Burbujas Candanchú (1.670 m)
Sábado, 15 de febrero de 2014
El mayor placer del enamorado es el
de ver caer el velo de Isis con el que coquetea su amada. Y para conseguirlo
hay que ser paciente, como ella; perseverante, como ella; sutil, como ella.
Dejarla hacer. Saber esperar, saber trabajar convenientemente en los nebulosos
mundos de la mente y del corazón, porque… cuando tenemos todo lo que deseamos…
¿qué nos queda?
Disfrutando de la noche |
Y eso es lo que hemos hecho en
estos últimos días, esperar, valorar, confiar… porque el deseo hay que revestirlo
de paciencia y de confianza. Tener la sangre fría de aguantar el tipo contra
todo pronóstico meteorológico, ha tenido su recompensa. Bravo por los que han
participado. Estamos, Sara, Ástrid, Silvia, Fernando y Abel, en una nueva salida de la programación de la Sección de Montaña del CP Mayencos. Bravo también por
los que queriéndolo hacer, no lo han hecho.
Lo hemos dicho muchas veces,
quizá demasiadas. No nos importa. Cuando hay una interminable sucesión de
borrascas, no es fácil acertar en las previsiones. Los vientos cambiantes, las
presiones en las distintas capas de la atmósfera, confieren un altísimo grado
de variabilidad, de cambios en los pronósticos. Y un buen ejemplo de ello es lo
que nos ha ocurrido este fin de semana. A tres días, teníamos un 95% de
probabilidades de precipitación, y el mismo sábado había bajado al 50%.
En buena compañía |
Por la noche nos visitó sólo el
otro 50%, y fue determinante para que lo que se preveía una actividad a caballo
en el filo de la cota de nieve, se convirtiera en un plácido paseo por el
espectacular escenario de Candanchú, con sus luces y sombras que, como el
arrullo de los brazos de una madre, acunaban nuestros pensamientos, nuestros
sentimientos, nuestros anhelos, y nuestras ganas de compartir y de disfrutar.
Cuando acabas la jornada y te
retiras a descansar, los grandes del mundo de piedra siguen velando tus sueños.
Ahí siguen todos. Hoy hemos venido a comprobarlo. Complace verlos. Sí,
complace. Y más aún cuando ese ser que has visto llenarse noche tras noche, con un
ojo guiño, consigues verlo con ambos dos bien abiertos, como queriéndote
buscar, como queriendo escudriñar tus deseos para canalizarlos, para atraparlos
y convertirlos en sueños, en sueños que te permitan soñar, en sueños que te
permitan seguir viviendo… también en este mundo.
Pequeñas y grandes recompensas |
Y nos ha costado verlos, nos ha
costado ver esos ojos dibujados en una cara que nos refleja esa luz solar en un
intento de querer asomarse de noche por estos lares, pero con cuidado de no
despertar a los guardianes que pacientes y quedos mantienen amueblado el espacio alzando sus brazos al infinito, en busca de algo, que nos tendrán que contar.
La vida es cíclica, y es algo que
nos demuestra la Naturaleza por doquier. Dentro, pero también fuera de este
cada día más agotado planeta. Los cuerpos celestes influyen sobre los próximos
más pequeños, lo que les obliga a una servidumbre, lo que les obliga a girar
alrededor de ellos, atrapados en su
destino. Y en este girar y girar, también esa influencia es recíproca. Esta
luna, que mensualmente nos muestra su mejor y más pletórico aspecto, ejerce sus
influjos especialmente sobre los líquidos, sobre las aguas en el mundo mineral,
sobre la savia en el vegetal, sobre los humores en el animal, y además, sobre
los sentimientos, sobre los deseos, en este ser humano que poco a poco ha ido
volviéndole la cara, que poco a poco ha ido dejando de verse reflejado en la
suya.
Reflexiones en buena compañía.
Luces, reflejos que alargan nuestras sombras sobre la nieve, que celosamente
guarda esos secretos que con cuentagotas susurra al oído de quien está atento,
de quien se presta a ello. Esos secretos guardados en cada uno de sus cristales
de luz. Y lo celebramos. Y lo hacemos como todas las buenas celebraciones, con
una copa de cava en la mano. Cava de la tierra, cava del país, cava que ha
venido de la mano de Ástrid. Gracias.
Y ahora ya sí. Ahora nos volvemos
a poner en manos de esa Selene, que en su recién comenzado tránsito menguante
hacemos depositaria de nuestros malos rollos, hacemos depositaria de todo
aquello que también queremos reducir en nosotros, de esas malas hierbas que queremos
arrancar, y que dejen limpio el terreno para volverlo a sembrar en ese alterno
periodo creciente, que pacientemente aguardamos hasta toparnos con una nueva
plenitud nacarina.
Pero eso será ya dentro de un
mes. Hasta que eso ocurra, damos por buena esta salida, en una noche a caballo
entre dos días. En una ventana que se nos ha abierto, a caballo entre dos
borrascas. En un escenario, a caballo entre las depresiones ibéricas y
aquitanas. Entre los velos de Isis, que vaporosamente nos han mostrado sus
encantos, a lo largo de 9,6 km, en los que hemos tenido algo más de tres horas
de disfrute, subiendo 350 metros, y volviéndolos a bajar, culminando todo ello en
compañía de esas doradas burbujas que han puesto su broche en esta
extraordinaria noche. Gracias a todos y a todo.
El reportaje completo de fotos,
en:
Qué bonito revivir esa noche, de una forma tan soñadora, como lo que era, una noche flotante en parajes lunares y con la ingravidad de las burbujas del cava de Adahuesca y Gracias al bardo que lo ha relatado.
ResponderEliminarGracias, Cacatúa. Gracias por esas burbujas que tienes, y que a veces nos traes también en botella. Los bardos existen gracias a gente como tú, y que enriquecen notablemente la estancia en las montañas
EliminarGenial !!! Asi como elfos de la mitologia bretona, sus ojos son brillantes.
ResponderEliminarSí, Marie-Pascale, porque el brillo interior sale por donde puede, Gracias por el comentario.
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