sábado, 8 de agosto de 2015

El Castillo de Acher, abierto a los cielos

AQUERAS MONTAÑAS
Castillo de Acher
Miércoles 5 de agosto de 2015



            De nuevo al monte. Esta vez para saldar una vieja deuda que alguno de nosotros tenía desde la entrada a este último invierno, que se nos fue. Entonces, las malas condiciones meteorológicas dificultaron el alcanzar la cumbre a algunos, y se lo impidieron a otros. Pero sin rencor, con la mayor humildad del mundo, aquí estamos en la confianza de que se nos muestre más propicia esta vez y nos ayude a conseguirlo. Tancaro ha de ser.



Progresando por el bosque
            En un verano sorprendido hasta de sí mismo, viendo al mercurio subir en cohete y bajar en paracaídas, aprovechamos uno de esos días de calor para contrarrestar el frío que aún guardábamos en la memoria de la última vez que estuvimos por aquí. Nueve de la mañana. Selva de Oza, siempre entrañable, nunca defrauda. Aquí somos, que dicen los de lo lugar, Sara, Isidro y servidor picapedrero, para unir los destinos de tres personas y un monte en esta nueva jornada montañera.

Nuestro objetivo, a regañadientes
            El esfuerzo por la empinada trocha del bosque se ve compensado por ese deambular por entre viejas hayas y abetos aprovechando siempre el destilar de sus esencias. Varios barrancos hay que cruzar hasta salir de él. Unos barrancos que agonizan, pero que siguen luchando por mantenerse en pie. Prefieren morir de pie que vivir echados. Nuestros mayores ánimos a la espera de nuevas lluvias que los regeneren… y al bosque, y a nosotros, y a todo bicho viviente.

De supervivencia
            Al cabo de una hora larga el bosque se encuentra bien donde está y no quiere seguirnos. Nos despedimos de él hasta la vuelta y seguimos por marcado sendero. Ese bosque, son todos así, sólo te quiere para él, a veces hasta te afoga, pero hay que perdonárselo todo, porque cuando lo dejas te descubre unos horizontes increíbles. La Peña Forca, con su cara más fuerte, más valiente, la que se enfrenta al gran norte, hace ya rato que nos tiene en su radar; los Agüerris también quieren acudir a la fiesta; su hermano mayor, Bisaurín, todo envidiosote él surge también en la línea sur. A poniente, los montes del mundo Acher, Chipeta, Petraficha, Gorreta de Gabachos, Ginebral de Gamueta, Anzotiello, Mallo Acherito, Petrechema, Ansabère, Mesa y Tabla de Tres Reyes… en fin, todo un universo de solitarios montes que inhiestos se aúpan a ver quién puede más.


Canal que nos sube
a la antecima
            Pero nosotros a lo nuestro. Una gran roca, que dejamos a la derecha, nos desvía bruscamente el rumbo, tornando el que traíamos hacia el este, con el de norte, que nos va acercando poco a poco a la pared, hasta que ya nos va subiendo por glera no muy descompuesta, hasta la misma base de una corta y amplia chimenea que obliga a echar las manos, pero sin mayor dificultad. La recompensa a todo ello es la sorprendente vista que nos alcanza. Sí, porque todos sabemos lo que es un valle y una montaña, todos sabemos que el valle está abajo y la montaña arriba, pero en pocos sitios se ve lo contrario. Sí, un extenso y profundo valle colgado encima de esta montaña con salientes al vacío en sus flancos norte y sur, cual almenas de una fortaleza, le dan el nombre. El apellido lo toma de la zona. Castillo de Acher. Aquí estamos para contemplarte y para dejarnos contemplar, para quererte y para dejarnos querer.


Peña Forca, en toda su extensión
            La agradable brisa se convierte en casi molesta ventolera. El bochorno trae genio, y obliga a un nutrido grupo de personas a ponerse al abrigo de él, a darle la espalda, eso es lo que consigue. Un despistado valle de Guarrinza a nuestros pies, y decimos despistado porque no sabemos dónde estaba cuando se repartieron las orientaciones. Éste, al contrario que la mayoría, en lugar de perpendicular al eje pirenaico, es paralelo… él sabrá. A él vierte el barranco de Lo Barcal, que hunde sus entrañas a levante del Castillo. A poniente, Oza, su selva. Y al sur de la cima, ese valle colgado, valle profundo, valle reseco, calizo, lleno de foyas. Y al sur del macizo, el mundo Bisaurín. Describiendo lo más cercano, ahí nos quedamos.

De bajada
            De vuelta, visitamos el garganchón de esa brecha que alberga uno de los accesos, algo más exigente que la vía normal. Y como el gastro no perdona, parada y fonda. Un joven sarrio es pasto de nuestras miradas. Un sarrio que parece cojo, que parece enfermo, solo en la vida. Nuestros mejores deseos. Enfilamos sendero hacia la canal, que bajamos con sumo cuidado. Glera y camino ya más amable hasta el bosque, que nos beneficia con su sombra. Al cruzarnos con la pista, antes del último tramo de trocha, la tomamos para pasarnos por la Corona de los Muertos, que no le sienta bien esto de las fotos. No es la primera vez que tenemos problemas.

            Bueno, y poco más. Casi los 15 km, en 7 horas, de las que 5 han sido en movimiento, con en torno a 1.500 metros de D+. Buen monte, buena compañía, buena jornada. 



  

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