Ibones y pico Anayet
Jueves 6 de agosto de 2015
Seguimos por
los montes de La Jacetania. Hoy ponemos el punto de mira en los ibones de
Anayet, con opción de subir al pico. Una nueva jornada, excesiva en lo
meteorológico nos aguarda, calor tropical por la noche e infernal por el día.
Pero es lo que hay, y lejos de acobardarnos nos enfrentamos a ello tratando de
colarnos entre alguno de sus pliegues.
A pesar de haber nuevo trazado tomamos el viejo |
Ocho y media de
la mañana, que aunque a la sombra del aparcamiento de Canalroya, ya pinta
maneras. Cruzamos el puente bajo la finca Anglasé y tomamos la pista a la
derecha, que antes de adentrarse en el valle sostiene un indicador para
advertir al caminante que el ramal del GR 11 que discurre por Izas y el GR
65.3.1 o Camino de Santiago, siguen siendo uno tomando una senda a mano
derecha. Nosotros seguimos en el GR 11 por esta variante, que tiene
todos los números para quedarse como única.
Comienzo del nuevo trazado al propio tiempo que el de Chiniprés |
Al cabo de
media hora, y con el sol inundando ya el valle, surge a mano derecha, también,
el PR que sube a Chiniprés, un lugar especial, dominando el codo que hace el
río Aragón, desde donde se tiene una panorámica aguas arriba y aguas abajo,
extraordinaria. Lo sabemos por otras veces, que hoy no toca. Vemos que por este
mismo puente continúa la señalización del GR 11, pero optamos por volver al
trazado original, que en su accidentado deambular comprendemos lo acertado de
la decisión. Esta margen derecha es más empinada que la izquierda, más
expuesta, por tanto, a avalanchas, y por el discurrir del río también más
expuesta a sus mordidas en las avenidas. Se vuelve a unir en la
cabaña de Lacuás. Seguimos.
Las apresuradas aguas del Canalroya |
El sendero va
tomando altura sobre el fondo del barranco, hasta que al cabo de una hora se vuelven a tratar de tú al llegar a la Rinconada. Las aguas, se han ido embraveciendo
por el camino, se han ido apresurando, pero aquí están bien pacificadas. Dan
vida a un bonito rincón, custodiado por el cordal de Raca, Malacara, Canalroya,
Peñablanca, Aneu, Cuyalaret… por la izquierda subiendo. Y por el mundo Anayet a
la derecha.
Progresando hacia los ibones |
Pequeño
repostaje y a encaramarse a los paredones para superar los más de trescientos
metros que median hasta ese espléndido plató que aloja a los ibones de Anayet,
los grandes, los espectaculares, los más visitados, porque a poniente del pico,
en sus faldas también hay otro pequeño grupo de ellos con el mismo nombre. La
llegada a este lugar es como siempre ha sido. Su acogida raya lo fantástico. Se
deshace en amabilidad, y eso que hay muchos visitantes… pues para todos tiene.
Le gusta ser visitado, y se nota. A pesar de ello, denota una cierta tristeza,
su lámina de agua está más mermada. Esperemos que sea temporal, debido a esta
sequera que padecemos. Mientras todo eso pensamos y comentamos, nuestros pasos
siguen enganchados al sendero y nos llevan a asomarnos a la vertiente tensina,
al barranco de Culibillas, por donde se alcanza este lugar desde Formigal.
El Midi llena el espacio con su presencia |
Vuelta sobre
nuestros pasos. Vuelta a nuestros ibones. Vuelta a encararnos a esos dos
pitones volcánicos, el cercano Midi d’Ossau, y el inminente Anayet. Incapaces
de describir este singular entorno, hemos pedido ayuda a San Google, que en una
de sus millones de páginas nos dice: “…
hasta el Circo de la Canal Roya y la cascada de la Rinconada. Caminaremos por
los arrecifes devónicos, la orogenia hercínica y el desierto rojo de Pangea,
para acabar viendo el antiguo volcán del Anayet.
