viernes, 5 de abril de 2019

Peña de Amán, sobre el abismo del Salto de Roldán

IXOS MONS
Peña de Amán (1121 m)
Jueves, 4 de abril de 2019



            … de huida de la fallida conquista de Saraqusta, el valeroso caballero Roldán replegaba filas hacia su Galia natal, y lo hizo a través de estos peñascos que dan entrada a la antesala de los Pirineos… subió a la Peña de Amán huyendo de sus perseguidores, quienes le dieron alcance en la misma cima… pero no se amedrentó, picó espuelas y su corcel en lugar de caer al abismo alcanzó la peña gemela de San Miguel, muriendo el caballo en el esfuerzo… el valiente caballero tuvo que continuar a pie su viaje, llegando hasta la misma divisoria en Ordesa… exhausto lanzó su espada Durendal abriendo una gran brecha, siendo lo último que hiciera en su vida, pudiendo ver así a su amada tierra…”

La Peña de San Miguel y el Fraile

Comenzamos...
            Bueno, pues de este modo unimos dos fantásticas leyendas como otras muchas que encierran nuestros Pirineos y las sierras que lo anteceden. Épicas historias de valerosos caballeros, de sangrientas conquistas, contra conquistas, reconquistas y recontra conquistas, de unos contra otros que a la sazón los próceres del binomio iglesia-estado, se han ido ocupando de trasladar a un pueblo siempre alienado, siempre atemorizado, de lo que se ha sacado partido para subyugarlo y alimentar el orgullo patrio. Afortunadamente, los tiempos han cambiado… o ¿no tanto?... y los métodos también… o ¿no tanto?

Cabaña en la zona de los huertos

Los floridos romeros, siempre buenos compañeros de viaje
            Lo que no ha cambiado es esa admiración que un reducido sector de la humanidad ha sentido siempre, y sigue sintiendo, seguimos sintiendo, por ellas, por las montañas… ese respeto, esa pasión a la hora de abordarlas, como el mayor exponente del medio natural. Son esa meta soñada que marca la ansiada antesala del llano precedente. De nuestro llano. De nuestro llano a nuestras montañas. Como la vida misma. Hoy también hay algo de eso, pero siendo igual en su esencia, es distinto en su desarrollo, porque para subir una montaña no es normal empezar la excursión bajando, ni tampoco lo es terminarla subiendo. Y eso es lo que nos ha pasado hoy.

Peña Amán, el Fraile y Peña San Miguel, con su castillo

El sendero que viene de San Julian de Banzo, y el Picón
            Sí, volvemos sobre estas tierras que tanto nos gustan y que tan bien se portan con nosotros, compartiendo su sencillez, su austeridad, sus bellos rincones, sus secretos. Hoy volvemos a los límites entre la montaña y el llano. Hoy volvemos, a la Sierra de Guara, a una de sus puertas, quizá la más espectacular, labrada por el río Flumen, y que pasa por entre estos imponentes peñascos que tanto juego han dado al imaginario colectivo, como son las Peñas de San Miguel y Amán… y el poco mencionado Fraile, entre ambas, verdaderas atalayas sobre la Hoya de Huesca.

Vistas hacia el norte

Manantial de Lavallos
            Nos acercamos hasta las proximidades de la localidad de Santa Eulalia de la Peña, de donde parte una estrecha y serpenteante pista asfaltada hasta el aparcamiento del Salto de Roldán, bajo la Peña de San Miguel, visitada ya con anterioridad, y donde dejamos el vehículo. La mañana está fresca, serena, invita a ser compartida con todo el que se acerque, y que como solo somos el amigo Toño y servidor picapedrero, más parte nos toca… casi toda, se podría decir. Casi todo su aire, casi toda su luz, casi todas las extraordinarias vistas de este espectacular barranco, a cuyo fondo tenemos que llegar… y que a ver cómo nos lo encontramos para cruzar.

El ya domesticado Flumen

Curiosas formaciones que juegan con los vientos
            Pues eso, como decíamos, comenzamos nuestra andadura bajo la atenta mirada de la Peña de San Miguel, su protegida y casi inexpugnable Fraile, y la de Amán, nuestro objetivo. Y lo hacemos por definido sendero hasta el mismísimo fondo del barranco. En cuarenta minutos descendemos los trescientos metros justos de desnivel que nos separan de él. Del matorral de monte bajo, en el que destacan los floridos romeros, vamos pasando por carrascas y algún pino. Al pasar por el desvío de la fuente de Lavallos nos metemos para visitarla. Se trata de un manantial, como otros varios que seguro hay por los alrededores, y que daban vida a los huertos que, sabiendo que estaban se va adivinando su ubicación, donde la silvestre vida vegetal va sustituyendo a la doméstica. Se pasa junto a una cabaña de piedra en franco proceso de deterioro.

