martes, 18 de septiembre de 2012

Paso del Sarrio (Estiviellas)

AQUERAS MONTAÑAS
Paso del Sarrio (2.150 m)
Sábado, 15 de septiembre de 2012



            Otra salida programada de Mayencos, tutelada por Aragón Aventura. Es Juan Bazán el que nos guía hoy por estos empinados senderos que, debido a la morfología de este valle, surcan siempre estas verticales vertientes de Canfranc Estación.

            Vuelve de nuevo el calor, vuelve de nuevo lo que se llama el buen tiempo, pero que dadas las circunstancias que rodean a esta pertinaz sequía, lo que realmente sería buen tiempo es todo lo contrario, es soportar la bendita lluvia durante varios días seguidos, por no decir durante varias semanas. Todavía tenemos esperanzas, y el terreno también las tiene.

Arranque de la jornada (F. Sin)
      Masiva participación en esta convocatoria, para una travesía algo sorprendente dadas las características de este valle. Hoy uniremos los dos núcleos poblados del municipio de Canfranc, partiendo del nuevo y terminando en el viejo, saliendo del que alberga esa estación, cuyo edificio central tiene la misma longitud que el Titánic, y llegando al milenario, al Campus Francus, dotado de diversos privilegios a lo largo de su dilatada historia.

Un primer incendio, en 1617, no fue suficiente para arrasar los restos del importante patrimonio histórico-arqueológico, que aún se conserva. Los restos del castillo, de origen medieval y ampliado en el S-XVI, anclados sobre una roca, junto a la actual carretera, en la parte N del pueblo. La fachada de la Torre de Aznar Palacín del S-XIV. La iglesia parroquial de la Asunción, con sus cuatro retablos barrocos. Y el conjunto monumental de la Trinidad fundado en el siglo XVI. Situado a 1.040 metros de altitud, en el seno de un profundo valle, las características de su terreno propiciaron que su mayor actividad fuera la del comercio con el país vecino. En la Edad Media era el lugar donde se pagaban los peajes de paso.

Estación Internacional de Canfranc
En los primeros años del S-XX, se comenzó la construcción de la Estación Internacional de Ferrocarril, en el llamado barrio de la Estación, perteneciente a la partida de los Arañones, cuyas instalaciones quedaron inauguradas el 18 de julio de 1928 por el rey de España, a la sazón Alfonso XIII. El 24 de abril de 1944, el pueblo viejo sufre otro devastador incendio. En palabras del ya desaparecido Toni, el último vaquero de Canfranc, salieron chispas de la chimenea de una casa, extendiéndose el fuego a todo el pueblo, no dejando ni una sola en pie, excepto la que generó la tragedia. A partir de entonces, gran parte de la población se instaló en el nuevo barrio, trasladándose incluso el Ayuntamiento y en consecuencia la capitalidad del municipio, pasándose a llamar desde entonces Canfranc-Estación. El antiguo pueblo estuvo a punto de quedarse totalmente abandonado. Fue en la década de los 80 del siglo pasado cuando comenzó a resurgir subiéndose al carro del turismo de montaña.

Estiviellas
Pero volvamos a nuestras montañas. La travesía, la vamos a hacer por el Paso del Sarrio, que bien podría llamarse del Buitre, por lo aéreo que es. Bien, después de organizarnos con los coches, nos dejamos engullir por el bosque justo en las piscinas de Canfranc Estación. Un bosque dormido, que apenas se da cuenta de nuestra presencia, y que espera que el sol lo caldee para desperezarse, para mostrarse al visitante tal y como es.

            Fuente del Burro, que a pesar de la sequía que estamos padeciendo, se sigue mostrando generosa. Por la falta de luz apenas los vemos, pero hay tres o cuatro salidas del camino que atravesando el barranco a distinta altura enlazan con el camino de la otra vertiente, el llamado de Secrás, antiguos viveros forestales. Todavía entre dos luces, pasamos por las ruinas de unos casetones que albergaban a los obreros que construyeron las defensas anti aludes en los tiempos de la construcción de la estación ferroviaria, los presos de un régimen que contribuyeron a esta obra, ejemplo de la ingeniería civil de hace un siglo.

            Salimos del bosque y podemos apreciar cómo el sol empieza a bañar, con sus oblicuos rayos, la Collarada y sus satélites. También Estiviellas, a cuyas paredes nos dirigimos pacienzudamente a través de lazadas y más lazadas. Se pasa por el pie de la Cola de Caballo, con ganas de agradar, con ganas de esparcirse por el enorme cortado que se despeña, con ganas de refrescar, y no sólo visualmente, tanto y tanto entorno reseco. Pero no puede. Ya piensa en ello. Pero no puede. Ganas no le faltan. Pero no puede.

El sol va entrando en los valles
            Una hora subiendo la empinada cuesta da de sí para ir ganando altura y poder ir contemplando ese fondo de valle, a cada paso más lejano, y a poder ir tratando de tú a esas cimas cercanas. Estamos en la llamada Olla de Estiviellas, desde donde se inicia el descenso por Secrás, y desde donde parte la senda, la zigzagueante senda, para subir al collado. Pero en esta ocasión no llegamos ni siquiera a este cruce de caminos, porque unas decenas de metros antes de llegar, está el desvío que sale a nuestra derecha, y que indica al collado de Estiviellas y al pico del Águila, y que de forma experimental tomamos en un intento de eludir esa amplia colección de desoladas zetas. Nuestro camino, pues, sigue por bosque.

