Fte del Paco y Bco Espata
Viernes, 21 de febrero de 2014
Lo mismo se piensa éste (éste es
el tiempo, el del frío y calor, el de la lluvia y eso), que nos va a dejar en
casa. Nos envalentonamos y subimos al Somport a esquiar, y como también nos
recibe con mala cara, pues eso que nos tiramos más abajo, a ver si está más
amable. Y lo encontramos en Villanúa, aunque también parece que quiere
seguirnos. Le decimos que si quiere venir con nosotros tiene que acatar
nuestras condiciones. Y lo hace.
El bosque encantado |
Así es que ya estamos preparados
para hacer una clásica, subir a la fuente del Paco, y seguir barranco arriba
hasta la confluencia con la pista de la Trapa, a la que le somos fieles hasta
que encontramos el atajo del camino viejo, que nos saca de nuevo a la pista a
la altura del desvío de la estación. De la estación del tren. ¿Qué tren? Sí
hombre, sí, que aún sigue pasando. Ahora
lo hace sólo un vagón, y por qué no puede pasar medio… o en diferido, que también
puede ser. Que me pierdo.
Barranco de Espata |
El arranque, la primera media
horica, o menos, el camino se empina. En dos o tres puntos salen de nuestra
derecha senderos que bajan a Villanúa. En ocasiones, los claros del bosque
dejan ver el fondo del barranco, con sus descarnadas margas, que hacen
cualquier cosa excepto embellecer. También permiten la vista sobre la cabecera
del valle principal, el del Aragón; y cómo no, las faldas de este macizo calcáreo
de la Collarada, que tantos secretos guarda todavía en sus entrañas.
Cuando se suaviza ya la
pendiente, el camino se ensancha, el alma también, y hay que ir con cuidado
para que los árboles no te impidan ver el bosque. Un bosque que impone. Que
impone su ley, que impone su porte, que impone su soledad, de la que está bien acompañado.
Los señores del bosque son así, te encandilan, te enamoran, te abducen, quieren
ser como tú, mientras que tú quieres ser como ellos. Esa es la verdadera comunión,
en el verdadero templo. Grande.
Refugio forestal, junto a la fuente |
Llegamos a la fuente del Paco,
como siempre debajo de su refugio. Una fuente que da todo de sí misma. Revienta
de agua por todos sus poros, no tiene a quién ofrecérsela, pero ella sigue y
sigue dando, no importa a quién, no importa si se aprovecha o no, no importa,
ella da sin cesar. Da lo que recibe. Nada se guarda. Es formidable. ¡Cuánto que
aprender! Y sin libro… para qué más libro que esto.
Seguimos hasta alcanzar el puente
que pasa la pista al otro lado del barranco, pero no con nosotros, que
continuamos sin cruzarlo, que lo hacemos un poco más arriba. Y así andamos la
casi hora y media siguiente, por sendero de bosque y combinando alguna dura
rampa con suaves pasos por antiguos campos de cultivo, que añoran lo que
fueron.
Comienza a aparecer la nieve, y a
medida que vamos subiendo lo hace con más insistencia, hasta que ya es total,
hasta el punto de que hay que ir muy atentos a la salida a la pista para no pasártela
de largo. Una vez llegados a ella la vamos ya bajando, por nieve dura al
principio y menos después, que hace hundirnos en los corros más soleados.
Casi una hora hasta pillar el
desvío del llamado camino viejo a Collarada, que recorremos ya en modo trote,
cruzando la pista en varias ocasiones. Parada para hacer un homenaje al dolmen
de Letranz, como hicieran nuestros antepasados hace miles de años.
Dolmen de Letranz |
Y en cuatro patadas más, la senda
te deja en la pista, a la altura del desvío de la estación. ¿Qué estación? Ah,
que ya lo hemos dicho. Y en seguida al coche de nuevo. Buena y solitaria mañana
en compañía y vestidos de bosque. Algo más de tres horas, que nos han sabido a
poco, espero que al bosque también.
El reportaje completo de fotos,
en:
qué bonito paseo, no?
ResponderEliminarSí, precioso. Tú ya sabessss
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