Imagen en 3D de la isla de Madeira (luisfreitas.pt) |
Madeira
Domingo 7 a martes 16 de agosto de 2016
“Tantos jardins percorri
À volta da terra inteira
Mas o mais lindo que eu vi
Foi a Ilha da Madeira”
Nuestra llegada a Santana |
Así
comienzan unos versos de Antonio Rama, un bloguero enamorado de estas islas de
Madeira que, junto con las Islas Salvajes, Azores, Canarias y Cabo Verde, es
uno de los cinco archipiélagos que componen la llamada Macaronesia, vocablo compuesto,
de raíz griega, que significa “Islas Afortunadas”, dando extensión de ese modo
al eslogan acuñado antaño para nuestras islas atlánticas. Y eso es así porque
todos ellos tienen mucho en común. Su geología básicamente volcánica; su clima;
su fauna y su flora, con endemismos comunes, también propios; su historia,
plagada de descubrimientos, conquistas y reconquistas. Su paisaje y paisanaje,
en definitiva. Su luz, sus cerrados valles, sus grandes espacios abiertos al
océano, su generosa pero exigente tierra, configuran un complejo vitamínico que
revitaliza el cuerpo y alma al viajero que por aquí llega para su solaz y
regocijo, para andar sus caminos, para degustar sus variadísimos campos
visuales, para sentir el latido de su añejo corazón recubierto de rugosa lava
volcánica.
Isla de Porto Santo |
Un
archipiélago compuesto por dos islas habitadas, Madeira y Porto Santo, y otras
que no lo están, agrupadas bajo el nombre de Islas Desiertas, catalogadas como
Reserva Natural desde 1990. Madeira, la mayor y que da nombre al conjunto
isleño, tiene 740 Km2 y 260.000 habitantes, concentrando Funchal la mitad de
todos ellos. Atraídos por los valores medioambientales y paisajísticos, el grupo
habitual de Os Estalentaus, ha elegido este año este singular destino para sus
andanzas extra fronterizas. Un destino que nos ha quitado algo, pero que nos ha
dado mucho más.
Domingo, 7
de agosto. Jornada de tránsito. En la Intermodal de Zaragoza nos juntamos los once
integrantes de esta nueva aventura, para tomar el bus que nos lleva a Barajas,
donde un vuelo regular, envueltos en la ilusión, en la expectación, propias del
momento, nos traslada a Funchal, donde somos recibidos por el primer transfer
que la agencia local pone a nuestra disposición, y que nos informan de lo que
sería el primero de una serie de cambios sobre el programa, porque estaba
dispuesto que fuéramos a Machico, para ya desde allí salir mañana, pero bajo el
argumento de que están completos con una feria gastronómica, nos llevan hasta
Santana, una de las localidades importantes de la isla, donde descansan
nuestros huesos esta noche. Orientada al norte, sobre unos acantilados con
amplias vistas al mar, tanto es así, que nos permite asistir al siempre sobrecogedor
momento de la salida del sol por el horizonte.
Binomio levada y túnel |
Lunes, 8 de agosto.
Primera jornada: Santana – San Roque
de Faial. Nélio,
nuestro guía, se presenta tras el desayuno. De nuevo transfer hasta las
proximidades de Machico, donde tras las presentaciones nos ponemos en marcha
abrazados a una levada, nombre que dan en la isla a esas conducciones
artificiales de agua para riego o aprovechamiento hidroeléctrico, que
constituyen un complejo entramado, verdaderas venas abiertas con una longitud
total próxima a los dos mil kilómetros, siendo de 40 la más larga. Un conjunto
en proceso de constitución como Patrimonio Mundial por la UNESCO.
De ensueño |
Hora y media de tránsito junto a la levada,
abandonándola posteriormente para seguir un sendero que nos va a subir a la
llamada Boca do Risco. El tránsito por estrechos valles con bancales arrancados
a las pendientes laderas, unos abandonados, los más, y otros sacando del
terreno sus frutos con enorme esfuerzo, precede a la primera sorpresa de la
jornada. La citada Boca do Risco es un paso que nos deja con la boca abierta.
