IXOS MONSErmita de la Espelunga (1350 m)Domingo, 30 de diciembre de 2018
Terminamos el año con otra ruta
en olor de santidad. En este caso vamos tras los pasos de San Beturián, que de
joven cruzó los Pirineos desde su Italia natal huyendo de los pecados de la
carne y de la fama de santón que había adquirido. Buscó en nuestras montañas un
lugar de soledad y recogimiento, y lo halló a los pies de la Sierra Ferrera, que tiene en la Peña Montañesa su máximo
exponente. Allí, en la ermita de la Espelunga (cueva en castellano), uno
de los mejores ejemplos de ermita rupestre del Alto Aragón, vivió, hasta que lo
hicieron abad del monasterio de San Martín de Asán, que posteriormente le dio
nombre el susodicho Beturián, o Victorián, durante siglos considerado como
centro político, económico y espiritual, controlando más de 50 localidades
cercanas y menos cercanas, dotado también de panteón real.
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Monasterio de San Beturián |
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Petronila y Ramón Berenguer IV |
Uno, que no cree en las
casualidades no sabe cómo llamar a esta visita que a través de una,
aparentemente, fortuita llamada telefónica un amigo le propuso ayer. Ayer, que
nos hacíamos presentes en San Juan de la Peña, auténtico símbolo del Reino de
Aragón, hoy lo hemos hecho en San Beturián, su homólogo en el Sobrarbe, otra
tierra de pasado convulso y del que están orgullosos no solo los sobrarbenses,
sino Aragón entero. Así es que… hoy también de reyes y clérigos, que hicieron
posible la reunión entre Ramiro el Monje y Ramón de Berenguer IV para pactar la
unión entre éste y la hija de aquél, doña Petronila, lo que posteriormente
daría lugar a la Corona de Aragón.
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Al comienzo de la ruta |
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Progresando por las margas |
Pero dejemos la historia a los
historiadores. Nosotros a lo nuestro. Hay que confesar que la salida de hoy era
mucho más ambiciosa, ya que desde la ermita se pretendía conectar con lo alto de
la Sierra Ferrera, pero ha sido imposible debido a lo vestido del supuesto
sendero. De modo que nos hemos tenido que conformar con la mística visita, que
no ha sido poco, aunque nos ha sabido a poco. Del monasterio de San Beturián
parte el PR-HU 43, que en buen estado, nos conduce al rupestre eremitorio del
santo que dejó su huella por estos dominios.
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Ermita de San Antón |
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La Fueva se despereza poco a poco |
Tras una breve rampa encementada,
el sendero comienza con un tramo guarreado por los barros, siguiendo por otro
que atraviesa unas margas. A los diez minutos se alcanza la ermita de San Antón,
de reciente restauración, donde parte otro sendero para visitar O Castellar, un
cabezo que corona el lugar. Nuestro sendero nos viste de bosque, la magia de
las carrascas nos inunda y nos transporta en el discurrir por él. Cruzamos el
barranco de la Banera, para continuar por el bosque. Pasamos por un lugar
señalado como de la Piedra de San Beturián o de la Espelunga, conocida como “la
campaneta” que tiene su leyenda basada en el uso que le daba nuestro santo del
día.
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Carrasca, las dueñas del lugar |
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La magia del bosque |
El camino, que hasta ahora venía
calmo, se empieza a empinar. Se pasa por el “corral de los caballos”, que no
hay que explicar mucho de qué va, y tras superar unas cortas zetas se alcanza
ya la ermita rupestre de la Espelunga, donde se dice que vivió San Beturián
antes de ser nombrado abad del monasterio que luego llevó su nombre. Consta de
dos edificios contiguos. El primero es la casa del ermitaño y el siguiente el
recinto sacro. Las vistas que nos ofrece este lugar sobre la Fueva, son tan
espectaculares como el propio entorno. Fácil es de ver alguna pareja de buitres
a la espera de las térmicas que les hacen ascender sin esfuerzo en busca del pan
nuestro de cada día.
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En busca del imposible horizonte |
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Ermita de la Espelunga |
Nuestras intenciones de continuar
barranco arriba en busca de la loma de la Sierra Ferrera se ven frustradas por
la imposibilidad de hacernos con el supuesto camino que emprendemos y que
pronto abandonamos ante la dificultad de progresar por él, de modo que de
nuevo al místico lugar para seguir disfrutando de él y del sol de estos
primeros días de invierno. La mañana va avanzando, y mucha es la gente que se ha puesto hoy como objetivo llegar
hasta aquí, ya van llegando, así que hay que ir dejando sitio.
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O Castellar, amparando la ermita de San Antón |
Una feliz mañana, pasada entre lo divino y lo humano, en buena compañía por caminos de santidad, en la
que hemos recorrido algo menos de cinco kilómetros en hora cuarenta minutos,
con 360 metros D+/- de desnivel acumulado, por las benditas tierras del
Sobrarbe, al amparo de la montaña mítica de las Sierras Interiores de sus Pirineos.
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