lunes, 22 de agosto de 2016

Madeira, otra perla del Atlántico

Imagen en 3D de la isla de Madeira (luisfreitas.pt)
AQUERAS MONTAÑAS
Madeira
Domingo 7 a martes 16 de agosto de 2016



“Tantos jardins percorri
À volta da terra inteira
Mas o mais lindo que eu vi
Foi a Ilha da Madeira”  


Nuestra llegada a Santana
            Así comienzan unos versos de Antonio Rama, un bloguero enamorado de estas islas de Madeira que, junto con las Islas Salvajes, Azores, Canarias y Cabo Verde, es uno de los cinco archipiélagos que componen la llamada Macaronesia, vocablo compuesto, de raíz griega, que significa “Islas Afortunadas”, dando extensión de ese modo al eslogan acuñado antaño para nuestras islas atlánticas. Y eso es así porque todos ellos tienen mucho en común. Su geología básicamente volcánica; su clima; su fauna y su flora, con endemismos comunes, también propios; su historia, plagada de descubrimientos, conquistas y reconquistas. Su paisaje y paisanaje, en definitiva. Su luz, sus cerrados valles, sus grandes espacios abiertos al océano, su generosa pero exigente tierra, configuran un complejo vitamínico que revitaliza el cuerpo y alma al viajero que por aquí llega para su solaz y regocijo, para andar sus caminos, para degustar sus variadísimos campos visuales, para sentir el latido de su añejo corazón recubierto de rugosa lava volcánica.

Isla de Porto Santo
            Un archipiélago compuesto por dos islas habitadas, Madeira y Porto Santo, y otras que no lo están, agrupadas bajo el nombre de Islas Desiertas, catalogadas como Reserva Natural desde 1990. Madeira, la mayor y que da nombre al conjunto isleño, tiene 740 Km2 y 260.000 habitantes, concentrando Funchal la mitad de todos ellos. Atraídos por los valores medioambientales y paisajísticos, el grupo habitual de Os Estalentaus, ha elegido este año este singular destino para sus andanzas extra fronterizas. Un destino que nos ha quitado algo, pero que nos ha dado mucho más.


            Domingo, 7 de agosto. Jornada de tránsito. En la Intermodal de Zaragoza nos juntamos los once integrantes de esta nueva aventura, para tomar el bus que nos lleva a Barajas, donde un vuelo regular, envueltos en la ilusión, en la expectación, propias del momento, nos traslada a Funchal, donde somos recibidos por el primer transfer que la agencia local pone a nuestra disposición, y que nos informan de lo que sería el primero de una serie de cambios sobre el programa, porque estaba dispuesto que fuéramos a Machico, para ya desde allí salir mañana, pero bajo el argumento de que están completos con una feria gastronómica, nos llevan hasta Santana, una de las localidades importantes de la isla, donde descansan nuestros huesos esta noche. Orientada al norte, sobre unos acantilados con amplias vistas al mar, tanto es así, que nos permite asistir al siempre sobrecogedor momento de la salida del sol por el horizonte.




Binomio levada y túnel
Lunes, 8 de agosto. Primera jornada: Santana – San Roque de Faial. Nélio, nuestro guía, se presenta tras el desayuno. De nuevo transfer hasta las proximidades de Machico, donde tras las presentaciones nos ponemos en marcha abrazados a una levada, nombre que dan en la isla a esas conducciones artificiales de agua para riego o aprovechamiento hidroeléctrico, que constituyen un complejo entramado, verdaderas venas abiertas con una longitud total próxima a los dos mil kilómetros, siendo de 40 la más larga. Un conjunto en proceso de constitución como Patrimonio Mundial por la UNESCO.


De ensueño
            Hora y media de tránsito junto a la levada, abandonándola posteriormente para seguir un sendero que nos va a subir a la llamada Boca do Risco. El tránsito por estrechos valles con bancales arrancados a las pendientes laderas, unos abandonados, los más, y otros sacando del terreno sus frutos con enorme esfuerzo, precede a la primera sorpresa de la jornada. La citada Boca do Risco es un paso que nos deja con la boca abierta. Las gentes de las montañas estamos acostumbrados a subir a los collados y ver otros valles, otros montes. Tras recorrer unos áridos caminos, la visión de la inmensidad del océano es realmente impactante.