Las gentes de las montañas estamos acostumbrados a subir a los collados y ver
otros valles, otros montes. Tras recorrer unos áridos caminos, la visión de la
inmensidad del océano es realmente impactante.
Hacia Porto da Cruz, por los acantilados |
Las tres horas que median hasta Porto da Cruz,
transcurren por delicioso sendero colgado sobre los impresionantes acantilados
cincelados por las aguas y los vientos del norte. Unas amplias vistas que se
ven truncadas por el descenso hasta el nivel del mar por un pequeño valle
interior. La llegada a esta línea de mar se torna un poco extraña, el calor, la
falta de costumbre de pisar estos terrenos, no sé, algo hay. Nos aproximamos a
la población para tomar al asalto unos veladores donde saciamos nuestra sed y
echamos un bocado. Seguidamente, José, el casero nos lleva a su bodega para
mostrarnos las cubas y darnos a degustar sus caldos. Caldos de Madeira, que
según explican, a grandes rasgos hay cuatro clases: dulce, semi-dulce,
semi-seco y seco, y que orgullosos se sienten al haber llenado las copas de los
mandatarios que firmaron la independencia de los EE.UU.
En la bodega de José |
Y del mundo de la fermentación al de la destilación,
cuyo mayor exponente encontramos en la visita a la Companhia dos Engenhos do
Norte, donde se nos muestra la instalación industrial, ya centenaria, con su
destilería decana en Europa, donde sacan el mejor jugo de la caña de azúcar, el
afamado ron de Madeira. La hora y media que dista hasta San Roque do Faial, se
torna agónica debido al calor reinante y a los interminables desniveles, que
tocan a su fin a la llegada a esta pequeña localidad interior, pero que si
buscamos visualmente el mar, también lo encontramos. Un paseo nocturno que nos
acerca a la iglesia completa esta calurosa jornada, en la que le hemos metido 8h 45' de tiempo total.
Laureles fétidos |
Martes, 9 de
agosto. Segunda jornada: San Roque do Faial – San Roque do Faial. Seguimos con tiempo estable. Caluroso y seco, muy
seco a pesar de estar en estas latitudes. El transfer nos deja en el comienzo de esta
segunda etapa, que discurre a la sombra por una pista que, en media hora, nos
lleva hasta una central eléctrica, alimentada por el agua forzada que recoge
una tubería. Continuamos por la pista, más empinada y deteriorada, que hace un
descanso con nosotros junto a una fuente en un curioso lugar con enormes
laureles fétidos, cuyos grandes troncos reposan en tapiales de piedra.
Saliendo de un túnel |
Seguimos, y nos adentramos en el mundo levada-túnel,
un curioso binomio que hay que abordar con luz en la frente y con los cinco
sentidos para no caer al agua, para no tropezar, para no dar con la cabeza en
el techo… una tensión que exige toda nuestra atención, especialmente al pasar
por la más larga de todas, una de 2,5 km, que nos lleva casi una hora, al
término de la cual salimos a un espacio con una cierta magia. Se trata de un
valle cerrado, estrecho, con mucha vegetación, lleno de calderas producidas por
la erosión. Y un par de ellas visitamos, después de retirarnos un poco del
camino para echar un bocado.
Caldera del Infierno |
Sí, en unas viejas instalaciones un tanto escondidas,
interrumpimos el ritmo andarín para reponer fuerzas. Luego nos incorporamos a
la levada, para en un viaje ya de ida y vuelta, adentrarnos hasta la Caldera
del Infierno, donde la naturaleza y el tiempo se han aliado para escribir
bellos versos. Volvemos al punto de partida. Estamos en el PR 9, y lo seguimos
en dirección salida del valle, para adentrarnos unas decenas de metros y
visitar otro de los lugares de extraordinaria belleza aun a pesar de la escasa
agua que baja. Se trata de la Caldera Verde.
