“Por la mañana, nada más levantarse, lo primero que se hacía era encender “a chaminera”, muchas veces “escalibando” con los restos de la noche anterior. Durante todo el día, la “dueña” se irá encargando de que no se apague y de darle mayor viveza en las horas punta, comida, atardecer…
Una vez que el sol se pone y las faenas han concluido, todos los miembros de la casa se reúnen al calor del fuego, al calor de las “cadieras”, e iluminados supletoriamente con “tiedas”. Las mujeres cosen, bordan, remiendan, tejen… Otros “esforizan boliches” “fustían” madera, apañan “esquillas y cañablas”… Y los yayos cuentan y cuentan historias sin parar. Y los “chicorrons” a escuchar y a aprender. Y mientras, se asan manzanas y se echa algún trago. Al final, cuando se acostaban, dejaban las “estenazas” abiertas sobre la ceniza, en forma de cruz, con el fin de que “as güixas” no entrasen por la “chaminera””.
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De "uncafealamedianoche.blogspot.com |
Fragmento extraído del libro “Pirineo adentro”, de Ricardo Mur y Enrique Sauté, editado por Barrabés Editorial en 2003. Poco tiempo, o mucho, según se mire, ha pasado desde la publicación de estos dos montañeses y amantes de las montañas y estudiosos de sus gentes. Pero mucho, mucho más, desde que se contaban estas historias y que, invariablemente han sobrevivido a lo largo de los duros tiempos que les ha tocado vivir a muchas generaciones en estas inhóspitas, pero queridas tierras. Inhóspitas, duras, implacables, de largos inviernos y cortos estíos, en los que mucho era el esfuerzo para arrancarle lo que podían para subsistir; pero queridas porque era la tierra, era su tierra, esa madre que aportaba todo el sustento, y fundamentalmente porque no conocían otras… porque el conocer esas otras fue el principio del fin.
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Casa Coterón, en Torruéllola de la Plana
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Pozo de Casa Barcolino, en Torruéllola de la Plana
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Muchos son los espedregales, muchas las casas espaldadas, muchas desprovistas de dignidad. Compartiendo ese mismo espacio rural, pocas son las chamineras en pie, y de ninguna sale humo, pero en torno a todas ellas se reunía la vida de la casa y sus historias. Unas historias que han quedado impregnadas en todas y cada una de las piedras que dieron sustento a esas casas y que, al paso por ellas, si te detienes con sumo respeto, aunque con la voz cada día más apagada, aún puedes sentir, porque están ahí, en el mundo del éter, pero que afortunadamente aún puedes revivir con personas, que aún las hay, y que formaron parte de ellas, como hemos tenido la inmensa fortuna de vivir en esta jornada, con Jobita Albás, septuagenaria nativa de la pardina Ballábriga.
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Jobita Albás, junto a los restos de la pardina Ballábriga
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Cuadras junto a la era de la pardina Ballábriga
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Nos la encontramos con parte de su familia en nuestro deambular por esos caminos. Departimos cordialmente con ellos, y les decimos que tenemos previsto pasar por ahí a nuestro regreso. Y hete aquí que cuando eso hacemos nos los volvemos a encontrar ahí, junto a las ruinas de lo que fue su casa natal. Uno, que no cree en las casualidades, no sabe a qué atenerse en estos casos, pero no dejan de ser asombrosas estas coincidencias. Jobita lleva el apellido de la casa, que precisamente es el que da nombre a otra pardina que también habíamos visitado en esta ruta. No recuerda exactamente en qué año salió la familia de la pardina, sin embargo, sí que recordaba con meridiana claridad ese ambiente, esas historias, esa vida infantil de la que guarda muy gratos recuerdos; era la menor de siete hermanos, que iban a la escuela de Torruéllola de la Plana, por donde también habíamos pasado. Jobita nos mostraba con orgullo lo que fue la casa central de la pardina, y las auxiliares, pajares, cuadras, también los campos, los huertos… con gran entereza, aunque la procesión fuera por dentro.
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Paisajes de estos somontanos
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De rednaturaldearagon.com
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La Guarguera es una muy amplia zona del pre-Pirineo oscense, a caballo entre las comarcas del Alto Gállego y del Sobrarbe, junto con la más sureña comprendida, mayormente, en el ENP del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, entre las de la Hoya de Huesca y el Somontano de Barbastro. Albergan ambas, decenas de pueblos deshabitados cuya visita nos adentra en unos tiempos en los que los rigores atmosféricos y del terreno forjaban un carácter y unas formas de vida determinadas, con unos valores impensables en nuestra actual sociedad urbana y de consumo. Unos pueblos, y los caminos que los unían, que dan mucho juego a nuestra afición por las montañas y aun sin tratarse de las altas cotas, no dejan de hurgar en el terreno de las emociones, que es, al fin y al cabo, lo que siempre buscamos.
