jueves, 25 de agosto de 2016

Midi d'Ossau, uno de los grandes

AQUERAS MONTAÑAS
Midi d'Ossau (2.884 m)
Domingo, 21 de agosto de 2016



“Por donde lo mires.
Va a aparecer roto él
Rompiendo el horizonte.
Corazón caliente,
El tuyo calienta.
Por donde lo mires”.


            Un bello paisaje, un claro cielo, un sol inmaculado desperezándose, la verde ladera de una montaña, el frescor de la mañana, las nubes en el fondo del valle a la espera del calor que las haga mover, un acertado objetivo por cumplir… y todo ello en una buena compañía, son los ingredientes suficientes para que se pongan en funcionamiento todos los resortes del alma. Son los ingredientes suficientes, decimos, para que sigamos acudiendo una y otra vez a la llamada de las montañas, porque todo, todo está ahí, los montes, los valles, los ríos, el agua, el aire, la luz… de todo ello nos alimentamos, y si así lo hacemos ya no podremos jamás renunciar a ello, porque formamos parte de ello, porque de ello venimos y hacia ello vamos, y nadie renuncia a algo de lo que forma parte.


            Montaña salvaje, altiva, soberbia, lo que le falta en altura para codearse con los grandes del Pirineo, le sobra en dificultad para acceder a ella. Verso suelto. Su característica silueta rasga el horizonte vista desde cualquier punto. Provista de grandes paredes, rotas chimeneas, cuatro agudas puntas que miran al infinito. De pasado volcánico, mira con desafío a su hermano Anayet, sin entender por qué la raya en un mapa no deja su reconciliación. Montaña presumida, se refleja en el espejo de las aguas que ha sabido crear desde la retirada de los hielos. Anhelada, codiciada, indómita, pero de corazón noble, y que cogiéndole el puntito puedes hacer migas con ella. Midi d’Ossau, sabes que de ti hablamos. Eres única.


Reflejos
            Máximo respeto por la montaña y sus ritmos. Ayer no quiso, pues media vuelta. Sin más. Hoy sí. Hoy sí que se nos muestra más amigable, y a ella acudimos de nuevo para cumplir sueños. Seis mayencos, seis, acudimos a la cita con el alba y nos ponemos en marcha por ese circo d’Aneou, donde el sol comienza a tenernos en cuenta. La llegada al collado nos ofrece un espectáculo sin par. Ese sol acariciando el lomo de las nieblas que han bajado a dormir al fondo del valle, ilumina un espacio infinito, en el que el Midi ha encontrado su acomodo desde hace mucho, mucho tiempo. Y a él vamos, pasando primeramente por su duplo reflejado en el ibón de Pombie, junto al refugio.

Primer contacto con la pared
            Hay que alargar la ruta hasta el collado de Souzon, donde nos da la bienvenida la cuenca de Bious Artigues. Si hasta ahora hemos mirado a este monte de reojo, a partir de ahora ya no hay excusas, tragar saliva, agachar la cabeza, y a por él. A por él, primero subiendo una loma que divide cuencas, y ya en la base de la pared nos encontramos con más aspirantes, pertrechados ya con sus avíos de seguridad. Pensamos que con el casco de momento es suficiente. Nos vamos metiendo por entre los graníticos pliegues buscándole las cosquillas, algunas difíciles de encontrar.

            
Progresando por la chimenea
            No hay un camino único. Aunque nos afanamos en ir por el mejor, no parece que siempre lo consigamos. (.) Casi dos horas hasta llegar a la cruz. Luego, una vaguada entre puntas, media para tomar una retorcida senda como si no hubiera pasado nada peor antes. Ya en una antecima, hay que volver a bajar una amplia cresta para volver a subir camino ya de la cima. Una cima donde habita un gran hito. Una cima donde se agolpan esos aspirantes que han dejado de serlo. Una cima codiciada. Una cima conseguida. Una cima compartida. Una cima que humildemente, pero también con un cierto orgullo, tomamos como nuestra, y que nos da la recompensa al esfuerzo realizado, tras casi tres horas desde la base de la pared, y dos y media más desde el coche.



            La satisfacción es infinita, como el espacio que se abre a los cuatro costados, que lo exprimimos visualmente, no poniéndonos siempre de acuerdo en el nombre de los montes escrutados, como si a ellos les importara. Después de pasar lista, bocao y trago… tragos podríamos decir, de ese vino de Carlos, bueno, bueno, como todo lo que se hace con cariño. Las fotos de rigor y poco más, con las mismas para abajo. Ancha grieta, cresteo y al camino.


Elena rapelando por la chimenea
            No pasamos por la cruz, lo que significa que hemos tomado otro sendero de bajada. Pero no hay problema, todos se dirigen al embudo de la segunda chimenea, donde se nos hace ya demasiado arriesgado bajar destrepando, de hecho hay rápeles montados por los grupos que nos preceden. (.) El más inmediato nos ofrece emplearlo, de modo que por no perder más tiempo, aceptamos. Aunque se trata de cuerdas estáticas, más propias para descenso de barrancos, pillándoles el punto no ofrecen resistencia. (.).

En el refugio de Pombie
            Más sendero y a por la última chimenea, que dentro de ella vemos que no es la misma que la de subida, es otra de la falda plisada de este monte. Con la alegría de llegar a tierra firme todos enteros, se elimina esa tensión inherente a los trastes de seguridad. Muy relajaditos ya, llegamos al collado y luego al refugio, donde hacemos un alto, bajando seguidamente al circo d’Aneou, con final en los vehículos, tras once horas y media desde que los dejamos. Un tiempo que no hace justicia, pero que al haber tanta afluencia de gente, y ser las chimeneas verdaderos embudos, no es mucho lo que se puede rascar.

            Y bien, aquí termina una nueva salida del CP Mayencos a un monte emblemático donde los haya, y que al haber contado con tantos inscritos nos hemos visto obligados a hacer dos grupos, habiendo hecho cima, también con éxito, el primero de ellos el jueves pasado. Buen lugar. Buena chen. Bien lo hemos pasado.
  



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