            El serbal de los cazadores, o mejor dicho, su rojo fruto da colorido a esta mañana que parece terminar ya de desperezarse. Seguimos por este camino que se aleja del objetivo, pero que le da perspectiva. Así hasta que damos continuidad a una de las lazadas, sin tomarla, por donde nuestro guía Juan intuye un viejo camino que tras una larga travesía horizontal por entre los diques defensivos, no sin antes hacer unos incómodos pasos entre pinos tumbados por aludes, nos entrega en las últimas curvas, junto a unas modernas defensas metálicas, que han durado menos que las centenarias de piedra, antes de llegar al collado.

A nuestro paso por las defensas
Sistema de defensas de piedra, decimos, en este estrecho valle, que fueron construidas cuando se tuvo que rellenar el fondo del mismo para dar cabida a la estación internacional, aprovechando toda la enrona extraída del túnel ferroviario. Por aquí, tenemos los restos del muro de contención que esa avalancha de toneladas y toneladas de nieve, el 2 de febrero de 1986 se llevó por delante miles de árboles en su caída libre por este barranco, y que los gruesos muros de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar no fueron capaces de detener. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, pero es una prueba más de que la naturaleza, de vez en cuando, reclama lo que le pertenece, y que el hombre ha tomado, en un intento más de domesticarla.

En el collado de la cabaña
            Diez y veinte de la mañana. Dos horas y media largas de ascensión. Estamos en un collado a 2.080 metros, a los pies del extremo sur del macizo calizo de Estiviellas, y donde hay un refugio que bien parece haber sido construido para albergar a los obreros de tan magna obra de ingeniería. La vista desde aquí es extraordinaria, sobre el alto valle del Aragón, la Canalroya, la de Izas, el dominio Ip. El Midi quiere hacer valer su protagonismo, pero hay otros, Anayet, Raca, Moleta, Tronqueras, Pala de Ip, de Alcañiz, punta Ezcarra, y la madre de todos, la Collarada. En dirección NE vemos también los Infiernos, con su característica marmolera. Y la luz. La luz, que pone todo ello en contacto con nuestras asombradas miradas de admiración. Sí, de admiración ante tanta belleza.

            No sólo alimentamos nuestro espíritu con la libertad, con la paz, con la armonía que nuestra vista capta, sino que lo hacemos también de forma menos mística. Hay que reponer fuerzas, aún queda lo suyo.

Canalroya y Midi
Aunque no todo son elementos naturales, también hay varias construcciones modernas, como grandes bombonas blancas, que bien pudieran tener que ver con el laboratorio de astrofísica que hay en las entrañas de estas tierras, uno de los pocos de Europa, emplazado bajo el monte Tobazo, a 850 metros de profundidad, y en donde se dedican a la investigación y a la búsqueda de materia oscura. También hay unos enormes cañones, que impiden que se acumule gran cantidad de nieve, y de ese modo disminuye el riesgo de avalanchas sobre la boca del túnel carretero. Estamos en la vertical, vertiginosa vertical, de la entrada española de ese túnel.

Chimenea para el paso del Sarrio
Ante nosotros, en dirección S, se adivina a lo lejos ese Paso del Sarrio, que es una hendidura que hace la Peña Blanca, y del que nos separa una expuesta travesía horizontal. Acometemos con sumo cuidado esta travesía, hay muchas piedras sueltas que deben permanecer donde están. Una chimenea, que el camino deja a nuestra izquierda, es la solución que da el terreno para ascender los pocos metros que nos quedan ya hasta el calcáreo collado, al que llegamos a las tres horas y media de haber comenzado a andar. Son las once y diez de la mañana, y estamos a unos 2.150 metros de altitud, casi mil metros más que en origen.

Gruta de Lecherines (F. Sin)
Un forato de medianas dimensiones llama nuestra atención. Son frecuentes en este tipo de roca. Una parte del grupo se dirige por la cresta a recorrer espacios fuera de ruta. El resto de personal comenzamos la bajada, que pasa por la entrada a un pequeño valle que alberga la Gruta Helada de Lecherines, donde nos reagrupamos de nuevo.

Un poco más de incómoda pedrera, y luego tasca, que nos conduce a un abrevadero donde paramos a echar el bocado central del día, y donde las risas se enredan con las gotas de agua que toman el aire para entre unos y otros refrescar el tórrido momento. Estamos en el dominio Lecherines, y pronto somos testigos del estado en el que ha quedado una de las cabañas de la majada baja, parcialmente pasto de las llamas hace unos días.

Con ganas ya de entrar en el bosque, en el reseco bosque, que nos deja en Gabardito, y de nuevo por bosque nos topamos con la fuente de los Abetazos. Aguanta, no te duermas, aguanta, le decimos. Cansada, ya da poco de sí. Al poco ya, el desvío para entrar en la senda que descendiendo por el barranco de los Meses, nos lleva a Canfranc, al filo de las tres de la tarde.

            Casi siete horas y media de duración. Unos 2.000 metros de desnivel acumulado. Y ganas, muchas ganas de armonizarnos con el entorno, han llenado esta mañana en estos parajes del alto valle del Aragón. Como siempre, gracias a todos y a todo.


El reportaje completo de fotos, en:

Y si queréis ver el álbum de Astrid, en:
https://picasaweb.google.com/109078681035512963538/PASODELSARRIO?authkey=Gv1sRgCO24mJ-IiqOB7gE&feat=email

Y si queréis ver el de Fernando Sín, en:

Vía Ferrata Mirador de los Buitres

VÍAS FERRATAS
Vía Ferrata 
Mirador de los Buitres
Riglos (Huesca)
Viernes, 14 de septiembre de 2012



Siempre hay cosas que se pueden hacer en esos días tontos. Qué mejor que emplear el de hoy en hacer una ferrata, la del Mirador de los Buitres de Riglos. Y con quién mejor hacerla que con tu hijo. Pues eso, que para allá nos vamos.

