Canal del Palomo
Sábado, 9 de enero de 2016
La Canal d’o Ciego la llamaban,
por tener salida a un pequeño circo, que no la tenía. Después, Canal del Palomo
fue, por todos los que allí vivían y morían, en una actividad cinegética quizá
más justificada antaño que ahora, cuando servía para llenar los maltrechos platos
de las humildes viviendas de estos pueblos tan cercanos, y tan lejanos en el
tiempo, tan pegados y dependientes del terreno. Hoy todo ha cambiado. El doble
filo de las cosas hace que permanentemente tengamos que decantarnos por uno u
otro. Y no es fácil seguir pegado a la tierra abstrayéndose de “ir a buscar algo mejor”, que se decía
antes.
Empezamos |
De las múltiples opciones que la
montaña nos ofrece, hoy hemos elegido disfrutar en una vía ferrata,
concretamente la de la Canal del Palomo en Vadiello, en el macizo de Ligüerri, perteneciente a la Sierra
de Guara, de hecho, incluida en su Parque Natural. Escudriñar los pliegues de
la mente de estos tremendos paredones, ascender como piojos por costura,
auparse por la estrecha y mojada chaminera cosida por una vieja y desdentada cremallera de clavijas, no tiene precio. Pasar una buena y templada mañana entre
hierros, cordinos y amigos, tampoco.
Entrando al barranco |
Vía Ferrata de la Canal del
Palomo, de las más viejas de Aragón, según narran las crónicas y un cartelón cercano
a su arranque. Según su leyenda, fueron unos montañeros de Peña Guara,
auténticos precursores del montañismo en la redolada, quienes el 29 de agosto
de 1954, descendieron este vertical barranco. A raíz de semejante proeza en la
época, se plantearon la colocación de las clavijas entre ese año y el
siguiente. Ya en nuestro siglo, fue en 2008 cuando se reequipó con sirga como línea
de vida y algunos químicos estratégicamente situados para casos de evacuación
urgente.
En progresión |
A pocas decenas de metros del
embalse de Vadiello, en una pronunciada curva de la carretera, hay un pequeño
espacio de aparcamiento, en la salida del barranco, por el que circula el
Camino Natural de la Hoya de Huesca. Y a pocos metros también, tenemos el
arranque de la vía, que lo hace ya tiesote, llevándonos de forma franca hacia
el interior de la canal. Una canal estrecha, a tramos muy estrecha, cosida por
las antiguas clavijas, que si bien son imprescindibles para subir, serían muy
perjudiciales en caso de caída, aunque bien es cierto que la sirga no abandona
el itinerario en todo el barranco.
Con el paso del tiempo, la fuerza
de la caída del agua, ha ido formando unas pequeñas cubetas en las que habitan
pequeños tritones, disfrutando también. Esas plataformas se van intercalando
entre tramos verticales y algún paso horizontal incluso extraplomado. La
comisura del barranco también está habitada por ese curso de agua que dificulta
los apoyos, pero a pesar de ello siempre gusta ver, sentir, circular la vida a
nuestro paso.
Hora tres cuartos para salvar los
casi doscientos metros de desnivel, prácticamente verticales, en los que hay
pasos cómodos, disfrutones, pero otros no tanto. Si la propia formación del
barranco te obliga a hacer contorsionismo en algún tramo, la más que razonable
distancia entre algunas clavijas te obliga a estirarte como no hubieras pensado
que eras capaz, pero a gusto. La llegada a un árbol justo en el barranco, es
anuncio del comienzo del final. Sólo nos restan unas cortas pero empinadas
rampas de tierra entre enormes bolos para salir ya a la luz del día, para salir
bajo el sorprendente escenario de un pequeño circo, el de Ligüerri, en donde retozan unas
cabras asilvestradas, de las que pululan por toda esta sierra.
Aquí termina el ascenso. Nos
queda bajar, y la sirga nos acompaña en el viaje. Un viaje que se hace por una
amplia e inclinada cornisa mediante una larga travesía horizontal que nos va
dirigiendo a ir dando vista hacia la cuenca de este bello paraje de Vadiello,
donde se embalsa el agua. Para tener esa amplia vista nos salimos de la ruta de
descenso para acercarnos hasta un lugar privilegiado para ello. Estamos a los
pies de los mallos de Ligüerri. Detrás de ellos, el Borón. Y al otro margen del
pantano, se nos muestra el Fragineto, Mondinero, San Cosme, el cordal de Guara
con la cabeza en las nubes… Volvemos sobre nuestros pasos y terminamos el
descenso hasta los vehículos.
En tres horas y media hemos hecho
todo, disfrutando desde el primer hasta el último momento, subiendo por esta
cicatriz vertical del macizo de Ligüerri y bajando por las fajas de la solana
de sus murallones, en una mañana con un tiempo impropio de la época, y con una
compañía súper.
La belleza de éstos pasajes es comparable con los amigos con los que se la comparte.
ResponderEliminarParajes, quieres decir, no? Jjjjj. Sí, muy buena jornada entre buenos montes y buenos amigos.
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