jueves, 29 de noviembre de 2018

Castillo de Acher, abriendo sus velos

A TUCAS ALBARS
Castillo de Acher (2384 m)
Sábado, 17 de noviembre de 2018



            “En la montaña nada hay que reemplace a la experiencia”.

            Con esta frase lapidaria del fotógrafo y alpinista francés Luois Audoubert comenzamos el relato de una jornada más de montaña, que no ha sido una jornada más de montaña, sino una jornada única… bueno, como todas. Sí, en esta ocasión ha sido compartida entre gente de Mayencos y de Azuandarines, un club de montaña del llano, porque eso es Azuqueca de Henares, la segunda localidad de la provincia alcarreña, y es por eso que tiene más mérito el que se hayan acercado hasta aquí para pasar con nosotros un fin de semana. Un vínculo que se forjó en el pico Monestero, de 2877 metros, en el circuito de Carros de Fuego, donde coincidimos hace algo más de tres años. Desde entonces, han venido acudiendo a nuestra convocatoria de la Andada Popular Puerta del Invierno, que durante los mismos tres años hemos organizado en el valle del Aragón.

En la cima del Monestero, en julio de 2015

            Para este año hemos preparado algo mejor, un par de días por nuestras montañas. El sábado por los Valles Occidentales, y el domingo por el pre-Pirineo de Riglos. Vamos con el sábado.
Imagen de partida


Soberbio valle colgado en el Castillo de Acher
            Veinte somos entre unos y otros los que madrugamos más que el alba para encontrarnos con ella camino de Hecho, esa localidad jacetana cuna, junto con otras próximas, del inicio de la reconquista aragonesa, como reconquista va a ser, al menos intentarlo, el ascenso a una de sus montañas más emblemáticas, y más altas, el Castillo de Acher, cuyos dos cordales, el norte y el sur, albergan un sinclinal extraordinario, al que vamos a tratar de auparnos.

Continuamos bosque arriba

El camino nos da un respiro... y las nieblas también
            Para ello nos acercamos a la Selva de Oza, un poco despistada con ese otoño que no sabe si va o viene, fruto de un perezoso verano y de un anticipado invierno por las alturas. El reloj raya las ocho de la mañana, hora en la que el sol peina el flequillo de las cumbres de Forca. Nuestro objetivo está enflascado entre nieblas, y aún no lo sabe, pero ya se está haciendo el día. Un día que confiamos con fuerza para hacerlo despertar y acogernos como procuramos merecer.

Panel informativo del GR 11.1, señalizado como
Sendero Turístico de Aragón, a su paso por la Selva de Oza

Transitando por el pastizal
            La primera es incorporarse a ese GR 11.1 con su flamante señalización de Sendero Turístico de Aragón, y que nos adentra en el hayedo, que rezuma humedad por todos sus poros. Tan solo un cuarto de hora para dejarlo marchar y tomar nosotros el desvío que nos sube y sube por el bosque, que nos tiene entretenidos casi una hora, hasta que sin reblar la cuesta nos vemos por el pastizal, ya a cielo abierto, aunque nuestro Castillo sigue perezosillo. Otra hora y veinte subiendo por la tasca, hasta que dejamos el sendero que siga a lo suyo para, tras un breve descanso, meternos ya de lleno hacia la montaña. Una montaña que nos ve venir, porque ha corrido sus velos, mostrándonos las paredes calizas que la sostienen.

Subiendo al collado

Reagrupándonos, con el objetivo a la vista
            Unas cuantas lazadas y alcanzamos el collado que nos da vista a ese singular valle colgado que baja desde las cimas norte y sur, que vamos a visitar. Nos reagrupamos para continuar juntos. Hace dos semanas ya hubiéramos llevado tiempo pisando nieve, y hoy es aquí donde nos la encontramos, en los pacos del sinclinal, una nieve dura que invade el camino, lo que nos obliga a circular por la propia cornisa hasta un lugar próximo a esa cima sur, desde donde atacamos la cuesta cimera de la norte, que con sus 2384 metros es el punto más elevado del macizo.

Circulando por la cornisa

Impresionante telón de fondo con la Sierra de Alanos
            Las extraordinarias vistas de las que veníamos disfrutando, vienen acrecentadas por las que nos ofrece esta montaña en su cornisa norte. Unas vistas sobre Guarrinza y el barranco del Barcal a los pies. Contemplación, mucha contemplación, con ojos del llano, pero también los nuestros, porque por muchas veces visto un paisaje nunca es el mismo, siempre tiene distinta luz, que es la que nos lo acerca a nuestra mirada. Una mirada de agradecimiento, de reconocimiento, de sumisión a esa grandeza que tenemos ante nosotros. Una mirada ya no de conquista, sino de ser conquistados por la montaña… por una montaña más… por una montaña única, por esta montaña.

Último esfuerzo

Guarrinza, con el barranco del Barcal
            El regreso se realiza por el mismo itinerario. Cornisa hasta el collado, canchal hasta el sendero, pastizal hasta el bosque y el bosque, ese bosque que soporta los rigores de las cuatro estaciones, y que en cada una de ellas se engalana para el resto de seres vivos. Y poco más, los datos que resumen una jornada de montaña de la buena, que se ha dejado, corriendo los velos misteriosos de las brumas para hacerlo con mayor seguridad al comienzo del canchal, y volverlos a correr al bajarlo. Sí, se ha portado. Ah, los datos, una distancia de 13,2 km, recorridos en 6h 50’ de tiempo total, del que 4h 35’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de en torno a los 1400 metros D+/-. Una mañana de diez, con una compañía de diez.


Las fotos, aquí, y el track aquí.

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