Continuamos la andadura ya en modo ascenso

Rascaderos y farmacia de jabalíes
            Finalmente se alcanza el lecho del río, que parece que hoy se va a dejar pasar. Un río que trae las esencias de la Sierra de Bonés, donde nace, para amansarse en el embalse de Santa María de Belsué y seguir su curso arañando los materiales blandos a lo largo de milenios hasta diseñar estas extraordinarias formaciones… y sigue haciéndolo. Bueno, pues tal y como está hoy la corriente nos ofrece dos tramos, el primero pelín justo, y el segundo con un buen tronco de madera solucionando el paso. Es lo que hacemos, pasar para continuar nuestro camino.

Vistas desde el collado a la Hoya de Huesca

Señalización en el collado
          Primero se discurre por el soto del río, acompañándolo aguas arriba como unos trescientos metros, coqueteando con él y con el límite de los términos municipales de Nueno y Loporzano. Le sigue la decidida subida por un ancho y cuidado camino, que aun teniendo nuestro objetivo bien a la vista, nos desvía de él para cruzar el barranco Reguero del Águila, que lo hace por una comisura por la que apenas baja agua. Continuamos, y a los tres cuartos de hora de haber cruzado el Flumen alcanzamos el collado Frontón de Buesa, que nos da vista a la solana de estas montañas que van perdiendo su carácter amansándose ya en la Hoya de Huesca.

Objetivo a la vista

Superando las clavijas
            A partir de aquí, brusco giro de noventa grados para dirigirnos ya directos hacia nuestra peña, y decimos nuestra porque hoy no espera más visitas. En veinte minutos llegamos a la base de la roca, unos conglomerados que el tiempo y los avatares geológicos hicieron. El estrecho sendero discurre entre el cogote cimero y el abismo entre esta peña y su gemela, alejándonos un poco para posicionarnos ya bajo el asalto final, facilitado por unas clavijas que ayudan en su consecución. Una vez arriba se recorre la estrecha explanada, llegando a los 1121 metros de su máxima altura.

Las montañas se amansan en pos del llano

En el paso de las clavijas (imagen de Toño)
            Nosotros no conquistamos montañas, son ellas las que nos conquistan. No conquistamos su alma, ellas conquistan la nuestra, la apabullan, la prendan, la enamoran. Los más de cuatrocientos metros de caída libre sobre el lecho del río le confieren una característica que pocas montañas de nuestro territorio tienen, y que para admirarlo retienes la respiración aun sin proponértelo. La panorámica es absolutamente insólita. Toda la Hoya de Huesca a nuestros pies, al sur. Al este, lo más cercano que se nos ofrece es el Picón, o Peña del Mediodía, brava también, y que da continuidad a toda la sierra de Guara. Al norte, el lecho que el Flumen se ha sabido labrar, incluyendo esos enormes paredones llamados Cienfuens, el contiguo pico del Águila y la sierra de Belarra. Y a poniente la peña gemela de San Miguel, el Fraile, al que ya se le han bajado los humos, y algo más lejos el también imponente pico Gratal, que con su sierra, la de Caballera y la de Loarre darían alcance a esa otra familia de mallos, los de Riglos, hermanos con estos en su morfología.

El paso del río Flumen

Cartel en el cruce
            El fuerte y frío viento nos empuja a abandonar este privilegiado lugar desandando lo andado. Con extremo cuidado bajamos por las clavijas y, ya en el sendero, hasta el collado Frontón de Buesa, y desde allí hasta el río, que cruzamos como antes, pelín justos. Al poco se pasa por un cruce del que sale un sendero descendente marcado como “Bozosa” y San Miguel, que tomamos. En seguida se bifurca. Tomamos el de la derecha, más amigo de la curva de nivel, y que finalmente se emboza tras haber pasado por lo que tiene pinta de haber sido los pequeños campos de los huertos. Volvemos sobre nuestros pasos y tomamos el ramal que baja de nuevo al río. Lo cruzamos, y por el soto nos lleva hasta que termina en el río de nuevo, pero sin posibilidad ya de cruzarlo sin mojarte. Estamos justo bajo la vertical de ambas peñas, con unas aguas calmas sobre profundas badinas.

Aquí damos media vuelta con la intención de volver en verano

            Volvemos de nuevo sobre nuestros pasos, cruzamos el río y nos incorporamos al sendero que traíamos, y que en menos de media hora movida nos sube al punto de partida, a ese aparcamiento del Salto de Roldán, al que llegamos tras haber recorrido 9,2 km en 3h 50’ de tiempo total, del que 2h 55’ han sido en movimiento, con un sorprendente desnivel acumulado total de en torno a los 950 m D+/-, que no está nada mal considerando que entre el punto de salida/llegada y el objetivo apenas hay 100 metros de diferencia de cota.



Más fotos y el track

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