Continuamos por tierras ribagorzanas, recorriendo antiguos caminos del viejo condado para unir naturaleza y tradición por el bajo valle de Benasque, visitando la ermita de San Sadurní, junto al Castellaso, en el municipio de Sesué, por cuya capital pasaremos en una ruta de ida y vuelta desde Castejón de Sos.
En esta población, frente a un crucero a pie de carretera, hay una estrecha calle por la que nos metemos, dando inicio a la ruta. Tan estrecho es el callejón, apenas pasa un coche, que lo culmina un arco que comunica las viviendas de ambos lados. Unos rincones con sorprendentes elementos que evocan otros tiempos. Salimos en clara dirección norte, por ancha pista jalonada por enormes chopos. En poco nos topamos con un cruce, seguimos rectos. Dejamos a la derecha el aparcamiento de caravanas, y un poco más adelante, a la izquierda la Borda Blanca. Cruzamos por un puente el barranco de Liri. Seguidamente, otro cruce, y también rectos. Se nos presenta una bifurcación, y tomamos el ramal de la izquierda. A los cuarenta minutos de andar por pistas, nos metemos a la derecha, dando inicio a un ancho camino que pronto se convierte en una senda que promete, y de hecho da, da buenas sensaciones, da buen ambiente, da lo que no dan las aburridas pistas.
A los diez minutos, dejamos a la izquierda los restos de una gran casa de piedra, cuya ruina ha venido a rematar un enorme pedrusco que ha tirado el muro más pegado al sendero. Y en otros diez minutos más llegamos a la central eléctrica de Sesué, y una vez sobrepasada, al puente carretero, desde donde nos incorporamos a la carretera local de Sesué, a donde llegamos en un pis pas, pasando primeramente por una moderna urbanización, antes de llegar al casco viejo del pueblo. Nos acercamos hasta la parroquial de San Chinés, del siglo XI, con modificaciones posteriores que apenas dejan lucirse sus orígenes románicos. Un lugar que ya se mencionaba en el año 893 en el Cartulario de San Juan de la Peña, nº 7 pág. 33.
Un poco más arriba, en dirección norte, encontramos la tablilla que nos indica nuestro destino, la ermita de San Sadurní, por un sendero que nos sube hasta dar con la pista, que seguimos ascendiendo, y una vez salvados algunos zig zags llegamos a un alto, en el que dejamos la pista para meternos por un sendero a la izquierda, que en cuatro pasos nos deja en la ermita.
Está enclavada en una privilegiada atalaya junto al Castellaso, promontorio que se deja ver desde la distancia, de hecho, es una de las mayores alturas del municipio de Sesué, y que alberga una vía ferrata. Cuenta la tradición cristiana que este santo, Sadurní o Saturnino, vivió en el siglo III d.C., y que vino desde Egipto hasta las Galias e Hispania para evangelizar estas tierras, en manos de los romanos. De pequeñas dimensiones, el escaso valor arquitectónico está compensado con lo armonioso de sus proporciones, pero, sobre todo, por los cuidados alrededores y el emplazamiento. Un muy agradable lugar que, junto con la bonanza meteorológica, invita a estar un buen rato contemplando las excelentes vistas que ofrece. Se ha perdido ya la tradición que reunía cada 1 de mayo a romeros de los alrededores, quedando únicamente un mero testimonio de las gentes del cercano pueblo.
Las dos horas invertidas hasta llegar aquí merecerían, como mínimo, otras dos de estancia, tiempo que limitamos a media, que verdaderamente nos sabe a poco. Volvemos sobre nuestros pasos hasta dar al cuarto de hora con un desvío de la pista, a mano derecha, que nos indica la ermita de San Pedro, y que no nos resistimos a tomar. Es un ramal de la pista, que pronto dejamos para meternos por un sendero, que nos lleva hasta lo que queda de ella, un pequeño templo de dudosa tipología lombarda, que se conserva en estado ruinoso. Volvemos a la pista y enseguida encontramos el sendero para continuar con el regreso volviendo sobre nuestros pasos. Unos pasos que nos llevan hasta Sesué, para deshacer lo andado hasta aquí, carretera local hasta el puente, central eléctrica, sendero y pistas con ambiente de soto ribereño hasta llegar finalmente al punto de partida, Castejón de Sos.
Una agradable ruta, compartida en gran parte por el anillo “Sesué-Villanova-Sahún”, y que hemos culminado en 4 horas y 15 minutos, para recorrer los 15,7 km de ida y vuelta, salvando un desnivel acumulado de 335 m D+/-.
Bibliografía:
Historia de Aragón. Los pueblos y despoblados III. Antonio Ubieto. Anubar 1984
Web:
Románico Aragonés
Senderos FAM
Las fotos y el track
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