Hacia Porto da Cruz, por los acantilados
            Las tres horas que median hasta Porto da Cruz, transcurren por delicioso sendero colgado sobre los impresionantes acantilados cincelados por las aguas y los vientos del norte. Unas amplias vistas que se ven truncadas por el descenso hasta el nivel del mar por un pequeño valle interior. La llegada a esta línea de mar se torna un poco extraña, el calor, la falta de costumbre de pisar estos terrenos, no sé, algo hay. Nos aproximamos a la población para tomar al asalto unos veladores donde saciamos nuestra sed y echamos un bocado. Seguidamente, José, el casero nos lleva a su bodega para mostrarnos las cubas y darnos a degustar sus caldos. Caldos de Madeira, que según explican, a grandes rasgos hay cuatro clases: dulce, semi-dulce, semi-seco y seco, y que orgullosos se sienten al haber llenado las copas de los mandatarios que firmaron la independencia de los EE.UU.


En la bodega de José
           Y del mundo de la fermentación al de la destilación, cuyo mayor exponente encontramos en la visita a la Companhia dos Engenhos do Norte, donde se nos muestra la instalación industrial, ya centenaria, con su destilería decana en Europa, donde sacan el mejor jugo de la caña de azúcar, el afamado ron de Madeira. La hora y media que dista hasta San Roque do Faial, se torna agónica debido al calor reinante y a los interminables desniveles, que tocan a su fin a la llegada a esta pequeña localidad interior, pero que si buscamos visualmente el mar, también lo encontramos. Un paseo nocturno que nos acerca a la iglesia completa esta calurosa jornada, en la que le hemos metido 8h 45' de tiempo total.



Laureles fétidos
            Martes, 9 de agosto. Segunda jornada: San Roque do Faial – San Roque do Faial. Seguimos con tiempo estable. Caluroso y seco, muy seco a pesar de estar en estas latitudes.  El transfer nos deja en el comienzo de esta segunda etapa, que discurre a la sombra por una pista que, en media hora, nos lleva hasta una central eléctrica, alimentada por el agua forzada que recoge una tubería. Continuamos por la pista, más empinada y deteriorada, que hace un descanso con nosotros junto a una fuente en un curioso lugar con enormes laureles fétidos, cuyos grandes troncos reposan en tapiales de piedra.

Saliendo de un túnel
            Seguimos, y nos adentramos en el mundo levada-túnel, un curioso binomio que hay que abordar con luz en la frente y con los cinco sentidos para no caer al agua, para no tropezar, para no dar con la cabeza en el techo… una tensión que exige toda nuestra atención, especialmente al pasar por la más larga de todas, una de 2,5 km, que nos lleva casi una hora, al término de la cual salimos a un espacio con una cierta magia. Se trata de un valle cerrado, estrecho, con mucha vegetación, lleno de calderas producidas por la erosión. Y un par de ellas visitamos, después de retirarnos un poco del camino para echar un bocado.

Caldera del Infierno
            Sí, en unas viejas instalaciones un tanto escondidas, interrumpimos el ritmo andarín para reponer fuerzas. Luego nos incorporamos a la levada, para en un viaje ya de ida y vuelta, adentrarnos hasta la Caldera del Infierno, donde la naturaleza y el tiempo se han aliado para escribir bellos versos. Volvemos al punto de partida. Estamos en el PR 9, y lo seguimos en dirección salida del valle, para adentrarnos unas decenas de metros y visitar otro de los lugares de extraordinaria belleza aun a pesar de la escasa agua que baja. Se trata de la Caldera Verde.

Caldera Verde
          Seguimos abrazados a otra levada, cuando al cabo de una hora llegamos al cruce para tomar la dirección a Ilha, a donde nos presentamos tras otra hora y veinte minutos más, y donde nos espera el transfer para llevarnos a Roque do Faial, momento y lugar donde se hace presente la desolación producida por el avance descontrolado de los incendios que asolan la isla, incluida su capital, Funchal, que está siendo ya pasto de las llamas, con cuatro muertos y un desaparecido, al margen de cuantiosos daños materiales. La consternación hace mella en el grupo, y mucho más en Nélio, nuestro guía, cuya familia corre serios peligros. La situación va a alterar la etapa de mañana, quizá la más esperada, quizá la más espectacular, quizá la más exigente, pero ya no nos importa eso, porque la sensibilidad va buscando ampliar sus fronteras, y ya piensas más en las pérdidas de vidas humanas, en el pánico, en la catástrofe social, económica, y, naturalmente, medioambiental. Cada pocos años “surgen incendios” en la isla, pero éste es especialmente seco, propicio para ello. Se habla de incendio histórico.

