sábado, 8 de noviembre de 2025

Congosto de Obarra, doble sesión cromática por los aleros del Isábena

Año XIV. Entrega nº 978

 

IXOS MONS
Alto de Bonansa-Calvera, por el bosque de Pegá
Carretera de Espés-Obarra, por el paso de la Croqueta y Ballabriga
Martes, 4 de noviembre de 2025 (mañana y tarde)

            “La naturaleza siempre viste los colores del espíritu”. Ralph Waldo Emerson (1803-1882).



            Este escritor, filósofo y poeta estadounidense del siglo XIX, fue un estudioso de la Biblia, con la que, debido a su postura crítica, no estuvo del todo de acuerdo, lo que no era óbice para que desarrollara una sensibilidad a través de la contemplación del mundo natural, como se trasluce de la cita con la que encabezamos hoy esta nueva entrega, en dos etapas.



            Tierras no muy visitadas éstas de la Ribagorza oriental, regadas por el río Isábena que, nacido en un precioso circo pirenaico, en el que ha ido dejando su infancia y que, fluyendo por aquí en plena adolescencia, emplea la fuerza de su juventud para abrir ese profundo tajo que conocemos como congosto de Obarra, en cuyo ensanche se encuentran los restos de un monasterio, dedicado a Santa María, cuya primera mención la tenemos en el Cartulario de Alaón, pág. 60, nº 52, de José Luis Corral, cuando se citan a los monjes de “Uvarra” el 22 de mayo de 874.



            Pues con ese cóctel entre historia y presente, nos vamos moviendo hoy, entre pugnas territoriales y asentamientos reconquistados; entre la sinfonía poético-cromática de las esencias más íntimas en una época que se sucede periódicamente en el calendario biológico, en unos bosques que, poco a poco, van ganando terreno, reconquistándolo, también, a unas laderas, a unos campos, a unos bancales que la modernidad les va cerrando los ojos.




Alto de Bonansa-Calvera. Por el bosque de Pegá.

            La primera parte de esta bonita jornada por estas tierras discurre por unos caminos, a tramos durmiendo el sueño de los justos, y que comienzan en el Alto de Bonansa, pórtico de entrada al bosque de Pegá, por el que transcurrimos casi con el aliento contenido por tanta belleza a la que nos somete. Algo excesivo.



            Desde el comienzo, y durante unos cientos de metros, nos acompañan los GR 17 y GR 15, que nos permiten ir pasando por una serie de puntos que ofrecen interpretación de la naturaleza a personas invidentes, en el sendero adaptado que lleva a un mirador, que obviamos. Justo dejar los GR para ir hacia la izquierda y seguir nuestra ruta por la pista, jalonada por una auténtica paleta de colores.






            La fuente de Comas y el refugio de Pegá salen a nuestro encuentro. Seguimos por la derecha en un desvío que se nos ofrece a continuación, para terminar en la borda d’Ansuilo, acompañada unos metros más adelante por el mirador homónimo, que no muestra vértigo para asomarse sobre unos abismos que apabullan.













            De allí sale un tímido sendero que nos va a ir bajando, alineados ya con el valle del Isábena, por cuyo alero este vamos a ir discurriendo, en decidido rumbo N-S, con un placer más íntimo si cabe, pues la vegetación se nos va echando encima. Se llega a la borda del Castellano, cuyas paredes van resistiendo al paso del tiempo, cuyo terreno anejo va conquistando el invasivo erizón.






            De nuevo al bosque, por un camino no siempre bien definido, pero que, con la ayuda de algún hito y puntos de pintura en árboles distanciados, nos vamos defendiendo entre el bosque caducifolio y su intensa coloración. Pero no siempre encontramos esos aliados, que hay tramos verdaderamente perdedores, por los que se nos hace imprescindible el uso del GPS, sin el cual aún estaríamos por allí dando vueltas.











            Otro claro del bosque, en el que reposan los restos de los corrales de la Cuasta Carrera, antes de volvernos a vestir de bosque y deambular por alguno de esos entresijos que la vegetación ha ido recuperando para sí, hasta que, finalmente, salimos a un congosto, franco, precioso, jalonado por grandes paredones calizos, que encauzan las aguas del barranco de Pegá, tras del cual, nos sorprende un camino calzado que habla de una larga historia de trasiegos de los paisanos, de sus caballerías, de sus inquietudes, de sus preocupaciones…






            Se nos abra la vista ya al valle que acoge el barranco de Castrocit, que toma el nombre de una aldea perdida en su cabecera y en el tiempo y, en cuya solana, rodeada de campos en letargo desde hace años, se encuentra Calvera, a donde llegamos por unas veredas jalonadas de enormes carrascas. Una población, de apenas una docena de habitantes, que añora sus “50 fuegos” censados en 1385, y cuya primera mención, milenaria ya, la encontramos en la Catalunya carolingia, III, nº 127, de Ramón d'Abadal, cuando cita una venta de tierras en el año 916.





            Sesión matinal que concluye con la consecución de una distancia de 8,9 km, recorridos por los términos municipales de Bonansa, Laspaúles y Beranuy, en 4 horas y 10 minutos, gran parte del tiempo empleado en resolver dudas. El desnivel acumulado ha sido de 440 m D+ y 560 m D- (Wikiloc: 353 m D+ / 477 m D-), habiendo alcanzado la altitud máxima en los 1565 m de un punto antes de llegar a los corrales de Cuasta Carrera.

            




Carretera de Espés-Obarra. Por el paso de la Croqueta y Ballabriga.

            Vamos con la segunda parte de una maravillosa jornada entre la soledad acompañada por unos bosques que muestran sus mejores galas antes de desnudar su alma y exponerla al albur de los elementos, de los peores elementos de esos rigores del invierno, dándonos una lección de humildad, de sencillez, de generosidad y de economía.



            Si por la mañana hemos volado, con los pies en la tierra, por los aleros de la margen izquierda del congosto de Obarra, por la tarde lo hacemos por la de la derecha, recorriendo un precioso tramo del veterano GR 18.1, que sube por el fondo del valle para incorporarse a su matriz, el GR 18, a los pies de Castanesa y que, desde hace poco, está acompañado en este tramo por el GR 17, una reciente incorporación al catálogo de Senderos Turísticos de Aragón, como Camino de Santiago Vía Arán-Pirineos.



            Lo tomamos en la cuarta curva de la carretera de Espés, que va desde la A-1605 hasta la N-260, partiendo de la del eje del Isábena. Nada más tomar el sendero, ya nos muestra sus señas de identidad para hacer nuestro paseo más que agradable. Los pinos, hayas, bojes… van saliendo a nuestro encuentro, intercalando algún claro que nos permite ver el espectáculo que las caducifolias del valle ofrecen generosamente, no les importa que tengan pocos espectadores, cumplen primorosamente su misión biológica, despojándose de lo que ya les es inútil, dando así, una gran lección de economía.






            En el camino encontramos un desvío que nos indica a la font dels Fustés, que no despreciamos, acercándonos a verla… aunque sólo vemos el cartel, tiene que llover más para que se anime a dar. De nuevo al camino principal para continuar nuestro paseo, que nos va metiendo por el barranco de la Garanta, hasta su misma comisura, que marca el límite municipal, dejando el de Laspaúles, y entrando en el de Beranuy



 


            El sendero nos va sacando del barranco volviendo hacia el valle principal, por un camino milenario, y que quedaría en desuso tradicional con la construcción de la carretera paralela al río, pero que nos queda para uso lúdico, con tramos calzados, por el que habrán pasado centenares de personas y caballerías a lo largo de los últimos siglos. Escribiendo esto me viene a la cabeza que en la sesión de la mañana decíamos lo mismo, y es que esta ruta es un auténtico espejo de la otra, atravesar el congosto por arriba, hasta llegar a un pueblo en la ladera, a uno y otro lado de la montaña, demuestra que no es casualidad el emplazamiento de ambas localidades.










            Tratando de avivar el paso para evitar privarnos de la luz que se va comiendo la llegada del atardecer, llegamos al mítico paso de la Croqueta, donde finaliza la vía ferrata homónima. Una forqueta que nos da paso a la otra vertiente, teniendo a Ballabriga como próximo hito a alcanzar, algo que hacemos en veinte minutos. Un lugar cuya primera mención la tenemos en la Colección Diplomática de Obarra, nº 19, de Martín Duque, cuando documenta entre 1010 y 1012 a un tal “Garuzo de Vallavricha”.







            Pasamos junto al nuevo templo dedicado a San Esteban protomártir y, siguiendo la señalización de los GR, salimos del pueblo, pasando por el cementerio, en el que el número de lápidas seguro que supera a los habitantes censados en la actualidad. Seguimos camino abajo, que nos deja, como si no hubiera algo mejor, en la carretera local, que seguimos hasta llegar a la A-1605, con vocación de vertebrar el valle desde su nacimiento en Graus, capital de la comarca. La cruzamos y en unas decenas de metros entramos tras la bionda hasta llegar al aparcamiento de Obarra, donde damos por finalizada la ruta.










            Aunque se dice que nunca segundas partes fueron buenas, en este caso se contradice el dicho, ya que ha sido, como mínimo igual en cuanto a paisaje, y mejor en cuanto a lo diáfano del camino, al que le hemos dedicado dos horas y media, para recorrer una distancia de 7,5 km, con un desnivel acumulado de 330 m D+ / 540 m D- (Wikiloc: 213 m D+ / 425 m D-), alcanzando la altura máxima en los 1345 msnm del paso de la Croqueta.






Dominios de Obarra

            La ancestral autarquía de los pueblos de las montañas ha alimentado leyendas que, en mayor o menor medida, tienen un cierto enganche con la realidad. He aquí una referida a este mítico y místico lugar de Obarra, donde convergen las miradas de este espejo a uno y otro lado del congosto.

 

Barón d’Espés, 

barón d’Espés, si a Obarra ba,
a Espés no i tornarás més.

A lo que él sin miedo contestó:

¿En los tres gosos que porto
y l´aspingarda?
Torná o no torná
a Obarra vuy aná.

 

            Conversación de inframundo entre el susurro de las bruxas y los duendes del Turbón con el Barón de Espés que, tirano él, quería beneficiarse a la molinera del monasterio de Obarra… No conocemos el “beneficio”, pero sí lo que se dice del maleficio, porque fuera o no fuera, el barón no regresó, dando por cumplida la amenaza brujeril. Estamos hablando de relatos, pasados de generación en generación, desparramados hasta el movedizo terreno de las leyendas, que se han quedado en la memoria colectiva, en torno al monasterio de Obarra, que desde el siglo IX, incluso antes, va atesorando historia como capital eclesiástica de la Ribagorza.




BIBLIOGRAFÍA

Historia de Aragón. Los pueblos y los despoblados, II. Antonio Ubieto. Anubar (1984)

 

RECURSOS DIGITALES

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Nota: La publicación de las rutas, así como de los tracks, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.