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Tres grandes seres
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Uno de esos pueblos es Matidero, de los pocos con algo de vida, y es porque está a pie de carretera, en este caso en la del puerto de Serrablo. Con varias posibilidades, con Eva y Manuel, elegimos una de ella, que es una ruta circular para visitar Torruéllola de la Plana, la pardina de Albás, San Hipólito/San Póliz, la pardina de Ballábriga y Alastrué, pasando además por una sorprendente zona de robles, caxicos se dice por aquí, verdaderamente monumentales.
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A la salida en Matidero
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Escuelas de Torruéllola de la Plana
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Siguiendo las marcas verdes del parque salimos en dirección al primero de nuestros pueblos, Torruéllola de la Plana, al que llegamos como en hora y cuarto, algo menos de lo que indica en la tablilla del comienzo, y todo ello por bosque mixto y algún tramo por explanadas de arenisca, que se crecía en grandes morrones a nuestro paso. Lo primero que nos encontramos a la llegada es una cabra que se la ve feliz entre las ruinas. A la entrada, nos llama la atención la Casa Barcolino, con un precioso pozo en el patio, una de las más pudientes del pueblo, según indica Faustino Calderón en su blog. Echamos un bocado en una era de Casa Baja, junto a los restos de una aventadora, única maquinaria agrícola del lugar, según se indica en esa misma fuente de información. También llama la atención un atípico edificio que albergaba las escuelas. |
Aventadora en la era de Casa Baja
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Restos de la pardina de Albás
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Tomamos la dirección de la pardina de Albás. El sendero nos deja en la pista en menos de media hora. La tomamos a la izquierda y en diez minutos más llegamos a este nuevo emplazamiento en una ladera herbosa fuera del bosque. Aquí nos encontramos también una arruinada hacienda con casa, cuadras y una ermita en lo más alto del lugar. Continuamos por lo que nos parece sendero que, finalmente no lo es, debiendo de retroceder hasta la pardina, pero no ha sido en balde, porque nos topamos con unos ejemplares de roble auténticamente sorprendentes, por su tamaño y porte, también por sus intrincadas formas.
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Soberbios ejemplares de caxico
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Se encuentran a decenas
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De vuelta a la pardina, lo más seguro sería seguir por la pista, pero la alcanzamos acortando por los campos que se van sucediendo en terrazas. Una vez alcanzada, ya no la abandonaremos de momento. En el transcurso de ese tránsito podemos destacar la presencia de enormes ejemplares de caxicos cuya presencia impone, al tiempo que nos encontramos a Jobita y su familia, pero no nos vamos a extender más en eso. Al poco, una visible señal nos indica que entramos en los dominios del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, con su correspondiente barrera que impide el paso a los vehículos a motor. En otros cinco minutos, dejamos atrás el cruce con el indicativo de Bagüeste y Las Bellostas, siguiendo nosotros a lo nuestro, hasta llegar a un pequeño panel informativo acerca del despoblado de San Hipólito/San Póliz, donde dejamos la pista para meternos por un sendero que atraviesa unos campos próximos ya a este nuevo despoblado.
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Saltador de las Lañas, en el Mascún Superior
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San Hipólito/San Póliz
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A menos de un kilómetro en línea recta hacia el sur se une el barranco homónimo con el de San Lázaro, dando unión al río Mascún, que daba vida al antiguo molino de Letosa y se despeña en el paraje llamado Saltador de las Lañas, donde da comienzo el Mascún Superior, barranco de gran atractivo para los practicantes de esta modalidad deportiva, y que discurre por un cañón de extraordinario valor medioambiental y paisajístico, y al cual se puede acceder desde Rodellar en otra más de las bonitas circulares que ofrecen estas sierras. De hecho, no solo hemos cambiado de término municipal, pasando de Boltaña a Bierge, sino que por ello, lo hemos hecho también de comarca, ya que de Sobrarbe pasamos al Somontano de Barbastro, pero será por un momento.
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Camino a la pardina Ballábriga
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Llegando a Alastrué
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A los diez minutos llegamos a la pardina de Ballábriga, donde nos volvemos a encontrar a Jobina, suponemos en que en busca de la memoria. Visita interpretada, y seguimos camino hacia Alastrué. Seguimos por bosque, por el que cruzamos el barranco de San Lázaro, y subimos, dejando atrás el desvío a Miz. Diez minutos más para recalar en Alastrué, otro más de los despoblados de estas tierras, con sus casas espaldadas. También digno de visitar y rendir culto a tanta y tanta actividad tiempo atrás, no en vano, y según informaciones obtenidas en el blog de Cristian Laglera, llegó a tener ayuntamiento propio. En la visita observamos en el interior de una casa un horno de pan y bodega abovedada, en perfecto estado… todavía.
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Estancia abovedada en Alastrué
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En poco más de una hora, aunque la tablilla anuncia dos, llegamos a Matidero, completando así la circular a la que le hemos metido 6h 50’, para recorrer 17,3 km y salvar un desnivel acumulado total de 615 m D+/-, y en la que hemos disfrutado de un solitario paseo por la media montaña, siendo no menos importante la visita a una memoria recurriendo a esa pregunta que hacía el maestro Labordeta de “¿quién te cerrará los ojos, tierra cuando estés callada?”, y para la que no nos dejó respuesta.
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