Faja de la Pardina (2.000 m)
Mondoto (1.962 m)
Sábado, 15 de agosto de 2015
Una nueva
salida de la Sección de Montaña del CP Mayencos de Jaca por delante. Sara, Eva
y Manuel, Ástrid y Angy, Josemari, Toño, Julio y el que suscribe, nos ponemos
en marcha acudiendo a Nerín, donde Horacio y su bus nos acercan a Cuello Arenas
para comenzar la ruta. Una ruta la de hoy, que al no ser demasiado exigente, la
hemos complementado con la subida a un monte cercano.
Las Tres Sorores, con nieve reciente |
Varios son los
valles que han surcado y surcan las montañas, a lo largo de los siglos y
milenios, y que confluyen en el macizo del Monte Perdido. Todos distintos,
dependiendo de su orientación, su geología… pero todos iguales porque tienen el
mismo cometido, llevar a la tierra media las esencias de estos montes mágicos,
de estos montes míticos, de estos montes legendarios, de estos montes. Uno de
esos valles, el más cerrado, el más espectacular, se salvó de las aguas
empantanadas allá por 1982, cuando la ampliación del Parque Nacional de Ordesa
le añadió a su nombre lo de “y Monte Perdido”, salvándolo de las garras del
proyecto de inundación del Cañón de Añisclo para aprovechamiento hidroeléctrico,
que rondaba desde los bajos 70. Hoy visitamos uno de los barrancos que vierten
en él, el de la Pardina, con su magnífica faja. Allá vamos.
Por la plataforma hacia la entrada de la faja |
Nerín, 12º,
mañana húmeda y fresca. Un autobús con poco más de media entrada se dirige
hacia los miradores transportando a amantes de las montañas, que en esta
jornada han decidido desafiar a los pronósticos del tiempo. Otros no, otros han
cancelado la salida. El autobús se detiene en Cuello Arenas. Nueve mayencos y sus
mochilas lo desocupan. Aún no son las nueve de la mañana, pero la nieve en las
alturas ha madrugado más que nosotros. Los velos que permiten pasar de la noche
al día, en su deambular nos muestran un macizo del Perdido salpicado por ese
elemento que se torna compacto, frío, más duradero, semejante al azúcar glas
que adorna una enorme tarta con varios montículos. No se puede decir que sean
las últimas nieves, ni las primeras, a estas alturas nieva todo el año, y hoy
es una prueba más.
Mallata Fogaril |
Nos metemos de
lleno en ese vasto espacio, soporte de un circuito de esquí nórdico que no
todos los inviernos marcan, y que es verdaderamente espectacular. Con la vista
al frente, hacia las Tres Sorores, Punta de las Olas, collado de Añisclo, la
Suca y las Tres Zucas, más conocidas como las Tres Marías, nuestros pasos se
dirigen hacia la cabecera del barranco de la Pardina, hacia el comienzo de un
vertiginoso viaje de las aguas que por él se despeñan. Por una cómoda
plataforma vamos llegando. Esta nueva orientación ya nos permite tener una
vista más completa sobre el barranco y la faja por la que vamos a entrar.
As crabetas |
Unos cortos
pasos descendentes nos meten en ella, y lo primero que nos encontramos son unas
grandes oquedades en la roca. Lo llaman Mallata Fogaril. Comienza nuestro
deambular por esta bonita faja, de dentro a afuera del barranco, que vierte sus
aguas al Bellós en el Cañón de Añisclo. En poco más de media hora nos
presentamos en un escaso salto de agua, que desde una pequeña espelunga a unos
12 ó 15 metros, cae en vertical sobre un amplio asiento de musgos, que delatan
la pervivencia de humedad, aunque ahora baje escaso de agua. Estimamos su
esfuerzo, pero más no puede. Recibe el nombre de Ballisaco. Antes de llegar a
él, nos hemos topado con una docena de crabetas, que ante nuestra insistencia,
han tenido que retroceder.
Progresando por la chimenea |
El sendero es
muy variado, a tramos está dominado por la hierba, que al estar mojada hay que
andarla con cuidado. Hay otros corros anchos, más cómodos. Muy variado, sí. De
vez en cuando, obligado es parar para recrear la vista paseándola sobre el
propio barranco, y más en lontananza sobre ese Añisclo, que ya deja ver uno de
sus guardianes, los Sestrales. Una hora justa de auténtica delicia en altura
nos ha llevado hasta el final, hasta el drástico final. Hay que alcanzar los
prados de arriba, y para ello hay que meterse en una empinada canal que han
equipado con cadenas, sirgas y grapas, lo que aporta mucha tranquilidad y
comodidad. Todos, uno por uno vamos pasando por ello, hasta llegar, como
decimos, hasta la tierra llana, que permite de nuevo que nuestra visión se alargue hasta esa divisoria con el
valle de Pineta, que poco a poco va enganchando nubes.