Centro de Interpretación ARCAZ
Es el último día de una cuña ciclónica que nos está barriendo literalmente, el viento de norte es muy fuerte, y poco caliente. Llegamos a Riglos a las 9 de la mañana, marcando 6º el termómetro del coche, y con un viento, como decimos, fortísimo. No sé, un poco hostil, un poco enfadado nos recibe. Dejamos el coche en el pueblo, porque llevamos idea de hacer luego una de las vueltas a los mallos. Veremos. Nos dirigimos hacia el Centro ARCAZ, de interpretación de las rapaces del Reino de los Mallos, para continuar por la pista hasta el desvío del camino que sale a la derecha, y que nos lleva en una hora a la base de la pared, donde da la sombra, pero no el viento.

Vivos enlaces entre dos mundos
Comenzamos una solitaria y plácida ascensión. Un tramo vertical, para meternos en una amplia chimenea con un árbol en su base. A todo ello, le siguen unos cuantos pasos de monte, algo expuestos y sin opción a asegurarte, que te llevan a la base de otra pared vertical, con clavijas y una grapa. Finalmente, en algo más de media hora se terminan los tinglados metálicos, y otros pocos pasos más de monte te dejan en el mirador, que nos espera con un fuerte viento, pero soleado. Entretenida vía en la que se echan en falta más grapas, que sustituyan a los resbaladizos pinchos.

Reino de los Mallos
Hasta aquí se puede acceder también por una pista transitable para vehículos, que se toma en Sarsamarcuello. Hay un refugio desde donde se puede avistar el plácido planeo de los buitres, que en las paredes de enfrente tienen garantizada su actividad al estar prohibida la escalada. De esta colonia no se puede decir que sea próspera, pero sí, al menos, estable el número de ejemplares que la componen.

Este lugar es privilegiado, y no solamente en términos ornitológicos, sino también paisajísticos. Las vistas desde aquí son para acariciarlas con nuestra mirada, lenta, dulcemente, con agradecimiento y admiración. Nos hacen pequeños, hay que reconocerlo. Los Mallos de Riglos, los de Peña Rueba, los de Agüero, vigilantes eternos del cauce y vega del Gállego, ese río tan regulado y que para algunos no lo está lo suficiente. Pero son los tiempos, es la desnaturalización, el amansamiento de todo bicho viviente, desde el ser humano hasta los ríos, las montañas, los paisajes. Es triste. Es así. Nos tenemos que hacer a la idea. Pero la inmensa belleza del entorno pugna siempre por prevalecer sobre las continuas agresiones que le infringimos. La vida siempre se abre paso, y eso es algo que bien sabe el terreno, pasto de un pavoroso incendio hace once años, y que arrasó más de cuatro mil hectáreas. Algo más de las que ardieron en las faldas del Moncayo, Monte Cayo, Dios del Viento, que también desde aquí divisamos.

Inicio de la Olla de Huesca.
Al fondo, el Moncayo.
Bien estamos, pero hay que marchar. Hacia el N sale un sendero que nos lleva a iniciar el descenso. Como se puede llegar hasta aquí en coche, existe la opción de hacer primero el camino de descenso y subir la ferrata, para cerrar el circuito. Como no es nuestro caso, tenemos que bajar para concluir el nuestro. El camino va perdiendo altura a marchas forzadas, y al cabo de quince o veinte minutos nos deja en la pared, que aunque los bojes nos eviten la visión de tan magno patio, lo cierto es que ahí está, y conviene asegurarse a la sirga puesta a tal efecto.

El Tornillo
Poco a poco nos va echando y dirigiendo hacia el Tornillo, otro mallo menor, de esbelto porte, y hasta el que pasamos auxiliados por unas cadenas para salvar un corto tramo, que se nos haría difícil si no. Un congosto paso y el descenso de unas escalas nos deja ya en los compases finales de la sirga. Seguimos bajando, hasta dar salida ya a la vertiente N, donde nos asombra una enorme chimenea que nos muestra las entrañas de este espectacular conglomerado.

Un poco más de sendero, para alcanzar el de subida, que nos deja de nuevo en la pista. Dadas las horas que son desistimos en la vuelta a los mallos, por lo que vamos directamente al pueblo, al coche, que nos marca 26º, "sólo" veinte más que hace cuatro horas.

Y decimos adiós a este bello paraje que nunca deja de sorprendernos.


El reportaje completo de fotos, en:



lunes, 10 de septiembre de 2012

Cresta Este cabecera del Osia

IXOS MONS
Pico del Cuello del Bozo (2.019 m)
Napazal (2.128 m)
Mesola (2.177 m)
Cucuruzuelo (1.990 m)
Domingo, 9 de septiembre de 2012



Estrenamos prueba. Me gusta estrenar. Presentaciones: Estamos ante la I Marcha Senderista Lizara, organizada por el Refugio de Lizara, en la cabecera del valle de Aragüés del Puerto, por Xaro concretamente, y un buen puñado de colaboradores con ganas de agradar, y lo consiguen. Partiendo del refugio, se trata de encaramarnos al cordal E del valle y tras hacer 4 altos de en torno a los dos mil metros, bajar a Jasa y Aragüés (dos únicas poblaciones del valle), y retornar al refugio ascendiendo progresivamente por deliciosos caminos de fondo de valle.

