domingo, 9 de marzo de 2014

Barranco de los Meses

RAQUETAS
Barranco de los Meses
Martes, 4 de marzo de 2014



       El murmullo del silencio choca con nuestros oídos. El murmullo del silencio enmudece nuestra garganta. El murmullo del silencio nos captura el alma. El murmullo del silencio.

             Los señores del bosque se han aliado con los elementos. Los señores del bosque nos ofrecen su espectáculo. Los señores del bosque se visten de blanco. Los señores del bosque.

            El murmullo del silencio. Los señores del bosque. Hielan nuestra respiración, y no sólo la nuestra, también la de esos seres que soportan en sus ramas ese regalo, blanco regalo, que hora tras hora se va depositando en ellas, que las dobla, que las cuartea, que las pone al límite, y que cuando se ven desprovistas de él, cuando se ven desprovistas de esa carga, como las personas, les es permitido crecer, elevarse, disponerse a nuevas dificultades, a nuevos retos.


            Hoy ha sido uno de esos días en el que hemos podido ser testigos de tan magno espectáculo. La visita, la incursión a un bosque, en cualquier época del año, siempre tiene una componente sobrecogedora, pero en invierno, con el entorno completamente nevado, hundiéndote hasta la rodilla, y en algún momento mucho más, aun con raquetas, es algo que raya en la profanación de lo sagrado, es algo que raya en el sacrilegio.

            El temporal número, ya hemos perdido la cuenta, de este invierno se ha cebado con estos valles, se ha cebado con estos montes, y nos ha dejado unas carreteras imposibles, pero siempre hay algo que se puede hacer. Nunca se puede decir que nada se pueda hacer. La inutilidad es lo único inútil. Y ahí estamos, en busca de ese algo que nos permita disfrutar, como siempre, como nunca. Hoy la echamos al barranco de los Meses.

           Dejamos el vehículo en la plaza de Canfranc pueblo, junto a ese vagón de tren que añora otros tiempos, quizá más austeros, quizá más felices, cuando todo era más sencillo, cuando se llamaba a las cosas por su nombre. Tras cruzar la carretera nos encaminamos ya hacia el abrazo con ese fluir del agua por el fondo del barranco. Y comenzamos atravesando esos viejos viveros forestales para tomar el sendero que tras cruzarlo nos invita ya a formar parte de ese bosque. Bosque blanco. Bosque inmaculado. Bosque por el que nos gustaría levitar para no alterar lo establecido.

            Vueltas y revueltas. Ramas cruzadas soportando el peso del tiempo nevado. Extraña sensación, entre privilegio y allanamiento, entre desbordar y sentirnos desbordados. Momentos mágicos. Fuente de la Pajeta, y en el cruce del sendero que accede por el sur a la pista de Villanúa, un enorme árbol vestido de paisaje nos da el pego y nos hace desviarnos más a la izquierda de lo debido, teniendo que acceder a la pista a través de un inclinado talud cuyo manto nevado nos acoge hasta la cintura.

            Las primeras decenas de pasos que nos encaminan pista arriba son suficientes para apercibirnos del desvío real por el sendero del bosque, que por cierto, es GR 11.1, y que yace bajo una gruesa capa de nieve, pero cuya clave vamos descifrando tras haber tomado la decisión de no subir a Gabardito. Unos metros más abajo volvemos sobre nuestros pasos de subida. De nuevo la fuente de la Pajeta y a seguir nuestras propias huellas que se van disimulando por la acción de la ventisca reinante.

            Cruce del barranco. Viveros, y salida ya a la carretera, para meternos en el pueblo y, tras palear un poco, poder sacar  el coche. Los 4,25 km, con apenas 350 metros de desnivel positivo acumulado, no hacen justicia, se quedan cortos, muy cortos, considerando lo penoso que resulta ir abriendo huella cada uno de esos metros, solamente compensado por esas dos horas y media de magia sostenida que le hemos metido vestidos de paisaje.



  

El reportaje completo de fotos, en:

El trac, en:




2 comentarios:

  1. precioso día para gossar, me encanta veros como el séquito de Papá Noél pero en Marzo!

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    1. Pues ya ves, ahora casi con bañador. Gracias Cacatúa.

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