Monte Pano
Sábado, 29 de diciembre de 2018
Caminos de reyes y clérigos. Sí. Monte
Pano, tremendo sinclinal, conjunto de conglomerados por las fuerzas orogénicas,
como conglomerado ha sido el devenir de la convulsa historia de nuestra tierra
que, según los estudiosos nació por estos lares, en una conjunción de poderes
de reyes y clérigos en curiosa simbiosis. Mientras los primeros conquistaban
territorios al “invasor”, se los iban cediendo a los segundos para su
repoblación cristiana, y estos a cambio ungían a los primeros, los coronaban
por la gracia de Dios, y oraban por ellos en las batallas y en sus panteones
tras salir derrotados de ellas.
Iglesia de Santa María, de Santa Cruz de la Serós |
San Salvador y Cuculo |
Nadie con quien compartir esos
tres grados bajo cero por las calles de Santa Cruz de laSerós, un lugar
encantador que ha sabido sobrevivir en el paco de este Monte Pano, una sierra
también encantadora y encantada, por toda la historia y leyendas que sus lomos
y entresijos han cobijado en el último milenio. La idea era subir a los
monasterios pinatenses y volver por Cuculo, pero al pronto de salir, unos
disparos de escopeta, provenientes precisamente de esa parte, nos hacen cambiar
de planes, hay que procurar no toparse con la gente que esgrime sus razones
colgadas al hombro.
En busca del sendero |
Camino empedrado |
El crujir de nuestros pasos nos lleva
a abrazarnos unos metros al domesticado ya barranco de Carbonera para tomar el
sendero dirección a los monasterios. Un sendero franco, que ya desde el
principio te enseña sus cartas, porque no da tregua. Va subiendo y subiendo por
el canto de unos campos primero, hasta que ya se decide a meterse en una de las
entrañas de esta sierra, por un barranco que no tiene para nombre en los mapas,
al mismo tiempo que pasa junto a un horrible poste de luz y un cartel que
anuncia la entrada en el ENP Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y Monte
Oroel. El camino discurre los siguientes compases por el bosque, un camino
calzado, y al que le preguntamos por los trasiegos, por las idas y venidas de las
gentes de aquellas épocas, pero se ha quedado sin voz.
Cuatro caminos |
Llegando al mirador de San Vicente |
Nos sorprende una sirga
recientemente instalada que, asida a la pared, también nos tendría que decir de
qué nos protege, porque no lo vemos. Continuamos subiendo y alcanzamos un cruce
de cuatro caminos, el que traemos, los dos monasterios y Atarés. Optamos por
seguir hacia el nuevo, al que antes de llegar nos volvemos a encontrar otro
cruce con otras cuatro direcciones la que traemos, la del mirador de San Voto,
la del Monasterio Nuevo y la del mirador de San Vicente, a donde nos dirigimos.
Si este monte en sí mismo es mágico, una parte de él también lo es. Estamos en
un lugar con una proyección visual sobre todo el eje pirenaico excelente,
especialmente en días como hoy. Es lo que tienen de atalaya las Sierras
Exteriores del Pirineo.
Nadie en los alrededores, con la única compañía que la
del monte y su compleja vida continuamos por el sendero de la cornisa en
dirección a las antenas, aunque nos conformamos con llegar hasta la pista, para
descenderla hacia la pradera de San Indalecio donde, tras el incendio de 1675 decidieron
enclavar ese Monasterio Nuevo, con el que conseguían dejar atrás los fríos y
humedades del Viejo, aunque no duró mucho, porque en siglo y medio se abandonó
en las desamortizaciones del siglo XIX. Otra piedra más en el conglomerado de
la historia.
Restos de la ermita de Santa Teresa |
Disfrutamos atravesando el Llano
de San Indalecio. Nos dirigimos hacia esa balsa recuperada, punto de arranque
del camino que nos sube a los restos de la ermita de Santa Teresa y su mirador
sobre la solana de este enorme sinclinal. Tras un breve momento de recogimiento
y contemplación, tomamos el sendero que, más limpio que otras veces, nos
conduce coqueteando con la cornisa en dirección oeste por entre carrasca y
monte bajo, obteniendo una extraordinaria vista sobre el conjunto pinatense al
pasar a su altura.
La Peña Oroel, otro sinclinal del Paisaje Protegido de San Juan de la Peña |
Vistas desde el mirador de San Voto |
El sendero nos deja en la pista
asfaltada de San Salvador, que tomamos en dirección ya a San Indalecio. Poco
antes de llegar visitamos el pozo nevero, junto al que sale el desvío para
llegar a los restos de la ermita de San Voto y su cercano mirador, a donde nos
llegamos, para disfrutar de las vistas que nos ofrece sobre Cuculo y los
paredones que dan sombra a los dominios de Santa Cruz de la Serós. De vuelta,
tomamos ya el sendero que nos baja al Monasterio Viejo, que termina en unas
escaleras metálicas que te dejan en la carretera, y con un paso de cebra
continuar hacia abajo, pero queremos llegarnos hasta ese antiguo enclave
pinatense cuyos orígenes están sumidos en los vapores de la leyenda.
Monasterio Viejo de San Juan de la Peña |
La magia hecha camino |
Una vez rendido cumplido homenaje
visual, ahora sí, tomamos el sendero con dirección al punto de salida. Un
delicioso recorrido por el bosque nos acerca a ese cruce de cuatro caminos,
donde nos unimos al itinerario de subida, haciéndolo común ya hasta Santa Cruz,
a donde llegamos tras algo más de 4 horas de tiempo total, del que poco más de
3 han sido en movimiento, para recorrer 11,7 km y 880 metros de desnivel
acumulado D+/-, en una mañana que ha despertado el interés de mucha gente allá
donde se llega en vehículo, pero que hemos disfrutado en solitario por un
solitario monte, que vale más por lo que calla que por lo que dice.
Más imágenes.
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