Caldera Verde |
Seguimos abrazados a otra levada, cuando al cabo de
una hora llegamos al cruce para tomar la dirección a Ilha, a donde nos presentamos
tras otra hora y veinte minutos más, y donde nos espera el transfer para
llevarnos a Roque do Faial, momento y lugar donde se hace presente la desolación
producida por el avance descontrolado de los incendios que asolan la isla,
incluida su capital, Funchal, que está siendo ya pasto de las llamas, con cuatro
muertos y un desaparecido, al margen de cuantiosos daños materiales. La
consternación hace mella en el grupo, y mucho más en Nélio, nuestro guía, cuya
familia corre serios peligros. La situación va a alterar la etapa de mañana,
quizá la más esperada, quizá la más espectacular, quizá la más exigente, pero
ya no nos importa eso, porque la sensibilidad va buscando ampliar sus
fronteras, y ya piensas más en las pérdidas de vidas humanas, en el pánico, en
la catástrofe social, económica, y, naturalmente, medioambiental. Cada pocos
años “surgen incendios” en la isla, pero éste es especialmente seco, propicio
para ello. Se habla de incendio histórico.
Con las instrucciones para la jornada de mañana, y con
tristeza, mucha tristeza, nos retiramos a nuestros aposentos, tras la de hoy, que nos ha llevado 9h 20' de tiempo total.
Comida bajo los nogales |
Miércoles, 10
de agosto. Tercera jornada. San Roque do Faial – Ribeira Brava. Hoy estaba prevista en el programa una brutal
madrugada para que nos subieran a un punto muy cercano de la cumbre del pico
Areiro, que con sus 1.818 metros es la tercera cumbre de la isla. Desde allí,
contemplar la salida del sol, y seguidamente dirigirnos hasta el Ruivo, de
1.862 metros, techo del territorio insular. Pero los cortes viales derivados de
los incendios nos lo han impedido, de modo que hay ruta alternativa al final en
Encumeada, que es Ribeira Brava, a donde nos dirigimos con el transfer y donde
dejamos los petates a buen recaudo en el hotel Bravamar, a orillas mismo del
mar.
Exuberante flora de la isla |
Desde allí, el transfer nos sube a una población para
hacer la levada Nova, que nos da vista sobre grandes columnas de humo por los
lugares donde teníamos programado estar a estas horas. Esta levada, con sus
túneles incluidos, claro, nos mete hasta bien adentro de un valle, para
sacarnos por la otra vertiente. Al cabo de más de dos horas y media de andar,
se hace la hora de comer, que no dejamos pasar a la sombra de enormes nogueras.
El tiempo sigue seco y caluroso, muy caluroso, lo que hace que no resistamos la
tentación de acercarnos al elevado punto del pueblo cercano, donde un bar ayuda
a saciar la sed.
Continuamos hasta ver ya esa población de Ribeira
Brava, a la que nos dirigimos por un itinerario que raya en la verticalidad.
Una vez en el hotel, el ritual habitual. La cena nos la ofrecen en el
restaurante del Parque de Bomberos, al que nos acercan con el transfer,
haciendo andando el viaje de vuelta. Buena cena. Una visita nocturna al pequeño
puerto media para ir a dormir, tras una jornada que nos ha llevado 6h 10' de tiempo total.
Paseo junto a la levada |
Jueves, 11
de agosto. Cuarta jornada: Ribeira Brava – Jardim do Mar. La jornada de hoy no es muy larga, pero sí endurecida
por los fuertes desniveles. El transfer nos deja en un lugar muy próximo a la
primera levada del día, que siguiéndola, cambiamos de itinerario acuático, pero
esta vez por otro de los túneles que se te comen la luz. Entre unos y otros,
nuevas calderas, nuevas caídas de agua, que refrescan, y no sólo, visualmente
el ambiente. Una encarnizada lucha contra más de quinientos peldaños de madera
nos ofrece una grata recompensa. Se trata de un mirador hacia el exterior de la
isla, con su vertiginosa caída hacia el litoral. Y por el otro lado, a nuestra
izquierda, hacia el interior, con profundos y vegetados valles, con un ambiente
más propicio de Jurassic Park que el real que contemplamos.