Caminata sencilla por este impresionante valle glaciar…”. Pues eso, que
esos depósitos volcánicos que tan artísticamente el tiempo ha ido destripando
no hay que dejar de venir a visitarlos.
Llegando al collado |
Progresando por las cadenas |
Bueno, henos en
el collado, donde decide Isidro que alguien tiene que quedarse con las
mochilas. Estas cosas, compartidas saben mejor, pero hay que respetar, y al fin
y al cabo esto no es nada personal, que es una consecución del grupo. Enfilamos
pues con Sara hacia ese desierto rojo, que decía el zagal, que nos deja a los
pies de un pequeño tramo de incómoda glera que nos acompaña hasta las cadenas,
una travesía horizontal de unas decenas de metros que aseguran nuestros pasos por
estas paredes y sus amplios patios. Liberados de nuestras cadenas, volvemos a tener
senda bajo nuestros pies hasta llegar a esa chimenea que con cuidado se sube
sin mayores dificultades. La mayor de ellas es la cantidad de gente que sube y
baja.
Por la chimenea |
Y al salir de las
estrecheces de la chimenea, llegamos a las anchuras de la cima. Anchuras
visuales, decimos. Anchuras del alma, también. Estremecedora visión sobre todo
nuestro entorno. Empiezas a ver montes, valles, horizontes cercanos, lejanos. Un
sinfín de placer capaz de acallar cualquier ruido interno, capaz de sofocar
cualquier ahogo, capaz de transportarte a mundos sólo alcanzables desde la cima
de una montaña. Hoy ha sido ésta. Nuestros caminos, hoy, han confluido.
Desierto rojo de Pangea |
Los momentos de
éxtasis siempre terminan igual, siempre terminan volviendo a la realidad. Hay
que bajar. Chimenea, cadenas, desierto rojo, collado, Isidro… Todos para abajo,
el aire es molesto y buscamos un lugar más protegido para echar un bocado. Lo
encontramos, y seguimos la bajada, con la esperanza de que sea feliz hasta
abajo, con la esperanza de que no nos pase como todas las veces anteriores, que
de forma repentina nos quedamos sin hitos y hay que terminar bajando como los
jabalíes, pero sin serlo. De dos horas que dura la bajada, la primera es
siguiendo los hitos por un sendero visible en ocasiones, en otras no tanto. De
la segunda hora, mejor no hablar. Siempre que hemos hecho esta bajada, y han
sido unas cuantas, nos ha pasado lo mismo. Siempre que hemos hecho esta bajada
se nos ha quedado la misma cara de tonto. Siempre que hemos hecho esta bajada,
hemos perdido la traza y hemos tenido que optar por bajar a la brava por empinadas
laderas de hierba por las que hay que hacer verdaderos equilibrios.
Echando humo |
Pero como bien
está lo que bien termina, finalmente nos topamos con una de las lazadas del PR
de Chiniprés, que seguimos hasta el puente que nos pasa a la pista. Abrasados
por el sol, el cansancio, y el mal humor que se te pone cuando repetidamente no
eres capaz de resolver el mismo conflicto, nos ponemos a remojo en la fuente
del Cerezo. Ya sólo nos resta llegar hasta el coche por cómoda pista. Y para
resultarnos cómoda una pista…
Bueno, pues
buena vuelta a este volcán sin cráter. Han salido 20,8 km, con 8h 40’ de tiempo
total, de los que 6h 25’ han sido en movimiento, con desniveles acumulados en
torno a los 1.500 metros. Pa’ chicos no está mal. A pesar de todo, a gusto. Muy
a gusto. Pero seguimos teniendo ahí esa espinita… bueno, otro día.
Las fotos, en: https://picasaweb.google.com/chematapia/IbonesYPicoAnayet
El track, en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10417759
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