lunes, 2 de septiembre de 2019

Le Tour du Mgoun, el rey de los vientos

AQUERAS MONTAÑAS
Mgoun Oeste (3978 m)
Ighil Mgoun (4071 m)
Sábado 24 a sábado 31
de agosto de 2019



            “Le sentiment de la nature c’est l'expression de la civilisation. Le corps est nettoyé et restauré avec l'air subtil des hauteurs et l'âme est nettoyée et restaurée avec le silence des cimes”.

            Palabras de Miguel de Unamuno, uno de los máximos exponentes de la generación del 98, y las citamos en francés por ser una de las lenguas no oficiales de Marruecos, país con el que estuvo vinculado al oponerse públicamente a la campaña española contra ese país en los años 20 del siglo pasado, algo que le valió, por parte del dictador Primo de Rivera, el destierro a la isla canaria de Fuerteventura en febrero del 24. Pero centrémonos en las palabras:

            “El sentimiento por la Naturaleza es la expresión de la Civilización. El cuerpo se limpia y restaura con el aire sutil de las alturas, y el alma se limpia y restaura con el silencio de las cumbres”.

Cielos del Atlas, en Azib Ikkis

De camino a las montañas
            Centrémonos, decimos, porque es ahí donde queremos ir a parar, es ahí en donde queremos estar, en la naturaleza, concretamente en las montañas, como una de sus máximas expresiones. Porque son ellas las que nos aportan esa limpieza de la que siempre andamos deficitarios debido al alejamiento voluntario, a ese destierro voluntario que hace el ser humano de su existencia. Quizá el resto de seres vivos, animales, vegetales, minerales, no tengan conciencia de ello, porque no lo necesitan, pero el ser humano sí, el ser humano sí que necesita tener conciencia y consciencia, porque cuanto más se aleja de la fuente más se debilita. Es por eso que siempre que podemos nos dirigimos a las montañas, nos dejamos conquistar por ellas, porque sabemos que solo acercando nuestro diapasón al de ellas podremos vibrar al unísono. Es por eso que siempre que podemos nos acercamos a las montañas, porque queremos participar de su belleza, de su austeridad, de su generosidad, de sus altas cimas que como antenas se dirigen hacia el infinito.

Es por eso.

Montaña humanizada, en Aït Said
            Es por eso que en esta ocasión, como en otras anteriores, hemos querido comprobar que no tienen fronteras, que cambian las gentes, las culturas, pero no el sentimiento. Es el ser humano y las montañas. El ser humano frente a las montañas. El ser humano entre las montañas. En esta ocasión, hemos sido ocho los participantes en esta incursión a otra cordillera, la del Atlas, que se extiende por todo el norte de África a lo largo de 2400 km. Ocho mayencos que han puesto su punto de mira en ella, concretamente en la zona marroquí del Mgoun.

En Barajas, antes de completar el grupo


Sábado, 24 de agosto. Jornada de llegada. Jaca – Marrakech.
Mezquita de Koutoubía
            De unas y otras procedencias vamos llegando a Marrakech, que con más de un millón de habitantes, es una de las mayores capitales del reino alauí, y que junto a Rabat, Mequinez y Fez, forma la Red de Ciudades Imperiales de Marruecos. A partir de ese momento estamos en manos de Mohamed, el guía que Atlas Aventura y Trekking por Marruecos pone a nuestra disposición para los días venideros. Nos recogen en el aeropuerto, y directos al hotel Alí, en plena plaza de Yamaa el Fna, no solo una de las más concurridas del continente, sino del mundo entero. Junto a ella se encuentra el zoco más grande del estado, y la mezquita Koutoubía, del siglo XII y la mayor de la ciudad, que sirvió de inspiración para la construcción de la Giralda de Sevilla.

Calesas a la espera de clientes

Encantadores de serpientes... literal
            Justo tiempo para dejar los pertrechos en el hotel y darse una vuelta por allí, a unas horas que rebosa actividad, donde se mezclan los olores miccionales humanos, con las defecaciones de los caballos de las calesas, con hombres tirados por los jardines, con cobras haciendo abdominales al son de la música, con monos enjaulados, con aguadores y con cientos de puestos y gente deambulando que te venden de todo. Hay quien dice que hay que conocer estas cosas, personalmente no necesitamos más de diez minutos para ello.


