lunes, 15 de abril de 2019

Camino de Santiago, primer tramo del Camino Francés por Aragón

ANDADAS
Camino de Santiago
Somport - Jaca
Domingo, 14 de abril de 2019



            En una mañana nublada de mediados de abril acometemos un Camino de Santiago que lo vemos con ganas. Sí, con ganas ya de recibir a esos caminantes, hay quien los llama peregrinos, que con un motivo u otro, todos respetables, se lanzan a sus brazos, a sus largos brazos hasta llegar a sus manos, que los depositen en ese final jacobeo, por uno de los muchos itinerarios que se acercan a él. Nuestro motivo, al menos el de hoy, ya lo desvelamos, es el de añadir más volumen de entrenamiento para esa prueba que une las dos mayores capitales de Aragón, como son Zaragoza y Huesca, en ese día, mejor dicho, en la noche víspera del patrón San Jorge, que de él toma el nombre: Jorgeada, que este año se nos hace mayor, ya que alcanza la mayoría de edad con esos 18 añitos ya. Y con la mejor puesta de largo, amparado su itinerario con la flamante señalización del GR 234 como Sendero Turístico de Aragón.

Así se nos ofrece la mañana en el arranque

            Y que el resto del territorio no se sienta discriminado, porque sus 80 km arrancan desde el mismísimo Palacio de la Aljafería, sede de la voluntad popular aragonesa, donde estamos representados todos. Todos.

La Virgen del Pilar y Santiago Apóstol, binomio inseparable de la creencia católica

El Summus Portus. Los romanos no lo tenían tan fácil
            Bueno pues, al turrón. El autobús amarillo del valle nos deja algo pasadas las 9 de la  mañana justo en la divisoria orográfica, lo que el artificio llama frontera. Allí, donde el aquitano deja paso a la fabla, y donde la cuesta arriba deja paso también a la cuesta abajo. Una cuesta ocupada a tramos por manchas de nieve, y cuya valla está al albur de los fieros inviernos, que ya lleva unos cuantos a sus espaldas, bastantes por los suelos. Aunque seguro que más fieros eran los de antes, aquellos que tenían que soportar, sin valla, los peregrinos que se albergaban en el Hospital de Santa Cristina, que en el siglo XI, durante el naciente reino de Aragón y el vizcondado de Bearne, ya estaba considerado por el Códice Calixtino como uno de los tres más importantes del mundo cristiano, junto con el de Gran San Bernardo, a su paso por los Alpes, y el del mismísimo Jerusalén.

El Hospital de Santa Cristina, amputado por el tiempo y el abandono

Monolito junto a las ruinas
            Pero eso quedó atrás. El río sigue trayendo agua. Unas aguas del recién nacido Aragón que, aun perdiéndose en tierras navarras, junto con el Camino de Santiago, da nombre al territorio. Unas aguas que posiblemente sean las mismas que entonces, que posiblemente también hayan ido y vuelto varias veces a épocas cada vez más alejadas de sus virtudes, de sus beneficios, encontrando un paisaje más transformado, escenario al que los actores dan la espalda de forma creciente, y al que algún día tendremos que mirar de frente.

Cruce de la carretera bajo las Piedras Rojas

Marmota curiosa
            Pasadas las ruinas de lo que fue un floreciente centro religioso y sanitario, pero fundamentalmente social, de la época, unas escaleras nos bajan a la carretera de entrada a Candanchú. Una traza reciente te invita a cruzarla, para seguir por un itinerario que, francamente, no le encontramos mucho sentido, aparte de un gasto innecesario en puentes, al volver a cruzar la carretera más veces que el antiguo trazado, que es el que seguimos. Para evitarlo hay que seguir la carretera unos 100 metros, cruzar el puente de Santa Cristina y meterse en el sendero, señalizado como GR 11.


Puente del Ruso

Chimenea de la fundición
            Vamos tomando altura, hasta dar de nuevo en la carretera, justo enfrente del camino de Piedras Rojas. La cruzamos y tras una ligera subida entre casetas de pastores y de comunicaciones, llegamos a una plataforma, que a su final nos ofrece unas escaleras que nos hacen perder altura. Con el puente del Ruso ya a nuestros pies atravesamos un amable tramo, hasta salir a otro más pedregoso. Rioseta se nos va abriendo, y ofreciendo los montes que lo coronan, el pico del Águila, la Muralla de Borau, y el patriarca de todo este reino, el Aspe. Pasamos por una zona de bunkers y bajamos hacia la finca de Anglasé, cuya antigua edificación, fue convertida en la actual borda ganadera tras haber servido para la actividad minera e industrial de una floreciente aldea, cuyo principal vestigio lo tenemos en esa alta y estrecha chimenea que dejamos a la izquierda.

