Monte de Santa Eugenia
Sábado, 1 de marzo de 2014
Hay que saber contar casi hasta
70 para llevar la cuenta de las vueltas y revueltas que tiene el sendero que
sube a este monte. En las primeras ya perdemos la cuenta. Barro, mucho barro
por abajo, y nieve, más cuanto más arriba. Es lo que nos hemos encontrado hoy
en este monte, que aunque viene en los mapas no se puede decir que sea uno de
los más visitados de la zona.
Desvío para cruzar el barranco Serés |
Partimos del abrevadero de la
Tiña de Barrio, y tomamos la pista que sube por el barranco de Serés, hasta la
primera curva, donde junto a un viejo cartel forestal sale un sendero que nos
ayuda a cruzarlo. El itinerario sigue hacia el norte. Se trata de un ancho
camino tapizado de charcos más anchos todavía, que para evitarlos hay que pasar
por entre las aliagas que pacientes esperan la llegada de mejor tiempo para
ofrecernos sus amarillas flores cuya fragancia trasciende el ambiente.
Desvío para tomar el sendero del monte |
Hay que andar atentos para ver un
hito a la izquierda de la marcha, que nos indica que hay que abandonar los
barros del ancho camino para tomar los barros de estrecho sendero, que tomamos
con la esperanza de que cambie el piso y encontremos otro de mejor drenaje.
Unas decenas de metros abducidos por los cables de alta, y nos metemos ya en el
bosque. Un bosque que, debido a la temperatura, anda destilando su carga de
nieve, con unos gotones que se meten por donde quieren, y tú no quieres, o
directamente con el emplasto entero de nieve, que va a su bola… de nieve.
Ruinas de bordas pasto de los elementos |
Vamos recorriendo este sendero,
que va cosiendo la falda del monte. Un delicioso camino recuperado no hace
mucho tiempo, que hace las delicias del que lo acaricia, del que lo saborea,
del que lo respira. Varias veces lo hemos recorrido, y siempre con las mismas
sensaciones, y no son otras más que las de la relación de tú a tú con todo lo
que te vas encontrando al paso. En esta ocasión, conforme vamos subiendo vamos
encontrando más y más nieve, en el suelo, en las ramas. En estas circunstancias,
es la vida contenida la que en su lento latir va acompañando nuestros pasos.
Una curva, otra curva, y otra, y
otra más… Se van sucediendo. Cada una distinta a la anterior, cada rincón distinto al anterior. Los 350
metros de desnivel que salva este sinuoso camino están impregnados de una
belleza que no compartimos con nadie en estos momentos, de una belleza que
alimenta continuamente nuestros sentidos. Y el regalo del silencio para
nuestros oídos.
Collado de Serés |
Algún claro del bosque nos
permite ver que lo que se está aproximando también quiere hacerse presente,
también quiere formar parte del paisaje. Las nieblas suben, y permiten que
comience a nevar. Una nieve que se va convirtiendo en lluvia, que nos acompaña
hasta el collado, donde emprendemos la bajada por la pista. Y que nos sigue
acompañando. Incluso en la parada que hacemos para ver de cerca esa cabaña de bóveda
circular que sorprende por su buen estado de conservación.
La lluvia persiste. Nuestros
pasos siguen marcando huellas en la nieve, y más abajo en el barro. La opción
de bajar por el sendero la descartamos, es un auténtico cenagal. Poco a poco
vamos llegando de nuevo al puente Oliván, donde cerca ya tenemos el vehículo.
Una mañana francamente mejorable
en lo meteorológico, pero que no ha impedido disfrutar del medio. En total,
unos 12 km, con 550 metros de desnivel positivo acumulados, y los mismos para
bajar. Todo ello en unas tres horas y media de relax…húmedo relax.
El reportaje completo de fotos,
en:
El trac, en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario