Circo de Astún, con raquetas (2.287 m)
Sábado, 11 de enero de 2014
Hay días en los que te levantas indeciso
de la cama, como el tiempo, y entonces decides irte con él, a donde vaya. Hoy
toca Astún. Hoy toca raquetas. Con los amigos Sara y Josemari cogemos los bártulos
y nos acercamos hasta este confín de nuestra geografía aragonesa, a este circo
que linda con lo francés y con los franceses, aunque eso es lo que dicen los
mapas, porque se lo preguntas a él, y no tiene ni idea.
Cuánto por ver, cuánto por vivir |
Acometemos el barranco del
Escalar, con un pechugazo de arrancada que para calentar no está mal. Nada mal.
Al cabo de tres cuartos de hora tenemos que optar por una margen u otra del
barranco, y lo hacemos por su derecha, para variar. Duras rampas también y la incomodidad
de ir a media ladera, son las compañeras de viaje hasta alcanzar el ibón de
Ranas, que yace en su cuenca, donde siempre, con los párpados cerrados por fina
capa de cristal.
Mundo Midi d'Ossau |
A su lado pasamos, y quisiéramos
hacerlo de puntillas, pero ya nos disculpamos, las raquetas no son tan
sensibles. Sentimos su latir, su lento latir, que va cogiendo fuerza para un
nuevo despertar cuando despierta la vida, para un nuevo respirar cuando respira
la vida. Y ahí estaremos de nuevo para comprobarlo. Sin duda.
Enfilamos el tramo final para
alcanzar el collado de Moines, si subes por el otro lado, o de Monjes si lo haces
por aquí. De Monjes pues, que lo hacemos por aquí. Siempre que se sube hasta
aquí ya se sabe con lo que se va a encontrar uno, pues siempre se sorprende. Siempre
se hace uno la misma pregunta, quizá por no haber encontrado la respuesta. ¿Cómo
es que puede haber tanta belleza en un mismo golpe de vista? Y nos la seguimos
haciendo, y nos la seguiremos haciendo. Aunque encontremos la respuesta. Los
que han estado aquí lo entenderán. Y los que no, tienen que venir para
entenderlo. No hay más explicaciones. Hora y media desde el arranque. Hora y media para hacernos siempre la misma reflexión.
Demasiado arriesgado subir el
pico de Moines, hay rampas delicadas para llegar a su base, y no sabemos cómo
encontraremos la roca cimera. Lo que sí hacemos es subir al otro guardián del
collado. Contemplación, bocado, contemplación, fotos, contemplación. Bajamos de
nuevo al ibón y nos encaminamos hacia el de Truchas. El desagüe de ambos ibones
está considerado como el nacimiento del río Aragón, que da nombre al valle y a
la comunidad autónoma entera… y cuya corona albergaba a medio mediterráneo no
hace tanto tiempo.
El descenso lo hacemos por las orillas de las pistas que lanzan a los
esquiadores en su camino de bajada, con una nieve ya transformada y con la que
hay que extremar las precauciones, y aun así…
Y sin más, en torno a cinco horas
disfrutando monte p’arriba y monte p’abajo en una mañana de transición en lo
meteorológico y que nos ha permitido ver el mundo más cercano desde los 2.287
metros de altitud que tiene la cima de este pico de indefinido nombre, y que
nos da igual cómo se llame… y a él también.
El reportaje
completo de fotos, en:
Que bonita acatividad rediez...
ResponderEliminarSí, bonita actividad. Y el día, raro, pero también tuvo su puntito. Gracias por el comentario.
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