Transitando por la laurisilva |
La laurisilva nos acoge para echar un bocado, pero nos
abandona a nuestra suerte al poco de arrancar, debiendo de transitar por una
árida pista, con un sol en vertical sobre nuestras cabezas, que hace revivir
las grandes tostas de lava solidificada que vamos encontrando, y languidecer
nuestros sufridos cuerpos. La visión de un parque eólico en el alto, con las
aspas completamente paradas, no ayuda nada a la situación. Más de una hora de
esta degustación del sol isleño para llegar al alto, donde nos cobijamos a la
sombra de unos oportunos árboles, estando ya a unos cientos de metros de donde
nos aguarda el transfer para llevarnos a Jardim do Mar. Un transfer, que le
han permitido pasar hasta aquí para recogernos, por lo que no podemos
entretenernos en hacer el opcional pico que tenemos desde aquí, el Ruivo do
Paul.
Reparando el tendido eléctrico |
Hasta nuestro destino, media casi una hora de tránsito
por lugares que acaban de ser pasto de las llamas. Los malos humos que por
doquier salen de las entrañas de la tierra, y que han devastado cualquier
vestigio de vegetación nos acompañan en ese tránsito, y nos constriñen el alma
entre el duelo, la indignación, la rabia y la impotencia. Por quemar madera no
ha respetado ni los postes del tendido eléctrico. Llegamos a Jardim do Mar, y a
través de varias de sus estrechas calles, a nuestro establecimiento de hoy,
Casa Cecilia, que con gran entusiasmo nos acoge. Mientras la cena, un bello
manto crepuscular invade la bahía y todo lo que está a su alcance, con un toque
esperanzador, recordándonos que siempre habrá un mañana. Hoy han sido 4h 50' de tiempo total el empleado.
Transitando entre brezos arbóreos |
Viernes, 12
de agosto. Quinta jornada: Jardim do
Mar – Porto Moniz. Con la recogida y el desayuno, faenas habituales, comienza esta quinta
jornada, que continúa con el acarreo de los petates hasta la plaza del pueblo,
donde nos espera el transfer que nos va a acercar al arranque de hoy, en uno de
los altiplanos de la isla, donde nos dejamos llevar por el PR 13, por entre
especies arbóreas familia de algunas de las nuestras, que escasamente llegan a ser arbustivas. Es impresionante ver los brezos o los arándanos en modo árbol.
Progresando |
Dos horas de andar y el itinerario nos ofrece un sombreado
rincón con fuente, ¿se puede pedir algo más? Sobre las dos llegamos a un paraje
en el que enormes laureles fétidos han hecho un hueco para la instalación de una
casa forestal, y algo de pasto, que es aprovechado por el ganado vacuno local.
Comemos a la sombra de esos amables árboles, y acompañados del revoloteo de
unos pinzones.
De nuevo el mar |
Tras el reposo, que sabe a gloria, nuestros pasos se
dirigen ya a Seixal, pueblo costero. Ello significa que tenemos que descender
unos cuantos cientos de metros de forma brutal, como son todas las subidas y
bajadas en esta isla. En este caso, como en todos, amenizado por las
explicaciones de Nélio atendiendo pacientemente a todas nuestras preguntas,
especialmente sobre el profuso reino vegetal, que nos engulle en casi todo el
descenso, un descenso que nos deja en Chao da Ribeira, desde donde por más camino real, bajamos
hasta nuestro destino de hoy. O al menos eso pensamos, porque al llegar al
hotel nos encontramos con que las reservas que había de nuestro grupo y otro similar
al nuestro y de la misma agencia, la han tomado como duplicada, lo que obliga a
Nélio a buscar alternativa, que pasa por alargar nuestro transfer hasta Porto
Moniz, muy próximo al extremo noroccidental de la isla.