Bisaurín, con los primeros rayos de sol
Lizara, lejos y pronto, hay que madrugar, pero de camino, la menguante y perezosa luna nos acompaña, ella sí que sale cada día más tarde. Cercana y caprichosa luna, que todo desbaratas, pero fiel a caminantes, a hortelanos, a vinateros, madereros, navegantes… en fin, a todos los que confiamos en la naturaleza de tierra y cielo, donde te encuentras. También reflejo para los amantes. Un poco de todo ello tenemos, y de la locura, bendita locura, y seducción que de ti emana como buena fémina. A su alrededor, y por toda la bóveda celeste esas estrellas, esos soles lejanos, que como nosotros, al poco de arrancar la prueba, se quedan deslumbrados por el nuestro, que cercano ya al equinoccio, también va de mengua, se le va acortando el trabajo por esta parte del planeta.

Cabecera del valle de Napazal
Estas reflexiones, y alguna otra, nos van entreteniendo mientras salvamos, por el barranco de Articuso, los casi quinientos metros de desnivel hasta el collado del Bozo (2.019 m), a donde llegamos pasados de vueltas, en tres cuartos de hora, tras haber dado la salida sobre las siete. Y esto es algo que nos temíamos, porque el poner a Olga de cabeza de la marcha es lo que tiene, que si queremos seguirla, esto no va a ser una andada, sino un caco en toda regla. La prueba es que hacemos este tramo en menos de la mitad del tiempo de libro. Y pensar que hoy nos lo íbamos a tomar como un día de descanso… Resignación, y a no descuidarse. Le acompaña Felipe, otro paisano. Vaya pareja. A duras penas los alcanzamos al llegar al collado, y aquí ya vemos que hay otros dos participantes, que van a tirar endiabladamente, un señor de cierta edad, que ya nos dice que va a seguir corriendo (¡!!¿??), y Ángel, otro paisano, que dice que no corre, pero que anda deprisa. Efectivamente, deprisa, muy deprisa.


Valle de las Foyas de Aragüés
Bien. Como decimos, estamos en el collado del Bozo, que nos da vista a Napazal, la cabecera del Estarrún, que riega el valle de Aísa. Desde aquí contemplamos, entre otras cosas, el collado de la Magdalena, unido al que estamos por la GR-11.1, una variante de la GR-11, que acerca La Mina, en Oza, a Canfranc, en el valle del Aragón, y que pasa por debajo de este gran macizo que componen el Aspe, y las Llanas de la Garganta y del Bozo. Este macizo y el de Bernera, más al W, están quebrados por un solitario y recóndito valle llamado las Foyas de Aragüés, con paso al valle de los Sarrios y a la chorrota del Aspe. El sol, que viene a estrenar este nuevo día comienza a enredarse por entre las cumbres, confiriendo caprichosos juegos de luces y sombras en los valles.

Aquí da comienzo el recorrido por el cordal E de la cabecera del Osia, que junto a los valles de Ansó, Hecho, Aísa y Borau, conforman el Parque Natural de los Valles Occidentales, de reciente creación, y que viene a salvaguardar toda la extraordinaria riqueza natural de este territorio.

Cima del Napazal. Al fondo, Mesola
Seguimos con nuestra ruta. Desde aquí, con José Mª Gallego, el capo de Os Andarines d’Aragón, y coordinador del calendario anual de todas las andadas que los distintos clubes, incluso el de él, organizan a lo largo y ancho de toda la geografía aragonesa durante todo el año, y del que ya no nos vamos a separar hasta la llegada al refugio. Los dos, tratamos de seguir el ritmo de Olga y Felipe, que no es poco. Por delante, y a cada momento más lejos, los dos que se han escapado en el collado. Por detrás, y a cada momento también más lejos, el resto de participantes, en torno a unos treinta más. También llevamos, en ocasiones, al nº 1, dorsal que lleva otro participante y que va haciendo la goma con nosotros. O nosotros con él. No sé.

Por delante, pues, el pico del Cuello del Bozo (2.085 m), y Napazal (2.128 m), dos cumbres menores, con piso de tasca, y que nos dan paso al Mesola (2.177 m), cúpula calcárea cimera que se alza altiva como máximo exponente del cordal. Ocho y media de la mañana, a hora y media de haber salido del refugio. No está mal la cabalgada.

Forca, Agüerri, Bisaurín y Fetás
Desde aquí, la vista sobre todo el cordal norte es excepcional, sobre esas calizas sierras interiores del eje pirenaico, y paralelas a él, desde Collarada hasta Forca, pasando por Rigüelo, Lecherines, Aspe, Llanas de Garganta y Bozo, Bernera, Fetás, Bisaurín, Secús, Agüerris, Lenito. Todos quieren tener su protagonismo. Todos lo tienen. Nos queremos recrear como para evadirnos de lo que nos queda por delante, que es mucho todavía, y lo peor, la tremenda bajada que tenemos hasta Jasa, más de mil doscientos metros del ala. A por ellos.

El descenso al Cucuruzuelo se hace por empinadas laderas de esta sierra de la Estiba, dando cara a Napazal. Se alcanza ya esta última cota, de 1.990 metros, que nos invita a perder vertiginosamente altura, para ser engullidos por el fondo del valle, pasando primero por un avituallamiento, en la Fuen Nueva (1.770 m). Quizá este tramo sea el único un poco escaso de cintas de la prueba. El resto, muy bien. Aprovechamos las viandas, especialmente la sandía, ¡xD, cómo está de rica!

Aragüés del Puerto
Seguimos perdiendo altura por una ladera plagada de caminos bien señalizados. Loma de Cotín (1.360 m). Refugio de la Peñeta (1.260 m). Ya avistamos Aragüés y Jasa. El primero está más a mano, pero, claro, hay que ir a los dos, las almas gemelas del valle. Obligado es. Finalmente, el sendero nos deja en una pista, que al trote gorrinero nos lleva a Jasa (944 m), con una fuente en sus calles, que al estar conectada a la red, pierde nuestro interés, bueno, sólo el mío.