            Con las instrucciones para la jornada de mañana, y con tristeza, mucha tristeza, nos retiramos a nuestros aposentos, tras la de hoy, que nos ha llevado 9h 20' de tiempo total. 


 

Comida bajo los nogales
            Miércoles, 10 de agosto. Tercera jornada. San Roque do Faial – Ribeira Brava. Hoy estaba prevista en el programa una brutal madrugada para que nos subieran a un punto muy cercano de la cumbre del pico Areiro, que con sus 1.818 metros es la tercera cumbre de la isla. Desde allí, contemplar la salida del sol, y seguidamente dirigirnos hasta el Ruivo, de 1.862 metros, techo del territorio insular. Pero los cortes viales derivados de los incendios nos lo han impedido, de modo que hay ruta alternativa al final en Encumeada, que es Ribeira Brava, a donde nos dirigimos con el transfer y donde dejamos los petates a buen recaudo en el hotel Bravamar, a orillas mismo del mar.

Exuberante flora de la isla
            Desde allí, el transfer nos sube a una población para hacer la levada Nova, que nos da vista sobre grandes columnas de humo por los lugares donde teníamos programado estar a estas horas. Esta levada, con sus túneles incluidos, claro, nos mete hasta bien adentro de un valle, para sacarnos por la otra vertiente. Al cabo de más de dos horas y media de andar, se hace la hora de comer, que no dejamos pasar a la sombra de enormes nogueras. El tiempo sigue seco y caluroso, muy caluroso, lo que hace que no resistamos la tentación de acercarnos al elevado punto del pueblo cercano, donde un bar ayuda a saciar la sed.


            Continuamos hasta ver ya esa población de Ribeira Brava, a la que nos dirigimos por un itinerario que raya en la verticalidad. Una vez en el hotel, el ritual habitual. La cena nos la ofrecen en el restaurante del Parque de Bomberos, al que nos acercan con el transfer, haciendo andando el viaje de vuelta. Buena cena. Una visita nocturna al pequeño puerto media para ir a dormir, tras una jornada que nos ha llevado 6h 10' de tiempo total.

  


Paseo junto a la levada
            Jueves, 11 de agosto. Cuarta jornada: Ribeira Brava – Jardim do Mar. La jornada de hoy no es muy larga, pero sí endurecida por los fuertes desniveles. El transfer nos deja en un lugar muy próximo a la primera levada del día, que siguiéndola, cambiamos de itinerario acuático, pero esta vez por otro de los túneles que se te comen la luz. Entre unos y otros, nuevas calderas, nuevas caídas de agua, que refrescan, y no sólo, visualmente el ambiente. Una encarnizada lucha contra más de quinientos peldaños de madera nos ofrece una grata recompensa. Se trata de un mirador hacia el exterior de la isla, con su vertiginosa caída hacia el litoral. Y por el otro lado, a nuestra izquierda, hacia el interior, con profundos y vegetados valles, con un ambiente más propicio de Jurassic Park que el real que contemplamos.



Transitando por la laurisilva
            La laurisilva nos acoge para echar un bocado, pero nos abandona a nuestra suerte al poco de arrancar, debiendo de transitar por una árida pista, con un sol en vertical sobre nuestras cabezas, que hace revivir las grandes tostas de lava solidificada que vamos encontrando, y languidecer nuestros sufridos cuerpos. La visión de un parque eólico en el alto, con las aspas completamente paradas, no ayuda nada a la situación. Más de una hora de esta degustación del sol isleño para llegar al alto, donde nos cobijamos a la sombra de unos oportunos árboles, estando ya a unos cientos de metros de donde nos aguarda el transfer para llevarnos a Jardim do Mar. Un transfer, que le han permitido pasar hasta aquí para recogernos, por lo que no podemos entretenernos en hacer el opcional pico que tenemos desde aquí, el Ruivo do Paul.


Reparando el tendido eléctrico
            Hasta nuestro destino, media casi una hora de tránsito por lugares que acaban de ser pasto de las llamas. Los malos humos que por doquier salen de las entrañas de la tierra, y que han devastado cualquier vestigio de vegetación nos acompañan en ese tránsito, y nos constriñen el alma entre el duelo, la indignación, la rabia y la impotencia. Por quemar madera no ha respetado ni los postes del tendido eléctrico. Llegamos a Jardim do Mar, y a través de varias de sus estrechas calles, a nuestro establecimiento de hoy, Casa Cecilia, que con gran entusiasmo nos acoge. Mientras la cena, un bello manto crepuscular invade la bahía y todo lo que está a su alcance, con un toque esperanzador, recordándonos que siempre habrá un mañana. Hoy han sido 4h 50' de tiempo total el empleado.