Nos alojamos en el hotel Gaivota, y visto lo visto,
creo que no hemos salido mal parados en el cambio. Uno de los atractivos de este lugar
turístico es la piscina natural de aguas marinas, que visitamos tras la cena.
Espectacular. Hoy ha sido larga. Hoy han sido 9h 30' de tiempo total.
Vista desde Boca da Corrida |
Sábado, 13
de agosto. Sexta jornada: Porto
Moniz – Funchal. Último día de monte en esta isla, que comienza con el transfer hasta el
arranque de esta etapa, no sin antes volver a hacer una visita, esta vez
diurna, a esas piscinas naturales. Desde el mirador de la Boca da Corrida, nos ponemos
en funcionamiento para meternos por un valle muy vegetado, con la vista puesta
ya en nuestro objetivo de hoy, el pico Grande, un promontorio que con sus 1.657
metros andará por el octavo de la isla, pero que ofrece un asalto final que le
confiere una cierta dificultad, carente en los que le ganan en altura.
Progresando por la calzada |
Pero vayamos por partes, porque eso hay que ganárselo.
Nuestro deambular de momento es bajo la sombra de enormes eucaliptos, alguno de
ellos no ha resistido su verticalidad y se ha tumbado sobre el sendero,
obligando a Nélio a hacerle un tuneo para facilitar el paso. Valle recóndito
decimos, cuya vegetación se va comiendo algunos de los bancales antiguamente
usados para la supervivencia de los nativos, una supervivencia que ha tenido
que cambiar de escenario. Pero no en todos los casos, porque pasamos por unos
cultivos, Curral Jangao, les llaman, donde unos paisanos descansan del duro
trabajo que lleva el tratarlos manualmente. Esta estampa nos transporta a la
análoga en países como Nepal.
Camino hacia el collado |
La comisura del barranco nos permite cambiar de
vertiente, pasando por un lugar cuyo piso está restaurado, ya que un
desprendimiento se lo llevó por delante hace unos años. A partir de este paso, una elaborada
calzada nos acompaña, primero a la sombra, y luego al sol al darle la vuelta a
la loma. Seguimos colgados a varios cientos de metros sobre el fondo del valle,
otro valle, en el que se hacen patentes nuevas formaciones como de caldera. Se
trata de un antiguo camino real, quizá el más usado de viejo para el
tránsito de personas y mercancías. El paso por una fuente, según Nélio, la
mejor de la isla, nos reconforta del calor reinante. El collado ya a la vista no
se hace esperar demasiado, llegando a él sobre las dos de la tarde.
Objetivo cercano |
Se trata de un lugar polvoriento, en precario, pero
con unas apreciadas sombras. Está ocupado por un numeroso grupo de franceses,
que no va a impedir que tres de los nuestros se vayan acomodando, mientras que
el resto enfilemos el sendero que sube al pico Grande, salvando los más de cien
metros de un también polvoriento desnivel. La llegada a la base de la cima nos apercibe de
que su asalto final impone sus leyes, que no son otras que las de echar las
manos en un corto tramo ya que nos separa del punto más alto. Tres de los
nuestros se sienten ya satisfechos de haber llegado hasta aquí, siendo cinco,
los que hollamos la cima con Nélio.
Vista sobre el cordal techo de la isla |
El lugar es realmente bello, y las vistas también,
entre lo que destaca el cordal con esas montañas que se aúpan para decir que
son las más altas. Rodeados que estamos de fértiles valles cuya vegetación
languidece por la pertinaz sequía. Pero lo más asombroso de todo son las
formaciones rocosas que nos rodean, formaciones rocosas que a gritos
manifiestan un tortuoso pasado donde el fuego ha modelado su actual estructura,
y la que disconforme con habitar en el fondo del océano, un día, una era, quiso
plantar batalla a su cautiverio alzándose para nuestra actual admiración.