Bello rincón en Jasa
Preciosos rincones de una población que aún conserva ese ambiente pastoril montañés, hoy desdibujado por el sector terciario. Todavía en pie, la casa natal de Gil Berges (1834-1920), ministro durante la I República española. Si levantara la cabeza. Iglesia de la Asunción, con raíces en el S-XIII. Ermita de San Pedro, con su museo etnológico. A destacar, también, la enorme plaza, inusual en pueblos de montaña por su gran extensión. Aquí, en la plaza, los paisanos nos esperan con otro avituallamiento sólido (… y con sandía!!! Qué acierto). Buen puñado de frutos secos, regado con un buen trago de vino de Felipe, que camina con tres botas. No lo sabía. Anda que no saben estos de lo lugar. Diez y cuarto de la mañana. A tres horas y cuarto de la salida. ¿Cuánto nos quedará, tres horas largas? Veremos.

Aquí se toma el GR-15, esa senda paralela a la GR-11, eje pirenaico, pero a menor cota, para llegar a Aragüés del Puerto, a través de una deliciosa vereda entre campos, primero. Luego, puente sobre el Osia, y carretera. Y no tan deliciosa subida por una espectacular escalera de piedra para alcanzar los 970 metros de la población. No sé cuántos peldaños. O respiraba o contaba. No había opción.

Avituallamiento en Jasa
También aquí se esmeran los paisanos, ofreciendo mini bocatas de chicha. Único núcleo habitado del valle, junto con Jasa, con el que comparte no sólo mancomunidad sino características propias de localidades de montaña, con sus enormes casonas, algunas fortificadas, en pie desde el S-XVI. Iglesia de Nª Sª del Rosario, de la segunda mitad del S-XVII, edificada sobre la anterior del Salvador, que fue pasto de las llamas en un incendio que arrasó la localidad en 1601.

Pero bueno, dejemos el turismo a un lado, que nos queda todavía recorrer el valle por su fondo. Ya para empezar, lo menos agradable, asfalto, pero poco, porque dejando a nuestra derecha ese complejo de ocio de La Molina, en cinco minutos llegamos a la finca de los Jesuitas, que se queda a la izquierda. Vadear el río (en algunos momentos, río, sí), y tras subir una incómoda, pero corta trocha, meternos ya de lleno en un magnífico sendero de sotobosque que, alternando falsos llanos y fuertes pendientes, nos lleva a otro avituallamiento, justo a pie de la carretera que sube al refugio, un poco más arriba de la casa forestal de Labati. Creo que es el camino de Batestata el que hemos traído hasta aquí, que me corrijan si no. Desde el comienzo del mismo, el fuerte ritmo infringido por Olga y Felipe (más fuerte, digo) para neutralizar a Ángel, hace que me quede solo con mi tocayo, y si en algún momento aflojamos un poco, también con el nº 1.

Los Corralones
Avituallamiento, decimos, y también con sandía!!! Qué rica. Nos dicen que vamos muy bien de tiempo, y que a nuestra marcha nos quedan como tres cuartos de hora a los Corralones, y otro tanto hasta el refugio. Unos metros de asfalto en descenso, para cruzar un puente y tomar una medio pista a mano derecha. Pendiente, pedregosa, incómoda… Es que ya hace mucho calor, y se nota. Afortunadamente, se convierte en emboscado sendero, que nos lleva a los Corralones (1.300 m). Treinta y cinco minutos.

Doscientos cuarenta metros de altura nos quedan por salvar hasta el refugio. Nos tememos que va a ser brutal. Acertamos. Un poco de asfalto al principio, y luego a meterse por la senda que va a la Cueva del Oso, y sigue hasta el refugio, al que llegamos en otros treinta y cinco minutos, con una rampa final de espanto.

Por fin, el refugio.
Una menos diez. En menos de seis horas, cuando pensábamos hacerla en siete; con dos y media desde Jasa, cuando pensábamos en tres largas. Una locura. Pero contentos, muy contentos por haber visitado lugares desconocidos y por haber compartido camino y experiencias con un ilustre de los caminos y de las experiencias, con el que nos hemos metido entre pecho y espalda más de 2.800 metros de desnivel acumulado, en los 27 kilómetros de recorrido. La reflexión que nos hacemos es que si en lugar de ser Marcha Senderista, hubiera sido Carrera de Montaña, no hubiéramos llegado mucho antes, ni mucho más cansados.

¿Olga y Felipe? Ya llevan casi media hora en el refugio. No han conseguido dar caza a Ángel, aunque por muy poco. Si es que no corren, dicen, sólo andan… Con estos paisanos no hay quien pueda. Desde luego.

Buen refrescón de bajos y alerones, y a comer esa magnífica paella que nos han preparado en el refugio. A mandíbula batiente, coincidimos con los machacas de la prueba. Ángel, Olga, Felipe. Qué lujo. A ver si se nos pega algo.

La paella que compensa el esfuerzo
El sofocante calor de las últimas horas ha formado nubes de evolución, que desde la vertical del Bisaurín, rey indiscutible de este reino, van dejando caer una lluvia de tronada ante la atónita mirada de un sol que, como siempre a estas horas, entra de sur, y que comparte esta extraña, pero preciosa atmósfera. Lluvia que tanta, tantísima falta hace a estos secos montes, y a todo lo que dan cobijo, a estos resecos cauces de superficie, y a los agotados acuíferos que alimentan las agostadas fuentes. A ver si este otoño es generoso. A ver. No queremos otra cosa.