 
Comienza la aventura... de momento con rodante
Domingo, 25 de agosto. Jornada previa: Marrakech – Aït Said.
Cargando el material
            Jornada de tránsito carretero para internarnos en las montañas. Desayuno en el bar de abajo y al filo de las ocho y media viene el microbús que nos va a hacer ese tránsito. Viene cargado con todo el material de campaña más la comida para estos días, a lo que hay que añadir nuestros petates y mochilas. Hacemos alguna parada por el camino, para comprar vino, tabú en estos sitios, y para descansar.

Todo listo

Cascadas de Ouzoud
            Como a unos 150 km, en ruta paramos para visitar las cascadas Ouzoud, que toman el nombre del río, y que en bereber significa “oliva”, haciendo alusión a la gran cantidad de olivos en la zona. Con más de 100 metros de altura, están consideradas como las más altas y bellas del país. Desde luego, dignas de ver, pero el que piense que va a ir allí a fundirse con un fenómeno de la naturaleza, está aviado porque con lo que se va a fundir es con una auténtica peregrinación de gente subiendo y bajando cientos de escaleras para llegar a la base de las mismas, donde se baña otro tropel de gente y se dan unas vueltas en unas barcazas. También con puestos de venta en todo el recorrido, principalmente de comida.

El CP Mayencos en las cascadas de Ouzoud

En el Essaada
       De nuevo al microbús para acercarnos a Azilal, que con más de treinta mil habitantes es la capital de la región homónima. La comida se realiza en el restaurante Essaada, donde tomamos el primer contacto con la típica comida local, cocinada en el Tajín, que consiste en un plato de barro barnizado, en el que se depositan los ingredientes, que pueden ser vegetales, animales, o una combinación de ambos, con un tape cónico que impide que se desaproveche el vapor que exhalan al estar sobre otro plato metálico con brasas. Bueno, pues no es mal comienzo.  

Descargando en Aït Said

Gite d'etape Tamazirt
            Damos una vuelta por los alrededores de la mezquita y al bus. Al cabo de otra hora y media, y ya en pleno Valle de Bougamés, paramos en Agouti para aprovisionarnos de agua embotellada que, mucho pesa en nuestras conciencias tanto derroche polimérico, pero más abajo pesaría el ir ligero de vientre. Finalmente, algo pasadas las cinco de la tarde, y tras más de ocho horas y media, llegamos a nuestro destino de hoy, Aït Said, a más de 1900 metros de altitud, donde nos alojamos en el gite d’etape Tamazirt. Vaciamos el bus de nuestros pertrechos y los comunes. Primer contacto también con la hospitalidad local, de merecida fama. Con el té de media tarde y con los catres.

El té de media tarde


Lunes 26 de agosto – Primera Jornada: Aït Said – Tarkeddit.
Listos para salir
            Amanecemos con ganas de andar, con ganas de recorrer esos caminos que nos van a llevar hasta nuestro objetivo, el Mgoun, y el regreso. Es al filo de las siete cuando, sin haber llegado las mulas y sus muleros, nos ponemos a andar. Y lo hacemos por las callejuelas de esta aldea, sintiéndonos como protagonistas de una película ambientada en la Edad Media, con sus calles sin asfaltar, sus casas de adobe, sus animales… Finalmente salimos y tomamos un camino junto al río Arous, que riega una exigua huerta por el entorno de Azib Ikkis, un núcleo diseminado de casas pastoriles a 2250 metros de altitud.

Callejeando por Aït Said

Ascendiendo hacia el primer collado
            Abandonamos el valle principal para tomar otro a la derecha, que dejando a uno y otro lado más corrales con vida pecuaria local, nos sube al collado de Oumchiyk, para seguir ascendiendo hasta el de Tarkeddit, que con sus 3390 metros es nuestro techo de hoy. En la subida adelantamos a un grupo de holandeses con pocas pintas de montañeros, y que va a dar mucho juego a lo largo de los próximos días. El viento es fuerte, y ya nos hemos puesto ropa de agua en el ascenso, pero no es óbice para que busquemos un abrigo y echemos un bocado. Llevamos más de cuatro horas y media, y no es mucho lo que nos queda para los prados del mismo nombre, donde ya vislumbramos el refugio.

