miércoles, 14 de septiembre de 2016

Peña de las Armas, sobre Tabuenca

IXOS MONS
Peña de las Armas (1.155 m)
Lunes, 12 de septiembre de 2016



        - Mariááá, ya m’as escondido la bota!!!
        - Ridiós, si la tiés en la sillááá!!!

            Si pegas oreja, aún se puede oír de forma tenue por los laberínticos pasillos de la vieja casona, la voz ronca del agüelo royo, y la respuesta de María, su mujer. Una y otra vez, cada almuerzo, cada comida, cada cena, los últimos años de su vida, el abuelo Agustín repetía la misma cantinela en aquella casa situada en la misma plaza del pueblo, junto al ayuntamiento. Una casa que fue casino, baile, fonda, y no sé cuántas cosas más… sí, últimamente hasta botica. Una casa que hoy se conserva como la visité, incluso pasé un verano, cuando era chicorrón, pero que según me dicen sigue estando como entonces, con seguridad hablamos de hace más de cien años, quizá ciento veinte, ciento treinta. Hace tiempo que quería volver a oírlo, pero ya apenas se oye, se va desvaneciendo en el tiempo. Nati, la ya octogenaria nieta de Agustín destila una nostalgia que lo envuelve todo, que lo opaca todo, que se alía con el  tiempo para acelerar la ruina de la memoria y de la casa, de sus oscuras alcobas, de su negra chimenea con sus cadieras, de sus corrales, de sus graneros... Hace tiempo que quería volver al pueblo, me encantaba ese olor a ovejas por cualquier calle que pasaras. Hoy, ese olor se ha quedado bajo el pavimento. Estamos hablando de mi bisabuelo por línea directa paterna. Estamos hablando de Tabuenca. Estamos hablando de unas gentes y de un tiempo que se fueron.


Desván de una casa de pueblo
            De sus consuegros, D. Octavio y Dª Julia, bisabuelos míos también, claro, desconozco la procedencia. Sólo sé que eran los maestros del pueblo en aquella época. Casi nada. Con ayuda de unos parientes, Ángel, nieto también, y su mujer, también Nati, hemos rescatado de la memoria estas cosas en la visita que hemos hecho al pueblo, en plena ruta de la garnacha, en el Campo de Borja, a donde nos hemos acercado para subir a uno de sus montes más emblemáticos, la Peña de las Armas. Y lo hacemos siguiendo el PR-Z 164 en una circular que lo circunvala y que pasa por un collado al culminar el barranco del Infierno, muy próximo ya a la cumbre, para descender y volver al pueblo por la ermita de San Miguel de Todos los Santos, donde el cuarto domingo de Cuaresma se reúnen las gentes del pueblo en torno a unos preparados gastronómicos típicos.


Señalización del PR-Z 164
            Los nueve toques de la parroquial de San Juan Bautista me acompañan en la salida del pueblo, siguiendo siempre las marcas amarillas y blancas del sendero, que discurre primero por una pista agrícola que deja al descubierto el carácter rojizo de esta tierra. Una pista que va recorriendo esos campos, dejando a izquierda y derecha más yermos que cultivados. Pronto se nos abre a nuestra izquierda visual ese cabezo calizo con sus dos morrones. A la derecha dejamos un gran depósito para auxilio forestal, de reciente creación. No llevamos ni una hora andando cuando vemos a lo lejos una gran explanada donde podemos encontrar la fuente del Cerezo, con su abrevadero anexo, y su cerezo, ¿cómo no? También preside un gran ejemplar de chinebro, con el alma dividida entre este paraje y la extraordinaria vista que tiene sobre el Moncayo y sus adláteres, incluidas las Peñas de Herrera y la Tonda, que ya fueron objeto de nuestra visita en la misma jornada, hace unos meses.

Peña de las Armas, fuente del Cerezo, abrevadero... y claro, el cerezo
La Cueva
            Seguimos, y al poco tenemos que abandonar la pista para tomar un sendero, por cierto, muy vestido, que nos saca de nuevo a la pista, y que nos lleva a un campo con ganas de ser trabajado. Tras recorrer su canto casi hasta el final, nos encontramos un cartel en el que indica “La Cueva”, y efectivamente, nos lleva a ella, otro punto de interés en la ruta. Se trata de una gran oquedad en la roca caliza, que aprovechaban para refugiar el ganado. Estamos poco tiempo, porque un más que inquietante zumbido de abejas nos alerta de su presencia. A mano derecha, unas gradas hemos de superar para continuar el sendero, que sigue por el barranco del Infierno, y que hay que ir adivinando por lo vestido del terreno. Bien se vale que se van viendo señales amarillas y blancas.

Nava Alta
Cerca ya del objetivo
            Un empinado tramo de piedra seca nos sube ya hasta el collado, desde donde vemos la sierra de Nava Alta a nuestra derecha. A nuestra izquierda, la trasera de la Peña de las Armas a ciento cincuenta metros más arriba. Un desnivel que salvamos por senda en unos diez minutos. La cumbre de este cabezo, a 1.155 metros, es una amplia plataforma que alberga un vértice geodésico, y cuya proa oriental apenas deja vista sobre Tabuenca, por lo que nos tenemos que aproximar a ella para bien ver y bien gozar. De vuelta al vértice, vemos y gozamos de las vistas hacia el gigante del lugar, hacia ese macizo con el alma partida entre Aragón y Castilla, y cuya cumbre es la más alta de la provincia de Zaragoza. Estamos hablando del Moncayo, y él lo sabe.

Majestuoso Moncayo. A su izquierda, las Peñas de Herrera y la Tonda
Ermita de San Miguel de Todos los Santos
            Volvemos sobre nuestros pasos hasta el collado, hasta donde se puede llegar con rodantes por donde bajamos. En veinte minutos nos presentamos en la ermita de San Miguel de Todos los Santos, y al poco de pasar por el peirón de San Miguel, llegamos al pueblo escoltados por todas las campanadas horarias posibles. Son las doce, justo tres horas después de salir de este pueblo con raíces celtíberas, colonizada posteriormente por los romanos, que desde el Cerro del Calvario supieron explotar unas minas de hierro en la entonces Tabuca.

Marcas de PR a lo largo del camino
            En definitiva, una buena mañana pasada en la tierra de los ancestros, conociéndolos un poco más a ellos y a lo que vieron, vivieron, trabajaron, quizá soñaron. No lo sé, difícil saberlo. Tratando de empaparnos de todo ello, hemos recorrido 13,2 km, invirtiendo 3 horas de tiempo total, del que 2h 30’ han sido en movimiento, para salvar algo más de 600 metros de desnivel acumulado D+.
  


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