Párrafo final para agradecer al refugio, a Xaro y a su cuadrilla de voluntarios la currada que se han pegado para tener todo a punto a lo largo del recorrido, por lo pendientes que han estado del participante en todo momento, por esos avituallamientos, esas cintas en los caminos, y por esa botella de vino y esa cuña de queso que hará que, cuando les demos buen paso, nos acordemos de los momentos vividos en este extraordinario valle. Se rumorea que al año que viene, el circuito irá por el otro cordal del valle. Si es así, volveremos. Si no, quizás también.


El reportaje completo de fotos, en:




Tour de Peña Oroel

IXOS MONS
Tour de Peña Oroel
Punta Bacials (1.674 m)
Sábado, 8 de septiembre de 2012



Salida un tanto atípica, por el lugar, el recorrido, y el horario. Pero todo es bueno con tal de no perder contacto con la tierra, con el aire, con el sol. En esta ocasión se trata de, partiendo del Parador de Oroel (1.190 m), subir hasta la Cruz (1.796 m), bajar por la ermita de la Virgen de la Cueva (1.450 m), hasta el final de la pista de Ordolés (1.380 m), subir a la punta Bacials (1.674 m), y tomar el camino directo hasta la curva 13 (1.460 m), para bajar de nuevo al Parador.

La Cruz de Oroel se queda lejos
Para ello tenemos sólo tres horas, y como hemos empezado tarde comenzamos a pensar que hay que abandonar la idea de llegarnos hasta la Cruz. La subida hasta las Neveras la hacemos a piñón, ya nos saludan los árboles por oroeladictos. Unos árboles, una vegetación que clama al cielo una vuelta de agua, porque está al límite.

No es fácil subir o bajar por este camino sin encontrarte a algún conocido. En esta ocasión son Ángel y Lola, que suben a la marcheta con unos amigos. En menos de tres cuartos de hora nos presentamos en las Neveras. En estas jornadas gobernadas de nuevo por el bochorno, las calimas de mediodía invaden todo el espacio visual más lejano, abrasando, más si cabe la ya castigada vegetación, el ya castigado paisaje.

Arranque del camino a Bacials
Tomada ya la decisión de no subir a la Cruz, media hora que ganamos. Tomamos ya la vertiente sur, cuya atmósfera no es mejor que la norte, y bajamos al trote, pasando por el cruce de la ermita, para llegar a la explanada que hay al final de la pista de Ordolés. Hora y cuarto desde el Parador, y a trescientos metros de desnivel por debajo del objetivo, de la punta Bacials.

Emprendemos la subida por un camino bien definido al principio, pero que al llegar a un barranco, seco, claro, con restos de abrevaderos y refugio de ganado, se convierte en espinosa penitencia. Los erizones han invadido todo, y no sólo es que no es fácil ver la traza del sendero, sino que es una tortura el andar entre ellos. Todos estos parajes están integrados, desde no hace mucho tiempo, en el Paisaje Natural Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, y tenemos la esperanza de que poco a poco vayan limpiando y sacando los caminos, porque una vez hecho, el mantenimiento es ese, el andar por ellos.

Cumbre de Punta Bacials
Finalmente llegamos a la punta Bacials (1.674 m), y buscamos luego el hito de MP (Monte Público) que se asoma al este, a la vertiente de Navasa. Bajamos por la antecima y tomamos el camino directo que nos deja en la curva trece, justamente en el momento en el que pasan bajando Ángel, Lola y compañía de nuevo. Continuamos el descenso por la ruta normal, y en tres horas nos presentamos de nuevo en el Parador, habiendo salvado unos 1.700 metros de desnivel acumulado.

Pues eso. Otro día más. Otro día menos. Seguimos vivos.


El reportaje completo de fotos, en:


Grosín, y algo más...

ENTRENOS
Monte Santa Eugenia
Grosín (1.423 m)
Guasillo - Asieso
Viernes, 7 de Septiembre de 2012



Se empieza a acariciar la opción de participar en la subida a Oturia, dentro de dos semanas, de modo que hay que seguir entrenando. Ha vuelto el calor a nuestras vidas, aunque no es lo de días pasados naturalmente, y las mañanas ya empiezan a ser frescas. Hoy elegimos los montes, próximos a Jaca también, pero de la margen derecha del río Aragón. Pero eso sí, sin una idea muy fija del recorrido, del que se pueden hacer varias combinaciones. Sobre la marcha.

Dejamos el vehículo en la Tiña de Barrio, nombre que recibe la generosa fuente de la central, próxima al puente Oliván, o de Grallas, al que llegamos ya al trotín trotando, comenzando subiendo por la pista de Marcuello. En una de las primeras revueltas a mano izquierda, creo que la primera, hay a la derecha un cartel forestal, de los de antes, de los de siempre, de los de la ardillita recordándonos que hay que extremar las precauciones para que la vida siga siendo eso, vida. Bueno, pues ahí mismo, junto a esa ardilla, por la que no pasan los años, sale un camino que emboscado nos lleva a un barranco, seco, reseco, y lo siguiente. Subimos por la otra margen y nos encontramos ya una senda que va paralela, y por encima de un camino más ancho. Debajo de él podemos ver a sus anchas los caballos que sirven de esparcimiento al personal que por aquí se acerca a disfrutar de su monta.

Abducidos por los cables de alta tensión, pero sin despegar del suelo, incluso se pasa por debajo mismo de la torre. Vaya yuyu!!!. En seguida, arranca una estrecha senda a nuestra izquierda que nos mete ya de nuevo en el bosque, y con paciencia, con mucha paciencia, a ir subiendo ya este monte de Santa Eugenia por su falda oriental, para solventar los más de 300 metros de desnivel, que se hacen a base de vueltas y revueltas, lo que llamamos lazadas. Sí, 61 interminables lazadas, 61, son las que hay que superar para llegar a encañonar el barranco de Serés, por su parte alta ya, claro, para llegar en breves al collado del paco Serés (1.163 m), y su confluencia de caminos.

