RAQUETAS
Ibón de Estanés (1777 m)
Mujer Muerta (1857 m)
Jueves, 14 de febrero de 2019
"No he de adornar con palabras superfluas una grandeza tan
manifiesta."
Comenzamos hoy nuestro retazo de
la belleza con estas palabras del escritor italiano Edmondo de Amicis. Y todo
porque en ocasiones te extasías tanto contemplando las bellezas naturales que
nos ofrece la montaña que no sabes qué decir. Hoy hemos aceptado gustosamente
la amable invitación que Carlos, de Os Andarines d’Aragón, en su programa “Por
esos andurriales”, nos ha ofrecido para acompañarlos en su visita al ibón de
Estanés. Hubiera sido fácil declinarla, porque ya hemos estado en ese bellísimo
lugar más de veinte veces, más que entre todos los otros ibones juntos, pero no
hemos querido perder la oportunidad de visitarlo de nuevo, porque un lugar,
nunca es el mismo, siempre tiene distinta luz, siempre distinto aire, por él
siempre corre distinta agua, con frecuencia se va con distinta compañía, y además…
uno tampoco siempre es el mismo. Pues este uno, que también es distinto hoy, no
se va a esmerar, como dice Amicis, en adornar una grandeza tan manifiesta. Sería
una torpeza.
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Les enfants de la patrouille prêts pour la marche |
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Al paso por el puente de la Gave d'Aspe |
Al filo de las diez de la mañana
llega el autobús con gentes andarinas, gentes que disfrutan de la actividad más
antigua del ser humano, que es la de caminar. Caminar y ver, caminar y
observar, caminar y compartir, caminar y disfrutar, en definitiva. Pero quizá, en
general, no estén tan bregadas en hacerlo por la alta montaña, por terreno
incluso nevado. Pero de eso se trata, de una actividad de raquetas, contando
con que ya hubo una avanzadilla que preparó dos días antes, para asegurar el
itinerario, con que el grupo iba fajado con personas expertas, y que el buen
tiempo tampoco se quería perder la jornada, qué más se podía pedir.
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Pasado la cabaña d'Escouret |
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Otro momento de la progresión |
Se partía del aparcamiento de
Sansanet, cuya entrada estaba ya bloqueada por la nieve. En ese acceso nos
colocamos las raquetas bajo los pies, y nos ponemos a la faena. La cincuentena
de personas componentes del grupo pronto se alinean para cruzar el estrecho
puente sobre la Gave d’Aspe, que en su más tierna infancia cursa bajo nuestros
pies venida de aguas y nieves del macizo del mismo nombre, y que ya en su
juventud se marida con la Gave d’Ossau en Oloron. El circo del Aspe, al norte
del macizo guarda en su seno el nacimiento, y es éste cordal el que divide las
aguas, siendo mediterráneas las de su cara sur. Pero dejemos la geografía y sigamos
con lo nuestro.
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Aspe y Llena de la Garganta, dos colosos |
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Contemplando el vasto espacio |
Continuamos por el hayedo, que en
unas zetas nos da un respiro en un plató dominando la granja de Escouret, donde
hacen buenos quesos. Es por ella por donde nos abandona la Senda de Camille,
que va en busca d’Espelunguère. Volvemos al hayedo y lo seguimos hasta su límite,
justo en la güega de los dos países donde volvemos a estar bajo ese manto
azulado y soleado, del que vamos a disfrutar ya hasta la vuelta a este mismo
lugar. Hacemos un breve descanso para esperar a los más rezagados, aprovechando
quien quiere para echar un bocado; otros, con la contemplación ya tenemos
bastante.
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Una de las bellas imágenes de la jornada |
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Candanchú |
Una corta, pero pronunciada
cuesta, nos da paso a pisar más llano para ir ganando terreno al ancho barranco,
que no dejaremos ya hasta la llegada al ibón, en cuya antesala nos detenemos
para admirar su ausencia, para disfrutar su ausencia, para contemplar su
ausencia. Su ausencia visual, porque estar, está, bajo una capa de nieve y
hielo que deja la lámina blanca y serena, al abrigo de los fríos del invierno, y
a la espera del despertar primaveral. Bajamos hacia su cuenca, y en un lugar
junto a unas rocas, antes de llegar a lo que se presume la orilla paramos para
echar un bocado, aunque alimentan más las risas y las conversaciones que el
propio bocadillo.
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Llegando al ibón |
Aquí vendría el espacio y el
tiempo para magnificar la ya extrema belleza del entorno, pero como seguro no
haríamos justicia, nos remitiremos a las palabras con las que abríamos. Pero aun
así no nos resistimos a decir que el paisaje estaba sencillamente espectacular,
la magia que le confiere la nieve bajo un cielo totalmente azul es algo difícil
de igualar.
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Al comienzo del regreso, con los dos grupos a la vista |
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Otra de las bellas panorámicas del día, sobre Bernera |
Para el regreso estaba previsto
que se partiera el grupo en dos. Los que van más justos pudieron disfrutar
volviendo por el mismo itinerario, y otra parte, como la mitad, subíamos una
pronunciada cuesta para encaramarnos al cordal que cierra el barranco por el
norte, y que se da en llamar la Mujer Muerta, desde cuyos 1857 metros, 80 por
encima del ibón, ofrece unas vistas extraordinarias sobre las montañas cercanas
y no tan cercanas. Por ejemplo el Midi d’Ossau, el Balaitus y las Frondiellas,
el Anayet y su familia, Collarada y la suya, Aspe y la suya… todo muy familiar.
Sin perder de vista también al grupo que ocupaba el fondo del barranco. Al
final del recorrido por las alturas, nos uníamos a él al filo de la güega, para
continuar ya el descenso todos juntos. Bosque de hayas, Escouret, puente de
Gave d’Aspe y Sansanet.
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Bajando de la Mujer Muerta |
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Ya de vuelta, en un claro del hayedo |
De este modo, se concluía una
jornada de montaña en la que compartíamos caminar y camino con las gentes de Os
Andarines d’Aragón y con la belleza blanca de estas montañas. Con un grupo tan
numeroso, los tiempos desarrollados siempre son inferiores a cuando se va un
grupo reducido, pero es otra forma de disfrutar, porque al final es de lo que
se trata. En el caso de hoy le hemos metido 5h 30’ de tiempo total, del que 3
horas han sido en movimiento, para recorrer 8,8 km, y salvar un desnivel
acumulado de en torno a 690 metros D+/-. Definitivamente, un día para recordar,
y más por parte de aquellos andarines menos acostumbrados a hacerlo “por estos
andurriales”.
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