martes, 11 de octubre de 2016

Posets, Lardana por Biadós

AQUERAS MONTAÑAS
Posets (3.368 m)
Domingo, 9 de octubre de 2016

Posets para unos
Llardana para otros
Lardana desde Chistau
Infinitos pedregales
Profundos abismos
Grande entre los grandes


Puntal de Barrau
            Tras una intensa, muy intensa hora, en el club acompañando a familiares y amigos de Juan Marcén, y con el alma sunsida por tanto dolor compartido, lo abandonamos apresuradamente para ir a Biadós, donde tendríamos que haber estado ya a estas horas. Allí nos esperan amigos, bellos paisajes y un proyecto, el de subir al Posets, segunda cumbre pirenaica, para ponerle el broche final a este verano pleno de alta montaña, y que aunque haya parecido excesivo nos ha permitido auparnos a verdaderos gigantes de esta extraordinaria cordillera que tan enganchados nos tiene. Sí, porque aunque siempre salgamos de ella derrengaos, aunque siempre salgamos de ella saturados en la corta distancia, aunque siempre prometamos poner tiempo por en medio, en todos los diálogos que mantenemos con ella, siempre termina convenciéndonos para volver una y otra vez. Es la llamada eterna.

Nos ponemos en marcha
Cruzando la palanca de Biadós
            Una montaña, y más cuanto más grande sea, se la puede abordar por varios itinerarios. Es el caso del Posets, que vierte a tres valles, el de Estós y el de Eriste, en la vecina comarca de La Ribagorza, y el de Chistau, en Sobrarbe. Desde Estós se alcanza por La Paúl, contando con el refugio de Estós; desde Eriste por la Canal Fonda, partiendo del Ángel Orús; y desde Chistau por el Clot, teniendo lo más cercano el refugio de Biadós. Como ya habíamos probado las mieles y hieles de los dos primeros, teníamos que hacerlo ahora por este extraordinario paraje que es Biadós, lo que hace que los lugareños lo denominen Lardana, en cuenta del más extendido Llardana, aunque nosotros sigamos con el término más comúnmente usado.

Granjas de Biadós
En plena progresión
            Biadós es un recóndito y lejano valle, cabecera del de Chistau, que se interna hacia lo más profundo de la cordillera, por el que circula el río Cinqueta de Añes Cruzes, que junto con el Cinqueta de la Pez, que discurre por el valle de Tabernes, en Els Plans, se funden para formar el Cinqueta, que vierte al Cinca en Salinas. Este primer valle, el de Añes Cruzes, está ocupado en sus primeros compases por un paraje llamado las Granjas de Biadós, de extrema belleza, salpicado por viejas bordas todavía en uso. Unas cabañas, rodeadas por su terreno de pasto, que siguen ejerciendo su función pastoril, un fenómeno de lo más auténtico, y que no se conserva en muchos más valles del Pirineo, donde o están espaldadas o reconvertidas para el turismo, que no decimos que no haya que hacerlo, pero lo que es cierto es que produce una grata sensación el ver el arraigo a la tierra que todavía existe en algunos lugares.

Al salir del bosque la cosa se empina

Duras rampas
            La vieja noche está como la dejamos de joven, rabiosamente estrellada, prometiendo una buena jornada de montaña. A media luz ya, acompañados por Sara, María, Elena, Josemari, Rafa, José Antonio y Raúl, a los que se añaden Alberto y Vicente, del CAS, comenzamos una nueva salida desde los 1.760 metros de altitud del refugio de Biadós. Y lo hacemos por el GR 11 en dirección al puerto de Chistén, aunque por poco tiempo, ya que enseguida bajamos a la cuenca del río para cruzar la palanca de Biadós. A medida que la luz va desvelando la oscuridad, van ganando esas magníficas vistas sobre el imponente macizo Posets-Espadas, collado de la Forqueta, y Eristes, así como el puntal de Barrau, como árbitro visual de todo ello.

Glaciar norte del Poset

Morrena central de la Pequeña Edad de Hielo
            Tras cruzar el Cinqueta de Añes Cruzes, el sendero nos asciende a un ancho camino, que discurre subiendo y bajando hasta llegar a unos pastos al pie de la cabaña de La Basa, al cabo de algo más de media hora, donde se decide ya por su verdadera vocación, que es la de subir y subir y subir. He dicho subir? Sí, unas empinadas laderas tenemos que burlar con amplias zetas para llegar a las ruinas de los corrales del Clot, situadas en un gran claro del bosque, del que adquiere su nombre. Claros que se van haciendo mayores, hasta que salimos de él.