Superado el collado de Oumchiyk, bajo el Ighil-n Ikkis

El grupo a la llegada al refugio de Tarkeddit
            Solo queda ya el bajar hasta ese lugar, de apariencia plácida, aunque esté la tarde estorbada. Nos lleva algo más de una hora. Llegamos lloviendo, y se agradece entrar en el refugio, donde nos sirven el té de media tarde, aunque sea mediodía. Al poco llegan nuestras mulas, lo que significa montaje del campamento, algo de lo que se ocupan los muleros, el guía y el cocinero, y que consiste, de momento, en el montaje de dos jaimas, una para la cocina y otra multiusos, cuarto de estar, comedor y dormitorio para nosotros, aunque se prestan a montar tiendas si queremos. Al filo de las tres de la tarde nos acercamos por allí, y la pasamos familiarizándonos con esta forma nómada de vida, en una tarde desapacible y con rachas de agua.

El té en el interior de la jaima

            Se monta una tienda, que desahoga la población de la jaima. A las 7 cena, y a ver poco a poco caer la noche sobre este espectacular valle habitado en este punto por el refugio, nuestras jaimas y las de los holandeses. Tras darle un repaso al firmamento, que fulgurante se presta a ello, a las 9 a dormir… bueno, a pasar la noche.

Resumen técnico primera jornada: Aït Said – Tarkeddit:
Distancia: 13,5 Km.
Tiempo total: 6h 10’. En movimiento: 5h 15'.
D+: 1705 m. D-: 680 m.
Altura Máx: 3390 m. (Collado Tarkeddit).
Altura Mín: 1908 m. (Aït Said).


La noche a la luz de la luna

Martes 27 de agosto – 2ª Jornada: Tarkeddit  – Fuentes de Oulilimt.
Así comienza esta segunda jornada
            Ha llegado el gran día. El día central del tour. El día de la ascensión al Mgoun. Y comienza temprano, antes del alba, que nos pilla a una hora ya del comienzo. Un alba que nos descubre un paisaje con tintes lunares, y un sendero a lo lejos que se va empinando, tomando altura para alcanzar uno de los bordes de la olla por la que vamos dejando nuestros pasos. Es un collado, sin nombre localizado en los mapas, y que a 3900 metros nos da visibilidad sobre este espectacular circo del Mgoun y su cresta para alcanzarlo.

Hacia el alba

Ascendiendo el Mgoun Oeste
            Estamos bajo uno de los picos que lo conforman, el Mgoun Oeste, que se aúpa para alcanzar los cuatro mil metros, sin terminar de conseguirlo. Mientras unos continúan para llegar a la cresta, otros subimos la dura, pero corta rampa, para alcanzarlo entre muy fuertes rachas de viento, que nos van a acompañar ya mientras estemos por estas alturas. Foto de rigor y comienzo del cresteo, que visibiliza la vertiente sur de este imponente macizo, con apariencia más humanizada a juzgar por los corros verdes que ponen de manifiesto un aprovechamiento de la tierra.

El grupo cimero del Mgoun Oeste

Por la cresta hacia el Mgoun
          Hora y veinte minutos para recorrerla en su totalidad. Hora y veinte minutos soportando infernales rachas de viento que azota cuerpos y almas y que viene a complementar el silencio al que se refería Unamuno en su frase de cabecera. Pasamos bajo una cima intermedia agraciada con esa mítica cota del cuatro mil, y llegamos por fin a nuestro techo de hoy, techo del macizo y cuarta altura de la cordillera y del país, el Mgoun, con sus 4071 metros, habitado por una pequeña estructura metálica, junto a la que vamos posando unos y otros para inmortalizar el momento. Un momento polarizado entre el frío del exterior y el calor interno que produce el compartir la sensación de habernos dejado conquistar por esta montaña.

Un circo de grandes proporciones

El grupo llega a la cumbre
            No queríamos creerlo, pero ahora se nos hace presente en toda su crudeza. El sendero de bajada que íbamos viendo desde la cresta, por un infinito canchal, nos va engullendo sin piedad. Más de hora y media le metemos, con una parada intermedia para echar un bocado, y llegar al fondo del barranco, por el que un exiguo caudal de agua contrasta con el entorno, y donde aprovechamos para otro descanso y bocado. La salida se hace sobre una loma volcánica, que acrecienta el aspecto lunar del recorrido. Nos vamos situando a distancia sobre el lecho seco del río Mgoun, que de chicorrón lleva el nombre de Oulilimt, al que llegamos para recorrerlo durante más de otra hora, y alcanzar finalmente el emplazamiento del campamento, situado en las Fuentes de Oulilimt, donde afloran las aguas que ocultan estos grandes macizos. ¿Y qué tenemos enfrente?, el de los holandeses. A lo largo del descenso hemos ido encontrando pastores con sus ganados, que pasan por aquí el verano en un ambiente de completa desolación.