Tras comer en el collado |
Veinte minutos en la cima de este rugoso garbanzo son
suficientes, aunque no nos lo parezca, para deleitarnos con todo ello y para
hacer las fotos de rigor. Fotos que muestran el esfuerzo de gentes venidas de
tres clubes, Esbarre, Casablanca y CP Mayencos, hermanados entre tanta y tanta
belleza. Pero como todo que empieza se acaba, esto también. En el descenso
vamos agrupándonos con los que optaron ver toda esa belleza desde 10 metros más
abajo. Todos ya volvemos al collado, donde comemos junto a los que allí se
quedaron. Y todos, ahora ya sí todos, emprendemos el descenso hasta el fin de
nuestra etapa de hoy, Corral das Freiras, pasando bajo enormes castaños y otras
especies que han encontrado su sitio por estos lares.
Llegando a Corral das Freiras |
Corral das Freiras, nos cuenta Nélio, conserva el
nombre desde su origen, que fue una especie de colonización de tierras de un
antiguo mandatario de la isla, que situó por aquí a un grupo de monjas para
traer vacas y pacer sus hierbas. En O Lagar, una especie de venta de todo,
recalamos para esperar al transfer, brindando con buenas jarras de cerveza por
el final feliz no sólo de esta etapa, sino de todo el trekin, porque aquí
finaliza ello.
Arte en las puertas |
El rodante nos transporta a Funchal, la capital, cuyo
nombre deriva de “funcho”, hinojo, abundante planta sobre la que se ha ido
asentando esta dispersa población, que alberga a la mitad de la isla. De nuevo
otro cambio de hotel, que en este caso no nos explican. Largo paseo por el
casco viejo, principalmente por la calle Santa María, revitalizada
recientemente con el llamado Arte de Puertas Abiertas, que consiste en la
decoración de las puertas de los inmuebles, en su mayor parte con pinturas,
pero también los hay con esculturas. De vuelta al hotel degustando el añejo
sabor de lo más viejo de la capital, nos despedimos del que ha sido nuestro guía estos días por esos caminos de la isla. Hoy han sido 6h 45' de tiempo total el invertido.
Comprando bulbos |
Domingo, 14
de agosto… y lunes 15, martes 16… Jornadas de tránsito. Mañana libre, que aprovechamos, ya
en grupos más pequeños para una visita por los alrededores, habiéndonos llegado
primeramente hasta el puerto en busca del Solar da Santola, que nos recomendó
Nélio para comer hoy. Dominga, se deshace en atenciones ofreciéndonos su local
y menú. Con aperitivo, dos platos, agua, vino, postre y café 17 €. Buena pinta.
Volveremos.
Comiendo en Solar da Santola |
Dispersión para las últimas voluntades. A las 13:30 a
ver a Dominga, y luego al hotel, que a las cuatro nos recoge el transfer
para llevarnos al aeropuerto, donde comienzan nuestras andanzas, que habiendo
sido de dos horas, se tornan en dos días. Al comienzo de los incendios, se
cerró el aeropuerto, y las dudas de si esa situación llegaría hasta el día de
marchar se disiparon, pero… hoy ha habido un brusco cambio de tiempo. Un fuerte
frente de norte ha alcanzado la isla, que aunque sus cadenas montañosas impiden
el paso de las nubes, el viento se cuela por entre ellas, haciendo difícil el
tránsito aéreo. De momento, lo que nos dicen es que el avión que viene de Madrid
con otra remesa y que nos tiene que devolver a la península, lo han desviado a
Porto Santo. Desconocemos qué hacen con el personal, pero lo que sí sabemos es
que nosotros nos quedamos colgados.