Transitando entre brezos arbóreos
            Viernes, 12 de agosto. Quinta jornada: Jardim do Mar – Porto Moniz. Con la recogida y el desayuno, faenas habituales, comienza esta quinta jornada, que continúa con el acarreo de los petates hasta la plaza del pueblo, donde nos espera el transfer que nos va a acercar al arranque de hoy, en uno de los altiplanos de la isla, donde nos dejamos llevar por el PR 13, por entre especies arbóreas familia de algunas de las nuestras, que escasamente llegan a ser arbustivas. Es impresionante ver los brezos o los arándanos en modo árbol.

Progresando
           Dos horas de andar y el itinerario nos ofrece un sombreado rincón con fuente, ¿se puede pedir algo más? Sobre las dos llegamos a un paraje en el que enormes laureles fétidos han hecho un hueco para la instalación de una casa forestal, y algo de pasto, que es aprovechado por el ganado vacuno local. Comemos a la sombra de esos amables árboles, y acompañados del revoloteo de unos pinzones.



De nuevo el mar
            Tras el reposo, que sabe a gloria, nuestros pasos se dirigen ya a Seixal, pueblo costero. Ello significa que tenemos que descender unos cuantos cientos de metros de forma brutal, como son todas las subidas y bajadas en esta isla. En este caso, como en todos, amenizado por las explicaciones de Nélio atendiendo pacientemente a todas nuestras preguntas, especialmente sobre el profuso reino vegetal, que nos engulle en casi todo el descenso, un descenso que nos deja en Chao da Ribeira, desde donde por más camino real, bajamos hasta nuestro destino de hoy. O al menos eso pensamos, porque al llegar al hotel nos encontramos con que las reservas que había de nuestro grupo y otro similar al nuestro y de la misma agencia, la han tomado como duplicada, lo que obliga a Nélio a buscar alternativa, que pasa por alargar nuestro transfer hasta Porto Moniz, muy próximo al extremo noroccidental de la isla.

            Nos alojamos en el hotel Gaivota, y visto lo visto, creo que no hemos salido mal parados en el cambio. Uno de los atractivos de este lugar turístico es la piscina natural de aguas marinas, que visitamos tras la cena. Espectacular. Hoy ha sido larga. Hoy han sido 9h 30' de tiempo total.
  



Vista desde Boca da Corrida
            Sábado, 13 de agosto. Sexta jornada: Porto Moniz – Funchal. Último día de monte en esta isla, que comienza con el transfer hasta el arranque de esta etapa, no sin antes volver a hacer una visita, esta vez diurna, a esas piscinas naturales. Desde el mirador de la Boca da Corrida, nos ponemos en funcionamiento para meternos por un valle muy vegetado, con la vista puesta ya en nuestro objetivo de hoy, el pico Grande, un promontorio que con sus 1.657 metros andará por el octavo de la isla, pero que ofrece un asalto final que le confiere una cierta dificultad, carente en los que le ganan en altura.


Progresando por la calzada
            Pero vayamos por partes, porque eso hay que ganárselo. Nuestro deambular de momento es bajo la sombra de enormes eucaliptos, alguno de ellos no ha resistido su verticalidad y se ha tumbado sobre el sendero, obligando a Nélio a hacerle un tuneo para facilitar el paso. Valle recóndito decimos, cuya vegetación se va comiendo algunos de los bancales antiguamente usados para la supervivencia de los nativos, una supervivencia que ha tenido que cambiar de escenario. Pero no en todos los casos, porque pasamos por unos cultivos, Curral Jangao, les llaman, donde unos paisanos descansan del duro trabajo que lleva el tratarlos manualmente. Esta estampa nos transporta a la análoga en países como Nepal.

Camino hacia el collado
            La comisura del barranco nos permite cambiar de vertiente, pasando por un lugar cuyo piso está restaurado, ya que un desprendimiento se lo llevó por delante hace unos años. A partir de este paso, una elaborada calzada nos acompaña, primero a la sombra, y luego al sol al darle la vuelta a la loma. Seguimos colgados a varios cientos de metros sobre el fondo del valle, otro valle, en el que se hacen patentes nuevas formaciones como de caldera. Se trata de un antiguo camino real, quizá el más usado de viejo para el tránsito de personas y mercancías. El paso por una fuente, según Nélio, la mejor de la isla, nos reconforta del calor reinante. El collado ya a la vista no se hace esperar demasiado, llegando a él sobre las dos de la tarde.