Resumen técnico segunda jornada: Tarkeddit  – Fuentes de Oulilimt:
Distancia: 20,5 Km.
Tiempo total: 8h 35'. En movimiento: 6h 30'.
D+: 1360 m. D-: 1645 m.
Altura Máx: 4071 m. (Mgoun).
Altura Mín: 2655 m. (Fuentes de Oulilimt).


Los penitentes de Oulilimt sobre el lecho seco del río

Miércoles 28 de agosto – 3ª Jornada: Fuentes de Oulilimt – Taghreft.
Campamento de las Fuentes de Oulilimt
            Un pequeño oasis donde nos encontramos. En medio de la desolación, unas surgencias de agua hacen más agradable la estancia. Bajo unas imponentes paredes que dejan al descubierto un tortuoso pasado orogénico nos disponemos a comenzar esta nuestra tercera jornada de montaña, que se espera también larga, pero de puro descenso. Ayer ya se nos mostró una pequeña muestra de lo que hoy vemos ya en abundancia, y son esos penitentes, esas formaciones rocosas que enhiestas surgen de la ladera como demostrando al mundo que han sido capaces de resistir la más rabiosa erosión que, lenta pero inexorable, sacude a estas montañas.

A por la tercera...

Penitentes por encima del cauce
            Es algo que vamos viendo conforme descendemos, bien por la ladera de la montaña, bien por el lecho del río, que ya va tomando el nombre del entorno, Mgoun. Poco a poco se va humanizando más el territorio, y abundan los corrales habitados por rebaños y familias de bereberes, cuyos hijos se apresuran a salir a nuestro encuentro para ofrecernos sus baratijas. Como a tres horas del arranque llegamos a un paraje con lo que queda del abandonado refugio de Aflafal, desde donde se abre un pequeño valle con buen asentamiento para campamento, y ¿para quién?, para los holandeses. Nosotros seguimos camino, que es un sendero que va coqueteando con el río, echando manos en algún paso, y por el que ya vamos viendo rodadas de vehículos.

Un tramo divertido

La Casa del Sabio, llegando a Tighremt-n Aït Ahmed
            En media hora más, alcanzamos la abandonada Casa del Sabio, una construcción típica con apariencia fortificada. En poco ya, Tighremt-n Aït Ahmed, a pie de carretera, aunque no nuestro concepto de ellas. Tras hacer gasto en la tienda local, cruzamos el río para dirigirnos a una chopera donde nos están preparando un comedor de campaña y la comida, que ya es mediodía. La hacemos al compás de los primeros truenos, que presagian una tarde movidita.

Comida de campaña

La atracción de la chavalería
            De vuelta al sendero para recorrer lo que nos queda de camino hasta el destino final de hoy. Los truenos van jugando con nuestro destino, y conforme va pasando el tiempo se hacen más patentes, lo que obliga a pertrecharte con las prendas de agua. La sucesión de aldeas es infinita en las dos horas que nos cuesta llegar hasta Taghreft, recalando en la gite d’etape Chez Jamal. La tarde se pasa entre secado de ropa y descanso. El horario de la cena, programada para las ocho, se ve trastocado por un acontecimiento social de primerísima magnitud: una boda. Sí, teníamos la ocasión de asistir a no sabíamos muy bien qué, de modo que lo hicimos.

La hora de té

Espacio para alguna imagen de la boda,
pero son reacios a las fotos
            Y lo que nos encontramos es con decenas, cientos, de personas, suponemos que todo el pueblo y los de al lado, vestidos con sus mejores galas, que se arremolinaban en torno a la casa a la que iban a venir los novios… bueno, entendemos que los casados ya, porque a pesar de la gran influencia que ejerce la religión por estos lares, las mezquitas solo son para rezar, no existen los sacramentos tal y como los conocemos, cada vez menos, sí, pero presentes todavía en nuestra tradición católica, de modo que la boda por estas tierras es tan solo la firma de un papel. La noche llega antes que el cortejo nupcial, que finalmente hace su aparición, y que consiste en una caballería sobre la que va la pareja, en la que se ve claramente al hombre, pero no a la mujer, que va inmersa en un traje que la oculta de pies a cabeza.