Facturando |
Facturamos y embarcamos a las horas previstas, pero a
las seis, media hora antes de salir, nos anuncian un retraso, y nos van
emplazando en citas para ampliarnos información, que finalmente concluye con
que no hay vuelo, y que nos van a proporcionar transporte, alojamiento,
desayuno y vuelta mañana al aeropuerto. Toda la tarde en el aeropuerto, para
ver únicamente dos aviones de la TAP.
Jornada caótica en el aeropuerto |
A las siete y media de la mañana, como previsto, nos
recoge el bus. Al ir pasando por otros hoteles, ya nos van transmitiendo
informaciones un tanto contradictorias, pero que hacen referencia a que hoy
tampoco se vuela. En el aeropuerto se confirman todas las sospechas, hoy
tampoco se vuela. Muchísima gente. Poco ayuda al ánimo, que procuramos mantener
intacto. A diferencia de ayer, hoy no nos ofrecen asistencia, de modo que nos
tenemos que buscar la vida. Por medio de Aragón Aventura, la agencia local
viene a recogernos y nos lleva a Machico, donde pasamos el día. Un día marcado
por la sensación de que nos han tomado el pelo, ya que ayer sólo vimos dos
aviones en las pistas, pero hoy no han cesado de aterrizar y despegar… pero
ninguno de Iberia, que ha priorizado sus compromisos de una día como hoy, 15 de
agosto, y quién sabe si con más billetes vendidos que disponibles, quién sabe,
insisto, sobre los que estábamos ya con un día de retraso.
Pero al mal tiempo buena cara. Playita, comidica rica,
rica… en fin, es lo que hay. El tránsito andando desde la playa hasta el hotel da
para que algunos organicen el botellón de despedida, que hacemos después de
cenar, en la explanada de una iglesia, entre risas y más risas.
Al día siguiente, martes, nos recogen dos taxis, que
nos llevan hasta el aeropuerto de nuevo, donde pasamos toda la mañana en las
filas de facturación. Hoy apenas sin gente, ayer fue un día normal de
funcionamiento… salvo para los que volvíamos a Madrid. Para hoy nos informan de
dos aviones, que tienen que dar cabida a los pasajeros de los tres días.
Finalmente se va procediendo a la facturación, entre anuncios de nuevos
retrasos, pero pequeños. Y finalmente también, algo pasadas las tres de la
tarde, y a casi cuarenta y ocho horas sobre lo previsto, despega nuestro avión
rumbo a la península. Llegada a Barajas. Extravío de tres petates. Reclamación.
La llegada a Zaragoza cerca de la una de un nuevo día, pone fin a este periplo de apenas cuarenta y ocho horas, pero en el que hemos conocido el aeropuerto más que el portero de la finca.
Han sido unas jornadas alteradas parcialmente por los
incendios y por los retrasos en la salida de la isla, incidentes que no han
conseguido empañar nuestro disfrute por esos paisajes bestiales, con esos
contrastes, con esos desniveles, con esa luz, con esa naturaleza en definitiva,
que nos ha acogido durante seis días en un ir y venir por senderos, la mitad
del tiempo abrazados a las levadas. Esas venas abiertas artificialmente,
auténtico vestigio de una vida que languidece, una vida que no quiere cortar
con su pasado, pero que cada vez lo tiene más difícil, y que seguro algo
estamos contribuyendo los foráneos que venimos a disfrutar de tanta belleza, porque poco a poco vamos direccionando el modo de vida de estas gentes tan
apegadas a su tierra. También aportamos riqueza, sin duda. En el fondo, es una
sensación agridulce, en la que sólo prevalece el sabernos que junto a la exuberante
vegetación, todos luchamos para seguir adelante.
Como siempre, un placer haber compartido todo ello con
este infatigable grupo.
Muy bien, especialmente los versos de Rama Lyon.
ResponderEliminarGracias, José Luis. Un placer.
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