“Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba”.
Fragmentos de la antología poética de Alfonsina Storni (1892-1938).
No sé, igual está sacado de contexto, pero nos ha llamado la atención porque bien se pueden aplicar estos versos al alba, al nácar, a la espuma, al blanco inmaculado de la nieve, en definitiva, algo de lo que hemos podido disfrutar hoy. Pero detengámonos por un momento en la figura de esta poetisa argentina, de origen suizo. Fue una de las precursoras del feminismo, plasmado en el perfil de sus escritos, diagnosticada de cáncer, incluso operada, sin éxito, le llevó a una profunda depresión, optando por acabar con su vida tirándose por la escollera del Club Argentino de Mujeres, en Mar del Plata. Alguna versión romántica, que ha quedado como leyenda, cita lo que consideraría Alfonsina como una elección del libre albedrío, que se adentró lentamente en el mar, algo que sirvió a la cantante de música folclórica, su compatriota Mercedes Sosa, para componer la bellísima canción de Alfonsina y el mar.
Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
Dormida, Alfonsina, vestida de mar.
Algo podríamos hablar también sobre esta horrible enfermedad que consume cuerpos y psiques, de su naturaleza, de sus objetivos, pero no es el momento ni el lugar, preferimos hacerlo sobre la vida y las montañas, que son las que nos la dan. Hoy vamos a pasar una jornada algo distinta, y decimos eso porque no nos prodigamos, precisamente, por la vertiente norte de los Pirineos, esa que en los mapas viene rotulada por las personas, como “France”, fruto de algún convenio, sin contar con ellas, por lo tanto, pasan de todo eso. Pasan de todo eso, decimos, y nos ofrecen sus mejores galas, porque desde las grandes nevadas de hace como un mes, y el frío posterior, permanece sobre todo en los pacos, y lo hace para disfrute de los que allí nos acercamos, y que en este concreto lugar hemos sido pocos, muy pocos, tan solo el amigo Manuel y servidor picapedrero.
Y ¿a qué sitio hemos ido? Bueno, mejor dicho, ¿a qué sitio nos ha traído Manuel? Pues a un bosque precioso, coronado por un monte sin nombre en esos mapas, ni siquiera en el oficial del IGN francés, lo que nos ha dado la opción de bautizarlo, siguiendo la estela de otras reseñas, con el nombre de ese bosque, Barlagne. No llega, por poco, a los 1 800 msnm, realmente muy poco por encima de nuestra familiar Peña Oroel, pero la arquitectura geomorfológica de los Pirineos hace que esta se considere parte de las Sierras Exteriores, y la que nos va a acoger hoy se pueda ver como Pirineo puro, al menos esa apariencia tiene, aunque diste muy poco de la depresión de Olorón. Ya hemos dado una pista de por dónde nos encontramos.
Sí, en le Gave d’Aspe, de modo que hay que cruzar el puerto de Somport, algo que hacemos por el túnel, y a unos 24 km de la frontera, por la N 134, encontramos el desvío a la izquierda que nos indica la dirección de Lées-Athas, dos pequeñas poblaciones que alcanzamos por la D 237, para tomar desde esta última, la D 441, que definitivamente nos lleva a nuestro punto de arranque, a unos dos o tres kilómetros de haber coronado el puerto de Bouesou, por una carretera que nos llevaría a la Pierre St-Martin o a Arette a sus pies. Bueno, llegados a este punto, observamos que estamos en el entorno del Chemin de la Matûre de Issaux, pero que no se extrañe nadie, porque ese famoso que está excavado en la roca, frente al fuerte de Portalet, no es el único.
Hay anuncios de que la carretera está cerrada, suponemos que por la nieve, pero no llegamos hasta el corte, teniendo nieve desde el mismísimo arranque, que lo hacemos Manuel con esquís y yo con raquetas. Estamos en un abetal típico pirenaico, en el que se van intercalando grandes ejemplares de acebos. Nos introducimos en una pista que no da tregua desde el comienzo, y que nos va llevando por el bosque. Al cabo de media hora la abandonamos para introducirnos en el bosque, se supone que por un sendero, y tras ir sorteando enormes abetos y acebos, se sale a una explanada, para volver a entrar en el bosque y salir de nuevo a un descampado de fuerte pendiente, llegando ya a una ante cima, con unas magníficas vistas, pero que se mejoran con la auténtica cima, que se consigue pasando por una vaguada y subiendo los metros finales. Dos horas y tres cuartos hasta aquí.
En el frente sur le Rocher de l’Osque, con el característico paso homónimo, a su izquierda les Tourelles, y a su derecha, se pueden apreciar los remontes de la estación de invierno de la Pierre St-Martin. Por el valle formado entre todo ello y donde nosotros estamos, se traza el GR 10 francés, concretamente la etapa 35, que discurre entre Lescun y Santa Grazi, pasando por la citada estación. Las vistas hacia el norte se desvanecen hacia la depresión de Oloron.
Bueno, y poco más, vuelta por donde hemos venido… más o menos, hasta llegar al vehículo habiendo recorrido 7,3 km, en 4 horas y 40 minutos, con un desnivel acumulado entorno a los 900 m D+/-.
Web:
Youtube
Bernard64000
Resa Tourisme 64
Travesía pirenaica
RAE
Geamap
Hijo de la Tierra
Las
fotos y el
track, que no tiene por qué ajustarse a los senderos de verano
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