Midi d'Ossau (2.884 m)
Domingo, 21 de agosto de 2016
“Por donde lo mires.
Va a aparecer roto él
Rompiendo el horizonte.
Corazón caliente,
El tuyo calienta.
Por donde lo mires”.
Un bello paisaje, un claro cielo,
un sol inmaculado desperezándose, la verde ladera de una montaña, el frescor de
la mañana, las nubes en el fondo del valle a la espera del calor que las haga
mover, un acertado objetivo por cumplir… y todo ello en una buena compañía, son
los ingredientes suficientes para que se pongan en funcionamiento todos los
resortes del alma. Son los ingredientes suficientes, decimos, para que sigamos
acudiendo una y otra vez a la llamada de las montañas, porque todo, todo está
ahí, los montes, los valles, los ríos, el agua, el aire, la luz… de todo ello
nos alimentamos, y si así lo hacemos ya no podremos jamás renunciar a ello,
porque formamos parte de ello, porque de ello venimos y hacia ello vamos, y
nadie renuncia a algo de lo que forma parte.
Reflejos |
Máximo respeto por la montaña y
sus ritmos. Ayer no quiso, pues media vuelta. Sin más. Hoy sí. Hoy sí que se
nos muestra más amigable, y a ella acudimos de nuevo para cumplir sueños. Seis
mayencos, seis, acudimos a la cita con el alba y nos ponemos en marcha por ese
circo d’Aneou, donde el sol comienza a tenernos en cuenta. La llegada al
collado nos ofrece un espectáculo sin par. Ese sol acariciando el lomo de las
nieblas que han bajado a dormir al fondo del valle, ilumina un espacio
infinito, en el que el Midi ha encontrado su acomodo desde hace mucho, mucho
tiempo. Y a él vamos, pasando primeramente por su duplo reflejado en el ibón de
Pombie, junto al refugio.
Primer contacto con la pared |
Hay que alargar la ruta hasta el
collado de Souzon, donde nos da la bienvenida la cuenca de Bious Artigues. Si
hasta ahora hemos mirado a este monte de reojo, a partir de ahora ya no hay
excusas, tragar saliva, agachar la cabeza, y a por él. A por él, primero
subiendo una loma que divide cuencas, y ya en la base de la pared nos
encontramos con más aspirantes, pertrechados ya con sus avíos de seguridad.
Pensamos que con el casco de momento es suficiente. Nos vamos metiendo por
entre los graníticos pliegues buscándole las cosquillas, algunas difíciles de
encontrar.
Progresando por la chimenea |
No hay un camino único. Aunque
nos afanamos en ir por el mejor, no parece que siempre lo consigamos. (.) Casi dos
horas hasta llegar a la cruz. Luego, una vaguada entre puntas, media para tomar
una retorcida senda como si no hubiera pasado nada peor antes. Ya en una
antecima, hay que volver a bajar una amplia cresta para volver a subir camino ya
de la cima. Una cima donde habita un gran hito. Una cima donde se agolpan esos
aspirantes que han dejado de serlo. Una cima codiciada. Una cima
conseguida. Una cima compartida. Una cima que humildemente, pero también con un
cierto orgullo, tomamos como nuestra, y que nos da la recompensa al esfuerzo
realizado, tras casi tres horas desde la base de la pared, y dos y media más
desde el coche.
La satisfacción es infinita, como
el espacio que se abre a los cuatro costados, que lo exprimimos visualmente, no
poniéndonos siempre de acuerdo en el nombre de los montes escrutados, como si a
ellos les importara. Después de pasar lista, bocao y trago… tragos podríamos
decir, de ese vino de Carlos, bueno, bueno, como todo lo que se hace con
cariño. Las fotos de rigor y poco más, con las mismas para abajo. Ancha grieta,
cresteo y al camino.
Elena rapelando por la chimenea |
No pasamos por la cruz, lo que
significa que hemos tomado otro sendero de bajada. Pero no hay problema, todos
se dirigen al embudo de la segunda chimenea, donde se nos hace ya demasiado
arriesgado bajar destrepando, de hecho hay rápeles montados por los grupos que
nos preceden. (.) El más inmediato nos ofrece emplearlo, de modo que
por no perder más tiempo, aceptamos. Aunque se trata de cuerdas estáticas, más
propias para descenso de barrancos, pillándoles el punto no ofrecen
resistencia. (.).
En el refugio de Pombie |
Más sendero y a por la última
chimenea, que dentro de ella vemos que no es la misma que la de subida, es otra
de la falda plisada de este monte. Con la alegría de llegar a tierra firme
todos enteros, se elimina esa tensión inherente a los trastes de seguridad. Muy
relajaditos ya, llegamos al collado y luego al refugio, donde hacemos un alto,
bajando seguidamente al circo d’Aneou, con final en los vehículos, tras once
horas y media desde que los dejamos. Un tiempo que no hace justicia, pero que
al haber tanta afluencia de gente, y ser las chimeneas verdaderos embudos, no
es mucho lo que se puede rascar.
Y bien, aquí termina una nueva
salida del CP Mayencos a un monte emblemático donde los haya, y que al haber
contado con tantos inscritos nos hemos visto obligados a hacer dos grupos,
habiendo hecho cima, también con éxito, el primero de ellos el jueves pasado.
Buen lugar. Buena chen. Bien lo hemos pasado.
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