AQUERAS MONTAÑAS
Peña Montañesa (2295 m)
Sábado, 26 de agosto de 2017
El Sobrarbe no se entiende sin
San Beturián, tampoco sin la Peña Montañesa, ese fenómeno geológico, y por qué
no, también mágico que abre las puertas del corredor del Cinca a punto de
recoger las aguas del Ara, las dos cuencas que vertebran esta histórica
comarca. Condado de Aragón, que lo fue siendo anexionado posteriormente al
Reino. La Peña Montañesa, o Picón d’o Libro es, con sus 2295 metros de altitud,
el techo del gran macizo de la Sierra Ferrera, una de esas llamadas sierras
interiores del Pirineo, y que quieren emularlo, consiguiéndolo en ocasiones,
porque también son altivas, bravas, peleonas, no te lo ponen fácil, pero que
con humildad y tesón se dejan domesticar, incluso les agrada tu presencia. Una visita ésta que hemos efectuado subiendo por una elevada cornisa sobre
los abismos de esa cuenca del Cinca, que trae los lloros del glaciar del
Perdido, y que a punto está de remansarlos en el embalse de Mediano. La Faja
del Toro la llaman… y seguimos sin saber por qué.
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Preparados para la ascensión |
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Oteando el horizonte, nuestro horizonte |
Hoy le hemos dejado ganar al
alba. A las siete y media estamos prestos para salir del aparcamiento próximo
al monasterio de San Beturián, y tomar el camino que sale enfrente, y que te va
subiendo entre el bosque y ya fuera de él, hasta llegar al desvío para la faja, en eso de una hora. Por un sendero menos definido, más visitado por erizones
que por personas, continuamos en busca del mundo aéreo de este enorme macizo. Un
sendero que pronto empieza a picar para abajo, y que en poca distancia nos baja
más de cien metros de desnivel. Y todo ello para dejarnos a los pies de un corto
pero empinado canchal, que hemos de subir para situarnos ya en la entrada de la
faja, aunque en realidad no existe un punto muy claro, pero se intuye.
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Empezamos a tomar perspectiva |
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Canchal para dar comienzo a la faja |
A partir de ahí es seguirle el
juego a la montaña. Que sale, nosotros con ella. Que entra, nosotros con ella.
Es así de caprichosa, hay que seguir su contorneo por entre barrancos y desafiantes
proas, un contorneo por esa cinturilla, elevada cinturilla que hay que
transitar con extrema precaución, porque aunque hay suficiente plataforma para
ello, el abismo que se abre bajo los pies es espectacular. Parada obligatoria
se hace si tienes tentación de mirar lo que ellos ven, de sentir lo que ellos
sienten, de admirar lo que ellos admiran… unos buitres que nos sobrevuelan por
estos privilegiados espacios.
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Faja del Toro, el alero de la Peña Montañesa |
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Un momento de respiro |
Aunque llevamos tres horas y
cuarto desde el arranque, realmente de faja menos de hora y media. Cuando se
abre ante nuestra vista otra impresionante proa, lo hace también un barranco a
nuestra derecha, quizá el mayor, Barranco d’a Faixa en los mapas. El sendero nos
lleva hasta sus entrañas, y al llegar a la mismísima comisura es por él por el
que tenemos que subir. Aquí termina nuestra andadura por esta espectacular
cornisa a varios cientos de metros de caída vertical. Echamos un bocado y nos hartamos
de paciencia para subirlo. Corto pero valiente, nos deja ya en un sendero, a
casi los dos mil metros, que ya nos va subiendo poco a poco hacia lo alto de
este impresionante macizo. Un sendero que va sorteando los últimos pinos negros
que han osado explorar sus propios límites para decirle al mundo que son
capaces de dar vida a estas altitudes seres de semejante porte. Aunque no todos
han corrido la misma suerte, porque tan expuestos a las inclemencias meteorológicas,
los hay que han sido pasto de rayos y centellas, algo que ha quedado
indeleblemente grabado en su faz, exteriorizando lo retorcido de su corazón.
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Luchando por sobrevivir |
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En la proa del barco |
La tasca deja paso a los bolos, y
en media hora más de ascenso nos plantamos en una forqueta que da vista al gran
norte, también con unos abismos de espanto. Otra media hora corta más y
llegamos a la cima de esta Sierra Ferrera, a la Peña Montañesa, al Picón d’o
Libro que dicen los lugareños, y que tanto él como nosotros nos acordamos de
nuestro paso por aquí hace cuatro años. Sí, cuatro años y un mes, en los que ha
aumentado nuestro amor por las montañas, por esos seres que modelan el clima,
por esos seres que modelan el paisaje, por esos seres que modelan el carácter…
por esos seres a los que tanto nos gusta acudir para prendarnos de su sabiduría,
de su amor, de su poder.
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Sin palabras nos quedamos |
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Aproximándonos a cumbre |
Las vistas desde aquí son
inabarcables. El estar alejado del eje pirenaico le confiere una perspectiva
que no está al alcance cuando estás en él metido. Qué gran lección nos dan las
montañas, la física, hay que alejarse del meollo para ver con más claridad las
situaciones, los conflictos, alejarse para tomar distancia, rebajar la carga
visceral y con más calma aumentar la claridad para adoptar las soluciones. El
Gran Libro de la Naturaleza Viviente. ¡Qué prodigio!
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Vistas hacia el Gran Norte |
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Comienzo del descenso por canchal |
Y con estas reflexiones dejamos
atrás la cumbre de este gran macizo para comenzar el descenso, ahora sí, por la
vía normal, que arranca con vertiginosas rampas de piedra suelta, en las que
se pierde altura con rapidez, hasta llegar aproximadamente a los 2100 metros, donde ya nos abrazamos a la curva de nivel en un tramo que discurre paralelo y
por encima del que hemos tomado a la subida tras sobreponernos al barranco.
Pronto la tasca va haciendo su aparición, y tras pasar un puerto, triste por falta
de ganado, continuamos el descenso, que discurre junto a una cabaña, su cercano
abrevadero y corral, también vacíos.
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Un alto en el camino |
En hora y cuarto más, llegamos a
los vehículos, habiendo recorrido 11,6 km, en 7 h 15’ de tiempo total, del que
4h 45’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado en torno a los 1850 D+/-. Todo ello en una mañana de inestabilidad en lo meteorológico, pero que al
final nos ha respetado, con una compañía de lujo y en un gran macizo a las
puertas del Sobrarbe, terminando en torno a una buena mesa.
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