Nuestros pies ya han pensado más que nuestra cabeza y se han anticipado a enfilarse pista arriba, hacia el Grosín. Veinte minutos más de cuesta hasta llegar a otro cruce de caminos, el que va a poniente, pudiendo optar luego por bajar al sur por el barranco de Castelillo al camino que viene de Caniás, ya en la Val Ancha, o por hacerlo hacia el norte en busca de la pista que va a Borau, en el valle del Lubierre; la que desde este cruce va al norte es la que  acaricia el lomo de la sierra de los Ángeles en dirección al collado de Borau. Entre estas dos pistas está nuestro objetivo, el monte Grosín (1.423 m), al que accedemos por el camino de la solana, y qué solana.

Son las once y veinte, y tras dos horas pateando estos montes, llegamos a la cima de este pico menor, pero que debió de tener su importancia estratégica, porque se dice que había un castillo, que con el de Rapitán jalonaban los dos flancos del río Aragón a su llegada a Jaca. De todo ello quedan los restos de su aljibe. A cuatro pasos de él, está el vértice geodésico, desde donde se pueden contemplar cada uno de los 360º de panorámica, incluido el eje pirenaico al norte, claro. Bueno, claro, no mucho, porque la calima nos está depredando la vista. Habrá que asumirlo, como esto es tan grande, hay sitio para todos. Hasta para las moscas, que pegan cada bocado que ni te cuento.

Bajamos por el camino que da al este, al valle principal, en busca de la pista de la sierra de los Ángeles, con idea de volver de nuevo al cruce de caminos y al collado del paco Serés, pero… siempre que pasamos por aquí, y van unas cuantas veces, vemos a nuestra izquierda el barranco de Pichacos, y siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿habrá algún camino para bajar por él, hasta alcanzar ese pequeño embalse? Estamos seguros de que sí, de hecho lo intentamos por algo parecido a la entrada de un sendero, y bajamos unas decenas de metros, comprobando que es difícil seguir por él, la vegetación se lo ha comido. La verdad es que no nos cae muy bien, y como nosotros tampoco a él, pues para arriba de nuevo y a seguir por la pista.

Pero no nos rendimos. En el cruce hay un arranque de pista, muy vestida también, pero pista al fin y al cabo, por la loma norte del monte de Santa Eugenia, y probamos a ver si nos baja a Pichacos, pero pronto nos damos cuenta de que no, de que no pierde altura, es más, la gana, y se dirige hacia el propio monte. Cuál es nuestra sorpresa que al momento vemos a nuestra derecha, a pocos metros abajo, la pista por la que tendríamos que haber ido de no hacer tanto ensayo. Pues a ella, y collado del paco Serés, por fin. Vuelta al monte de Asieso, para llegar a Guasillo. La pista baja por entre el monte Asieso (1.227 m) y el Alero (1.129 m). Entre ambos hay un barranco, un ancho barranco que da cobijo a restos de construcciones ganaderas. ¡Cuánta vida!

Doce y media de la mañana. Un calor sofocante nos trae a Guasillo (930 m). Capucete en la fuente, y a seguir por el camino hasta Asieso (890 m). Aquí podemos optar por tirar para abajo, carretera y senda a la central, o hacerlo para arriba, a los depósitos y parte alta del tubo. Y claro, no vas ir hacia abajo, pudiendo ir hacia arriba. Pues eso. Poca es la distancia hasta los depósitos, pero la rampa es brutal. Se continúa por un ancho camino fruto de las obras de conducción de agua, y se llega a la parte alta del tubo de la central eléctrica.

Hasta aquí llega una pista, si continuamos por ella damos bastante vuelta, de modo que optamos por bajar por las escaleras junto al tubo de la central. En torno a 250 escaleras para hacer la mitad del tubo, que está recién pintado. Seguimos bajando por la rampa, y al poco se ve a la izquierda una pequeña explanada, con manchas de pintura verde, por lo que pensamos que los obreros han tenido que llegar hasta aquí, y que por ello será cómoda. La tomamos, y nos deja en un lugar muy próximo a la fuente de la Tiña de Barrio, donde tenemos el coche. ¡Qué alegría!, nos ha salido bien la jugada. Y llegamos, digo tras cuatro horas de haber salido de aquí, y con unos 1.300 metros de desnivel acumulado en un auténtico rompepiernas a lo largo de todo el recorrido.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Tres montes y un destino

ENTRENOS
Ipas (1.120 m) - Bergosa (1.118 m)
Claraco (1.000 m) - Ipas (1.120 m)
Rapitán (1.160 m)
Viernes, 31 de agosto de 2012



Otro día echando la mañana en el monte, al trotín trotando. Esta vez por sitios otras veces recorridos unos, y muy recorridos otros, pero nunca unidos en el mismo circuito.      

Saliendo de Jaca en dirección norte, hay tres montes que nos podemos encontrar a la izquierda hidrográfica del río Aragón (derecha visual). Son el Monte Rapitán, el de Claraco y el de Bergosa. Se trata de unirlos los tres haciendo algunos bucles por collados y fondos de valle.

Afortunadamente, ya se ha retirado esa ola infernal de calor que nos asolaba estos últimos días. Tenemos viento de norte, y fresco, lo que va a aliviar la ruta. Amanecemos en Jaca en torno a 12 grados. Ideal.

Subida al Centro Comercial, luego a Ipas, superando esa pendiente y áspera zona de margas. Primer avituallamiento líquido. Continuamos pista arriba.