Mallata Candón |
Seguimos la
contemplación con las manos y las mandíbulas ocupadas, pero no mucho tiempo,
hay que apremiar. El sendero nos lleva hasta la mallata Candón, un buen abrigo
para la intemperie. A partir de aquí tomamos dirección poniente, entre sendero
y no, que nos acerca al borde del barranco, a unos pasos que son los que
suponemos llaman Malpasé. Con el rabillo del ojo, no dejamos de ver esas ansias
de los montes en acumular y acumular nubarrones, negros nubarrones, de esos que
no te gustaría tener encima, y menos en la montaña. En menos de una hora desde
Candón, nos presentamos en la entrada de la faja, cerrando de este modo un
círculo que abrimos hace dos horas y media.
Josemari con su hallazgo |
Desandando
nuestros pasos por esa amplia plataforma, en cuenta de ir hasta Cuello Arenas,
en el momento que podemos, bajamos al barranco para subir por la otra vertiente
y dirigirnos ya hacia nuestro siguiente objetivo, el Mondoto. A veces por
sendero evidente, otras no, enfilamos hacia la Estiva, que rodeamos por su base
en busca de ese otro monte en el que queremos hoy dejar nuestra impronta, si
antes no nos la deja el agua en nosotros. Por abajo se ven más nubarrones, pero
cierto es que con algún claro. A ver en qué queda todo esto. En nuestro camino
se interpone un hongo como la cabeza de un crío, que cómo lo vamos a dejar ahí
sólo, el pobre.
Finalmente ya
tenemos ante nuestra vista el Mondoto, y la raya que forma una plataforma por
la que se sube viniendo de Nerín, por la que bajaremos, pero desde aquí se nos
hace mucho dar semejante rodeo, de modo que vamos haciendo zetas ganándonos
unas palas herbosas, hasta que se terminan, dando paso a un tramo de piedras,
que al ser grandes se superan con facilidad.
Espectaculares vistas sobre Sestrales |
Echando la
vista atrás da auténtico pavor ver los cielos de Monte Perdido y sus satélites.
En menos de media hora hemos subido a la cima de este monte, que no llega a los
dos mil metros, pero que su escasa cota lo compensa con las vistas que ofrece
sobre los grandes macizos, sobre el Cañón de Añisclo, Castillo Mayor, Sestrales,
que oculta a la Peña Montañesa. Al fondo, en el llano, un gran embalse amansa
las aguas de Cinca y Ara, pero encrespa las lágrimas de tanta y tanta gente que
echó de sus casas y sus tierras, de sus recuerdos y de su futuro. Que me pierdo.
Nerín en el Ballivió |
Buen sitio esta
terraza kárstica para contemplar, para dar rienda suelta al pensamiento, con
una fina pita por si hay que tirar de él, como así es hoy, porque empiezan a
caer las primeras gotas. Pensábamos estar más tiempo, no lo hay. Pensábamos
echar un bocado, no puede ser. Escasamente cuatro fotos, y chubasquero al
cuerpo. No pasan ni dos minutos desde el comienzo del descenso cuando oímos el
primer trueno, que bueno, no lo tenemos encima, pero vamos hacia él. Las
piedras del camino se ponen resbaladizas, pero no nos hacen bajar más despacio,
sí con más atención, pero no más despacio. En media hora nos alineamos con
Ballivió, dando vista a Nerín, parando un poco de llover, y en menos de media
hora más llegamos al coche, habiendo arreciado de nuevo los últimos cinco o
diez minutos.
Un cuarto para
las tres… y sin comer… y lloviendo. Con los mismos 12º del comienzo, tiramos para abajo en busca de más
tranquilidad, que encontramos en un parador de Sarvisé, donde echamos un bocao
con las exquisiteces del hongo empanado. Y poco más, cada mochuelo a su olivo.
Como en el tramo de la faja se va tan pegado a la pared, las señales satelitales
adquieren vida propia que luego hay que ajustar en la medida de lo que se es
capaz de hacer. De modo que los datos de hoy son más estimados que reales. La
distancia ha salido de 17,5 km, y el tiempo total algo inferior a 6 h, de las que 4h
30’ han sido en movimiento. Al ser distinto el punto de salida que el de
llegada, también lo son los desniveles, saliendo en torno a 900 de D+ y 1.500
de D-. Una buena jornada de monte en buena compañía… hasta la del agua ha sido
buena.
El track, en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10503723
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