Rioseta se abre a nuestra vista

Anglasé y Chiniprés al fondo
            Como a unos 400 metros de la finca dejamos que la pista de Canalroya siga su destino junto al GR 11, que nos deja su variante GR 11.1 para meternos por un señalizado sendero a mano derecha, que nos baja por el bosque, dejando atrás una cabaña de piedra, y nos deja en una pista que cruza el río Canalroya y se dirige ya dirección Canfranc, para lo que tenemos que abandonarla y entrar en el sendero a través de una especie de burladero para el ganado. Esta variante nos va a acompañar hasta Canfranc pueblo, ya que se dirige hacia Lizara por Gabardito y los collados de la Magdalena y el Bozo.

Punto de unión del GR 11 con el GR 11.1 por cuyo trazado continuamos

Barranco de Izas, justo antes de rendirse al Aragón
            Al cuarto de hora de andar por sendero definido entre el pasto, pasamos junto a un puente sobre el Aragón, a donde confluye ese itinerario mencionado anteriormente y que no nos gustaría ni mencionar, aunque lo hacemos para evitar confusiones. En pocos metros cruzamos el barranco de Izas, que trae las esencias de ese recóndito valle. En cinco minutos más pasamos bajo el Col de Ladrones, antiguo fortín defensivo que controlaba el paso por el valle. Otros diez minutos más y entramos ya en terreno domesticado, las primeras edificaciones llegan a nuestro alcance, y tras ellas la indicación de la fuente de Pequeña, por donde está señalizado el Camino de Santiago para entrar a Canfranc Estación si hiciera falta.

Dejamos el Camino de Santiago momentáneamente
para continuar por el Paseo de los Melancólicos

Lo viejo, lo nuevo y lo utilitario conviven en la estación
            En caso de que no, podemos seguir por el camino de los Melancólicos, mucho más tranquilo, que nos lleva por la trasera de la enorme Estación Internacional y toda su arqueología ferroviaria, que a golpe de presupuestos y subvenciones poco a poco se van colmando los deseos de quienes quieren poner todo ello en valor, paso previo a la ansiada reapertura de la línea internacional. Obviamos la entrada a la pista de Picauve y continuamos por lugares aprovechados para la construcción de esos bunkers de la línea “P”, un complejo de 10.000 enclaves, de los que se terminaron 6.000, y que constituía una gran barrera defensiva a lo largo de la cordillera pirenaica. Se atraviesa la enorme tubería del complejo de la central de Canfranc, por la que sube y baja el agua a conveniencia.

Uno de los bunkers de la Línea "P", acondicionado para su visita

Torreón de Fusileros
            Nuestros pasos dan a la cola del pequeño embalse de Canfranc, junto al nudo carretero de la entrada del túnel. Nos encontramos el arcén pintado de rojo, que tenemos que recorrer como unos 800 metros, túnel incluido, hasta llegar al bajante bajo presa, para tomar ya el sendero tras cruzar el río. Un sendero que en media hora se nos hará corto, porque su tránsito es verdaderamente delicioso. Antes de tomarlo pasamos junto a lo que queda de uno de los torreones defensivos del valle, el de la Espelunca, en un terreno totalmente desdibujado desde la construcción de la presa. La construyó Tiburcio Spannocchi en 1592 como defensa ante invasiones francesas. Hoy, aquí, sólo un montón de piedras y un cartel explicativo dan fe de todo ello. Tiene réplicas en los valles de Ansó, Hecho, Santa Elena de Biescas y Baños de Benasque, todas con el mismo fin. El que sí está en pie, y en uso es el de Fusileros, que se deja a la derecha, al otro lado de la carretera y el río. Se cruza el barranco de Ip y el sendero nos deja en un ancho camino que viene de ese valle.

Sendero mágico

Restos de la torre de Aznar Palacín
            A través del llamado puente de Arriba se alcanza Canfranc. Camino cargado de historia, pasamos por el Campus Francus de los romanos, convertido en sede aduanera en el siglo XI por Ramiro I, expuesto a grandes peligros dada su condición de próximo a la frontera, pero ha sido uno no previsto, el fuego, su mayor enemigo, destruyéndolo en varias ocasiones. La última, la de 1944, que lo sumió en una casi total despoblación de la villa, recuperándose lentamente en las últimas décadas debido al gran empuje del turismo. Lo primero que nos encontramos al entrar a la población son los exiguos restos del castillo. Luego otros restos de la torre de Aznar Palacín y lo que queda de la iglesia de La Trinidad. Todo ello habla de un pasado de esplendor.

Puente de Abajo, junto al cementerio

Inscripción en el interior del puente
            Finalmente llegamos al cementerio, donde se halla el antiguo Pont Nou, que aunque de apariencia románica, solo lo son los restos de su base medieval. Fue destruido por una gran avenida del río Aragón, y restaurado a final del siglo XVI por Ramón de Argelas, maestro cantero bearnés. En lo más alto del lomo, en su interior hay un sello con una borrosa inscripción que reza “RAMON ME FECIC”, Ramón me hizo, perpetuando la memoria de su re-constructor. Posteriormente tomaría nombres como el de Puente de Canfranc, Puente del Cementerio o Puente de Abajo, pero nunca Puente de los Peregrinos, aunque siempre fue su esencial utilidad.

A punto de pasar la carretera por debajo

            Dejamos ya este núcleo de población, que no es ni la sombra de lo que fue, y que concentra un gran número de importantes vestigios religiosos y defensivos dado su carácter de zona fronteriza y en cuyo seno discurre una da las vías más importantes de entrada de peregrinos de Europa a la península ibérica.

Congosto del Aragón antes de llegar a Villanúa

            Tras tanta evocación y contemplación, ya cualquier cosa de lo que veamos a continuación va a carecer de interés, pero lo cierto es que aún nos quedan algunas joyicas. El camino pasa por debajo de la moderna carretera, prestando atención a agacharnos al entrar, si no queremos llevarnos un mal recuerdo. Un poco antes, han adecentado otro bunker como refugio para el caminante. Pasado de nuevo por debajo de la carretera, el profundo lecho del río deja al aire una bella garganta, horadada a lo largo de milenios.

Entrada a la Cueva de las Güixas

Subterránea
            Pronto llegamos ya a la entrada de la Cueva de las Güixas, un corto tramo del inmenso sistema de galerías subterráneas que alberga el enorme macizo calizo de la Collarada. Un poco más adelante, unos alineados e inútiles ya postes de luz señalan el camino para llegar a la estación ferroviaria de Villanúa. En un lugar próximo al puente, en el que había un descuidado parque, han construido un edificio que hace de Centro de Interpretación de las Cuevas. Subterránea se llama.

Campos floridos comenzando el camino de Orbil

            Una vez atravesado el pequeño puente que permite cruzar el barranco de la Espata, se puede optar por tomar el moderno paseo de la derecha, que abrazado a la margen izquierda del río nos dejará muy próximo a un delicioso camino que atraviesa el Juncaral. Continúa, cruzando la carretera general, por detrás del Albergue Juvenil Don Bosco, de Salesianos, para subir por la cabañera, que te deja en la pequeña carretera que baja de Aratorés y por detrás de Villa Juanita continúa hasta llegar a la parte alta de Castiello.

Sendero de Orbil

            Pero eso será otro día. Hoy optamos por hacer el camino de Orbil, de modo que nos adentramos en el interior del casco viejo de Villanúa, villa situada a la salida ya del congosto que forma el río Aragón a la altura de Canfranc. Las enormes planicies en las que está asentada han propiciado la desbordante construcción de urbanizaciones utilizadas como segunda vivienda, que multiplican por doce la población, que apenas alcanza los 500 habitantes.

El actual Aruej, en sus tiempo capital de Bardaruex

            Aguas abajo de este floreciente enclave, tenemos un caserío digno de mención. Se trata de Aruej, que en otro tiempo fue la cabeza de este tramo de valle, denominado entonces Bardaruex, Valle de Aruej. Hoy convertido en cuatro casas en ruinas que albergan corrales de ganado; destaca la torre de los Acín, señores de Aruej, y la iglesia de San Vicente Mártir. Su demarcación llegaba desde la salida del congosto de Canfranc hasta Torrijos, y hoy, justificada oficialmente por su propiedad privada, está en un estado lamentable.