– Buenos días.
– Buenos días.
– A sacar las ovejas al monte, no?
– Sí. Con esta mañana tan fresca no sudarás, no.  
– Bueno, ya llevamos un rato sudando, sí.
– Claro, corriendo…

Conversación con un pastor. Eso es lo que dice, lo que no sabemos es lo que piensa. Suponemos que algo parecido a: “miá pa qué tanto correr, habiendo tol día por delante…”. Y tendría razón, claro, si fuera así, pero cada uno “gasta” el día como le parece, ¿no?

Ruinas de la ermita de la Virgen de Ipas
Bueno, una fuerte subida, en la que el trotar es una mera ilusión, cuatro pasos haciéndolo, y cuarenta no. Se pasa por el barranco que aún deja al descubierto lo que queda de la ermita de la Virgen de Ipas, cuyo templo original, del llamado románico rural, data del S XI. Luego, llegada al collado, al que fluye por la izquierda de nuestra marcha la pista por la que deberemos salir al venir de Claraco, pero para eso todavía falta lo suyo.

Una hora desde casa. Seguimos. Estamos en las faldas de poniente del monte Albarún (1.551 m). Un tramo de descenso, en el que sí aprovechamos para correr sin parar. Se pasa una valla, y a los diez minutos del collado, y señalizado por un hito de piedras, sale una discreta senda a mano izquierda, que en otros veinte minutos más nos deja en Bergosa, con las piernas llenas de arañazos de las aliagas, que campan a sus anchas. Hay que estar atentos para pillarla, porque si se te pasa, la pista va ganando y ganando altura camino de otro collado que te aúpa, dando vista al norte, hacia el Albarún, que ya hubiera estado bien haberlo incluido hoy, pero nos han parecido ya muchas guindas para tan poco pastel. Igual lo intentamos otro día.

Mudos testigos en Bergosa
Bergosa (1.118 m), decimos, pueblo deshabitado desde 1966, con la mayor parte de casas hundidas, pero sus antiguos moradores han tenido el detalle de poner en la fachada, en un lugar muy próximo a la puerta, el nombre de la misma. Así, podemos ver, Isidoro, Abadía, y unas cuantas más. Desde 1998, sus antiguos vecinos, vuelven a celebrar el 29 de noviembre la festividad de San Saturnino. La iglesia se le ha apoderado al santo, y sólo ha conseguido mantener en pie, del conjunto original del S XII, las paredes, la torre y el ábside, que no es poco. Junto a este último, que como todos los románicos, mira al este, hay un pequeño corro de tierra que abraza los restos mortales de los cuerpos allí depositados; y en los muros campan algunos huecos que como ojos vacios y resecos, muestran el arrebato y traslado de otros restos humanos. No queda ni el lacrimal. En otros puntos del pueblo, se ve algún rincón arreglado, especialmente una pardina llamada el Fraginal de Iguácel, en las eras bajas, donde aprovechamos para retrotraernos a aquellos tiempos en los que hubiera gentes en sus quehaceres cotidianos, en los que saliera humo de las chimeneas, en los que se vieran mantillas los domingos, en los que hubiera niños llenando de alboroto las calles, en los que, en definitiva, hubiera vida.

Chaminera al viento del norte
Algo parecido pasa ahora, estorban, molestan las minorías, los corpúsculos aislados. Hay una tendencia brutal y despiadada a alinear, y a alienar también, las conciencias. No gustan los personalismos, no gustan las peculiaridades, no gusta el libre pensamiento, no gustan las cabras, con su individualidad, se prefieren ovejas, rebaño, uniformidad, estamos más controlados en un único redil. Estos pensamientos nos hielan el alma; y el viento del norte, el cuerpo. Hay que marchar.

Hay que marchar, decimos, y lo hacemos tomando el sendero que, dando vista al Campo de Jaca, nos deja en el canal de abastecimiento de agua de boca, y en cuatro patadas a Puente Torrijos, Camino de Santiago, que tomamos en dirección a Jaca. Dos horas y cuarto, y en diez minutos más tomamos la pista que nos sube a Claraco (1.000 m) a través de duras rampas de nuevo. Hoy en día, Claraco no es ni la sombra de lo que fue; bueno, no es ni sombra. Hoy en día sólo son montones de piedras, resecas piedras, que no tienen ni qué llorar, lo han llorado todo; parideras arruinadas de un enclave medieval, a la espera de su puesta en valor.

Ruinas de Claraco
Abandonamos este lugar, y sus piedras, para seguir por la loma, con unas fuertes pendientes, hacia el collado de Ipas, por el que ya habíamos pasado hace dos horas. Bajada hacia Ipas, hacia el barranco de Ipas, para encaramarnos al Monte Rapitán (1.160 m) por su loma este, también por un sendero muy pedregoso y cuesta arriba, muy cuesta arriba en algún tramo, pero que al llegar al carrascal, el camino se suaviza y nos ofrece un agradable trote, que se nos hace un poco largo, pues las ganas de terminar este circuito empiezan a pesar en las piernas.

Antenas de telefonía y monstruoso edificio de apartamentos, es lo que rodea la amplia explanada que sirvió de llegada el jueves pasado para una etapa de la Vuelta Ciclista a España, en la que ganó el Purito Rodríguez. Todo ello es lo que nos recibe. Fuerte Rapitán, y descenso por el camino que han habilitado, eludiendo de ese modo las lazadas de la carretera y su asfalto, claro.


            Y poco más. Hospital. Estación de RENFE y a casa. Otra mañana de caco, más ca que co, claro, en la que hemos invertido cuatro horas en hacer en torno a 26 km,  con unos 800 metros de desnivel positivo, 1.600 acumulados, en un continuo rompe piernas. Pero bien, disfrutando.






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