Cuculo (1.549 m)
San Salvador (1.547 m)
Jueves, 30 de abril de 2015
Arriba bravos jacetanos,
que raudos al monte vamos
Corred prestos a la pelea,
vamos todos, que ya tardea
Que miles de moros ufanos
Buscan de Jaca la presea
El bosque encantado |
La Peña Oroel |
No perdamos de vista la gran
pregunta. ¿Por qué la humanidad sigue esclava? Porque ha confundido su campo de
batalla, porque ha confundido el enemigo, porque se ha dejado engañar por esa parte de sí mismo que es la comodidad, la envidia, la codicia, la avaricia, el
egoísmo, el afán desmedido de tener, en lugar de ser, esos fantasmas que le
hacen sombras, ocultándole los verdaderos valores de solidaridad, de
generosidad, de esfuerzo, de superación, de vernos igual al de enfrente, porque
todos pertenecemos a la misma Unidad. Y eso no se resuelve colgando cabezas de
moros en las picas, porque ese enemigo que vemos fuera, en realidad lo llevamos
de serie.
Por verdes prados |
Y no hay mejor forma de
mejorarnos como personas que la de buscar en casa esos valores, y entiéndase
por casa, la de todos, el espacio natural, y en concreto el monte, en el que
podemos encontrar tantas y tantas enseñanzas en el Gran Libro de la Naturaleza
Viviente, que estos días renueva sus páginas para mostrarnos que la vida es
cíclica, y que un nuevo tiempo surge en ella. Una vida que no ha podido estar
replegada en las raíces, como dicen los que en una planta sólo ven una planta,
y los que en un árbol sólo ven un árbol. Imposible que quepa. De su conciencia
surge con gran vigor esa fuerza que renueva cada año ese ser que ofrece al
resto de seres lo mejor de sí mismo.
Balancha, desde el Cuculo |
Vamos en su búsqueda, a ver lo
que encontramos. Y este último jueves de abril, víspera del Primer Viernes de Mayo, lo hacemos subiendo al Cuculo y San Salvador con Isabel y Julián, dos
andarines impenitentes de estos caminos de la redolada, por estos montes plagados
otrora de distorsionados enemigos. El nuestro esta tarde, se puede decir que es
la enorme cuesta que va superando el barranco de La Carbonera, encima de Santa
Cruz de la Serós, aunque una vez arriba, una vez dominado, una vez que salimos
del bosque por el collado de Las Eretas, la satisfacción de haberlo conseguido,
se envuelve de aire fresco y nos acompaña ya hasta la misma cima, esa
avanzadilla hacia el norte, que hace que esta sierra de San Juan de la Peña se asome
sobre la Balancha que lentamente se dirige hacia la Canal de Berdún, y a la que
rinden esos valles transversales que traen las más puras esencias pirenaicas.
Campo de Jaca |
No hay nada mejor que auparse sobre una de estas atalayas, porque a través de una pausada mirada a
nuestro alrededor, uno ve más clara su imagen en ese espejo. Igual que estas
pequeñas y humildes montañas se miran permanentemente en esos gigantes que
tienen delante, con el fin de parecerse a ellos sin renegar de lo que son, así
nos vemos nosotros, tratando de ver, tratando de oír, tratando de entender su
más que lento latir. Son esas distintas dimensiones de espacio y de tiempo, parámetros
ambos que encarcelan al ser humano, y que sólo con una decidida voluntad de comprensión
podremos ir asumiendo, y no sólo eso, sino yendo a su favor.
Collado de Las Eretas |
Las altas cumbres de las nevadas
montañas están en las nubes, no sabemos si con éstas u otras reflexiones, pero
sólo con el intento de aproximarnos a ellas, ya somos felices. La tarde está
gris, amenazante, y el ligero viento algo fresco. Tras mostrar nuestros
respetos a todo lo que nos rodea, nos vamos alejando de este lugar, para
llegados al collado subir a San Salvador, porque las tierras sureñas estaban
envidiosas de nuestras miradas, de la luz que se extiende entre unas y otras. Y
allá vamos, subiendo por el camino más tendido y bajando de nuevo al collado
por la senda del maquis.
Bajando por la senda del maquis |
De nuevo en el bosque, hacemos un
mini viaje en el tiempo, porque hemos dejado por arriba unas hayas cargadas de
brotes por salir, y lo que les cuesta días, semanas, se abre a nuestras atentas
miradas en cuestión de minutos, ya que por la parte más baja ya se han asomado
a este mundo de color, al que dan sonido unos cada vez más escasos pajarillos que
también renacen a esta primavera que con fuerza ha venido y que no sabemos qué
intenciones trae.
Dos horas y tres cuartos nos ha
durado la visita a estos montes, por cuyas venas abiertas rodó sangre mora y
cristiana, igual que la que corre por las nuestras, y que nos ha impulsado a
subirlos en busca de nuestras particulares conquistas… porque seguiremos y
seguiremos, hasta descifrar ese…
Jaca libre sabe vivir
A la sombra del monte Oroel.
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