Hora de cenar

Tiempo para el aseo
            Pasado el morbo, volvemos a nuestra gite para, ahora sí, cenar y acostarnos, con la desagradable noticia de que las lluvias de esta tarde, que no suponen gran cosa para los anchos lechos de los ríos hasta aquí, sí que son un grave inconveniente para las gargantas que estaba programado pasar mañana, pasando del agua por debajo de la rodilla a posiblemente hasta la cintura, por lo que se aborta ese plan, optando por uno de los que nos presenta Mohamed, y que es regresar hasta donde comimos ayer para continuar por la carretera y llegar a otra aldea. Dolor de corazón, pero esperanzas para volver.

Resumen técnico tercera jornada: Fuentes de Oulilimt – Taghreft:
Distancia: 19,2 Km.
Tiempo total: 6h 40'. En movimiento: 5 h.
D+: 495m. D-: 1010m.
Altura Máxima: 2685 m. (Sobre el río Mgoun).
Altura Mínima: 2125 m. (Llegando a Taghreft).


Patio interior de la gite d'etape Chez Jamal

Jueves 29 de agosto – 4ª Jornada: Taghreft – Aït Imi.
Listos para el último día en ruta
            Cuarta y última jornada de esta vuelta al Mgoun, y que se ve trastocada por las lluvias de ayer. El riego que pasa por delante de la casa se ve normalizado. Hasta el último momento intentamos no desviarnos del programa inicial, pero es en vano, ya que las aguas tardarán dos o tres días en menguar por las gargantas. En fin, ante lo irremediable, buen talante, y es el que seguimos mostrando en este peregrinar por senderos que conectan aldeas, pobres en apariencia, pero con ricas vegas.

En marcha por las vegas

Al paso por una y mil aldeas
            Lo que ayer nos costó dos horas bajando, hoy lo hacemos en dos horas y cuarto subiendo, hasta Aït Ahmed, donde comimos. Tomamos la carretera, que cambia de valle, para dirigirnos al collado, y lo hacemos durante unos tres o cuatro kilómetros, al cabo de los cuales vamos viendo un microbús a lo lejos, que se nos antoja de Obras Públicas, ya que está descargando un montón de grava junto a una señal de obras. Aquí las distancias son enormes, y lo que parece cercano puede tardarse horas en alcanzar. Julio ya venía con el run-run de enseñar un billete, no dando mucho crédito entre el resto del grupo, pero al llegar, se lo comenta a nuestro Mohamed, que lo ve tan natural. En definitiva, que como todo tiene su precio, aquí también. Cuando nadie recordaba ya a los holandeses, hete aquí, que nos los encontramos ya instalados en el interior, y la grava era que la habían bajado para quitarse peso, de modo que los paisanos habían abandonado momentáneamente su trabajo para hacer el servicio. Un servicio que gustosos aceptan a ampliar con nuestro grupo... total, por 180 dírham... 2€ cada uno.

Momentazo...

En la baca, con alguno de los paisanos
            Al ver los anteriores inquilinos que subimos al techo del vehículo, baja uno del mismo a protestar al chófer esgrimiendo seguridad. Personalmente desconozco la conversación, pero nada cambia. Los unos dentro, y los otros arriba vamos recorriendo los 9,5 km que nos separan del collado, salvando más de 600 metros de desnivel, en más de media hora de auténtico placer, aunque contenido en alguna de las empinadas curvas, en las que el rugir del motor parecía tener fin. Finalmente llegamos al collado y nos bajamos todos. Mientras los holandeses, con sus chancletas, tienen que seguir por la pista, nosotros lo hacemos por el sendero. Estamos en la cabecera de otro extenso valle que se abre ante nosotros, a cuyo término vemos una enorme extensión verde con unas aldeas. Estamos en el llamado Valle Feliz, y a esas aldeas nos encaminamos.

Llegados al collado, a punto de ir bajando

Comenzando el descenso, con Aït Imi en la mancha verde
            Como ya decimos, las distancias aquí son enormes, no hacen justicia a la visual. Nos cuesta llegar al pueblo más de dos horas, y parecía que estaba ahí. Hacemos un pequeño alto bajo una sabina, con aires de jota. Nos dirigimos a Aït Imi, regado por un río seco, pero que debe hacer bien su trabajo con corrientes freáticas muy próximas a la superficie, a juzgar por los extensos campos de generosos frutales. Poco antes de llegar, unas fuentes ya dan fe de ello. También está dotado de una pequeña central que le provee de electricidad, y un poco más adelante se ve otra aldea con mayor infraestructura, que los mapas delatan como Tabant, que aloja el Centre de Formation aux Métiers de la Montagne, entendemos que un centro de formación de guías de montaña.

