domingo, 10 de enero de 2016

Ferrata Canal del Palomo, de contorsionismo

VÍAS FERRATAS
Canal del Palomo
Sábado, 9 de enero de 2016



            La Canal d’o Ciego la llamaban, por tener salida a un pequeño circo, que no la tenía. Después, Canal del Palomo fue, por todos los que allí vivían y morían, en una actividad cinegética quizá más justificada antaño que ahora, cuando servía para llenar los maltrechos platos de las humildes viviendas de estos pueblos tan cercanos, y tan lejanos en el tiempo, tan pegados y dependientes del terreno. Hoy todo ha cambiado. El doble filo de las cosas hace que permanentemente tengamos que decantarnos por uno u otro. Y no es fácil seguir pegado a la tierra abstrayéndose de “ir a buscar algo mejor”, que se decía antes.


Empezamos
            De las múltiples opciones que la montaña nos ofrece, hoy hemos elegido disfrutar en una vía ferrata, concretamente la de la Canal del Palomo en Vadiello, en el macizo de Ligüerri, perteneciente a la Sierra de Guara, de hecho, incluida en su Parque Natural. Escudriñar los pliegues de la mente de estos tremendos paredones, ascender como piojos por costura, auparse por la estrecha y mojada chaminera cosida por una vieja y desdentada cremallera de clavijas, no tiene precio. Pasar una buena y templada mañana entre hierros, cordinos y amigos, tampoco.

Entrando al barranco
            Vía Ferrata de la Canal del Palomo, de las más viejas de Aragón, según narran las crónicas y un cartelón cercano a su arranque. Según su leyenda, fueron unos montañeros de Peña Guara, auténticos precursores del montañismo en la redolada, quienes el 29 de agosto de 1954, descendieron este vertical barranco. A raíz de semejante proeza en la época, se plantearon la colocación de las clavijas entre ese año y el siguiente. Ya en nuestro siglo, fue en 2008 cuando se reequipó con sirga como línea de vida y algunos químicos estratégicamente situados para casos de evacuación urgente.

En progresión
            A pocas decenas de metros del embalse de Vadiello, en una pronunciada curva de la carretera, hay un pequeño espacio de aparcamiento, en la salida del barranco, por el que circula el Camino Natural de la Hoya de Huesca. Y a pocos metros también, tenemos el arranque de la vía, que lo hace ya tiesote, llevándonos de forma franca hacia el interior de la canal. Una canal estrecha, a tramos muy estrecha, cosida por las antiguas clavijas, que si bien son imprescindibles para subir, serían muy perjudiciales en caso de caída, aunque bien es cierto que la sirga no abandona el itinerario en todo el barranco.

            Con el paso del tiempo, la fuerza de la caída del agua, ha ido formando unas pequeñas cubetas en las que habitan pequeños tritones, disfrutando también. Esas plataformas se van intercalando entre tramos verticales y algún paso horizontal incluso extraplomado. La comisura del barranco también está habitada por ese curso de agua que dificulta los apoyos, pero a pesar de ello siempre gusta ver, sentir, circular la vida a nuestro paso.

            Hora tres cuartos para salvar los casi doscientos metros de desnivel, prácticamente verticales, en los que hay pasos cómodos, disfrutones, pero otros no tanto. Si la propia formación del barranco te obliga a hacer contorsionismo en algún tramo, la más que razonable distancia entre algunas clavijas te obliga a estirarte como no hubieras pensado que eras capaz, pero a gusto. La llegada a un árbol justo en el barranco, es anuncio del comienzo del final. Sólo nos restan unas cortas pero empinadas rampas de tierra entre enormes bolos para salir ya a la luz del día, para salir bajo el sorprendente escenario de un pequeño circo, el de Ligüerri, en donde retozan unas cabras asilvestradas, de las que pululan por toda esta sierra.

          Aquí termina el ascenso. Nos queda bajar, y la sirga nos acompaña en el viaje. Un viaje que se hace por una amplia e inclinada cornisa mediante una larga travesía horizontal que nos va dirigiendo a ir dando vista hacia la cuenca de este bello paraje de Vadiello, donde se embalsa el agua. Para tener esa amplia vista nos salimos de la ruta de descenso para acercarnos hasta un lugar privilegiado para ello. Estamos a los pies de los mallos de Ligüerri. Detrás de ellos, el Borón. Y al otro margen del pantano, se nos muestra el Fragineto, Mondinero, San Cosme, el cordal de Guara con la cabeza en las nubes… Volvemos sobre nuestros pasos y terminamos el descenso hasta los vehículos.


            En tres horas y media hemos hecho todo, disfrutando desde el primer hasta el último momento, subiendo por esta cicatriz vertical del macizo de Ligüerri y bajando por las fajas de la solana de sus murallones, en una mañana con un tiempo impropio de la época, y con una compañía súper.
  

  

2 comentarios:

  1. La belleza de éstos pasajes es comparable con los amigos con los que se la comparte.

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    1. Parajes, quieres decir, no? Jjjjj. Sí, muy buena jornada entre buenos montes y buenos amigos.

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