martes, 11 de marzo de 2014

El Real del Mascún

IXOS MONS
El Real del Mascún
Sábado, 8 de marzo de 2014



            Hoy no bastan las palabras para describir esta ruta, también son necesarios los silencios. Todo forma parte de la misma partitura. Una partitura hecha con el afán del tiempo, con el afán del espacio, con el de los elementos, también con el nuestro propio. Hoy queremos ir reduciendo esa gran deuda que tenemos con una de las sierras más bellas, más inquietantes, más misteriosas, más olvidadas, del pre Pirineo. Surgencia del Mascún, dolmen de la Losa Mora, despoblados de Nasarre y Otín, fantásticas formaciones pétreas formando espectaculares parajes naturales… todo ello en una de las circulares más emblemáticas. Hoy nos vamos a recorrer el Real del Mascún, en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara.

El Delfín del Mascún
            Pocos somos. A más nos toca. Con Sara y Javier vamos a partir de Rodellar, ese paraíso de la escalada deportiva a escala internacional, donde gente de muchas y lejanas procedencias vienen a colgarse por estas paredes, vienen a quitarse las manías a este singular lugar que ofrece cielo abierto, agua, sol, roca, abismos y amistad. Ofrece un sin fin de vías de todas las dificultades. Ofrece exigencia y exige compromiso. No defrauda. Todos vuelven.

            En una serena mañana de este recién estrenado anticiclón, de su mano lo vamos a acompañar por estos montes, que tantas batallas han vivido. Tristes montes que no terminan de recuperarse de la última de ellas, de la despoblación. Unos montes que desde hace milenios viven inquietos, sienten no envidia, no, admiración, se miran, se reflejan en la cordillera madre, como lo vamos a hacer nosotros.

Sector del Camino
            Nos dirigimos al barrio de la Honguera para atravesar un breve espacio de curiosas areniscas y tomar el sendero que nos baja al lecho del barranco del Mascún, de un agonizante ya Mascún que con sus 14 km de longitud está a punto de rendirse al Alcanadre unos cientos de metros más abajo. Un Mascún que en época de estiaje se refresca sólo con las aguas de su fuente, lugar privilegiado a donde se asoma eternamente ese delfín de las rocas, tan característico. Las paredes duermen en su ingravidez, duermen, a la espera de sus arañas humanas.

Camino del dolmen
            Antes de llegar a ese escape de las aguas freáticas, ya tenemos que descalzarnos para cruzar el río. Y observamos que por encima de la surgencia, otrora cauce seco, hoy no lo es, tenemos que volver a descalzarnos una y otra vez más hasta toparnos con la circular, a la que entramos y de la que saldremos en este mismo punto. Uno de los indicadores del parque así nos lo señala, a la izquierda Nasarre, a la derecha Otín. Iremos por el primero y volveremos por el segundo. Algo más de una hora desde el arranque. Nos metemos pues al barranco de Andrebod, por el que vamos tomando altura acogidos por el frescor de la umbría, y al término del cual encontramos otro cruce, con el desvío al barranco de Barrasil a la izquierda. Pero nosotros continuamos por nuestra derecha, bajo unas paredes de roca que albergan milagrosas formas de vida disfrazadas de carrascas.


            Ligera pendiente hasta dar con el collado, que nos vuelve a ofrecer alternativas. Pero antes, pequeño desvío a la derecha para la obligada visita al dolmen de la Losa Mora, vestigios de la cultura funeraria de los pastores neolíticos, que hace cinco milenios poblaron estos montes. Buen lugar para vivir. Buen lugar para morir. Buenas vistas para disfrutar, en una vida que se nos antoja no muy cómoda. Historia que entreteje las leyendas, que nos hablan de pastoreo, que nos hablan de brujas, tesoros, seres fantásticos, y ganas de que todo ello perdurara en el tiempo.


Ventanal
            Dos horas y media hasta abandonar este extraordinario lugar. El desvío mencionado nos ofrece la posibilidad de llegar hasta Otín sin pasar por Nasarre, pero no caemos en esa tentación. Nasarre, y su recién restaurada iglesia, nos esperan. Total, tan sólo media hora en llegar y nos encontramos con esa joya del románico, algo alejado del núcleo original del endemismo artístico denominado como “románico del Gállego”, según explica Antonio Gª Omedes en su nutrida web http://www.castillodeloarre.org/HU-Jacetania/99006-Nasarre1.htm. El templo, bajo la advocación de San Andrés, fue restaurado a finales del siglo pasado por el Gobierno de Aragón, y declarado de Bien de Interés Cultural. Está compuesto por una nave única, terminada en ábside de tambor, con la decoración larredense de arcos ciegos y friso de baquetones. En su interior se puede apreciar, en la cabecera de la nave, el altar; en un lateral, la sacristía, en cuya entrada vemos restos de frescos, con un ventanal de medio punto dovelado; a los pies, una gran pila bautismal, y una losa que bien podría ser la tapa de un sarcófago; de ambos laterales salen cuatro estribos como soportes de una entre planta que otrora albergara un pequeño coro. El exterior está custodiado por un minúsculo cementerio.