Haciendo adobes, de la serie Oficios Perdidos

Llegada al gite d'etape Chez Moha
            Bueno, el tránsito en bus, que hace la tercera parte de distancia, si no nos hubiéramos ido a los 27 km, hace que lleguemos a la gite d’etape Chez Moha antes de la una, por lo que tenemos una larga tarde para aprovechar en descansar y darnos buenas vueltas por la aldea, tiempo que algunos emplean para ofrecer espectáculo futbolístico con chavalería del pueblo, que no se sabe muy bien si es solteros contra casados, autóctonos contra alóctonos, mayores contra pequeños… desde luego, no hombres contra mujeres.

La última cena en la montaña

            Fin del partido y vuelta a casa para cenar y descansar, que mañana va a ser el día más duro de todos, ya que va a durar cerca de 30 horas… y eso sin caminar.

Resumen técnico cuarta jornada: Taghreft – Aït Imi:
Distancia: 27,0 Km.  (9,5 en bus).
Tiempo total: 5h 45'. En movimiento: 4h 50'.
D+: 1050 m.  D-: 1315 m.
Altura Máxima: 2945 m. (Collado Aït Imi).
Altura Mínima: 1890 m. (Aït Imi).


Guareciéndonos de la lluvia justo antes de salir

Viernes 30 y sábado 31 de agosto. Jornada de regreso. Aït Imi – Jaca.
Cargando la furgona
            El día amanece lloviendo. El microbús no puede llegar hasta la casa. Entre nuestros lomos y los de una mula llevamos el cargamento hasta la explanada de la mezquita, que es donde está. Llevamos lo mismo que se cargó en Marrakech para venir, excepto la comida, que la hemos ido dejando, ya elaborada por esos caminos, y que junto al alimento de los sentidos han ido nutriendo nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, y más cosas menos dignas de mención.

Las mulas a lo suyo

Bandera bereber
            El agua nos da tregua para ese traslado, pero como si tuviera prisa por echarnos, se acrecienta al tiempo de marchar, impidiendo el placentero posado de la foto de partida, debiéndose hacer bajo el porche de una mezquita que, suponemos al ser viernes, ha ido llamando a oración desde tempranas horas de la mañana. Bueno, ocho y media de la mañana. Con los ánimos contagiados por la melancolía que transmite la lluvia comenzamos nuestro peregrinar en rodantes hasta Marrakech.

Atlas, la cordillera del Magreb

Homenaje en el Riad Omar
            El valle de Bougamés nos vuelve a acoger cerrando el círculo. Hora y media hasta el cruce de Azilal. Hora y media de infinitas curvas pudiendo contemplar entre la lluvia este gran valle con también infinitas aldeas. Otra media hora más hasta esa gran población, ya por mejor carretera. Y otras dos horas para recorrer los 160 km que restan hasta destino, al que llegamos a eso del mediodía, justo para dejar nuestras pertenencias en el hotel e ir a comer a un restaurante cercano, el Riad Omar, no apto para la inmensa mayoría de autóctonos.

De compras por el zoco

De paseo por la plaza
            Por la tarde paseo por esa plaza y su zoco, ya descritos antes. Acudimos a esa habitación del camarote de los hermanos Marx, ducha y a las once acudir al bus, que nos acerca al aeropuerto. La jornada revienta el calendario. Son la una menos diez cuando despega el avión, y dos horas más tarde, tres del reloj, aterriza en Barajas. La llegada del comando de Jaca, a las diez de la mañana, tras 27 horas de duro tránsito desde aldeas remotas del Atlas marroquí hasta casa.

Por fin encontramos birras

            En el total de las cuatro jornadas caminando, han sido 80 km, con más de 4600 metros de desnivel acumulado D+/-. Y en tiempo, las coincidentes 27 horas las que hemos disfrutado por estas montañas, con su luz, su agua, y su aire, su paz y su silencio, también lo hemos hecho de la compañía, de la conversación, de la convivencia, en este tránsito bajo los cielos diurnos y nocturnos del Atlas, que nos han proporcionado esa limpieza y restauración a la que hacía referencia Unamuno, y que procuraremos conservar... y si se agota, volver.

                      As-Salaam alei-kum                    La paz esté contigo
                      Wa-Alaikum-Salaam                   Y también esté contigo

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