaña y de su puntual estado, laderas expuestas, inclinaciones, cornisas, barrancos… también del estado de la nieve, si está para raquetas o para piolet y crampones.
En nuestro caso, estaba blanda y no requería el uso de material técnico, de modo que… a disfrutar con las raquetas.
Salimos del citado aparcamiento para bajar al puente y calzarnos ya con lo que va a ser la herramienta que nos permita progresar por el terreno nevado. El track que llevamos, aun a sabiendas de que está hecho también con raquetas, hay que tomarlo solo como referencia, pudiendo elegir en cada momento la ruta a seguir. Nos dirigimos hacia el oeste, cruzando algún barranco. Los primeros cabezos van quedando atrás para dejar a las vistas nuestro objetivo, el pic de la Gradillère.
Una fuerte cuesta nos aúpa hasta el collado homónimo, también llamado de Bious-Artigues, que es el valle al que da vista. Reponemos fuerzas y nos disponemos a realizar el último tramo, una loma muy venteada en la que escasea la nieve, por lo que la apuramos al máximo y optamos por portear las raquetas y terminar sin ellas.
A las tres horas desde el arranque, los 2256 msnm de esta cota nos facilitan unas excelentes vistas sobre todo el terreno que hemos dejado atrás, ese amplísimo circo d’Anéou, con el coloso Midi d’Ossau, algo retirado de él, pero con presencia absoluta. También la próxima cima del occidental, algo más alta, para cuya ascensión debatimos, no terminando el grupo por decidirse debido a las pendientes palas de acceso a la cumbre.
La estancia se hace muy confortable debido al día soleado y carente de viento, un auténtico regalo de la naturaleza. Tras algo más de una hora de disfrute total, emprendemos el descenso casi hasta el mismo collado, para virar hacia la derecha y descender por una loma descarnada y meternos por un ancho, pero pendiente tubo, ya con raquetas, gracias a que estaba blanda la nieve, de lo contrario hubiera requerido crampones.
Y poco más, vamos en busca del itinerario más frecuentado, para aprovechar la ancha huella y nos vemos de nuevo en el coche en 5h 50’, habiendo recorrido una distancia de 8,4 km, y salvando un desnivel acumulado de 560 m D+/-, completando así una corta, pero muy aprovechada, jornada de alta montaña, con muy buen ambiente y en buena compañía.
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