Barranco de los Meses
Martes, 4 de marzo de 2014
El murmullo del silencio choca
con nuestros oídos. El murmullo del silencio enmudece nuestra garganta. El
murmullo del silencio nos captura el alma. El murmullo del silencio.
Los señores del bosque se han
aliado con los elementos. Los señores del bosque nos ofrecen su espectáculo.
Los señores del bosque se visten de blanco. Los señores del bosque.
El murmullo del silencio. Los
señores del bosque. Hielan nuestra respiración, y no sólo la nuestra, también
la de esos seres que soportan en sus ramas ese regalo, blanco regalo, que hora
tras hora se va depositando en ellas, que las dobla, que las cuartea, que las
pone al límite, y que cuando se ven desprovistas de él, cuando se ven
desprovistas de esa carga, como las personas, les es permitido crecer,
elevarse, disponerse a nuevas dificultades, a nuevos retos.
Hoy ha sido uno de esos días en
el que hemos podido ser testigos de tan magno espectáculo. La visita, la
incursión a un bosque, en cualquier época del año, siempre tiene una componente
sobrecogedora, pero en invierno, con el entorno completamente nevado,
hundiéndote hasta la rodilla, y en algún momento mucho más, aun con raquetas,
es algo que raya en la profanación de lo sagrado, es algo que raya en el
sacrilegio.
El temporal número, ya hemos
perdido la cuenta, de este invierno se ha cebado con estos valles, se ha cebado
con estos montes, y nos ha dejado unas carreteras imposibles, pero siempre hay
algo que se puede hacer. Nunca se puede decir que nada se pueda hacer. La
inutilidad es lo único inútil. Y ahí estamos, en busca de ese algo que nos
permita disfrutar, como siempre, como nunca. Hoy la echamos al barranco de los
Meses.
Vueltas y revueltas. Ramas
cruzadas soportando el peso del tiempo nevado. Extraña sensación, entre
privilegio y allanamiento, entre desbordar y sentirnos desbordados. Momentos
mágicos. Fuente de la Pajeta, y en el cruce del sendero que accede por el sur a
la pista de Villanúa, un enorme árbol vestido de paisaje nos da el pego y nos
hace desviarnos más a la izquierda de lo debido, teniendo que acceder a la
pista a través de un inclinado talud cuyo manto nevado nos acoge hasta la
cintura.
Las primeras decenas de pasos que
nos encaminan pista arriba son suficientes para apercibirnos del desvío real
por el sendero del bosque, que por cierto, es GR 11.1, y que yace bajo una
gruesa capa de nieve, pero cuya clave vamos descifrando tras haber tomado la
decisión de no subir a Gabardito. Unos metros más abajo volvemos sobre nuestros
pasos de subida. De nuevo la fuente de la Pajeta y a seguir nuestras propias
huellas que se van disimulando por la acción de la ventisca reinante.
Cruce del barranco. Viveros, y
salida ya a la carretera, para meternos en el pueblo y, tras palear un poco,
poder sacar el coche. Los 4,25 km, con
apenas 350 metros de desnivel positivo acumulado, no hacen justicia, se quedan
cortos, muy cortos, considerando lo penoso que resulta ir abriendo huella cada
uno de esos metros, solamente compensado por esas dos horas y media de magia
sostenida que le hemos metido vestidos de paisaje.
El reportaje completo de fotos,
en:
El trac, en:
precioso día para gossar, me encanta veros como el séquito de Papá Noél pero en Marzo!
ResponderEliminarPues ya ves, ahora casi con bañador. Gracias Cacatúa.
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