IXOS MONS
GR 15 Oto - Yésero
Sábado, 7 de enero de 2017
Damos los últimos coletazos a
estas azules navidades, que no blancas como correspondería. Azules por el
cielo, permanentemente azul, cansinamente azul, monótonamente azul, aunque
cierto es también que agradablemente azul, con unas temperaturas, especialmente
por las alturas, de una suavidad inusitada. Partir del fondo de los valles a varios
grados bajo cero, e ir subiendo cientos de metros de desnivel, a la par que lo
hace el termómetro, hasta ponerse en marcha el dígito de la decena, es algo que
nos está ofreciendo este comienzo de invierno, y que no podemos dejar pasar. Los
técnicos lo llaman inversión térmica. No importa mucho, lo verdaderamente
importante es aprovecharlo. La montaña nos llama. Vamos.
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Saliendo de Oto |
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Yosa, uno de los cientos de pueblos abandonados del Pirineo |
En esta ocasión, hemos elegido un
tramo, que ni siquiera la etapa entera, del GR 15. La que va de Broto a
Biescas, pero capándola en los extremos, para quedarnos con la parte central,
para quedarnos con la esencia misma. Le hemos quitado algo de distancia, pero poco desnivel. Partiendo de Oto y con final en Yésero,
pasamos por dos de esos pueblos abandonados, como son Yosa (de Broto) y Otal.
Dos ejemplos de los cientos que hay en nuestro Pirineo, cuyas lágrimas van cayendo en forma de piedras desencajadas, de desolación y abandono, un abandono por parte de sus habitantes
que, ignorados por los tiempos y sus próceres, marcharon buscando algo mejor… o
simplemente algo, dejando sus casas, sus raíces, su pasado, todo por lo que
habían luchado generaciones y generaciones. Hoy, transitamos por sus calles,
nos asomamos a sus ruinas, nos trasladamos a la memoria de esos duros inviernos
menos azules que los actuales, más blancos que los actuales, en los que el
hogar era el centro de la casa, y los mayores la autoridad de la familia.
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Caminos de viejo |
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Recorriendo esos viejos caminos |
Los integrantes de esta
expedición somos Toño, Carlos, Olga, Sara, Marisa, Eva, Isabel, Manuel, Blanca,
Javier, Abel, Pepe y servidor picapedrero, en busca de los pasos perdidos. Con varios grados bajo cero, como
decimos, pero a punto de entrar ya el sol en el barranco de Yosa, comenzamos en
Oto esta ruta que promete, esta ruta recientemente remarcada como Sendero
Turístico de Aragón, que forma parte del GR 15 o Senda pre pirenaica, y que
como hermana pequeña del GR 11 que va por los más altos cuellos de la
cordillera, el GR 15, también los tiene, pero a menor cota, circulando por la
cintura de estas montañas, pero recorriéndolas del mismo modo de muga a muga de
los territorios vecinos. Hoy nos adentramos en tierras del Sobrepuerto, por las
más altas, por su arco norte, por unas montañas calladas, replegadas sobre sí
mismas.
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Bancales de Yosa |
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Pura resistencia |
Desde Oto, un camino entre los
campos que reposan bajo la cencellada nos va subiendo sin apenas darnos cuenta,
hasta que los abandonamos y nos metemos por el bosque, donde sí empezamos ya a
darnos cuenta, pero siempre con nuestra primera cota a la vista, ese puerto de
Yosa encima del pueblo, de este pueblo abandonado, al que llegamos tras hora y veinte. Como todas las aproximaciones
a este tipo de pueblos, también ésta es impactante. Cantidad de casas
espaldadas, entre las que destaca un erecto muro, sostenido por las piedras
angulares y sus ganas de sobrevivir. Levantando la vista de los montones de
piedras, los 1.345 metros de altitud de este pueblo permiten ver laderas
enteras aterrazadas, de las que no sin trabajo extraían los recursos de la tierra. Por encima
de ellas, una buena parte de esos dioses del Pirineo, las Treserols rompiendo
el horizonte más lejano. Este Yosa, abandonado en la década de los sesenta, lo
fue sin que sus habitantes hubieran conseguido tener agua corriente ni luz en las
casas; de accesos ni hablamos.
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Un alto en Yosa |
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Monte sin nombre, cuál os gusta? |
Pero nosotros seguimos por el
sendero, hasta alcanzar ese puerto que separa ambas vertientes, la del barranco
de Yosa y la del de Otal, a donde nos dirigimos tras una breve parada en este
privilegiado alto, favorecido por unas extraordinarias vistas sobre ese Gran
Norte. Aún hay quien se aventura a subir a esa pequeña cota, hermana de la
siguiente, del cordal que apunta al Manchoya por el sur, a través del Cotonal, y
que pasaron desapercibidas a los ponedores de nombres. Ésta primera está
habitada por un tótem de piedra seca, que bien resiste los airados embites del
cierzo. El Manchoya, con sus 2.035 metros es el punto más elevado de la sierra
que lleva su nombre, y que forma este extraordinario Arco Norte de Sobrepuerto, en cuyas laderas se asienta Otal. Otros montes significativos de este cordal son el Cotonal
(1.986 m), Pelopín (2.007 m), Peña Ronata (1.943 m), Pico Yésero (2.005 m) y Erata
(2.002 m).
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En un collado previo al puerto de Yesa |
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Comenzando el blanco descenso hacia Otal |
Agrupados, y con los primeros
compases sobre nieve, comenzamos pues el descenso hacia Otal, al que llegamos
en tres cuartos de hora, a través de bancales y un último tramo de bosque,
cruzando el barranco de Artosa, tras haber pasado junto a un gran abrevadero. La
entrada a este pueblo es sobrecogedora, el deambular por sus calles plagadas de
piedras, cada una con su historia, es un ejercicio de respeto y de admiración
por todo lo que han vivido. Pero hoy, una sensación indescriptible nos embarga.
Hoy, Otal no está solo, todavía hay una chaminera que tira fumo. Se trata de la
casa O Royo, habitada discontinuamente por un amante de la soledad, que la
busca por estos pagos, y vive Dios que la encuentra. No es la primera vez que
damos con él, en pasadas visitas también estaba, y con la misma amabilidad de
siempre nos ofrece una visita guiada.
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Otal |
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Nave destechada. Imagen de abril 2015 |
Hay dispersión en el grupo, otras
casas, aunque con cuidado son visitadas. Pero en una sí que coincidimos, en la recién
restaurada iglesia mozárabe de San Miguel, desde donde arrancamos el ascenso al
puerto para continuar con nuestra ruta, cruzando esa pista recién arrancada al
monte, y de dudosa utilidad. Una vez llegados a ese puerto, que nos da ya vista
al norte, el sendero se torna camino, hasta el collado de Erata, por el que volvemos
a pisar nieve, abandonando ya este cordal para comenzar el descenso hacia
Yésero, con el barranco de Espierre a nuestros pies, al que se puede acceder por
sendero desde la collada de su nombre, y que nosotros abandonamos para meternos
ya en el bosque, en lo que se convierte en trocha de madera, vertiginosa en
algún tramo, hasta llegar a nuestro destino, que lo hacemos a las cuatro en
punto.
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Parroquial de San Miguel, restaurada |
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Collado de Erata |
Hemos dejado un vehículo en
Yésero, marchando hasta el arranque de Oto con otros tres, de modo que los
cuatro conductores se adelantan para ir ganando tiempo, un buen puchero nos
aguarda en el Último Bucardo de Linás de Broto, en donde nos reunimos en torno
a mesa y mantel pasadas las cinco de la tarde, con más hambre que el perro de
un ciego, y que pronto se nos pasa al dar buena cuenta de esos pucheros de
garbanzos que entran sin apenas masticar.
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Tras la divisoria, de nuevo la nieve |
Una extraordinaria travesía, con
magníficas vistas y en muy buena compañía, a la que le hemos metido 6h 50’ de
tiempo total, del que 5h 35’ han sido en movimiento, para hacer 17,6 km, y
salvar un desnivel acumulado de 1.655 D+ y 1.415 D-.
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