Llegando al collado
          
Primera ventana hacia La Paúl
            Y no sólo el bosque, sino el mundo vegetal también nos va dejando poco a poco, entrando en el terreno del reino mineral, tirano, despiadado, no te lo pone fácil. Su dureza contrasta con la amabilidad de un sol que va dorando ya las cumbres a nuestra espalda, y que tardará en alcanzarnos. El subir por esta vertiente no implica que haya un itinerario, que los hay varios, pero no uno más cómodo que otro. Están provistos de hitos, sí, pero el terreno se va arrastrando debido al efecto de las nieves sobre la descompuesta pendiente.

Ascensión hacia la cresta

Ya en la cresta cimera
            Conforme vamos ganando altura, se va haciendo más y más grande un enorme montón de derrubios a nuestra derecha. Son los que componen la morrena central de la llamada Pequeña Edad de Hielo, que extremó sus rigores entre los siglos XVII y XVIII, al contrario de lo que se estima como restos de la última glaciación, que podrían llegar hasta el comienzo del valle, cerca ya de su desembocadura en el Cinca. No sin trabajo conseguimos auparnos por encima de esta inmensa masa de piedras para contemplar, bajo la imponente cresta de los Espadas, en un circo que se ha hecho a sí mismo, el exiguo glaciar, seco, semienterrado, pero que lucha por mostrarnos una imagen del último aliento de esa era glacial de hace diez o doce milenios.

Glaciar norte del Posets, desde la cresta

Tocando la cima
            Otro esfuerzo para alcanzar una abertura que nos da vista a la cuenca de la Paúl, al gran norte de este salvaje lugar. Estamos a más de 3.200 metros, lo suficiente para que el sol nos intente calentar del frío aire reinante. Hace lo que puede. Echamos un breve bocado al abrigo y pergeñamos la estrategia para acometer lo que nos queda hasta llegar a la cresta. Y lo que nos queda es una loma, que alberga un sendero, pero que está bajo una capa de nieve helada, no recomendable para su tránsito, por lo que asumimos el meternos por la descarnada loma a doble vertiente, la que traemos y la de la Paúl. Una loma rota, con infinidad de esquistos de pequeño tamaño que no les importaba nada despeñarse por cualquiera de los dos abismos. Todo ello intercalado por algunas manchas de dura nieve. Sólo pensando en lo malo del descenso se hace bueno el ascenso.

Tras el esfuerzo viene la recompensa

Cambio de tiempo
            Superado ya este delicado tramo, entramos de lleno en la cresta cimera, larga cresta cimera, que pasando primeramente por la cima Norte (3.325 m), nos acerca a la cumbre del Posets o Lardana, según por dónde lo subas. En ella nos encontramos a un grupo que la abandona, quedándonos ya en pêtit comité, lo que aprovechamos para, con voz quebrada y glarimas en os guëllos, tener un sentido recuerdo de nuestro compañero del club, Juan Marcén, que dejó su vida recientemente en la práctica de esta bella actividad como es el acercamiento a las montañas. En nuestra mente y en nuestro corazón se cruza una cascada de sensaciones difíciles de describir. El conjugar el esfuerzo, con el disfrute y con la asunción del riesgo, es algo que tiene en una delgada línea el equilibrio que permanentemente hemos de mantener.

Las nubes se van echando encima
Tras el destrepe nos incorporamos al camino
            Los nubarrones que en lejanía se iban formando, ya no están tan lejos, llegando a ser una verdadera amenaza estando todavía en cumbre, desde la que hemos podido contemplar los enormes abismos que cría a sus pies, destacando entre ellos la impresionante cresta que conduce a los Espadas, y que ya son palabras mayores. Pero todo ello se queda ahí. Volvemos sobre nuestros pasos y desandamos nuestra cresta, que con un mínimo de atención se puede pasar sin mayor problema. Donde sí está lo peliagudo es en el destrepe de la loma, que nos conduce hasta ese pequeño collado donde se puede respirar más tranquilo.

Un alto en el camino de regreso

Al paso por el bosque
            Varios son los itinerarios marcados a través de este auténtico mar de piedras. A tramos seguimos el de subida, a tramos no. Nos despedimos del lánguido glaciar y su abultada morrena, y con grandes dosis de paciencia alcanzamos el más domesticado pisar, dejando atrás la tiranía del mundo mineral para adentrarnos en el bosque, hasta que alcanzamos la cabaña de La Basa, que nos acoge con gran amabilidad, lo que aprovechamos para echar otro bocado. Al cabo de media hora más nos encontramos pasando la palanca de Biadós, restando sólo el llegarnos hasta los vehículos a través de estas bordas que no encuentran muy bien el límite entre el pasado y el presente.

En la cabaña de La Basa
            Una más que emotiva jornada de montaña, por unos extraordinarios parajes en un Pirineo salvaje, un Pirineo en estado puro, a la que le hemos dedicado 9h 30’ de tiempo total, del que 5h 30’ han sido en movimiento, para recorrer 14 km, y en torno a 1.800 metros de desnivel acumulado. Una jornada diez, como decimos, en buena compañía, en este magnético paraje que cada vez que lo visitamos nos encandila más y más. 



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