Objetivo cercano
            Se trata de un lugar polvoriento, en precario, pero con unas apreciadas sombras. Está ocupado por un numeroso grupo de franceses, que no va a impedir que tres de los nuestros se vayan acomodando, mientras que el resto enfilemos el sendero que sube al pico Grande, salvando los más de cien metros de un también polvoriento desnivel. La llegada a la base de la cima nos apercibe de que su asalto final impone sus leyes, que no son otras que las de echar las manos en un corto tramo ya que nos separa del punto más alto. Tres de los nuestros se sienten ya satisfechos de haber llegado hasta aquí, siendo cinco, los que hollamos la cima con Nélio.


Vista sobre el cordal techo de la isla
          El lugar es realmente bello, y las vistas también, entre lo que destaca el cordal con esas montañas que se aúpan para decir que son las más altas. Rodeados que estamos de fértiles valles cuya vegetación languidece por la pertinaz sequía. Pero lo más asombroso de todo son las formaciones rocosas que nos rodean, formaciones rocosas que a gritos manifiestan un tortuoso pasado donde el fuego ha modelado su actual estructura, y la que disconforme con habitar en el fondo del océano, un día, una era, quiso plantar batalla a su cautiverio alzándose para nuestra actual admiración.


Tras comer en el collado
            Veinte minutos en la cima de este rugoso garbanzo son suficientes, aunque no nos lo parezca, para deleitarnos con todo ello y para hacer las fotos de rigor. Fotos que muestran el esfuerzo de gentes venidas de tres clubes, Esbarre, Casablanca y CP Mayencos, hermanados entre tanta y tanta belleza. Pero como todo que empieza se acaba, esto también. En el descenso vamos agrupándonos con los que optaron ver toda esa belleza desde 10 metros más abajo. Todos ya volvemos al collado, donde comemos junto a los que allí se quedaron. Y todos, ahora ya sí todos, emprendemos el descenso hasta el fin de nuestra etapa de hoy, Corral das Freiras, pasando bajo enormes castaños y otras especies que han encontrado su sitio por estos lares.

Llegando a Corral das Freiras
            Corral das Freiras, nos cuenta Nélio, conserva el nombre desde su origen, que fue una especie de colonización de tierras de un antiguo mandatario de la isla, que situó por aquí a un grupo de monjas para traer vacas y pacer sus hierbas. En O Lagar, una especie de venta de todo, recalamos para esperar al transfer, brindando con buenas jarras de cerveza por el final feliz no sólo de esta etapa, sino de todo el trekin, porque aquí finaliza ello.


Arte en las puertas
            El rodante nos transporta a Funchal, la capital, cuyo nombre deriva de “funcho”, hinojo, abundante planta sobre la que se ha ido asentando esta dispersa población, que alberga a la mitad de la isla. De nuevo otro cambio de hotel, que en este caso no nos explican. Largo paseo por el casco viejo, principalmente por la calle Santa María, revitalizada recientemente con el llamado Arte de Puertas Abiertas, que consiste en la decoración de las puertas de los inmuebles, en su mayor parte con pinturas, pero también los hay con esculturas. De vuelta al hotel degustando el añejo sabor de lo más viejo de la capital, nos despedimos del que ha sido nuestro guía estos días por esos caminos de la isla. Hoy han sido 6h 45' de tiempo total el invertido.




Comprando bulbos
            Domingo, 14 de agosto… y lunes 15, martes 16… Jornadas de tránsito. Mañana libre, que aprovechamos, ya en grupos más pequeños para una visita por los alrededores, habiéndonos llegado primeramente hasta el puerto en busca del Solar da Santola, que nos recomendó Nélio para comer hoy. Dominga, se deshace en atenciones ofreciéndonos su local y menú. Con aperitivo, dos platos, agua, vino, postre y café 17 €. Buena pinta. Volveremos.

