lunes, 2 de enero de 2023

Peña Oroel, al alba de un nuevo año

                                                              Año XII. Entrega nº 791


IXOS MONS
Peña Oroel (1769 m)
Domingo, 1 de enero de 2023

            "Todas las criaturas que existen en la Tierra, las piedras, las plantas, los animales, los humanos, reciben la vida del sol, de su calor, de su luz. Pero los humanos, que tienen una conciencia más elevada que las piedras, las plantas y los animales, pueden hacer algo más que recibir sus rayos pasivamente. Si aprenden a mirar el sol, a trabajar con él, comprenderán la naturaleza de esta energía de la que es la fuente, y cómo pueden captarla y transformarla, desarrollando sus centros sutiles. Cuando ponemos una cruz en movimiento, esta engendra un círculo, el sol; y cuanto más intenso es el movimiento, más luminoso se vuelve el sol. El sol, que es la cruz en movimiento, como esta, reúne los dos principios, el masculino y el femenino." 

Omraam Mikhaël Aïvanhof, filósofo y místico francés de origen búlgaro.



            Si mezclamos en una coctelera este pensamiento, con la cruz y el sol, una buena madrugada y el primer día del año que, aunque sea convencional y no biológico, no deja de ser el primero, y eso marca, el resultado, servido frío y ventoso, es una buena manera de comenzarlo, y el mejor lugar para hacerlo es la Peña Oroel, eterna compañera de la milenaria ciudad de Jaca. De modo que a ella subimos a escondidas para llegar a su cruz antes que lo haga el sol.


Imagen de Álex Lacadena



            Con las saetas del reloj analógico lo más tiesas y verticales posibles, brincamos de la cama para visitar esa cruz quieta y esa otra en movimiento. Antes de las siete, y con la luminaria en la frente, partimos del Parador sintiendo el ulular del viento por encima del arbolado, que nos va a proteger, pero presintiendo que al salir del bosque va a ser implacable.



Imagen de Álex Lacadena

            Y así fue, y así pasó. Los cincuenta minutos que nos cuesta llegar al collado de las Neveras son los que permanecemos al abrigo del fuerte viento, que nos ha visto subir y nos espera para abalanzarse sobre nosotros con el mayor de los ímpetus. Le retamos y emprendemos la aproximación a la cruz por la cornisa, se lo toma como un órdago y aumenta la apuesta, pero nosotros seguimos impasibles, como si nada. Poco a poco va despuntando el alba, y con el aire de cola que nos anima, solo queda alcanzar la cruz que, esa sí, con sus más de 9 metros desafía a vientos y tempestades.





            Con hora y diez minutos para llegar a la cruz desde el Parador, veinticinco minutos esperando a que saliera el sol, cinco minutos más para contemplarlo y reflexionar sobre lo divino y lo humano, y el viento, que nos recuerda que no va a parar, consideramos que ya tenemos el objetivo cumplido. Solo resta bajar, que lo hacemos en poco más de una hora, que en total hacen dos horas y tres cuartos, para hacer los 7 km de siempre, salvando el desnivel acumulado de los 595 m D+/- de siempre. 


Web

Jacetania Express 

Hijo de la Tierra  





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