IXOS MONS
Peña de las Armas (1.155 m)
Lunes, 12 de septiembre de 2016
- Mariááá, ya m’as
escondido la bota!!!
- Ridiós, si la
tiés en la sillááá!!!
Si pegas oreja, aún se puede oír
de forma tenue por los laberínticos pasillos de la vieja casona, la voz ronca del agüelo royo, y la respuesta de María, su
mujer. Una y otra vez, cada almuerzo, cada comida, cada cena, los últimos años de su vida, el
abuelo Agustín repetía la misma cantinela en aquella casa situada en la misma plaza del
pueblo, junto al ayuntamiento. Una casa que fue casino, baile, fonda, y no sé
cuántas cosas más… sí, últimamente hasta botica. Una casa que hoy se conserva
como la visité, incluso pasé un verano, cuando era chicorrón, pero que según me
dicen sigue estando como entonces, con seguridad hablamos de hace más de cien
años, quizá ciento veinte, ciento treinta. Hace tiempo que quería volver a
oírlo, pero ya apenas se oye, se va desvaneciendo en el tiempo. Nati, la ya
octogenaria nieta de Agustín destila una nostalgia que lo envuelve todo, que lo
opaca todo, que se alía con el tiempo
para acelerar la ruina de la memoria y de la casa, de sus oscuras alcobas, de
su negra chimenea con sus cadieras, de sus corrales, de sus graneros... Hace
tiempo que quería volver al pueblo, me encantaba ese olor a ovejas por
cualquier calle que pasaras. Hoy, ese olor se ha quedado bajo el pavimento. Estamos
hablando de mi bisabuelo por línea directa paterna. Estamos hablando de
Tabuenca. Estamos hablando de unas gentes y de un tiempo que se fueron.
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Desván de una casa de pueblo |
De sus consuegros, D. Octavio y
Dª Julia, bisabuelos míos también, claro, desconozco la procedencia. Sólo sé que eran los maestros del pueblo
en aquella época. Casi nada. Con ayuda de unos parientes, Ángel, nieto también,
y su mujer, también Nati, hemos rescatado de la memoria estas cosas en la
visita que hemos hecho al pueblo, en plena ruta de la garnacha, en el Campo de
Borja, a donde nos hemos acercado para subir a uno de sus montes más
emblemáticos, la Peña de las Armas. Y lo hacemos siguiendo el PR-Z 164 en una
circular que lo circunvala y que pasa por un collado al culminar el barranco
del Infierno, muy próximo ya a la cumbre, para descender y volver al pueblo por
la ermita de San Miguel de Todos los Santos, donde el cuarto domingo de
Cuaresma se reúnen las gentes del pueblo en torno a unos preparados
gastronómicos típicos.
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Señalización del PR-Z 164 |
Los nueve toques de la parroquial
de San Juan Bautista me acompañan en la salida del pueblo, siguiendo siempre
las marcas amarillas y blancas del sendero, que discurre primero por una pista
agrícola que deja al descubierto el carácter rojizo de esta tierra. Una pista
que va recorriendo esos campos, dejando a izquierda y derecha más yermos que
cultivados. Pronto se nos abre a nuestra izquierda visual ese cabezo calizo con
sus dos morrones. A la derecha dejamos un gran depósito para auxilio forestal,
de reciente creación. No llevamos ni una hora andando cuando vemos a lo lejos
una gran explanada donde podemos encontrar la fuente del Cerezo, con su
abrevadero anexo, y su cerezo, ¿cómo no? También preside un gran ejemplar de
chinebro, con el alma dividida entre este paraje y la extraordinaria vista que
tiene sobre el Moncayo y sus adláteres, incluidas las Peñas de Herrera y la
Tonda, que ya fueron objeto de nuestra visita en la misma jornada, hace unos
meses.
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Peña de las Armas, fuente del Cerezo, abrevadero... y claro, el cerezo |
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La Cueva |
Seguimos, y al poco tenemos que
abandonar la pista para tomar un sendero, por cierto, muy vestido, que nos saca
de nuevo a la pista, y que nos lleva a un campo con ganas de ser trabajado. Tras
recorrer su canto casi hasta el final, nos encontramos un cartel en el que
indica “La Cueva”, y efectivamente, nos lleva a ella, otro punto de interés en
la ruta. Se trata de una gran oquedad en la roca caliza, que aprovechaban para
refugiar el ganado. Estamos poco tiempo, porque un más que inquietante zumbido de abejas nos alerta de su presencia. A mano derecha, unas gradas hemos de superar para continuar
el sendero, que sigue por el barranco del Infierno, y que hay que ir
adivinando por lo vestido del terreno. Bien se vale que se van viendo señales amarillas y
blancas.
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Nava Alta |
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Cerca ya del objetivo |
Un empinado tramo de piedra seca
nos sube ya hasta el collado, desde donde vemos la sierra de Nava Alta a
nuestra derecha. A nuestra izquierda, la trasera de la Peña de las Armas a
ciento cincuenta metros más arriba. Un desnivel que salvamos por senda en unos
diez minutos. La cumbre de este cabezo, a 1.155 metros, es una amplia
plataforma que alberga un vértice geodésico, y cuya proa oriental apenas deja
vista sobre Tabuenca, por lo que nos tenemos que aproximar a ella para bien ver
y bien gozar. De vuelta al vértice, vemos y gozamos de las vistas hacia el
gigante del lugar, hacia ese macizo con el alma partida entre Aragón y
Castilla, y cuya cumbre es la más alta de la provincia de Zaragoza. Estamos
hablando del Moncayo, y él lo sabe.
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Majestuoso Moncayo. A su izquierda, las Peñas de Herrera y la Tonda |
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Ermita de San Miguel de Todos los Santos |
Volvemos sobre nuestros pasos
hasta el collado, hasta donde se puede llegar con rodantes por donde bajamos.
En veinte minutos nos presentamos en la ermita de San Miguel de Todos los
Santos, y al poco de pasar por el peirón de San Miguel, llegamos al pueblo
escoltados por todas las campanadas horarias posibles. Son las doce, justo tres
horas después de salir de este pueblo con raíces celtíberas, colonizada
posteriormente por los romanos, que desde el Cerro del Calvario supieron
explotar unas minas de hierro en la entonces Tabuca.
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Marcas de PR a lo largo del camino |
En definitiva, una buena mañana
pasada en la tierra de los ancestros, conociéndolos un poco más a ellos y a lo
que vieron, vivieron, trabajaron, quizá soñaron. No lo sé, difícil saberlo.
Tratando de empaparnos de todo ello, hemos recorrido 13,2 km, invirtiendo 3
horas de tiempo total, del que 2h 30’ han sido en movimiento, para salvar algo
más de 600 metros de desnivel acumulado D+.
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