Comiendo en Solar da Santola
            Dispersión para las últimas voluntades. A las 13:30 a ver a Dominga, y luego al hotel, que a las cuatro nos recoge el transfer para llevarnos al aeropuerto, donde comienzan nuestras andanzas, que habiendo sido de dos horas, se tornan en dos días. Al comienzo de los incendios, se cerró el aeropuerto, y las dudas de si esa situación llegaría hasta el día de marchar se disiparon, pero… hoy ha habido un brusco cambio de tiempo. Un fuerte frente de norte ha alcanzado la isla, que aunque sus cadenas montañosas impiden el paso de las nubes, el viento se cuela por entre ellas, haciendo difícil el tránsito aéreo. De momento, lo que nos dicen es que el avión que viene de Madrid con otra remesa y que nos tiene que devolver a la península, lo han desviado a Porto Santo. Desconocemos qué hacen con el personal, pero lo que sí sabemos es que nosotros nos quedamos colgados.

Facturando
            Facturamos y embarcamos a las horas previstas, pero a las seis, media hora antes de salir, nos anuncian un retraso, y nos van emplazando en citas para ampliarnos información, que finalmente concluye con que no hay vuelo, y que nos van a proporcionar transporte, alojamiento, desayuno y vuelta mañana al aeropuerto. Toda la tarde en el aeropuerto, para ver únicamente dos aviones de la TAP.




Jornada caótica en el aeropuerto
            A las siete y media de la mañana, como previsto, nos recoge el bus. Al ir pasando por otros hoteles, ya nos van transmitiendo informaciones un tanto contradictorias, pero que hacen referencia a que hoy tampoco se vuela. En el aeropuerto se confirman todas las sospechas, hoy tampoco se vuela. Muchísima gente. Poco ayuda al ánimo, que procuramos mantener intacto. A diferencia de ayer, hoy no nos ofrecen asistencia, de modo que nos tenemos que buscar la vida. Por medio de Aragón Aventura, la agencia local viene a recogernos y nos lleva a Machico, donde pasamos el día. Un día marcado por la sensación de que nos han tomado el pelo, ya que ayer sólo vimos dos aviones en las pistas, pero hoy no han cesado de aterrizar y despegar… pero ninguno de Iberia, que ha priorizado sus compromisos de una día como hoy, 15 de agosto, y quién sabe si con más billetes vendidos que disponibles, quién sabe, insisto, sobre los que estábamos ya con un día de retraso.



            Pero al mal tiempo buena cara. Playita, comidica rica, rica… en fin, es lo que hay. El tránsito andando desde la playa hasta el hotel da para que algunos organicen el botellón de despedida, que hacemos después de cenar, en la explanada de una iglesia, entre risas y más risas.

 

            Al día siguiente, martes, nos recogen dos taxis, que nos llevan hasta el aeropuerto de nuevo, donde pasamos toda la mañana en las filas de facturación. Hoy apenas sin gente, ayer fue un día normal de funcionamiento… salvo para los que volvíamos a Madrid. Para hoy nos informan de dos aviones, que tienen que dar cabida a los pasajeros de los tres días. Finalmente se va procediendo a la facturación, entre anuncios de nuevos retrasos, pero pequeños. Y finalmente también, algo pasadas las tres de la tarde, y a casi cuarenta y ocho horas sobre lo previsto, despega nuestro avión rumbo a la península. Llegada a Barajas. Extravío de tres petates. Reclamación. La llegada a Zaragoza cerca de la una de un nuevo día, pone fin a este periplo de apenas cuarenta y ocho horas, pero en el que hemos conocido el aeropuerto más que el portero de la finca.




            Han sido unas jornadas alteradas parcialmente por los incendios y por los retrasos en la salida de la isla, incidentes que no han conseguido empañar nuestro disfrute por esos paisajes bestiales, con esos contrastes, con esos desniveles, con esa luz, con esa naturaleza en definitiva, que nos ha acogido durante seis días en un ir y venir por senderos, la mitad del tiempo abrazados a las levadas. Esas venas abiertas artificialmente, auténtico vestigio de una vida que languidece, una vida que no quiere cortar con su pasado, pero que cada vez lo tiene más difícil, y que seguro algo estamos contribuyendo los foráneos que venimos a disfrutar de tanta belleza, porque poco a poco vamos direccionando el modo de vida de estas gentes tan apegadas a su tierra. También aportamos riqueza, sin duda. En el fondo, es una sensación agridulce, en la que sólo prevalece el sabernos que junto a la exuberante vegetación, todos luchamos para seguir adelante.


Como siempre, un placer haber compartido todo ello con este infatigable grupo.


2 comentarios: