Año XII. Entrega nº 793
La nieve, ese maravilloso fenómeno que a nadie deja indiferente. Caprichoso, voluble, mirado con cautela por unos, con ambición por otros. Con agradecimiento, en cualquier caso. Dependiente de la precipitación y de la temperatura, como derivado del elemento agua, convierte su transparencia en blanca opacidad, que extiende su manto por las montañas, por los campos, por los caminos…
“Antes nevaba en la montaña más que ahora. Desde la mitad de diciembre hasta finales de febrero no se iba la nieva de toda la zona.
Cuando estaba la familia alrededor del hogar, decía la abuela:
- Callaos, callaos…, ¡parece que se oyen las esquilas en la cuadra!
- Pues mañana amanecerá nevando, y si no ya lo veréis -respondía el abuelo.
Y no se equivocaba nada. Los cielos se tornaban grises, “de color de caldo nabos” se decía, y se ponía a nevar por las cumbres y las laderas de las montañas, hasta las partes más bajas.
La abuela Orosia se levantaba la primera para encender el fuego y gritaba desde la cocina:
- ¡Chicos, chicos! ..., ya os podéis quedar en la cama todo lo que queráis, que hay un palmo de nieve y sigue nevando. ¡No tenéis que correr para soltar los casalizos!
Y Miguel comentaba, mientras se comía un plato de farinetas:
- Como nieve así, mañana nos llegará la nieve hasta la bragueta y tendremos que “abrir camino” con las palas para ir a las cuadras.
- Y para que suba el cartero, tendremos que salir a “limpiar” el camino hasta el Plano Sarrato -añadía Orosia.
Si nevaba con viento se amontonaba en las puertas de las cuadras, de los hierberos, y por las calles, donde se formaban grandes neveros con la ventisca. Hasta que no se derretía en los cercados de la solana, no se podían soltar a pastar los casalizos. Las cabras lograban comer algo de hierba por debajo de los estratos rocosos y de los árboles”.
José Mª Satué Sanromán
Pues sí. Hoy va de nieve. De nieve en las montañas. En las montañas próximas a ese territorio sin un alma, aunque conserve la suya propia. Un territorio con identidad propia, con historia, con cultura propias y comunes, pero que, por desgracia se ha llegado a un punto en el que, “… en la actualidad, la naturaleza acorrala con su vómito verde a los núcleos, mientras estos, abrumados por la soledad, se desvanecen por el suelo, camino de convertirse, si nadie lo remedia, en amontonamientos de piedras”. (Enrique Satué).
No hablamos hoy de Sobrepuerto, aunque sí del nexo que tenían sus gentes, sus pueblos, en esa profunda devoción por Santa Orosia, compartida por todos, por esa doncella que lo fue, llegando a los altares y teniendo influencias sobre decenas de localidades de estas montañas y de otras no tan próximas, a los pies del Oturia donde, según la leyenda sufriría martirio.
Hoy nos acercamos a una de las puertas de entrada de tan venerable territorio, a Yebra de Basa, para deslizarnos por los pliegues del manto blanco de la santa, en el último día de una semana que comenzaba el lunes con grandes nevadas por estos pagos, tanto así que poco paró de hacerlo en los cuatro primeros días, y que los siguientes mantiene debido a las bajas temperaturas. A ello hay que añadir los feroces vientos, especialmente de hoy, pero hemos buscado refugio en uno de esos pliegues del manto, en el barranco de Santa Orosia, por el que hemos discurrido disfrutando de una mañana raquetera espléndida y sin viento. Allá vamos.
Imagen de febrero de 2015 |
Han salido 7,7 km, recorridos en 3 horas y 50 minutos, con un desnivel acumulado total de 475 m D+/-.
Bibliografía:
La vida tradicional en el Pirineo. José Mª Satué Sanromán. Editorial Pirineo (2020)
Guía de Sobrepuerto. Varios autores. O Zoque, Asociación Cultural Ballibasa y Sobrepuerto (2014)
Web:
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ResponderEliminarGracias, Anónimo.
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