Bajorelieve
            A pocos metros se encuentra este despoblado, que está situado en una soleada planicie a caballo entre las cuencas del Alcanadre y del Mascún, donde destaca una de las casas en cuyo pórtico de entrada figura un bajo relieve con la inscripción “Pedro Campo ano 1770”, bajo unos adornos florales. Mediodía del sol.

          Volvemos sobre nuestros pasos. Estamos en el GR 1, también llamado Sendero Histórico, por estar jalonado de localidades que durante la Alta Edad Media fueron importantes plazas fronterizas: marca hispánica en Cataluña y cuna de los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y León. Sin perder de vista las nevadas cumbres pirenaicas, nos lleva al barranco de Vellanuba, donde nos encontramos con la pardina del mismo nombre. Un conjunto de casa y bordas, que se rinden al olvido en penosa situación de abandono, donde la inscripción de “Martin Lardies, año de 1870”, pervive todavía al paso del tiempo.

Pardina de Vellanuba
            Enseguida vemos ya lo que queda de Otín, otro despoblado hijo de la nefasta década de los sesenta del siglo pasado, en la que la búsqueda de algo mejor, en la que la llamada de la floreciente industria, en la que el desprecio por parte de las administraciones hacia estas gentes, su forma de vida, sus tierras, sus animales, sus casas, sus enseres, su historia, sus ancestros, sus referencias, hicieron posible este desmesurado erial humano. Jirones de historia en manos del tiempo, en la nebulosa de la memoria. Que me pierdo.

Interior de una casa en Otín
            Nosotros a lo nuestro. Bocado y trago, ¿qué vas a hacer? El track que vamos siguiendo nos lleva por innecesario camino para salir del pueblo, y que nos acerca a las no menos abandonadas casas del barrio del Barranco, donde se nos vuelve a encoger el alma, pero es por poco tiempo, porque enseguida pasamos por una zona donde se nos ensancha, una zona con enormes seres vestidos de carrascas, con sus ramas retorcidas que han albergado el viento durante cientos de años. Si te hacen enmudecer, hay dos en concreto que te cortan la respiración. Te da apuro ver lo que ellas ven, te da apuro respirar lo que ellas respiran, imposible sentir lo que ellas sienten. Nos vamos con la firme promesa de volver. Nosotros sabemos, y ellas saben que cumpliremos.




La puerta abierta, nadie en casa
            Por unos caminos de viejo, por los que es un auténtico placer caminar, nos acercamos ya a mirar por encima del hombro a este prodigio de la naturaleza. Los siglos, las aguas, los vientos, no se han cansado aún de cincelar uno de los cañones más bellos, quizá el que más, de estas sierras. Nos asomamos al Mascún, una auténtica ciudad de piedra con sus caprichosas formaciones que desafían lo divino y lo humano. La atenta mirada desde los miradores que se nos ofrece es una caricia para nuestros sentidos.


            Bajando. Vamos bajando ya hacia el curso del río. ¿Y por qué decimos curso y no cauce? Pues por eso mismo, porque es curso y no cauce, porque el, en época de estiaje, cauce seco del barranco, hoy es el lecho de una corriente de agua considerable, que nos obliga a descalzarnos y volvernos a calzar en varias ocasiones, que nos obliga a sentir el frío de sus aguas, y la presión de los cantos rodados bajo las plantas de nuestros pies. Buen ejercicio de alternancia frío calor y masajes que ya esperábamos…  pero no tanto.

Extraordinarias formaciones
            Si desde arriba, la visión de la Ciudadela y de la Cuca Bellostas era impresionante, desde abajo es sobrecogedora. Pero tenemos que ir abandonándola para seguir el curso del barranco, y aproximarnos ya al término de la circular, situándonos ya en ese extraordinario escenario dominado por el “Delfín del Mascún”, y donde rinden cuentas esas corrientes freáticas en la llamada Fuente del Mascún, único aporte fluvial cuando el cauce baja seco.

            Más mojadina, más paciencia. Y la última. Algún colgado por las paredes. Subida ya para salir del influjo de este extraordinario barranco. Regreso a Rodellar, donde damos por terminada esta extraordinaria ruta por uno de los parajes más bellos de esta sierra. Han sido un total de 7 horas y cuarto, de las que 5 han sido en movimiento, para recorrer los más de 18 km, y salvar un desnivel en torno a los 1.000 metros positivos, y los mismos de descenso. Un auténtico placer… Ah, y no olvidarse las sandalias de agua para mayor disfrute.          





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