Casilla del tren junto al camino de Orbil

La Pela Oroel. El Campo de Jaca más cerca
            Pero sigamos por nuestro camino. Pasamos junto al nuevo cementerio, y al poco hay un cartel que te informa del viejo camino a Orbil, por el que nos metemos para quitarnos algo de asfalto. Sale junto a una casilla del tren, a la que podemos llegar, y que obliga a cruzar las vías, o salir por la izquierda a la pista que, tras una amplia curva pasa por allí. Se atraviesan los campos de Orbil, y ya enseguida aparece a nuestra vista la imponente estampa de la Peña Oroel, para indicarnos que estamos ya próximos al final de la etapa de hoy.


Panorámica del amplio barranco de Casadioses
Fuente de Casadioses
            Nos incorporamos a la pista que baja del valle de San Juan, que sube a Cenarbe, señalizado como GR 15. Continuamos y ya, unas granjas y corrales nos acercan a Castiello. Al salir a la carretera, la señalización nos la cruza y nos sube hasta lo más alto del pueblo, pasando por la parroquial de San Miguel, para luego bajarlo junto al barranco que lo parte en dos, pudiendo pasar por la fuente de Casadioses. Nos queda bajar de nuevo a la carretera y, ya por paso de peatones, cruzarla para llegar a esa zona de ventas. 

Añadir leyenda





              En este lugar volvemos a encontrar antiguos vestigios de un puente, recuperados recientemente del abandono y del olvido. Cruzamos el puente de la carretera de la Garcipollera y continuamos ya por el Camino de Santiago. Una vez llegados al río, se atraviesa por un moderno puente de madera, que burla el paso saltando de piedra en piedra que queda por encima de él. Se llega a una finca llamada Bergosilla, próxima al puente de Torrijos, y aquí nos detenemos de nuevo.
 
Puente sobre el Ijuez
            

En Bergosilla

Hay una silueta metálica, bidimensional, de un peregrino. La historia da cuenta de que este lugar se llamaba Hijos, y que ha sido desdibujado por el trazado ferroviario y carretero. En lo alto de una gran ladera de roca, donde ahora hay una torre de alta tensión, había una torre fortificada, y de ahí deriva el nombre de Torrijos, de torre de Hijos. En los siglos XIV y XV los Jiménez de Arloz eran los señores de Hijos. Actualmente está la cantera de Torrijos, en la que siguen dando vida a este oficio tan antiguo como artesano. Otro punto digno de mención es la existencia de una fuente, hoy casi cegada, de aguas sulfurosas, debajo mismo del puente, y que era apreciada en la antigüedad por sus propiedades medicinales.

Ermita de San Cristóbal

           Dando continuidad al camino, pasamos por el puente de las Grajas. Al poco, nos topamos con una ermita, hoy en manos privadas. Es la de San Cristóbal, de factura popular, que fue construida por Francisco Villanúa en 1796 junto al puente del mismo nombre, que salva el barranco de Rapitán. Cristóbal significa “el que porta a Cristo”, y es patrón de conductores y viajeros.


 
Fuente de agua sulfurosa

  
Actual Árbol de la Salud
Y cerca ya estamos de nuestro destino de hoy, Jaca, en cuya entrada tenemos el puesto del kilómetro 829 a Santiago. Está junto al parque que hasta hace poco albergaba el Árbol de la Salud, un viejo olmo que no resistió el paso del tiempo. Aquí estaba en la antigüedad la iglesia de San Esteban y el hospital de San Marcos, de vocación leprosera. Y de este modo termina nuestro periplo histórico artístico de hoy, que nos ha servido para echar la mañana y para sumar kilómetros para dentro de una semana. Hoy han salido al filo de los 30, que hemos recorrido en un tiempo total de 5h  35’, del que 5h 30’ han sido en movimiento, lo que da a entender lo poco que hemos parado, prácticamente nada. El desnivel acumulado ha salido en 750 D+ y 1590 D-.


Ya siento la extensión... había mucho que contar. Más fotos, y el track.

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